Pesca Indigena

clip_image001
Los franceses llegan a Cubagua.
Theodore de Bry. 1610.
  • Introducción
  • La pesca indígena
  • La pesquería de perlas
  • Introducción de técnicas europeas
  • Economía de la pesca y colonización de territorios
  • Divisiones de la temporada de pesca
  • Tipos de embarcación y evolución con la adaptación del motor
  • Tecnología pesquera del siglo XX
  • Legislación y control pesqueros
  • Producción: 1873-1951
  • Producción: 1979-1992 (Cuadro)

En la historia de la pesca en Venezuela pueden considerarse 3 aspectos, los cuales, aunque interrelacionados entre sí, conservan una cierta independencia en su desarrollo y evolución. Estos son: 1) La pesca en la época anterior al descubrimiento, cuyos métodos y características se continúan entre las etnias indígenas actuales todavía no aculturadas o en proceso de aculturación; 2) la pesca de la perla a partir del descubrimiento, actividad íntimamente ligada con los inicios de la conquista y colonización del territorio y que se prolonga hasta 1969; y, 3) las pesquerías en general, a partir del descubrimiento, en que los métodos y técnicas traídos de Europa se incorporaron gradualmente a las actividades pesqueras que se desarrollan en los territorios que van a formar Venezuela y cuya evolución y expansión conducen a la situación actual de la pesca en el país.
La pesca indígena: Los yacimientos arqueológicos indican que hace más de 6.000 años, durante la época mesoindia, en Venezuela ya se practicaba la pesca en aguas marítimas y continentales. En esos yacimientos se han encontrado anzuelos, lanzas, asociados con restos de peces y moluscos. Los anzuelos eran fabricados con hueso, concha y posiblemente con carey y cáscaras de coco. La evidencia arqueológica más completa de la pesca precolombina en Venezuela, tiene unos 2.000 años de antigüedad y proviene del yacimiento de La Pitía (península de la Guajira). Se ha supuesto que la técnica consistió en atrapar los peces con trampas o cercados triangulares, para rematarlos luego a golpes de macana. El uso de redes en esa época corresponde a las series Manicuaroide y Manicuare, cuya antigüedad oscila entre 700 y 3.000 años antes del presente. Se han encontrado piezas líticas de forma oval con una ranura central, las cuales probablemente fueron utilizadas como pesos colocados en el borde inferior de las redes. Entre los cronistas que nos dan noticias de las características generales y métodos de pesca indígenas, merecen citarse: Antonio de Herrera, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Francisco López de Gómara, fray Bartolomé de Las Casas y el padre José Gumilla. Por ellos conocemos que las actividades pesqueras antes de la llegada de los españoles tenían ya una cierta importancia entre algunos grupos indígenas y habían alcanzado un desarrollo apreciable. Utilizaban numerosos tipos de artefactos como las luces, redes, anzuelos, arpones y flechas. Entre los métodos, practicaban el cerco y el ojeo. También utilizaban varas y corrales confeccionados con estacas de madera, principalmente en aquellas zonas costeras afectadas por el flujo y reflujo de las mareas; en las bocas que comunicaban las lagunas litorales con el mar o en la desembocadura de caños laterales en comunicación con el canal principal de un río. Es interesante hacer notar que muchos de estos procedimientos como el ojeo, el uso de luces y los cercos de playa persisten hasta hoy, modificados y mejorados con técnicas y métodos más modernos, produciéndose un verdadero mestizaje tecnológico. Las luces que utilizaban para atraer a los peces eran tizones o teas ardiendo. El ojeo o apaleamiento del agua acompañado de gritos para asustar y concentrar a los peces hacia un punto y de esta