La Producción Agrícola: El tabaco


Sin que llegase siquiera a sospechar que el fumar produce cáncer, como se ha comprobado científicamente, ya el historiador Rafael María Baralt hablaba, en 1840, del "uso dañino" del tabaco; y el rey Jacobo de Inglaterra pedía a sus súbditos no imitar "las maneras bárbaras y bestiales de los indios salvajes, ateos y esclavos, sobre todo en un hábito tan vil y pestilente".

Cuando llegan los españoles encuentran que los indígenas fuman: era corriente ver a los naturales "bebiendo el humo de una yerba que llaman tabaco". El mismo Baralt trae una referencia de Muñoz, según la cual "los naturales andaban por campos y caminos con un tizón en las manos y unos cañoncitos de ciertas yerbas envueltos en una hoja, o bien de hojas arrolladas que llamaban tabacos: que los encendían por una parte y por la otra chupaban el humo".

El tabaco, era pues, un cultivo indígena. Se desarrolló principalmente en las costas, en los valles y tierras bajas, como producto de tierra caliente. Los españoles lo cultivaron con gran éxito en el oriente, en Guayana y muy particularmente en Barinas, de lo cual esta región cobró fama internacional. Dos tipos de tabaco se producían en Venezuela, de acuerdo con la preparación: el cura seco y el cura negra. De este último se extraía el chimó.

Contrariamente a lo que afirma Baralt, fue el tabaco, y no el cacao, el primero de nuestro cultivos que empezó a explotarse con miras a la exportación, desde el principio del siglo XVII. En 1606, por ejemplo, ya se pudieron exportar desde La Guaira 15.425 libras, a razón de 25 reales la arroba; y en 1607 la cifra se había más que duplicado, lo mismo que el valor del producto.

Gracias a la aceptación que tuvo el tabaco venezolano en Europa, puede decirse que desde la primera muestra que llevó Cristóbal Colón a España, se intensificó de tal manera su cultivo en Venezuela, que llegó a descuidarse prácticamente todo el resto de la producción agrícola. Esto causó tanta preocupación al cabildo caraqueño, que solicitó al rey la eliminación de la siembra del tabaco.

Los principales centros de producción fueron: Valencia, Barquisimeto, Guanare, San Carlos, Nirgua, Trujillo, Coro, Cumaná, Cariaco, Upata, Margarita, Yaracuy, Barinas, Mérida, San Cristóbal, Maracaibo. Pero el punto donde se cultivó el tabaco con una mayor intensidad en toda la región central fue Guaruto, un sitio cerca de Turmero, en el estado Aragua. Aquí se llegaron a sembrar en 1800 más de veinte millones de matas, un verdadero récord, en un área aproximada de 2.225 hectáreas, y con el empleo de unos tres mil labradores.

La solicitud que había hecho el cabildo de Caracas, preocupado por el auge del tabaco y el abandono de los demás cultivos, fue admitida por el rey, quien por real cédula de 25 de agosto de 1606 prohibió la siembra del tabaco por diez años, en las zonas costeras de Venezuela. En cumplimiento de esta orden real, el gobernador Sancho de Alquiza arremetió contra el tabaco, con verdadero exceso. Con todo, y pese a la crueldad del gobernador, no fue posible acabar con las plantaciones clandestinas, que se mantenían holgadamente del contrabando con ingleses, holandeses y franceses que se acercaban a nuestras costas.

Como consecuencia de esta inoportuna medida, la economía provincial se fue al suelo, ya que no se tomaron las providencias para sustituir el cultivo del tabaco por otros. Seis años más tarde la situación económica de Venezuela daba pena. El gobernador García Girón decía al rey Felipe II, en carta de febrero de 1612, que la provincia "está tan pobre y tan acabada... y no hay en toda la provincia un real".

Así, el cabildo entró en razón al darse cuenta de su desacertada actitud y pidió que se restituyera el cultivo del tabaco, lo cual se logró en mayo de 1612, con inmejorables resultados.

