Generalidades de la Ortografía

1ra Parte

Gramática Española de María Moliner

Gramática Española de María Moliner

1. Se dice que el español es una lengua fonética y se quiere decir con ello que cada signo escrito corresponde con precisión a un sonido y que éstos no se desvían o lo hacen con una desviación apenas perceptible para los no especialistas, del sonido fundamental del signo correspondiente.
Esa tendencia a la simplicidad se conjuga en el idioma español con la asimilación de los vocablos de manera mucho más completa que en cualquier otro idioma al que hayan pasado; tomando como punto de comparación el francés y limitando la observación a los sonidos consonantes, no quedan en el español consonantes dobles que se pronuncian, sin apenas diferencia, como las sencillas, como en «abbé, accrocher, addition, affection, aggraver, ammoniac, annoncer, apparence, assassin» o «atteindre»; la doble «l» y la doble «n» o se simplifican, como en «colección» o «anunciar», o adquieren personalidad propia con sonido nuevo, como en «collar» o «año»; no quedan restos de «ph» con sonido de «f» como en «phantóme», ni de «cch» con sonido de «k», como en «saccharoide»; la «t» detrás de «c» y ante diptongo empezado por «i» ha sido substituida por el signo correspondiente a su sonido («acción» y no «action»); el sonido «t» se representa siempre por «t» y no por «th» como en «theme»; el sonido «i» no es nunca representado por «y» en interior de palabra como en «rythme»; etcétera.
2. Ahora bien: esta tendencia general a la asimilación completa y a la simplificación se quiebra en algunos casos dando lugar a indecisiones que se traducen en general en el D. R. A. E. en formas ortográficas dobles: Uso de «h» muda.-Subsiste en la escritura española la «h» a pesar de que tiene valor puramente etimológico y no representa aislada ningún sonido (hasta el punto de que los dialectalismos en que se pronuncia aspirada se escriben con «j»).
3. Uso de más de un signo para el mismo sonido.-Ocurre en los siguientes
casos: Se emplea a veces la «g» para representar el sonido de «j» delante de «e» o «i»; en general, las palabras escritas con una u otra de esas letras son distintas; pero no faltan casos de duplicidad: «Gibraltar» y «Jibraltar».
4. Hay en el D. R. A. E. palabras escritas con «z» que deberían estar escritas con «c» de acuerdo con la ortografía castiza; de ellas se incluye en general en el D. R. A. E. el duplicado con «c»: 'ácimo, ázimo; acimut, azimut; cebra, zebra; cinc, zinc (y demás palabras empezadas con «ze» y «zi»); encima, enzima; neocelandés, neozelandés'; etcétera. Pero no siempre se da en el D. R. A. E. la forma castiza de tales palabras: «azenoria, eczema» y «zigzag» figuran sólo en esta forma; y «Zeus», aunque, como nombre propio, no tiene artículo en él, se encuentra escrito siempre que es citado con «z».
5. Se emplea «k», letra tan ajena a la ortografía española como la «h», substituyendo a la «c» en los grupos «ca» y «cl» y a la «qu» en los grupos «que, qui»: 'can, kan; folklore (solo en esta forma); quermes, kermes; quimono, kimono'(y demás palabras empezadas en el D. R. A. E. por «ka, ke» o «ki»). El de «can [kan]» es un caso especial: no son esas que figuran en el D. R. A. E. las dos únicas formas de escritura usadas en español; hay una opinión favorable a su transcripción con «j» por ser la
más fiel a su pronunciación en la lengua de origen; pero esta forma no figura en el D. R. A. E. (y eso que «jedive» figura sólo en esta forma que es la correspondiente a «jan»). Y también se encuentra frecuentemente con «kh» que es la forma más conforme a su escritura original y adoptada en general en las lenguas cultas.
6. Los casos de grupos no iniciales que, por simplificarse generalmente en la pronunciación, han dado lugar a la escritura en dos formas son: los grupos «bs» y «ns»; el grupo «pt»; una vocal repetida en el final del prefijo y el principio de la raíz y encuentro de la «o» final de una raíz con la «e» inicial de otra raíz que se le une.