forma conducirlos hacia las redes es procedimiento común hoy día en el cerco y captura de la lisa. La utilización del barbasco, extracto venenoso procedente de diversos vegetales, para matar los peces, era también práctica muy común entre los indígenas en las aguas interiores. Las embarcaciones utilizadas eran curiaras, a veces de gran porte, cuyo uso sigue siendo común en todas las pesquerías fluviales del país. Conocían asimismo la forma de conservar el pescado utilizando la sal y otros métodos como el simple secado, el asado, el cocido y otros cuya explicación en las crónicas no es clara. Los métodos de pesca de los yanomamis actuales, parecen repetir y confirmar las informaciones de los cronistas. Estos indígenas pescan principalmente con arco y flecha; ésta última, con punta de madera de atari, tiene forma de arpón, cuyo gancho es de un hueso de mono. Utilizan también otras flechas más pequeñas, denominadas ruhumasi. En la época de aguas bajas (verano) pescan con una especie de redes barrederas formadas con hojas de palma y bejucos, con las que concentran a los peces que después sacan con las manos o con una especie de cedazos, hechos de mamure, de unos 80 cm de diámetro. También hacen uso del barbasco, que extraen de diversas matas como el ayaritoto, que es un bejuco y el yarakahena que es un arbusto. El bejuco lo utilizan cortándolo en pedazos de unos 20 cm que después trituran y tiran al agua. Los procedimientos de los waraos son similares a los de los yanomamis, pero no utilizan el barbasco, sino principalmente las flechas, los arpones, una especie de flotadores de palo con un anzuelo y las estacadas o cañizos para atrapar los peces en los cruces de los caños. En la actualidad casi todos los waraos utilizan artefactos y métodos modernos: redes de nailon, anzuelos, etc.
La pesquería de perlas: La pesquería de perlas en diversos sitios de las costas orientales, ya era practicada por los indígenas antes de la llegada de los españoles, extrayéndolas por buceo a pulmón libre. La importancia de las perlas y su explotación intensiva comienza casi desde el primer momento en que se tiene noticia de los placeres de Cubagua durante el tercer viaje de Colón en 1498 y con la exploración de Pedro ALonso Niño y Cristóbal Guerra al año siguiente. Al parecer, en 1512 ya existía algún tipo de ranchería de perlas de españoles establecida en la pequeña isla. En cierta forma, la historia de la explotación de la perla se confunde con los orígenes de la historia de Venezuela. La profundidad a que se buceaba no se sabe con certeza, pero probablemente oscilaba entre 4 y 9 brazas. El buceo lo realizaban indígenas de la isla y costa firme, pero también se trajeron de otras islas antillanas, entre ellos lucayos de las Bahamas. A partir de 1527, la Corona autorizó la introducción de esclavos negros, pero no se utilizaron de forma general hasta la segunda mitad del siglo XVI. En sus inicios, la unidad normal de pesca era una canoa pequeña con una tripulación de 6 a 8 personas. A partir de 1524 se introdujeron canoas más grandes, «de tablas», con una capacidad normal de unas 15 personas. La rastra para la extracción de perlas comenzó a ser utilizada en 1529 por Luis de Lampiñán, a quien la Corona le otorgó un permiso para pescar por el sistema de arrastre, pero tuvo que renunciar a él por la resistencia que hicieron los cubagüenses al mismo. La primera descripción de una rastra data de 1568. Las faenas de pesca comenzaban al salir el sol y terminaban al atardecer. La producción alcanzó un máximo alrededor de 1527, cuando el quinto real tenía un valor de unos 1.300 marcos. A partir de esa fecha la producción desciende acusadamente, de manera que ya en 1542, los placeres de Cubagua quedan