Caciques en Venezuela

cacique

Cacique guajiro en traje típico.
Colección Biblioteca Nacional. Caracas.

La palabra cacique es un vocablo de origen taíno (lengua de filiación arawak hablada en las Antillas para el momento del contacto europeo) que se incorporó al caudal léxico español para designar al individuo que representaba la autoridad en una comunidad indígena. El término, por extensión semántica, ha pasado a denominar al individuo que ejerce un liderazgo local despótico (el caciquismo). Ahora bien, posiblemente la palabra «cacique» llegó a ser sinónimo de autoridad omnímoda y despótica debido a la tendencia de los conquistadores de buscar instituciones equivalentes a las europeas entre los pueblos indígenas americanos. Al no encontrarlas, por tratarse de realidades culturales diferentes, los europeos mal interpretaron las culturas indígenas e incluso, en algunos casos, llegaron a negar la existencia de un orden social. Lo primero debió pasar con los llamados «caciques indígenas»; pues, en tiempos anteriores al contacto europeo deben distinguirse al menos 3 tipos de organización política en el continente americano. Uno son los grandes imperios mesoamericanos e inca, los cuales poseían un Estado estructurado y una rígida división de clases que abarcaba desde la clase dirigente hasta los esclavos. Un segundo tipo de organización política es la del cacicazgo que, para fines descriptivos, podríamos considerar como intermedia entre la anterior (sociedades con Estado) y la siguiente (sociedades igualitarias, o sin Estado). En el cacicazgo había una estructuración jerárquica de las relaciones políticas y el poder era hereditario. Como efecto de la acumulación de bienes que ya empezaba a ocurrir, había una estructuración de rangos aunque no tan rígida como en Mesoamérica o en los Andes, y los oficios se reservaban a especialistas (agricultores, artesanos, guerreros, etc.). A veces los cacicazgos estaban conformados por un grupo de aldeas federadas. Ejemplos de este tipo de organización política son los muisca y los tairona de Colombia. Un tercer tipo incluye las sociedades de las tierras bajas sudamericanas en las cuales, por lo general, no existía la acumulación de bienes y la división sexual del trabajo era la única existente entre la población adulta. Los conocimientos eran compartidos por la comunidad con la excepción de ciertas tareas reservadas a especialistas entrenados para ello, como los rituales mágico-religiosos y las prácticas médicas. Estas eran sociedades descentralizadas cuya unidad estaba conformada por cada pueblo o aldea, en las cuales había un jefe con poderes limitados a la persuasión, una especie de primus inter pares asesorado por los ancianos del grupo. Generalmente el jefe se distinguía por su valor en la guerra y destreza en el trabajo, lo que le permitía mantener varias esposas. Entre algunas etnias, los cronistas documentaron la existencia de severas pruebas iniciáticas para los aspirantes a ejercer la «jefatura» de una comunidad. En época de guerra algunos pueblos se unían y de entre sus respectivos jefes se escogía a uno para que coordinara las estrategias a seguir, mientras que los demás lo asesoraban reunidos en consejo. Al desaparecer el peligro bélico se volvían a descentralizar. También parece haberse producido la concurrencia del poder político y del religioso y chamánico en el mismo individuo, lo que consecuentemente aumentaba su prestigio y capacidad de influencia. De esta manera vemos que, como parte de ese deseo de encontrar estructuras societarias parecidas a las suyas, los europeos exageraron la función política de algunos de los llamados «caciques indígenas» al presuponer que todos tendrían semejante autoridad. En la práctica una de las tácticas seguidas por los europeos para acercarse a los indígenas era trabar amistad con el «cacique» o «jefe» de un pueblo, a través de regalos y homenajes. Esto, por supuesto, entraba en contradicción con los patrones tradicionales, al menos para las sociedades con organizaciones políticas del tercer tipo antes mencionado como era la mayor parte de los pueblos indígenas de Venezuela. Entre estos sólo los caquetíos (costa nor-occidental del país, actual estado Falcón) y probablemente algunos grupos étnicos de los Andes poseían organizaciones semejantes a un cacicazgo aunque no totalmente conformadas como tales. Ahora bien, la administración colonial española formalizó, para los «pueblos de indios», una institución inspirada en la del cacicazgo indígena y la aplicó de forma generalizada sin distinción de la variedad de organizaciones sociopolíticas autóctonas. Cada «pueblo de indios» o «reducción» pasó a tener legalmente su cacique o capitán, también llamado gobernador. Se trataba del jefe indígena del poblado