Grupos «bs» y «ns».-Se dan en los grupos más amplios «abs, obs, subs, cons» y «trans»; cuando éstos van seguidos en la palabra de consonante, se pronuncian con frecuencia en dicción no esmerada sin la «b» o la «n»: 'astraído, oscuro, sustancia, cosciente, trasparente'. Pero no todos ellos reciben en el D. R. A. E. el mismo trato: con el grupo «bs» solamente figura simplificada la palabra «obscuro» y sus derivados («oscuro», etc.). El grupo «cons» aparece completo y simplificado en las palabras «constelación [costelación], constreñir [costreñir], constringir [costringir], constriñir [costriñir]» y «construir [costruir]». Pero «conspicuo, conspirar, Constantinopla, consternar, constipar, constituir» y «constuprar» figuran sólo en su forma completa. En cambio, «costribar» está sólo así. «Costar» y «constar» figuran en el D. R. A. E. con estas dos escrituras; pero no se trata de una duplicidad de forma, pues, aunque derivadas ambas de la misma palabra latina, sus significados en español son completamente distintos.
Más uniformidad hay en el trato recibido por los grupos «subs» y «trans», que aparecen, con muy pocas excepciones, en las dos formas («trasladar», por ejemplo, sólo en ésta).
Los encabezamientos del diccionario resuelven las dudas sobre si estas palabras se escriben en una u otra forma o en ambas; pero, en muchos casos, una de las formas es menos usada que la otra o es desusada y esto se aclara en los artículos correspondientes.
7. El grupo «pt» en palabras de la familia de «escribir» da también lugar a formas dobles de escritura en el D. R. A. E.: «adscripto, adscrito; escripto (ant.), escrito; infrascripto, infrascrito; rescripto,
rescrito...»; pero no en todos los casos, pues «inscrito» y «sobrescrito» figuran sólo en esta forma. También figuran «septiembre» y «setiembre». En general, la forma con «p» tiende a caer en desuso (quizás sea «rescripto» la única palabra de esta familia que se escriba completa con preferencia a abreviada); ello se debe probablemente a la influencia de «escrito» ya completamente cristalizado en esta única forma.
8. Vocales repetidas en fin de prefijo y principio de raíz.-Estos casos, resueltos invariablemente en lenguaje hablado contrayendo las dos vocales, figuran generalmente en el D. R. A. E. en las dos formas: «contraalmirante, contralmirante»; pero no siempre: por ejemplo, «sobreempeine, sobreexceder, reeducar» y «reestreno» sólo figuran así; y «guardaguas, guardagujas, guardalmacén, guardamigo, sobrestante» y «rescindir» sólo en esta forma. Hay que hacer notar que en los casos de escritura única se trata de formas cristalizadas cuya escritura no ofrece duda a los hispanohablantes.
9. Otro caso semejante es el de la elipsis de la vocal «o» final de una raíz, al unirse con otra que empieza por «e». Hay en el D. R. A. E.: «dermatoesqueleto» y «dermatosqueleto»; «endoesqueleto» y «exosqueleto» (que no figuran en el D. R. A. E.) se encuentran siempre escritos así; y los nombres de naturaleza, como «italoespañol, germanoespañol» o «indoeuropeo», en el D. R. A. E. y fuera del D. R. A. E. se encuentran así siempre (y a nadie se le ocurriría escribirlos de otra manera). En cambio, «yugoslavo» y «uralaltaico» figuran en el D. R. A. E. sólo en esta forma, a pesar de que, en general, se escriben como los anteriores.
10. Hay expresiones pluriverbales que se han soldado en una palabra única, como «adiós, deprisa, enhorabuena» o «enhoramala», que siguen figurando en el D. R. A. E. también en la forma separada; pero «tentemozo», por ejemplo, y las más complejas, tales como «correveidile» o «tentempié» sólo figuran así. «En seguida» figura sólo así, en dos palabras, a pesar de que se escribe con mucha frecuencia en una sola.