prácticamente abandonados, igual que la ciudad de Nueva Cádiz. En 1545, sólo quedan en Margarita 2 o 3 canoas y muchas piraguas. Sin embargo, en 1559 continúa la explotación y vuelve a resurgir con fuerza en 1574 cuando se descubren los placeres de la isla de Coche. Hacia finales del siglo se produce otra crisis; surge una disputa entre las gobernaciones de Margarita y Cumaná por la explotación de la pesquería de Cubagua que es resuelta por la intervención de la Corona, la cual, por las mismas fechas, dicta unas ordenanzas generales sobre las pesquerías entre las que se incluye la concesión de recompensas a los que descubran nuevos placeres. A principios del siglo XVII la organización pesquera de extracción ya era más compleja y se menciona que las canoas tenían un «capitán» que era un negro diestro en el oficio y un «piloto» que era español. En el siglo XVIII, las lanchas estaban gobernadas por mayorales negros. Además de los placeres de Cubagua y Coche se explotaban también los de Margarita y algunos situados en Araya, el golfo de Cariaco y Cumaná. Existe una relación de finales del siglo XVI que enumera todos los bancos que se explotaban en aquel tiempo. Consumada la independencia, el Gobierno otorgó en agosto de 1823 a la empresa británica Rundell, Bridge & Rundell el derecho exclusivo, por 10 años, de la pesca de perlas mediante máquinas en los mares territoriales y costas de la Gran Colombia. En septiembre de 1828 el bergantín Wolf llegó a Margarita para iniciar tales actividades, por cuenta de la compañía, en aguas de Cubagua; pero al parecer desistió al poco tiempo. Probablemente la utilización de la rastra no tardó en imponerse como el método más adecuado de extracción, siendo utilizado prácticamente sin modificaciones hasta nuestros días. Durante el gobierno de Cipriano Castro, en 1902, se inicia también la explotación con buzos de escafandra por concesión a una compañía inglesa, la cual operó por poco tiempo, pasando la explotación a manos de pequeños empresarios, algunos de los cuales llegaron a poseer hasta 18 equipos que eran operados por pequeñas unidades pesqueras, cada una de las cuales tenía un buzo. Se trabajaba hasta una profundidad de 9 brazas (unos 16 metros). Intentos de trabajar a profundidades mayores, de 14 brazas, tuvieron que ser abandonados debido a que los buzos sufrían de calambres y hemorragias. El buceo con escafandra se utilizó por última vez en 1961. La mayor producción perlera de los tiempos modernos se produjo en 1943, con un volumen de unos 1.300 kg de perlas. A partir de este año, y especialmente de 1946, la producción baja considerablemente, así como el número de permisos solicitados. En 1957 se expidieron 524 permisos para rastra y 11 para escafandra; en 1961, 343 y 4 respectivamente, y en 1966 solamente 105 para rastra. A la escasez de producción, se sumó la caída de los precios. A partir de 1950 el precio del quilate de perla no pasó de Bs. 4 mientras que entre 1918 y 1924 osciló entre Bs. 20 y 30. En 1961 ya no llegaron a Margarita compradores extranjeros y toda la producción fue adquirida por comerciantes locales a razón de Bs. 1,75 el quilate de las perlas de mejor calidad y de Bs. 1,10 para las de calidad inferior. La última exploración-explotación se realizó en 1969, cuando se constató el agotamiento de la mayoría de los bancos. Posteriormente la concha perla (tripa`e perla) se ha explotado esporádicamente para el aprovechamiento de la carne. Aunque a partir de 1940 comenzaron a existir embarcaciones motorizadas, gran parte de la flota pesquera, hasta 1961, realizó las operaciones de arrastre con vela y hasta los últimos tiempos, las rastras se izaron a mano. La temporada de pesca se abría en enero y se cerraba el 30 de abril.
