Biografía de Johann Sebastian Bach : Su vida y logros.
Figura equiparable a Mozart y Beethoven, la música barroca halló en la obra del compositor alemán su más perfecta expresión.
Johann Sebastian Bach
Johann Ambrosius Bach, padre del compositor
Representación de 1660 de la iglesia del Palacio de Weimar: bajo el techo, el órgano en que trabajaría Bach
El príncipe Leopold de Köthen
Bach en un retrato realizado probablemente
el mismo año de su fallecimiento
Johann Sebastian Bach
La familia Bach
Johann Sebastian Bach (óleo de J. J. Ihle, 1720)
En la biblioteca municipal de Leipzig se
conservan aún los antiguos legajos que contienen las listas de exequias
realizadas en el siglo XVIII. Uno de estos viejos papeles nos informa
escuetamente del siguiente hecho, en apariencia banal: "Un hombre de
sesenta y siete años, el señor Johann Sebastian Bach, Kapellmeister y Kantor
en la escuela de la Iglesia de Santo Tomás, fue enterrado el día 30 de
julio de 1750". La modestia y simplicidad de esta inscripción, escondida
entre otras muchas tan insignificantes como ella, nos parece hoy
incomprensible al considerar que da fe del fallecimiento de uno de los
más grandes compositores de todos los tiempos y, sin duda alguna, del
músico más extraordinario de su época.
Johann Sebastian Bach
La brevedad de estas líneas demuestra con
toda claridad el trágico destino de un hombre que fue radicalmente
subestimado en su época: pocos reconocieron al gran músico y nadie supo
ver al genio. Tras su silenciosa muerte, la labor de quien había
dedicado toda su existencia a crear honesta y laboriosamente una excelsa
música en alabanza del Creador fue olvidada por completo durante más de
cincuenta años, hasta que, tras ser publicada la primera biografía del
músico, otro compositor, Mendelssohn, rescató su obra para sus
contemporáneos al dirigir apoteósicamente su Pasión según San Mateo en Berlín en 1829, hecho que constituyó un acontecimiento nacional en Alemania.
Una saga de músicos
Johann Sebastian Bach nació el 21 de marzo
de 1685 en Eisenach (Turingia). Su familia era depositaria de una vasta
tradición musical y había dado a lo largo de varias generaciones un buen
plantel de compositores e intérpretes. Durante doscientos años, los
antepasados de Bach ocuparon múltiples cargos municipales y cortesanos
como organistas, violinistas cantores y profesores, aunque ninguno de
ellos llegaría a alcanzar un especial renombre. Sin embargo, su apellido
era en Turingia sinónimo de arte musical; hablar de los Bach era hablar
de música.
Johann Sebastian siguió muy pronto la
tradición familiar. Su padre, Johann Ambrosius, comprendió rápidamente
que tenía ante sí a un niño especialmente dotado y consagró mucho tiempo
a su enseñanza. El ambiente de la casa paterna era modesto, sin llegar a
las estrecheces de la pobreza y, por supuesto, estaba impregnado de una
profunda religiosidad y entregado a la música. Al cumplir Bach los
nueve años murió su madre, Elisabeth, y, como era frecuente en la época,
Johann Ambrosius volvió a casarse a los pocos meses para poder afrontar
el cuidado de sus hijos. Pero tres meses después de la celebración de
su segundo matrimonio, el 20 de febrero de 1694, también murió Johann
Ambrosius, y la viuda solicitó ayuda al hijo mayor de su marido, Johann
Christoph, ya entonces organista en Ohrdruf, quien se hizo cargo de sus
dos hermanos más pequeños, Johann Jacob y Johann Sebastian, acogiéndolos
en su casa y comprometiéndose a darles la obligada formación musical.
Johann Ambrosius Bach, padre del compositor
El niño era aplicado, serio e introvertido.
Además de la música, sentía una viva inclinación por la lengua latina,
cuya estructura rígida y lógica cuadraba perfectamente con su carácter, y
por la teología. Estas materias, tamizadas por una intensa educación
luterana, acabarían por modelar completamente su personalidad y
convertirse en los sólidos fundamentos de su existencia y de su fuerza
creadora. El propio Johann Christoph, que había sido discípulo de
Pachelbel, se convirtió en maestro de órgano del niño.