11. Consonantes iniciales liquidas.-El español repugna naturalmente tales consonantes. (Obsérvese el esfuerzo que significa para muchas personas, aun cultas, pronunciar sin «e» delante Schopenhauer o Schumann.) Sin embargo, tales consonantes han ido instalándose en el vocabulario español en palabras como «cneoráceo, Ctesifón, gneis, gnetáceo, gnomo, gnóstico, mnemotecnia, pseudo-, psicología, pterodáctilo» o «Ptolomeo». Cabe notar en el D. R. A. E. la misma falta de uniformidad en el trato de estos grupos que se ha hecho notar en otros casos: con el grupo «cn» existe «cneoráceo» y su duplicado «neoráceo»; con «gn» existen sólo las formas con este grupo completo («gneis, gnomo», etc.). Igualmente, «mnemotecnia»
y «mnemotécnico» están sólo en esta forma, y «pterodáctilo» en ésta. En cambio, el grupo «pn» lo ha simplificado la Academia desde su primera inclusión en el D. R. A. E. en las palabras «neuma, neumático, neumonía», etc.; pero resulta que esas no son las únicas palabras de la misma raíz que se encuentran en obras científicas, y aunque esas (no siempre) se escriben siguiendo la autoridad del D. R. A. E., hay otras, como «pneumotórax» o menos divulgadas, como «pneodinamia» (que escrita sin «p» podría dar lugar a una interpretación errónea de su significado) que se escriben en obras científicas con «pn» al ser tomadas de obras en otras lenguas cultas en que así están escritas.
La «x» inicial es, realmente, otro caso de consonante líquida inicial; en ediciones anteriores del D. R. A. E. había algunas palabras dialectales y árabes con esa inicial; en la de 1956 han sido suprimidas y sólo quedan algunas de raíz griega.
12. Consideraciones.-Sería lo ideal limpiar el D. R. A. E. de todos los casos de indecisión y duplicidad de forma escrita, pues la existencia de ellos es un lunar en cualquier vocabulario. Igualmente lo sería someter a la asimilación total conforme a la fonética histórica a las palabras cultas con grupos extraños a esa fonética de que se ha hablado, palabras formadas en algunos casos con raíces del latín o el griego y, más frecuentemente, importadas, a la vez que el objeto o el concepto representado por ellas, de otra lengua culta. En estas otras lenguas las palabras exóticas se adoptan sin escrúpulos con su ortografía original, pues los respectivos vocabularios están llenos de palabras con la misma ortografía, ya que la diferenciación y asimilación, y, paralelamente, la simplificación no ha llegado en ningún caso (como ya se ha indicado al principio del artículo) tan lejos como en el español. Sería gratificador para el sentido lingüístico nacional que la asimilación se completara y se sometieran a la elaboración propia del genio fonético del español todas las palabras que, por su forma de entrar en él, han eludido esa elaboración. Pero ni esta asimilación ni la unificación de las formas dobles son factibles en general. Sería vano, por ejemplo, pensar en la posibilidad de que la Academia decretase la unificación de la representación del sonido «je, ji» o la supresión total en la escritura de la «h» muda, cuando por tanto tiempo se viene considerando como una transgresión grave el empleo no conforme al D. R. A. E. de esos signos. Ni que hiciera desaparecer del léxico oficial esas largas series de palabras con «tras-», repetición de otras con «trans-» que tanto afean el diccionario, y las repeticiones menos numerosas de casos semejantes, limitándose (lo que hubiera sido una solución más elegante aplicada a tiempo) a anotar en las palabras escritas con su ortografía completa, que se pronuncian generalmente sin «s», sin «b», etcétera. Igualmente son de difícil remedio los otros casos de menor cuantía enumerados.
Pero sí hay uno en que el remedio es fácil, y deseable que la Academia lo aplique; es el de los números 5 y 6, que son simples supervivencias de ortografía anticuada que más bien parecen estar en el diccionario por
olvido que por respeto. Es de esperar que todos los interesados recibirían con aplauso que desaparecieran del D. R. A. E. palabras como «azimut, zinc, kermes» o «kiosco».