Las pesquerías en general: Desde los inicios del descubrimiento, se comenzaron a traer a América los métodos y artes de pesca europeos y así, en una relación de 1495 ya se menciona el embarque de 2 redes, tipo chinchorro y de embarcaciones para pescar. La expedición del comendador Diego de Ordaz al Orinoco también llevaba chinchorros para la pesca según constaba en un documento de 1532. Este tipo de red barredera es el que más se generalizó en Venezuela y se ha conservado hasta el presente con muy pocas modificaciones en la estructura general, aunque se ha diversificado para su utilización en pesquerías específicas y así, han surgido el mandinga, que es un chinchorro de menor tamaño; el picuero, adaptado para la captura de picúas o barracudas; el caritero, etc. Si en la estructura apenas ha sufrido modificaciones, en los materiales utilizados para su construcción la transformación ha sido completa. Ahora los paños de red ya vienen confeccionados y son de nailon, igual que las cabuyas; y los flotadores, que se hacían con madera de tacarigua, han sido sustituidos por los de plástico. El arrastre de la red se hizo siempre a mano hasta época muy reciente, en que por la escasez de mano de obra y la motorización de las embarcaciones, se pasó a utilizar estas últimas para la tracción de la red hasta muy cerca de la playa, donde se remata el lance halando la red a mano. No existe información precisa sobre la época en que se introdujeron los otros artes hoy en uso, pero por su amplia difusión en muchas de las ex colonias españolas debió ser también en época temprana. De origen europeo y traídos de España son la tarraya, el palangre o espinel, trasmallos, arpones, ballestinas, etc.; sin embargo, la nasa que se utiliza en Venezuela, procede, al parecer, de la India y llevada por los portugueses a África, pasó al mar Caribe a través probablemente la isla de Madeira. La construcción de embarcaciones para pesca también se inició muy pronto y existe información de que hacia 1532 ya se fabricaban en Nueva Cádiz de Cubagua. Otra información enviada en 1565 a la Audiencia de Santo Domingo indica que Diego Fernández de Serpa se ocupaba en fabricar cuadernas para embarcaciones de pesca en la isla de Cubagua y en 1586, una real cédula ordenaba a los gobernadores de la Nueva Andalucía y Venezuela que no pusieran trabas a los margariteños que iban a buscar madera a sus costas para construir las canoas y navíos. La excelente tradición y calidad de la carpintería de ribera existente todavía en las costas orientales, es un claro indicio de la antigüedad e importancia de esta industria. Las primeras ordenanzas sobre pesca proceden también de Cubagua y están incluidas en las generales de la ciudad de Nueva Cádiz, redactadas en 1537. Hacen referencia a las disposiciones que se deben seguir para el pesado del pescado. En cuanto a comercio interno y externo se tiene conocimiento de que ya en el siglo XVI se exportaba pescado salado desde Margarita a La Española (Santo Domingo) y a otras islas antillanas y que los lebranches que capturaban los indios de Uchire y Palenques en las lagunas de Unare y Píritu por medio de corrales y barbacoas, abastecían todas aquellas comarcas, hasta Caracas, principalmente durante la Cuaresma. Los indígenas, principalmente los guaiqueríes, se incorporaron muy pronto a las organizaciones de explotación pesquera de los españoles, constituyendo la mayor parte de la mano de obra. Durante la Colonia, los métodos de captura, conservación del pescado y mercadeo se mantienen prácticamente inalterables y se prolongan hasta bien entrado el siglo XX. La estructura de las organizaciones de explotación, o trenes de pesca, se conoce bien por la descripción de Andrés Aurelio Level en la Memoria estadística de 1873. Por ella sabemos que en Margarita existían en aquella época 42 trenes de pesca, de los cuales 29 residían en la isla de Coche. De ellos, 12 eran de chinchorro y 30 de filetes. Los trenes se establecían en determinados lugares, recibiendo el nombre de rancherías, las cuales, en muchos casos, fueron el origen de numerosos pueblos de la isla de Margarita y del estado Sucre. En un tren podían trabajar hasta 200 personas repartidas en la siguiente forma: de 120 a 140 hombres, de 15 a 20 mujeres y de 30 a 40 niños. Además, había de 10 a 12 oficiales o manipuladores, 1 caporal, 1 ranchero, 1 mayordomo y el dueño; todos los trabajadores eran guaiqueríes. Esta estructura y su sistema de distribución de beneficios, se mantienen básicamente hasta el presente, coexistiendo con otros tipos de empresas y métodos de pesca que comienzan a introducirse a mediados del siglo XX. La única evolución sustancial del tren de pesca y la ranchería es la disminución de su tamaño y correlativamente, el aumento del número de estas unidades de explotación pesquera, y así, los 12 trenes de chinchorro que había en 1873 en Margarita, con más de 200 empleados cada uno, dan lugar a más de 170 en 1956, con un promedio de unos 10 empleados por tren. Por las mismas fechas de finales del siglo XIX, ya los pescadores de Margarita ejercían su actividad en las islas La Tortuga y La Blanquilla, en las cuales se arranchaban por períodos de 4 a 6 meses seguidos para ejercer la pesca. Sin embargo, en otras islas más cercanas o en Macanao (parte occidental de Margarita) ha sido y aún es tradicional, dividir el año en 4 temporadas de pesca coincidentes con las principales fiestas religiosas: de Pascua a Semana Santa; de Semana Santa hasta San Juan (24 junio); de San Juan hasta la Virgen del Valle (8 septiembre) y desde esta festividad hasta Pascua. También era frecuente retornar a Margarita para la fiesta de la Cruz de Mayo. Durante estos períodos de descanso se varaban, pintaban y reparaban las embarcaciones y se hacía la liquidación a los trabajadores. La movilidad que ha permitido la motorización de la flota ha ido modificando gradualmente la rigidez de las temporadas de ausencia.
