El rey y sus jarrones de fina porcelana - Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas

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Había una vez un rey que tenía 55 hermosísimos jarrones de la más fina porcelana. Eran su tesoro y no tenía otra ilusión que sus jarrones. Se la pasaba horas y horas ensimismado en su belleza, acariciándolos dulcemente con sus ojos.
Para evitar que les cayera la mínima mota de polvo, buscó al más fiel de sus sirvientes, lo puso al cuidado de sus exquisitos jarrones y le amenazó con cortarle la mano si aparecía en cualquiera de ellos el menor rasguño y con quitarle la vida si alguno se quebraba.
Por mucho cuidado que el buen sirviente puso, se quebró uno de los jarrones y el rey cumplió su palabra y lo mató.
Le sustituyó otro de sus hombres de mayor confianza y fidelidad que, a pesar de sus esmeros, corrió la misma suerte que el anterior y pagó el leve descuido con su vida.
Desde ese día, nadie quería cuidar los jarrones del rey.
Por mucho que ofrecía riquezas, lujos, poder..., todos rehusaban su ofrecimiento. Por fin, se presentó un anciano y ofreció animoso sus servicios. El no temía cuidar los jarrones del rey.
Lo llevaron a la sala de los jarrones reales y el buen anciano empezó a golpear con el bastón los jarrones y, en breves segundos, los hizo añicos a todos.
-Infeliz -le gritaron los soldados del rey aprisio­nándole con rudeza, ¿sabes acaso lo que has hecho?
-Por supuesto que lo sé: he salvado la vida a 53 fieles servidores del reino.
Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón. Enseñemos a los alumnos a cuidar y apreciar las cosas, a admirar las obras de arte, pero sobre todo enseñémosles a valorar a las personas y a reconocer que cada una de ellas tiene un valor infinita­mente superior al de todas las riquezas y objetos materiales. Por eso, no sólo debemos tratarnos con cariño y atención, sino que a nadie le es permitido causar el menor daño a otro por amontonar o proteger sus riquezas, por acaparar poder o en procura de sus beneficios personales.
Recordemos también lo que nos dice el evangelio: «Nadie ama más que el que da la vida por sus hermanos». El ideal supremo del ser humano es la capacidad de sacrificio, la disposición a gastar­se y entregar la propia vida en procura del bienestar de los demás. Dar la vida para que todos tengan vida y no haya nadie en condicio­nes inhumanas.
Es lo que hizo Jesús y tantos de sus seguidores que hoy llama­mos santos. En un mundo tan individualista y material, atrevámonos a proponerles a los alumnos el ideal de santidad, de servir a los demás con alegría, aun a costa de sí mismos.

Recuperado para fines educativos del libro:
Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas
Autor: Antonio Pérez Esclarin