No parece, sin embargo, que se diera plena
cuenta de la genialidad de su hermano menor, si consideramos la famosa
anécdota transmitida por el propio Bach a su hijo Carl Philipp Emmanuel:
Johann Christoph prohibió al niño estudiar un libro que contenía las
más famosas piezas para clave de su tiempo, con obras de Froberger,
Kerll y Pachelbel, libro que Bach logró transcribir a escondidas, de
noche y a la luz de la luna. Descubierto el «crimen», Johann Christoph
destruyó la copia. La que iba a ser su segunda esposa y cronista de la
familia, Anna Magdalena Wilcken, que también narra el episodio, afirma
que Johann Sebastian se lo contó «sin manifestar el menor resentimiento
contra la dureza de su hermano». Anna Magdalena era menos benévola y,
llevada por su fidelidad y amor a Johann Sebastian, pretendía achacar la
ceguera final del compositor al esfuerzo que realizó de niño, por haber
transcrito aquellas partituras «prohibidas» a la sola luz de la luna.
Años de formación
Hasta que pudo desarrollar todas sus
capacidades pasaron aún varios años de duro aprendizaje y preocupaciones
cotidianas. Desaparecidos sus progenitores, el salario del hermano
resultaba escaso y la casa demasiado pequeña para una familia cada vez
más numerosa. Johann Christoph hizo ingresar a sus hermanos en el
Gimnasium de Ohrdruf, donde Bach acabó el primer ciclo de estudios en
1700, con un adelanto de dos años sobre el resto de sus compañeros,
recibiendo además un sueldo de diecisiete talegos al año (cantidad
suficiente para pagar su manutención) como miembro del coro, donde
cantaba con hermosa voz de soprano infantil. En marzo de 1700 el
muchacho, que entonces contaba quince años de edad, marchó a Lüneburg, a
350 kilómetros de Ohrdruf, para ingresar en el coro de la
Ritterakademie, con sueldo suficiente para su mantenimiento
suplementario y hospedaje en el internado.
Este cambio supuso también la posibilidad
de ampliar en extensión y profundidad sus conocimientos musicales. En
Lüneburg recibió la benéfica influencia del Kantor, pero
sobre todo la del organista titular, Georg Böhm. Desgraciadamente, a los
pocos meses de su llegada le cambió la voz y tuvo que ganarse la vida
como músico acompañante y profesor de violín. Su nueva situación, sin
embargo, le permitió desplazarse libremente a Hamburgo para completar su
formación con Adam Reincken, que, pese a su edad, era uno de los más
reputados organistas en activo de su tiempo. También frecuentó la corte
de Celle, en cuya orquesta tocó como violinista por invitación de Thomas
de la Selle, familiarizándose entonces con los compositores y las
formas musicales francesas.De esta época de actividad y entusiasmo data
su primera cantata, género que frecuentaría a lo largo de su vida.
Una energía aparentemente ilimitada y una
fortaleza anímica desbordante son los rasgos esenciales de la
personalidad de Bach. Sin estos valores y sin su profunda religiosidad
nunca hubiera podido soportar los duros golpes que el destino le tenía
reservados. En 1702 terminó el segundo ciclo de estudios escolares, y
determinó llegado el momento de aspirar a un puesto estable. Tras
algunos frustrados intentos de ganar una plaza como organista, fue
finalmente admitido en marzo de 1703 como violinista del duque de
Weimar. Su gran religiosidad o sus dotes de organista le hicieron
aspirar a otro puesto: el de organista en Arnstadt, cuyo decreto de
nombramiento fue firmado por el conde Anton Günther el 9 de agosto de
1703. Johann Sebastian contaba dieciocho años.
Pero para las autoridades no era fácil
tratar con un hombre impetuoso y excitable que despreciaba las normas
establecidas y frecuentemente se mostraba colérico y caprichoso. Ya a
los dieciocho años, mientras trabajaba como organista en Arnstadt, se
había permitido el lujo de prolongar sus vacaciones durante dos meses:
se encontraba en Lübeck escuchando extasiado al gran maestro Buxtehude y
no estaba en absoluto dispuesto a renunciar a tan extraordinario
placer. El consistorio de la ciudad se vio obligado a amonestarlo y
aprovechó la oportunidad para hacerle algunos reproches referentes a su
también poco sumisa actitud en materia musical: "El señor Bach suele
improvisar muchas variaciones extrañas, mezcla nuevas notas en piezas
escritas y la parroquia se siente confundida con sus interpretaciones".
Bach ignoró estos comentarios; Arnstadt
tenía ya poco que ofrecerle y sus intereses se dirigían hacia otros
objetivos. En primer lugar, pretendía establecerse y formar una familia,
lo que hizo al casarse el 17 de octubre de 1707 con su sobrina María
Bárbara, una joven vital y encantadora. Siete hijos fueron el producto
de su feliz matrimonio. Ese mismo año, el ya entonces reputado
ejecutante solicitó la plaza de organista en la pequeña ciudad de
Mühlhausen (libre por la muerte de su titular), que obtuvo el 24 de
mayo, con el no desdeñable sueldo de 85 guldens.