La colonización del archipiélago de Los Roques por los pescadores margariteños es más reciente. Los primeros asentamientos se sitúan hacia 1923, cuando Felipe Marcano, de Boca de Pozo, establece sus rancherías en varios cayos de Los Roques; por esas fechas también vivía en esas islas una familia de Coro y aún quedaban algunos holandeses, los cuales habían estado explotando la sal y el mangle para obtener carbón hasta 1910 aproximadamente. Igual que en La Tortuga y La Blanquilla, la pesca en Los Roques se hacía principalmente con cordel y nasas y todo el pescado capturado se salaba. En 1948 había en Los Roques 13 familias asentadas, casi todas de pescadores margariteños. Similar colonización realizaron en el delta del Orinoco los pescadores margariteños, que condujo a la fundación de Tucupita por el navegante margariteño Juan Millán y otros, en 1848. La pesca de la langosta con nasas en Los Roques no se inicia propiamente hasta 1950, pasando a ser gradualmente el objetivo principal de la pesquería del archipiélago. Hasta 1940, casi toda la flota pesquera era de remo y vela, ya que el general Juan Vicente Gómez tenía prohibida la instalación de motores. A partir de este año, comienza la verdadera transformación de la flota pesquera y con ella se inicia la expansión de las pesquerías de altura propiamente venezolanas, principalmente la de cordel y palangre en las costas de Guayana, la cual gradualmente se extiende hasta Surinam y Cayena e incluso al Brasil en campañas que oscilan entre 15 días y más de un mes de duración. Con la introducción del motor no varía el tipo básico de las embarcaciones, simplemente se adaptan para la adecuada instalación de los mismos. El trespuños, que era la embarcación más característica, se modifica principalmente por la reducción del velamen y se equipa generalmente con motor central. Otras embarcaciones menores se equipan con motores fuera de borda que se instalaban en una estructura que se añadía a la popa, denominada parrilla. Los trespuños siempre se han utilizado principalmente para el transporte de pescado, seco o enhielado, a los puertos del litoral nacional y a las islas antillanas: Curazao, San Vicente, Granada, Martinica, etc. Los primeros motores centrales que utilizaron, eran a gasolina de la marca Gray Marin, sustituidos prontamente por los clásicos de gasoil de las marcas Lister, Bolinders y Pentax. Las primeras marcas de motores fuera de borda que comenzaron a llegar al país fueron Archimedes, Johnson y Peters. En 1947 el gobierno hace el primer esfuerzo por motorizar la flota pesquera adquiriendo, a través de la Corporación Venezolana de Fomento, 225 motores centrales y 258 fuera de borda para venderlos a crédito a los pescadores.