cuyas atribuciones se reglamentaron para facilitar así las labores de colonización y para evitar que el exceso de autoridad del cacique menoscabara los derechos de los demás indígenas. El nombramiento del cacique se hacía cada año a través de una elección y debía ser ratificado por las autoridades coloniales. Esta última práctica se extendió incluso hasta épocas republicanas. El cacicazgo no lo podían ejercer ni mestizos ni mujeres y en algunos casos se utilizaron procedimientos hereditarios. En las Leyes de Indias se previó que, entre otras cosas, a los caciques se les diera trato preferencial; que hubiera colegios especiales para sus hijos; que los caciques pagaran los servicios que les prestaran otros indígenas y que no los explotasen; que las autoridades españolas reconocieran los derechos de los caciques y que asimismo velaran porque éstos no cometieran excesos de autoridad; que a los caciques se les diera el título de Don; que no fueran enjuiciados por los justicias ordinarios; etc. Además, a los caciques se les imponían costumbres sancionadas por la moral cristiana, como la prohibición de la poligamia. Entre las funciones del cacique estaba la de nombrar a los alcaldes y regidores de los «pueblos de indios» o sugerir su nombramiento a las autoridades españolas. Los caciques no eran la única autoridad de estos pueblos, pues también existían los cabildos indígenas conformados por diversos funcionarios. Sin embargo, el cacique solía ocupar un puesto de honor y, aunque su autoridad frecuentemente era sólo nominal, al considerársele entre los notables de un pueblo su testimonio tenía gran importancia. La institución del cacicazgo se utilizó también en los pueblos mixtos, integrados por indígenas pertenecientes a diversas etnias que eran trasladados desde sus lugares de origen hasta el sitio de la nueva fundación ya fuera por razones económico-laborales, ya para facilitar su evangelización y reducción. Estos pueblos multiétnicos perdían de hecho la posibilidad de organizarse según las costumbres tradicionales de cada nación indígena, por lo que en estos casos el cacicazgo formal resultó importante instrumento homogeneizador y transculturador. Por todo lo expuesto, podemos concluir que la figura llamada cacique por los cronistas de Venezuela probablemente no respondía a la caracterización común de «jefe autoritario» y que muchos caciques mencionados en crónicas y documentos fueron en realidad investidos de tal carácter por las autoridades coloniales españolas o por la percepción del cronista. De esta manera, el prototipo de cacique es, en cierta forma, una creación de la legislación española en su intento de adecuar las instituciones indígenas a las europeas. Así pues, cuando se habla de cacique se debe tener en cuenta, por un lado, que esta denominación se aplica a una variedad de «jefaturas políticas» y por el otro, que designa una realidad jurídica formalizada por la legislación española.
H.B.C.
La palabra cacique pasó a España asumiendo un significado de acuerdo al contexto sociohistórico en el que se insertó. De manera general hace referencia a una jerarquía de autoridad informal propia de sociedades rurales con un nivel bajo de integración nacional. En la España del siglo XIX y parte del siglo xx se reconoce una acepción más frecuente del concepto caciquismo o cacicazgo, que designa una estructura de mando en la cual el cacique fue una figura significativa y constante, el eslabón mas alto dentro de la estructura jerarquizada que basa su autoridad en relaciones de lealtad, compadrazgo y clientelismo; articulado a una oligarquía y a un partido político. Es el jefe político real y natural del pueblo o región donde crea su propio sistema de lealtades, favores y compadrazgos, lo cual le permite el ejercicio excesivo y arbitrario del poder en la localidad. Este poder no siempre está legitimado por el ordenamiento jurídico, es decir engranado en la jerarquía formal de autoridad. En el marco de esta acepción, en Venezuela se ha usado la palabra cacique como sinónimo vago de caudillo, jefe político, mandón de pueblo, hombre poderoso de una localidad o región. Sin embargo, en relación a la sinonimia con caudillo debe tomarse en cuenta el matiz más civil que tiene la denominación cacique con el carácter militar de la noción caudillo. En tal sentido cacique es adaptable a una sociedad urbana y políticamente integrada. Es así como en la Venezuela urbana y de partidos políticos constituidos se utiliza frecuentemente la palabra cacique para designar a los jefes de partido con una particular ascendencia en la región mantenida por relaciones de compadrazgo y por el tipo de clientelismo propio de las democracias populistas y de partido.
D.B.U.
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