En el caso del grupo inicial «pn», tan radicalmente suprimido en el D. R. A. E., quizá hubiera sido más prudente no hacer con él la única excepción en el sistema de ortografías dobles y transigir con éste una vez más; pues puede llegar el caso de que sea preciso dar entrada en el D. R. A. E. a nuevas palabras con ese grupo inicial que vayan pasando al lenguaje usual con su «p» inicial y las cuales convenga, por tanto, incluir en esa forma; y, entonces, no habrá más remedio que incluir también las formas con «p» de las que ahora figuran sólo sin ella. En cuanto al grupo «ps» es ilustrativo el hecho de que, al autorizar la Academia recientemente la supresión de la «p» en la escritura de «psicología» y palabras de la misma familia, algunos académicos propugnaron entusiastamente la reforma y prometieron hacer uso del permiso; pero luego se han enfriado en su entusiasmo y no sólo no lo hacen, sino que muestran su determinación de no hacerlo nunca. Y es que estas palabras pertenecen a algo de realidad cada vez más efectiva, más amplia y más invasora, que se puede llamar el «vocabulario culto internacional», incorporado a todos los léxicos con un mínimo de alteración, sobre todo en las letras iniciales por las cuales las palabras se buscan en los diccionarios. Es inevitable que entren también en el español en esa forma y la R. A. tendrá que resignarse a aceptarlo así, con o sin formas duplicadas adaptadas a la fonética castiza. Estos serán los derechos que el español tendrá que pagar, a costa, lamentablemente, del mantenimiento sin excepciones de la originalidad de que puede enorgullecerse, por su participación en el uso de ese vocabulario.
No es este de «psicología», etcétera, el único caso en que la Academia muestra en los últimos tiempos excesiva tendencia a la admisión de formas dobles en el D. R. A. E., las cuales producen siempre desconcierto en los usuarios del idioma. Concretamente, en la autorización promulgada en las «Nuevas Normas» para usar con y sin acento ciertos pronombres y partículas (aquel, cual, cuyo, este, ese, que, quien, solo), parece que hubiera sido más prudente o bien conservarles el acento, puesto que, en los casos en que esas palabras lo llevaban preceptivamente en la ortografía tradicional se pronuncian claramente más acentuadas, o suprimirlo decididamente, ya que el riesgo de anfibología puede resolverse en cualquier caso con la distinta colocación de esos pronombres y partículas. (Otros riesgos de anfibología hay en la lengua para los cuales es esta la única solución, y, por otro lado, tampoco se remedian siempre con el procedimiento del acento; por ejemplo, la frase 'se usa así sólo en dos casos puede equivaler a 'se usa solamente así en dos casos' o 'se usa así solamente en dos casos'.) Cualquiera de las dos soluciones apuntadas es preferible a la duda que asalta al que escribe el español cada vez que usa una de esas palabras sobre si es o no de las incluidas en las «Nuevas Normas», sobre si hay o no peligro de anfibología, etcétera.
En este terreno de la acentuación escrita cabe aludir a otro caso de menor cuantía de falta de consecuencia en las normas aplicadas en el D. R. A. E. Según la G. R. A. sólo se deben acentuar gráficamente ciertos monosílabos que tienen homófonos u otros usos átonos o enclíticos («dé» del verbo «dar», «sé» del verbo «saber», «él, mí, tú» en papel de pronombres, «sí», en papel de pronombre o adverbio). Pero en el D. R. A. E. está también acentuado «té» (planta, infusión); hay que suponer que es para diferenciarlo de «te» pronombre; pero, entonces, cabe preguntar por qué no se acentúan «la, mi, si», notas musicales, para diferenciar esos nombres de «la» artículo, «mi» adjetivo y «si» conjunción. Para terminar estas consideraciones con una sugerencia práctica, he aquí la siguiente: quizá fuera buena fórmula para la adaptación de palabras extrañas transcribirlas en la forma más semejante a la suya original conservando las consonantes líquidas iniciales o no iniciales (con ello la palabra acusaría paladinamente su exotismo, pero eso no es un inconveniente), usando los signos que en ortografía española corresponden más exactamente a la pronunciación original («f» y no «ph»; «qu» o «c», según los casos, y no «k»; «c», y no «z», en los sonidos «ce, ci»; etcétera); y españolizando la terminación siempre que la palabra no esté ya generalizada entre los hablantes con su terminación original (como es el caso con «álbum, club» o «bloc»).