Coincidente con la motorización de la flota se produce la introducción en el país de nuevos artes y métodos de pesca. En 1940, la compañía Pesquerías Vascas del Caribe, introduce la red de argolla para la captura de peces pelágicos, cuyo uso se generaliza muy pronto como un elemento más de los trenes de pesca y en 1947 llegan las primeras redes de arrastre traídas por pescadores italianos. El primer barco de arrastre, el San Giorgio I, comenzó a operar en 1948 en el golfo de Venezuela con el objeto de explotar los camarones. En 1955 ya había 8 barcos operando en esta área, y en 1968 la flota de arrastreros en todo el país era de 122 barcos, la mayoría de ellos con base en Punto Fijo (Edo. Falcón), pero ya algunos se habían establecido en la región oriental (Puerto La Cruz y Cumaná). En el mismo año, 8 arrastreros comenzaron a operar en el golfo de Paria. En 1971, el número total de embarcaciones de arrastre era de 181, de las cuales 117 pertenecían a la flota de Punto Fijo y 17 a la de Maracaibo, el resto a la región oriental. A partir de este año se produce un gradual desplazamiento hacia la región oriental, debido al escaso rendimiento de los bancos camaroneros occidentales. En 1977 había cerca de 100 arrastreros en esta región. Hasta 1963, los arrastreros eran del tipo Mediterráneo que operaban con una sola red, pero a partir de este año la flota se modificó y se transformó al modelo denominado Florida que opera simultáneamente con 2 redes. La flota arrastrera alcanzó su máxima dimensión en 1989 con 439 embarcaciones, disminuyendo a 415 en 1992. La pesca de arrastre en Venezuela se orientó desde sus inicios a la captura del camarón de aguas someras de la plataforma continental. Su actuación ha sido sumamente controversial y la fuente de un constante conflicto con los pescadores artesanales de tipo tradicional, que se han visto desplazados y directamente perjudicados por la actividad de los arrastreros, los cuales también han sido cuestionados en relación con el posible efecto negativo que el arrastre puede tener sobre las poblaciones de peces demersales. Otra innovación reciente en las pesquerías de Venezuela, ha sido la pesca de atún con palangre. Esta modalidad se inició en 1954, pero toma impulso a partir de 1959 cuando se pone en marcha un proyecto de explotación con intereses venezolano-japoneses para operar 3 barcos atuneros. Muchas embarcaciones venezolanas se incorporaron a este tipo de pesca modificando su estructura, a veces no muy acertadamente, para las exigencias de una pesca de altura. En 1971 existían unos 60 barcos atuneros que tenían base principalmente en puertos de la región nororiental (Cumaná, Porlamar, Marigüitar) y en La Guaira. Recientemente, bajo bandera venezolana operan barcos atuneros de la más moderna estructura y diseño y de gran tonelaje que utilizan el método de gigantescas redes de cerco y realizan sus capturas tanto en aguas nacionales como internacionales del Caribe y el Atlántico y en el Pacífico. La delimitación de las áreas marítimas y la creación de las denominadas zonas económicas exclusivas, le crean a Venezuela la necesidad de negociar tratados bilaterales con las naciones limítrofes para defender sus intereses pesqueros. En 1992 había en el país 88 embarcaciones atuneras, de las cuales 35 utilizan artes de cerco, 18 caña y anzuelo, y 35 palangres.
