Dos titanes en Guayaquil


Pasada la euforia del triunfo, los guerreros van a entregarse al trabajo creador. Sucre ha sido ascendido a General de División y ahora ejerce el cargo de Intendente de Quito. Manda en la ciudad; pero, como el mismo Bolívar lo dijo, "aquellos pueblos veían en él su libertador, su amigo, se mostraban más satisfechos del jefe que les era destinado, que la libertad misma que recibían de sus manos".

A raíz de Pichincha, San Martín piensa que debe ir a Guayaquil, pero también debería marchar la escuadra peruana para coincidir en el puerto y así impresionar favorablemente al pueblo. Bolívar pensó lo propio, pero él unía el pensamiento a la acción. De modo que despachó el ejército al mando de Bartolomé Salom, y el Libertador marchó enseguida.

El 11 de julio llega Bolívar a la ría de Guayaquil y de inmediato desembarcan los batallones. Es de imaginarse la alegría del pueblo al conocer de cerca al Libertador. También coincidía en el puerto la escuadra peruana, para constatar con tristeza que el Libertador se había adelantado a San Martín.

En efecto, el Protector del Perú llegó quince días después; y al percatarse de que el Libertador estaba allí, intentó regresarse a Lima, pero Bolívar utilizó la alta política y lo convenció para que entrara a la ciudad a entrevistarse con él: "Tan sensible me será el que usted no venga a esta ciudad como si fuéramos vencidos en muchas batallas; pero no, usted no dejará burlada el ansia que tengo de estrechar en el suelo de Colombia al primer amigo de mi corazón y de mi patria. ¿Cómo es posible que usted venga de tan lejos, para dejarnos sin la posesión positiva en Guayaquil del hombre singular que todos anhelan conocer y si es posible tocar?".

San Martín comprendió que ya todo estaba hecho. Bolívar le había dicho de recibirlo en el suelo de Colombia. Desembarcó el prócer argentino el día 26 de julio. Sostuvieron ambos Libertadores la famosa entrevista de Guayaquil, y el día 28, en la madrugada, San Martín se fue. En su propio barco comentó a sus oficiales: "Pero, ¿han visto ustedes cómo el general Bolívar nos ha ganado de mano?". Al llegar a Lima, San Martín renunció definitivamente al mando, se retiró a Buenos Aires, posteriormente viajó a Europa, donde pasó el resto de sus días. Murió en 1850.

Bolívar no había aceptado que los guayaquileños se incorporaran a Colombia así por así. Esperó legalmente a que se reuniera el Colegio Electoral y éste, el día 31 de julio de 1822, declaró unánimemente "que desde aquel momento quedaba para siempre restituida a la República de Colombia".

Cuando el Libertador regresó a Quito, supo de otra revuelta en Pasto. Los pastusos eran realistas incorregibles. Y en esta ocasión, un sobrino del terrible Boves, llamado Benito Boves, asolaba estas regiones. Sucre tiene que dejar la quietud de Quito para volver a la guerra. En poco tiempo, aunque con muchas dificultades, logra pacificar la región.


Alto Perú


El Alto Perú es una región andina llamada también Charcas, rica en minería, donde brillaron culturas preincaicas de gran trascendencia, cuyo centro era la portentosa ciudad de Tiahuanaco, en las cercanías del lago Titicaca. Comprende el territorio de la actual República de Bolivia.

Diego de Almagro fue el primer conquistador que cruzó las tierras del Alto Perú, en 1535. Para esta época los indios aimaraes se habían unido a los quechuas del imperio incaico. Los indígenas labraban la plata que extraían principalmente de las minas de Potosí, descubiertas en 1545; trabajaban el oro y se especializaron en cestería y cerámica policroma, así como en avanzadas técnicas agrícolas.

Los españoles fundaron ciudades como La Plata o Chuquisaca (1539), La Paz (1548) y Cochabamba (1571). Después de la batalla de Ayacucho, Antonio José de Sucre reunió una Asamblea en Chuquisaca (6/8 1825), que determinó la independencia del Alto Perú, constituyéndose en República de Bolívar, más tarde Bolivia.

Sucre Rumbo al Perú


Bolívar facilitó a San Martín, aunque éste no lo pidiera, un contingente de 1.800 hombres. Con estos y los del antiguo Batallón Numancia que permanecía en Lima, se iniciaba la cooperación de Colombia para lograr la independencia del Perú.

Al mismo tiempo, el Libertador ofrecía a la Junta de Gobierno peruana, la cantidad de 4.000 soldados; pero la Junta, orgullosamente, o por las diversas opiniones que allá había, rechazó la oferta. La situación llegó a ser tan tensa, que los primeros auxilios que fueron con San Martín, tuvieron que regresarse, hostilizados por las autoridades peruanas.

Tenían que sobrevenir los desastres de Toratá y Moquegua, para que el gobierno peruano implorase no sólo el envío de las tropas por Bolívar, sino la presencia misma del Libertador. Esto lo había entendido el presidente José De La Riva Agüero, quien mandaba ahora en sustitución de la Junta, derrocada como consecuencia de los sucesos anteriores.

Bolívar, que con su genial visión había predicho todo lo ocurrido, aún a distancia, inmediatamente destaca al general Manuel Valdés, en marzo de 1823. Más atrás irá Sucre, en calidad de Ministro Plenipotenciario. El Libertador piensa que mientras los realistas ocupen el Perú, estará en peligro la libertad que se ha logrado para los otros pueblos, a costa de inmensos sacrificios. Por esto encarece a Sucre que la ayude en este asunto, "para que todo se haga volando, volando, volando, y sin perder un minuto".

Todavía para estos días (marzo de 1823) Bolívar piensa que es él quien va a dirigir personalmente la guerra en el Perú, y que Sucre lo va a reemplazar en Guayaquil. Pero profundas meditaciones lo convencen de la necesidad de aguardar un tanto y esperar la autorización del Congreso de Colombia para poder salir de su territorio.

Así, decide enviar a Sucre, con poderes amplios. En carta al presidente Riva Agüero, habla en estos términos de nuestro preclaro general cumanés: "El General Sucre va dirigido cerca de ese gobierno para exponerle los arbitrios y medidas que, en mi opinión, son saludables. Lleva un carácter diplomático para darle mayor peso e importancia a su misión. Aseguro a usted que este general servirá infinito al Perú, si usted quiere tener la bondad de emplear sus luces, su actividad, su celo y aun su valor..."

Y de seguidas nos regala este elogioso concepto: "Confieso con franqueza que no ha dado Venezuela un oficial de más bellas disposiciones, ni de mérito más completo. Aunque criado en la revolución, y sin haber podido tener otra educación que la que da la guerra, es propio para todo lo que se quiera".