El 1621 se dio un nuevo golpe a la producción del tabaco, al ordenar Felipe IV (8 de julio) que el producto pasara a manos del reino. Se trataba de un intento de monopolio por parte del Estado español, por un período de prueba de dos años; pero este intento no fue favorable a las pretensiones del Rey y se dejó en completa libertad a los productores y manufactureros venezolanos para que cultivaran y vendieran el tabaco, hasta 1779.

El estanco del tabaco venezolano, que se concibió como una fórmula para obtener ingresos y enfrentar los gastos militares de una guerra que se hacía inminente entre España e Inglaterra, fue ordenado en Aranjuez, por Carlos III, el 24 de junio de 1777. Se trataba de un odioso monopolio o venta exclusiva del tabaco por parte del Estado español, lo cual originó malestar en el pueblo, y al solo anuncio de su establecimiento se produjeron revueltas que alteraron el orden colonial, como fue el caso de La Grita. En Cumaná y Margarita los productores rechazaron la medida con huelga de brazos caídos, abandonando las siembras. El cabildo caraqueño protestó la aplicación del estanco, cuando le llegó el agua al cuello, pero en verdad no tenía autoridad moral para el reclamo, pues al Ayuntamiento se debió tal medida.

En efecto, cuando el Intendente José de Abalos toma posesión de su cargo, en setiembre de 1777, trae en su cartera la real cédula de Carlos III. Pero a Abalos se le deja en libertad de elegir, según lo que mejor conviniera a la provincia, entre un encabezamiento o impuesto per cápita que representar doce pesos fuertes por cada quintal, o el monopolio del estanco del tabaco.

Como era de esperarse, dada la personalidad de Abalos, éste inició una serie de consultas entre las ciudades de la provincia. Creyó Abalos, en un principio, que todos preferirían el impuesto, y calculó una contribución anual de 159.084 pesos de los cuales a Caracas correspondían 11.470; a Maracaibo, 2.930; a Turmero, 3.550, y así distribuido proporcionalmente a cada ciudad, de acuerdo con la producción regional.

Para sorpresa de todos, el cabildo de Caracas rechazó el encabezamiento o impuesto, y se pronunció por el estanco del tabaco, es decir, autorizó al gobierno español para que monopolizara el producto. Habían considerado los aristócratas caraqueños que los impuestos señalados por Abalos los asimilaban a los indígenas. Quiere decir, pues, que por vanidad se prefirió que el Estado controlara el tabaco a su antojo. Comenta Depons: "Entre los partidos se escogió el peor. Se cedió todo al amor propio y nada al interés, todo al despecho y nada a la razón. Se prefirió la venta exclusiva del tabaco a una contribución que se veía como el estigma de la deshonra y de la servidumbre".

Como consecuencia, se prohibió el cultivo del tabaco en toda la provincia, bajo amenaza de severas penas, con excepción de las poblaciones que controlaría directamente el Intendente: Tapatapa y Guaruto (Aragua), Orituco (Guárico), Barinas, La Grita (Táchira), Cumanacoa y Tupire (Sucre) y Upata (Bolívar). Puede asegurarse que Barinas fue la más beneficiada con la implantación del estanco, pues su tabaco gozaba de fama internacional, a tal punto, que gracias a ello fue erigida en provincia aparte.

Tanto Depons como Arcila Farías dan cuenta de los rápidos progresos que hizo la economía provincial gracias al establecimiento del estanco del tabaco. En sólo ocho meses del año de 1779 en la Provincia de Caracas se produjeron 88.102 pesos fuertes. En 1781 la suma total de todas las provincias acusaba un ingreso fiscal de 446.100 pesos fuertes.

Pese a todas las protestas, el estanco del tabaco no fue eliminado ni por el régimen español ni durante los primeros veinte años del período republicano. Correspondió al presidente José Antonio Paéz acabar con tan pesado monopolio, el 22 de marzo de 1833.