Legislación y control pesqueros: La pesca en Venezuela ha sido siempre una actividad marginada que ha recibido muy poca atención de los órganos de gobierno. Por este motivo, los datos de producción, mano de obra empleada, número de embarcaciones y artes de pesca etc., son muy escasos y fragmentarios y en general, poco confiables. Hasta 1936, en que se crea el Ministerio de Agricultura y Cría, no existía en Venezuela ningún organismo central regulador o controlador de la actividad pesquera. A partir de la existencia de este ministerio, el sector pesca ocupa una posición muy secundaria en la estructura del mismo. En sus inicios, dependió de la Dirección de Ganadería, después de la Dirección de Economía Agrícola, pasando en 1959 al departamento de Caza y Pesca de la Dirección de Recursos Renovables. En 1963 se crea la Oficina Nacional de Pesca que alcanza un cierto desarrollo y diversificación de funciones cuando se pone en marcha el convenio MAC-FAO-PNUD de investigación y desarrollo, que duró hasta el año 1972. En 1976, desaparece la Oficina Nacional de Pesca y se crea la Dirección General Sectorial de Desarrollo Pesquero adscrita al Ministerio de Agricultura, que perduró hasta septiembre de 1993. Los intentos por crear un Instituto Nacional de la Pesca no pasaron nunca del nivel de proyecto. La primera ley de pesca oficial se promulgó en 1935 y fue derogada por la de 1944 que es la vigente en la actualidad; carece de reglamento propio y sólo existe un limitado número de disposiciones especiales sobre la actividad pesquera, en general de tipo casuístico y carentes de organicidad. En 1960 y 1968 se elaboraron sendos proyectos de Ley de Pesca que nunca pasaron de ser tales. También en 1944 se promulgó la Ley de Pesca de Perlas. Por decreto núm. 3.166 aparecido en gaceta de fecha 8 de septiembre de 1993, se creó el Servicio Autónomo de los Recursos Pesqueros y Acuícolas (SARPA), como una estructura organizacional de transición, dependiente del Ministerio de Agricultura y Cría, que sustituye a la Dirección General Sectorial de Pesca y Agricultura, en tanto que se aprueba definitivamente la Ley Orgánica de Pesca y Acuicultura introducida para su discusión en el Congreso en 1992 y que entre otras disposiciones contempla la creación del Instituto Venezolano de la Pesca y Agricultura. Una novedad que se introduce con la creación del SARPA es el cobro por el otorgamiento de los permisos de pesca en todas sus modalidades.
Producción: En 1873 se estimó una producción pesquera de unas 8.000 tm. La recopilación de estadísticas de producción por parte del Estado se inició en 1940. Las cifras estimadas para ese año arrojan una producción de 32.500 tm; sin embargo, esta cifra probablemente sólo representa alrededor del 60 al 70% de la producción real debido a que muchas localidades pequeñas no estaban cubiertas por los funcionarios, a que no se toma en cuenta el autoconsumo de los pescadores y a que tampoco se computaba el pescado transportado en camiones desde puntos de desembarco aislados a ciudades del interior. En 1945 las cifras de producción fueron de 15.353 tm de pescado fresco, 13.089 de pescado salado y 6.023 de conserva. La primera industria conservera se instaló en Cumaná en 1938. En 1951 se realizó el primer censo pesquero nacional, el cual dio una cifra de 5.814 embarcaciones con un tonelaje total de 7.729,720 tm y 22.274 trabajadores directamente involucrados en las faenas de extracción. El mayor tonelaje correspondió a los estados de Nueva Esparta (2.311,848 tm) y Sucre (1.525,425 tm), es decir las áreas tradicionales de pesca. Al conjunto de estos 2 estados correspondió casi la mitad de toda la fuerza laboral pesquera. La producción pesquera, con excepción de algún año aislado se ha mantenido en constante aumento. Los datos de producción desde 1979 se sumarizan en el siguiente cuadro en toneladas métricas.
