Bahía de Ha-Long Vietnam

Vietnam la bahía del Dragón descendente

UNA bochornosa mañana partimos de Hanoi en autobús y recorrimos 165 kilómetros en dirección este hacia un pintoresco paraje vietnamita que goza de fama mundial: la bahía de Along (bahía del Dragón descendente). Por fin íbamos a ver el lugar de cuya excelsa belleza tanto habíamos oído.
Al mediodía, el autobús nos dejó al pie de la bahía. Pero aún no habíamos llegado a nuestro destino final, célebre tanto por el color esmeralda de su mar como por la belleza natural de las 3.000 islas diseminadas en una extensión de 1.500 kilómetros cuadrados. Dado que cada una de ellas es singular, queríamos visitar varias, de modo que subimos a una barca y emprendimos sin dilación una inolvidable aventura.
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Tras una hora de travesía, arribamos a una idílica bahía rodeada de islitas. Cuando los barqueros echaron anclas, llegó el momento de nadar en el fresco mar verde jade. La agitación que creamos en el agua atrajo enseguida a unos cuantos niños curiosos, que se nos acercaron en sus pequeños botes. Estos chicos de la bahía viven con sus familias en juncos (embarcaciones acondicionadas como viviendas).
Tal vez ya se haya imaginado que los vecinos de la bahía de Along son pescadores. Pero quizás no haya pensado en que dominan un arte en vías de extinción: la velería. En su guía de viajes Moon Travel Handbook on Vietnam, Michael Buckley comenta al respecto: “Along es uno de los últimos lugares donde aún se fabrican artesanalmente las velas de los juncos. Las familias dedicadas a la velería unen las telas de algodón basto cosiéndolas a mano, puntada a puntada, con hilo de seda. Para evitar que el tejido se corrompa o enmohezca, lo sumergen en el extracto de una planta de la familia del ñame parecida a la remolacha. Lo remojan y dejan secar tres o cuatro veces, lo que le confiere un tono rojizo oscuro”.
Es posible que el lector se pregunte a qué obedece el nombre bahía de Along, o bahía del Dragón descendente. En el trayecto no vimos ninguno de estos animales fabulosos, pero sí aprendimos que las islas de Along son obra de un gran dragón legendario que vivía en las montañas. La guía turística The Lonely Planet Guidebook on Vietnam dice: “Al ir corriendo [esta fiera] hacia la costa, excavó valles y hendiduras con los zarandeos de la cola; cuando se lanzó al mar, inundó las zonas que había labrado a coletazos, de forma que solo dejó visibles algunos terrenos elevados”.
Los auténticos monstruos, claro está, fueron el viento y el agua, que han modelado estas islas con diversas formas y tamaños. Por ejemplo, si hacemos uso de la imaginación, veremos que Hon Ga Choi, la isleta del Gallo de pelea, evoca a dos gallos luchando.
Regresamos al muelle al atardecer, ansiosos de proseguir la exploración a la mañana siguiente. Después del desayuno, partimos en un velero que nos permitiría ver de cerca las cuevas, o grutas, de la zona. La niebla imprimía una belleza mística a la bahía. Visitamos varias cuevas, entre ellas, Hang Dau Go, la gruta de las Estacas, que consta de tres cámaras conectadas mediante 90 escalones. ¿Por qué se le llama así? El libro The Lonely Planet Guidebook on Vietnam lo explica: “El nombre vietnamita de la cueva se deriva de la tercera de las cámaras, donde, según cuentan, se almacenaron en el siglo XIII las estacas puntiagudas de bambú que [el héroe bélico vietnamita] Trân Hung Dao clavó en el lecho del río Bach Dang” para frenar la invasión de Qūbīlāy Kan (Kublai Khan).
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Subimos hasta la cueva y nos volvimos para contemplar desde arriba la escena, que resultó grandiosa. Nos apresuramos a tomar la cámara, pues con las estalactitas en primer plano y el bote al fondo, meciéndose suavemente en la bahía turquesa, teníamos los elementos precisos para una instantánea perfecta. Along es un auténtico paraíso del fotógrafo, el sueño de todo artista.
Horas después subimos a una pequeña lancha a motor para ir a ver de cerca una isla grande. Nos sobrevino una total oscuridad, como si nos hubiese engullido la montaña: Estábamos atravesando una cueva. Enseguida llegamos a un extenso lago, bordeado en su totalidad por altas paredes calizas de las que pendía vegetación. Al parar el motor los barqueros, lo único que rompía el silencio era el sonido de los pájaros. Difícilmente olvidaremos aquel remanso de paz.
Cuando vinimos a darnos cuenta, era hora de volver a Hanoi. Aunque se nos había hecho corto el viaje, podíamos llevarnos las imágenes: los escarpados picos insulares, los juncos en el mar y, sobre todo, la bahía de Along, tan solo uno de tantos ejemplos de la hermosura de Vietnam.
Tenemos grandes deseos de ver otros lugares de interés en este primoroso país. Damos las gracias al Creador, Jehová Dios, por brindarnos una creación llena de diversidad y encanto, así como por su promesa de que un día toda la Tierra compartirá la pureza virginal de la bahía de Along.—Colaboración.

Publicado en ¡Despertad!  del 22 de Mayo de 1999