Maestros - Parabolas e Historias para Educar en Valores

Parabolas e Historias para Educar en Valores

Indice de Parabolas e Historias para Educar en Valores


Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado en una de las playas de Europa. No puede Usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Usted me ha dado: no he podido borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Usted me ha regalado.
(Simón Bolívar)
El 19 de enero de 1824, estando en la cumbre de su gloria, Simón Bolívar, El Libertador, le escribió desde Pativilca (Perú) esta carta a su antiguo maestro, Don Simón Rodríguez. En ella reconoce y agradece que fue su maestro quien sembró en su corazón los anhelos y el compromiso por la libertad y la justicia, que espoleó su corazón para lo grande y lo sacó de una vida frívola y sinsentido. Rodríguez fue, para Bolívar, un verdadero maestro.
También Albert Camus, que cuando niño vivió en Argelia una vida de trabajos y pobreza, y que, sin embargo, llegó a ser un gran intelectual y un muy afamado escritor que obtendría el premio nobel de Literatura, quiso reconocer en otra famosa carta que todo se lo debía a un maestro muy especial, el Sr.
Germain. Y así le escribió tras obtener el Premio Nobel :

* * *

Esperé que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
Lo abrazo con todas mis fuerzas,
Albert Camus.

* * *

En su novela póstuma, El primer Hombre, Camus quiso inmortalizar el recuerdo de su maestro y escribió unas bellísimas páginas donde recuerda la
increíble y gozosa aventura que eran las clases del Sr. Germain:

* * *

Después venía la clase. Con el Sr. Germain era siempre interesante por la sencilla razón de que él amaba apasionadamente su trabajo... La escuela les proporcionaba unas increíbles alegrías, e indudablemente lo que con tanta pasión amaban en ella era lo que no encontraban en casa, donde la pobreza y la ignorancia volvían la vida más dura, más desolada, como encerrada en sí misma; la miseria es una fortaleza sin puente levadizo...
No, la escuela no sólo les ofrecía una evasión de la vida de familia. En la clase del Sr. Germain, por lo menos, la escuela alimentaba en ellos un hambre más esencial todavía para el niño que para el hombre, que es el hambre de descubrir. En las otras clases les enseñaban sin duda muchas cosas, pero un poco como se ceba a un ganso. Les presentaban un alimento ya preparado rogándoles que tuvieran a bien tragarlo. En las clases del Sr. Germain, sentían por primera vez que existían y que eran objeto de la más alta consideración: se los juzgaba dignos de descubrir el mundo.
Si tu corazón late más aprisa
viendo a tus alumnos,
si cada persona es para tí
un ser que se debe cultivar,
si cada hora de clase se ha escapado aprisa,
si quieres más tu trabajo cada año que pasa,
si las dificultades inevitables
te encuentran sonriente,
si los padres y los niños
dicen que eres amable,
si tu justicia sabe revestirse de amor,
si combates el mal pero no al pecador,
si sabiendo tantas cosas no te crees sabio,
si sabes volver a estudiar lo que creías saber,
si en lugar de interrogar,
sabes sobre todo responder,
si sabes ser niño permaneciendo maestro,
si ante la belleza sabes sorprenderte,
si tu vida es lección y tu palabra silencio,
si tus alumnos quieren semejarse a tí,
entonces...
TU ERES MAESTRO.

Recuperado del libro:
Para Educar Valores. Nuevas Parábolas
Autor: Antonio Pérez Esclarin