Todo el mundo está en contra


La actuación fría, despiadada, de la Guipuzcoana, pendiente sólo de enriquecerse y de mantener contento al Rey, a quien enviaba una asignación anual de cien mil pesos, terminó por poner en pie de rebeldía a toda la población, en particular a ciertos sectores populares que habían hecho del contrabando su medio de vida. La Compañía lo combatió, pues estaba entre sus obligaciones, pero sólo para guardar las apariencias y para tener la exclusividad del comercio ilícito que hacía a través de sus navíos, libres de vigilancia oficial.

También los poderosos señores, los grandes cacaos, que se vieron afectados en sus intereses, levantaron su voz contra los vascos, al igual que el Cabildo y los pequeños y medianos comerciantes. Vamos a estar claro: cierto es que el monopolio del comercio existía, pero en manos del Rey, y esto, aunque con disgusto, lo toleraban los criollos, pero lo que veían inadmisible era el traspaso de ese monopolio a una empresa privada como era la Guipuzcoana, (aunque con intereses reales), que además de limitar la actividad comercial de los venezolanos, se entrometía también en acciones de gobierno, con presiones y amenazas. En resumen, todos, ricos y pobres, comerciantes y hacendados, y por supuesto, los contrabandistas, estaban en contra de la Compañía.

Andresote: el miedo les dio alas para volar


Dos insurrecciones fundamentales fomentó el odio a la Guipuzcoana, la de Andresote y la de Juan Francisco León. Andresote era el sobrenombre de un negro zambo llamado Andrés López del Rosario, hombre recio, corpulento con pasta de líder.

Vivía el zambo Andresote en los Valles del río Yaracuy, compartiendo su tiempo entre las faenas agrícolas, cierta rapiña y el contrabando que fomentabam los holandeses desde Curazao a través de los ríos Yaracuy, Aroa y Tocuyo. El era el enlace principal de los contrabandistas en toda la región. Habiendo llegado los guipuzcoanos en plan de celosos vigilantes de la legalidad del comercio, intentaron cortar de plano las incursiones de los holandeses, y éstos decidieron hacerles frente valiéndose del negro Andresote.

El año de 1730 marca el comienzo de la rebelión de Yaracuy. Apenas si se estaban haciendo cargo de la Provincia los Guipuzcoanos. Andresote se apertrechó bien de escopetas, palos, trabucos, carabinas y chafarotes, y con el apoyo de sus negros incondicionales, de hacendados y comerciantes de la región, dio el grito de guerra a la Guipuzcoana.

El gobierno se dio de inmediato a la tarea de sofocar la rebelión, pero Andresote derrotó a cuantos se le enfrentaron. A partir del 30 de julio de 1731, en orden sucesivo venció a Luis Arias Altamirano, al teniente Luis Lovera, al alférez real de Nirgua, Juan Romualdo de Guevara, hasta que el gobernador decidió enviar bien armado a Juan de Manzaneda.

Después de fracasar en su primer intento el 26 de enero de 1732, Manzaneda vuelve al cerro de Guabinas, donde es completamente derrotado por Andresote y su gente. El escribano público Francisco Viñas refiriéndose a la huida vergonzosa de los soldados de Manzaneda, narra lo acontecido diciendo que "el miedo les dio alas para volar, pues lo que habíamos caminado en cuatro días lo descaminaron ellos en medio día".

Se le estaba complicando la situación al gobernador Sebastián García de la Torre, y él en persona dirigió un ejército más numeroso y mejor equipado contra Andresote. Este tuvo buen olfato y escapó hacia Curazao en una balandra cedida por los contrabandistas holandeses, bajo cuya protección se puso. No apareció más en tierra venezolana Andresote, pero la rebelión continuó hasta 1733 en que la intervención de los capuchinos Salvador de Cádiz y Tomás Pons logró la pacificación.

Los negros insurrectos que se acogieron al perdón, ingenuamente, fueron condenados a muerte. Esta rebelión de Andresote, aunque sin una ideología definida, dirigida sólo a combatir y destruir a la Guipuzcoana, no puede ser considerada como un movimiento que ambicionaba la independencia política. De todos modos, Andresote se convierte en el "primer capitán del descontento criollo", tal como lo califica Carlos Felice Cardot, quien agrega que "Andresote, o Andrés López del Rosario -enantes el esclavo de un "hombre de Valencia"-, será el héroe del primer movimiento formal contra la Compañía, y en el siglo, él iniciará la cadena de movimientos económicos que se sucederían en nuestro país, que iban preparando el terreno para los de tipo netamente político".