La batalla silenciosa: ¡Junín!


Habíamos dejado al ejército concentrado en Cerro de Pasco. La proclama que allí dirigió Bolívar a los soldados los enardeció para la lucha. Pasó revista a sus 7.700 hombres y continuó la marcha hacia Jauja.

El ejército patriota avanzaba por tres vías distintas, pero perfectamente comunicado. Mientras tanto, Canteracse mueve desde Jauja hacia Cerro de Pasco, creyendo que los nuestros estaban allí todavía.

En vista de esto, Bolívar se adelanta con la caballería, cuyo comandante general es el argentino Mariano Necochea. Sucre, que era Comandante en Jefe del Ejército, viene con la infantería.

Cuando los realistas se acercan a Cerro de Pasco, se enteran del movimiento de los patriotas y retroceden, velozmente, para ocupar las mejores posiciones. El 6 de agosto, a las 2 de la tarde, están a punto de chocar los dos ejércitos, pero Canterac retrocede, retrocede. Finalmente, a eso de las 5 de la tarde, la caballería realista ataca antes de que la nuestra superara los obstáculos del terreno.

El encuentro fue feroz. No se oyó un solo disparo, ya que la batalla de Junín se libró enteramente a punta de sables, bayonetas y lanzas. Las lanzas de los llaneros venezolanosm que también brillaron en los Andes peruanos.

Fue tan rápido y tan violento el encuentro, que sólo participó la caballería. El general Sucre, que como dijimos, venía con la infantería, cuando llegó al campo de Junín escuchó los gritos de alegría por el triunfo.

Luego de esta batalla, los ánimos de los peruanos se levantaron; en cambio, la moral de los realistas quedó por el suelo, orgullosos como estaban de catorce años de triunfos. De modo que Junín fue el primer paso efectivo para la libertad del Perú.

Otro golpe mortal para el Libertador


Hasta el 19 de setiembre permanece Bolívar en Huamanga. Pasó luego más al sur del Perú; llegó a Abancay y reconoció las riberas del río Apurimac. El 6 de octubre, estando en Sañaica, hizo llamar a Sucre y tras dos días de estudiar la situación detenidamente, confió al general cumanés el mando del ejército, mientras él se dirigía a la costa peruana a preparar el recibimiento de las tropas colombianas que esperaba con ansiedad.

Después de difíciles travesías, llega el Libertador a Huancayo, donde recibe, el 24 de octubre, otro golpe mortal. El Vicepresidente Santander le ha enviado copia de la Resolución del Congreso de Colombia por la cual se le suspendían a Bolívar las facultades extraordinarias para dirigir la guerra en el Sur, por ende, quedaba sin el mando de las tropas colombianas en el Perú.

No es para describir el dolor -y también el disgusto- que esta disposición causó al Libertador. Bolívar, con todo su poder en las manos, con una voz que podía ser escuchada en toda América, prefirió someterse a las leyes y hacerle caso al Congreso de Colombia.

Inmediatamente delega en Sucre todas las responsabilidades del ejército, no en forma temporal sino definitiva. Sin embargo, Bolívar jamás dejará de conducir los hilos de esta campaña del Sur, dando instrucciones a Sucre, hasta cinco días antes de la batalla de Ayacucho, cuando lo excitó a presentar combate, obrando como mejor le pareciera.

Sucre y los oficiales que se encontraban en el cuartel general de Pichirgua, suscribieron un documento de protesta, bello ejemplo de lealtad y del afecto que dispensaban a su jefe. Bolívar, en su generosidad, no quiso que sus oficiales elevaran sus quejas al Congreso. Y todo quedó así.

Una retirada maestra


Había establecido Sucre su cuartel general en Challhuanca. El Virrey La Serna, que estaba en el Cuzco, hizo regresar al general Valdés, que como ya hemos dicho, había ido con 4.500 hombres a combatir al jefe realista Olañeta, disidente, en el Alto Perú.

La Serna asumió en persona el mando de su ejército y marchó a fines de octubre con Canterac y Valdés, dando un largo rodeo que lo llevó casi hasta el nacimiento del Apurimac. Luego concentró las tropas en Agcha, entre el Cuzco y Santo Tomás.

Sucre, que había avanzado hasta Mamara, recibió instrucciones de Bolívar para que reuniera la infantería entre Circa y Lambrama, y la caballería en unas haciendas vecinas, con suficiente abastecimiento para unos 15 días.

Allí, avisado de que el enemigo hacía un movimiento envolvente, para tomarle por retaguardia, Sucre trasladó su ejército a Pichirgua, en espera de un ataque, que al fin La Serna no se decidió a dar.

El Virrey lo que hizo fue avanzar por Challhuanca, con miras a ocupar la población de Huamanga, lo que logró el 16 de noviembre. Con esta ocupación, La Serna cortaba las comunicaciones de los patriotas con las provincias del Norte del Perú, y con sus costas.

Bolívar, por cierto, se encontraba en esos días en las costas peruanas. Había llegado el 5 de noviembre al puerto de Chancay, a unos sesenta kilómetros de Lima.

Prevenido Sucre de esta Nueva situación del enemigo, ya firme en Huamanga, se retira hacia Andahuaylas. En realidad, los dos ejércitos han emprendido una larga caminata, que habiendo comenzado el 8 de octubre, duró exactamente dos meses. Corrían ambos en líneas paralelas, La Serna muy cerca de la costa; Sucre por el lado de la sierra. Aunque Sucre se retiraba hacia el norte, puede decirse que la suya era una retirada maestra. Esta expresión se confirmará cuando se vean los resultados.