Año Pesca marít. Pesca fluv. Total
1979 164.420 6.934 171.354
1980 170.640 15.933 186.573
1981 178.591 13.346 191.937
1982 198.683 15.010 213.693
1983 206.860 20.009 226.869
1984 243.940 21.073 265.013
1985 263.900 16.169 280.069
1986 284.197 19.886 304.083
1987 263.122 27.441 240.563
1988 256.826 30.634 287.460
1989 318.907 23.015 341.922
1990 319.400 18.900 338.300
1991 328.707 21.293 350.000
1992 305.380 20.574 325.954

Los aumentos registrados a partir de 1979 se deben principalmente a las capturas de atún que pasaron de 5.500 tm en dicho año a 22.000 en 1982 y a 70.000 en 1984, lo cual representó un ingreso de Bs. 942.000.000, pasando a ser Venezuela el cuarto país productor de atún en el Atlántico. Del total de la producción pesquera nacional, el mayor volumen corresponde a la pesca artesanal, incluyendo la sardina, seguida por la pesca del atún. A partir de la devaluación del bolívar en 1983, Venezuela pasó a ser un exportador de productos pesqueros; los precios aumentaron considerablemente, creciendo el interés por las actividades de pesca las cuales experimentaron un considerable crecimiento con el consiguiente impulso de la construcción de barcos, tanto de carpintería de ribera como industrial. Especial atención se ha despertado por las pesquerías de productos de alta calidad como el mero y el pargo, que en gran parte se comercializan en el exterior. En 1985, el valor de la producción pesquera se estimó en algo más de Bs. 1.000.000.000 y en 1991, fue ligeramente inferior a los Bs. 18.000.000.000. En 1992 el número de embarcaciones menores permisadas fue de casi 17.000. El número de embarcaciones pasó de 7.110 en 1977 a 12.121 en 1981, de las cuales 3.837 corresponden a las aguas continentales y 8.284 a las pesquerías marítimas. El número total de pescadores se ha situado en los últimos años alrededor de los 4.000.
F.C.
BIBLIOGRAFÍA: BERBIN, VALENTÍN RAFAEL. Pesca de arrastre. Caracas: Centro Regional de Educación de Adultos, 1979; CADIMA, E. y otros. La pesquería de camarones en el occidente de Venezuela. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1975; EWALD, J.J. La pesca de arrastre en el golfo de Paria. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1971; GIMÉNEZ, CARLOS y otros. La pesca industrial y arrastre. Caracas: s.n., 1993; __. El subsector pesquero venezolano y la problemática de capacitación. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1983; GINÉS, HERMANO. Problemática pesquera de Venezuela. [Caracas]: Fundación La Salle de Ciencias Naturales, 1987; GONZÁLEZ CABELLOS, LEO WALTER. Producción pesquera artesanal costera en el estado Nueva Esparta. Pampatar: FONDENE, 1990; LEVEL, ANDRÉS AURELIO. Esbozos de Venezuela: la Margarita. El Valle. Caracas: Ediciones de la Librería Venezolana, 1942; LOBELL, M.J. y J.P. PUNCOCHAR. The Venezuelan salt-fish industries. Washington,: Fish and Wildlife Service, 1981; LUNDBERG, HAKAN; W. BRANDHORST y E. RACCA. La flota de arrastreros de Venezuela en 1968. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1970; MÉNDEZ AROCHA, ALBERTO. La pesca en Margarita. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales, 1963; MIHARA, T. y otros. Artes y métodos de pesca para las pesquerías venezolanas. Caracas: Proyecto de Investigación y Desarrollo Pesquero, 1971. 2 v.; __ y R.C. GRIFFITHS. La flota atunera venezolana. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1971; NOVOA, DANIEL y FREDDY RAMOS. Las pesquerías comerciales del río Orinoco. Caracas: Corporación Venezolana de Guayana, 1978; __ y __. La pesquería de atún por palangre en Venezuela, durante el período 1960-1972. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1976; __, E. CADIMA y E. RACCA. La pesca de arrastre en la zona nor-oriental de Venezuela. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1975; PISCHEDDA, JUAN y otros. Análisis de la estructura institucional de la pesca venezolana. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1973; SALAYA, JUAN y L. SALAZAR. Exploraciones y explotaciones de la ostra perla (Pinctada imbricata) en Venezuela, 1946-1969. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1972; __. La pesca de pepitona (Arca zebra) en el oriente de Venezuela. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1971; VENEZUELA. MINISTERIO DE AGRICULTURA Y CRIA, ed. Imagen retrospectiva de la División General Sectorial de Desarrollo Pesquero. Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría, 1983.
HEMEROGRAFÍA: MOYA, PONCIANO. «La pesca artesanal, un elemento de estudio de la historia local de El Morro». EN: Tierra Firme. Caracas, núm. 21, enero-marzo, 1988.