El rey enfermo de melancolía - Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas

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Anatole France nos cuenta la historia de aquel rey que enfermó de melancolía y ni bufones, regalos, viajes, fiestas..., lograban levantarle su atribulado corazón.
Buscando remedio a su tristeza, acudieron a un ermitaño muy santo y sabio que diagnosticó que el único modo que había para que el rey recobrara su alegría era poniéndose la camisa de un hombre feliz.
Sus más fieles sirvientes recorrieron en vano los confines del reino en búsqueda de un hombre feliz.
-Tenemos inmensas riquezas, palacios, joyas, innumerables sirvientes, pero no tenemos la felicidad -fueron diciendo los más ricos comerciantes y hombres exitosos de negocios.
-Hemos encontrado la sabiduría -dijeron los sabios- por eso podemos afirmar con propiedad que la felicidad no existe. El ser humano es por su propia naturaleza un ser insatisfecho.
-Recogemos aplausos, fama, gloria, muchos éxitos, pero no somos felices -dijeron los artistas.
Cuando los fieles sirvientes volvían decepcionados y llenos de pesadumbre por no haber encontrado un solo hombre feliz que pudiera acabar con la inmensa melancolía de su rey, vieron un pastor que cantaba con una inusitada alegría. Se acercaron a él y le preguntaron:
-¿Tú eres feliz?
-Sí, soy feliz, la alegría no me cabe en el pecho y me brota a gritos de canciones.
-¿No te cambiarías por nadie?
-No, no, siendo quien soy, vivo muy feliz.
Los ojos de los sirvientes se iluminaron.
-Hoy es un día de bendición para todos nosotros, y especialmente para nuestro rey y para ti. Vas a tener todo lo que soñaste, riquezas, gloria, poder, comida exquisita, ropas finísimas y el agradecimiento de todos los habitantes del reino. Sólo tienes que darnos tu camisa.
El pastor les miró con desconcierto:
-¿Mi camisa? Yo no tengo camisa.
Uno de los principales problemas de hoy es confundir riqueza con felicidad. Decimos con admiración que una persona es rica. Pero, ¿rica en qué? ¿En paz, en plenitud, en buenas obras, en felicidad? Hay muchos millonarios verdaderamen­te miserables y auténticos ricos que visten harapos. Algunos son tan pobres, pero tan pobres, qué sólo tienen dinero. Acumulan cosas porque tienen el corazón vacío y terminan siendo poseídos por ellas. Con frecuencia confundimos la felicidad con lograr el objeto de nuestro apego, cuando en realidad consiste en no tener apegos y en vivir de tal modo que nadie ni nada tenga poder sobre uno.
Aprende a ser feliz con lo que tienes, en vez de preocuparte tanto por lo que te falta. Son muchos los que viven en condiciones peores que tú. Recuerda: «Yo me quejaba por no tener zapatos.
Pasando por la mezquita de Damasco, vi un hombre sin piernas. Dejé de lamentarme».
Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba que sólo se alimentaba de las habas que comía. Habrá otro -se decía más pobre y mísero que yo y cuando el rostro volvió halló la respuesta viendo que otro andaba recogiendo las conchas que él arrojó.
No es el dinero, sino la capacidad de disfrutar lo que uno hace lo que nos convierte en ricos o pobres. Vive la excelencia en todo lo que haces y verás qué feliz eres. Desnudo naciste y todo lo que tienes es ganancia. Piensa y agradece lo mucho positivo que tienes y de lo que puedes disfrutar: la vida, la salud, el aire, el sol, las flores, el mar, las montañas, el amanecer, tus talentos, tu capacidad de amar, lo mucho que te necesitan otros... Acuérdate de aquel jo­ven que se la pasaba quejando de que no tenía nada y le reclamaba a Dios por qué no había sido generoso con él dándole riquezas como a tantos otros. Un anciano escuchó su queja y le dijo:
-¿Por qué te lamentas tanto? ¿No te ha dado Dios juventud y salud?
-Sí -le respondió el joven- pero eso no vale nada. El anciano le agarró la mano derecha y le dijo:
-¿Te la dejarías cortar por un millón de bolívares?
-No, por supuesto que no.
-¿Y la izquierda?
-Tampoco.
-¿Y aceptarías quedarte ciego por cinco millones?
-¡Ni loco!
-Entonces, ¿de qué te quejas? ¿No ves que Dios te ha dado una inmensa fortuna?
No permitas que nadie ni nada te arrebate la felicidad. La felicidad no es una meta, sino un punto de partida. Proponte vivir en la felicidad. Recuerda siempre aquel famoso proverbio inglés: «El objetivo de la vida es ser feliz. El lugar para ser feliz es donde usted se encuentre, y el momento para ser feliz es ahora».
Ser felices es la mejor herencia que podemos dejar a nues­tros hijos. No hay nada mejor que recordar unos padres felices. Ser felices es también la mejor lección que podemos enseñar a nuestros alumnos.

Recuperado para fines educativos del libro:
Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas
Autor: Antonio Pérez Esclarin