En la iglesia de San Blas, además de
restaurar el órgano, organizar el coro, formar alumnos (entre ellos, a
su devoto discípulo J. M. Schubert) y cumplir con sus funciones
dominicales, Bach inició la composición de cantatas religiosas, la más
importante de las cuales fue la titulada Actus tragicus.
Su período de formación inicial parecía concluido. Tal vez ello fuese
la razón principal que le movió a presentar su dimisión como organista
de Mühlhausen, aunque los biógrafos suelen señalar otras más concretas:
sobre todo, el conflicto musical-teológico que había dividido a los
feligreses en dos bandos: los seguidores del pastor Frohne, pietista
radical y enemigo de innovaciones musicales, y los del archidiácono
Eilmar, amigo y protector de Bach, y padrino de su primer hijo. Es
posible que, cogido entre dos fuegos, Johann Sebastian prefiriera dar a
su carrera un cambio de rumbo al margen de unas tensiones teológicas que
tan directamente le afectaban como responsable musical de la comunidad.
Sus relaciones con las autoridades de Mühlhausen continuaron cordiales
tras su dimisión en junio de 1708, y compuso para ellas una cantata en
febrero de 1709, desgraciadamente desaparecida.
En las corte de Weimar
Bach consiguió el puesto de segundo Konzertmeister
en Weimar (donde residiría entre 1708 y 1717), lo que le proporcionó la
estabilidad necesaria para abordar la creación musical. Dio a luz una
obra ingente para órgano y clave, además de música coral religiosa e
instrumental profana. Debe recordarse, por ejemplo, que una de las
obligaciones contraídas con el duque de Weimar era la de «ejecutar cada
mes una composición nueva», lo que significaba una cantata original al
mes.
Desgraciadamente, estos años vitales que
marcaron un cambio de estilo en sus composiciones no pueden ser
rastreados en detalle, pues sólo ha sido posible datar un número
insignificante de sus creaciones. Es evidente, sin embargo, la decisiva
influencia de las formas operísticas italianas y del estilo
concertístico de Antonio Vivaldi. La crítica señala una evidente huella
italiana en el ritornello de las cantatas 182 y 199, de 1714; las 31 y
161, de 1715; o las 70 y 147, de 1716. Las nuevas técnicas de
repetición, literal o levemente modificada, también rindieron sus
espléndidos frutos en las arias, conciertos, fugas y corales de este
período, entre los que cabe destacar, muy especialmente, sus preludios
corales, los primeros tríos para órgano y la mayoría de preludios y
fugas y de tocatas para órgano.
Representación de 1660 de la iglesia del Palacio de Weimar: bajo el techo, el órgano en que trabajaría Bach
En Weimar, Bach cumplía múltiples funciones: organista de la capilla, Kammermusicus,
violín solista, director del coro y maestro suplente de capilla. Allí
conoció y transcribió la obra de los compositores italianos (Corelli,
Albinoni o Vivaldi), formó a alumnos, como su sobrino Johann Bernhard y
Johann Tobias Krebs, y trabó una estrecha amistad con el maestro Johann
Gottfried Walther, quien enriqueció su arte del contrapunto y de la
coral. Allí, en suma, sacó adelante a su familia gracias a un sueldo
que, entonces, podía calificarse de altísimo. En el momento de mudarse a
Köthen tenía cuatro hijos (otros dos habían muerto poco después del
parto): Catharina Dorothea, Wilhelm Friedemann, Carl Philipp Emmanuel y
Johann Gottfried Bernhard.
La atmósfera de la corte, sin embargo, no
estaba exenta de tensiones. El duque Wilhelm Ernst era un devoto
pietista que intervenía personalmente en los aspectos más nimios del
culto y para el que la composición y ejecución de la música sacra era
una cuestión no sólo de fe, sino también de Estado. Y así, las intrigas
teológico-palaciegas enfrentaron a Bach con el duque, quien llegó a
encarcelar cuatro semanas al compositor cuando se enteró de que Bach
había obtenido el nombramiento de maestro de capilla del príncipe
Leopold de Köthen sin solicitar su autorización previa.
En Köthen
La estancia en Köthen (entre 1717 y
1723) fue más breve, probablemente porque el espíritu profundamente
religioso de Bach aspiraba a una mayor dedicación a la música sacra. En
cualquier caso, entre el príncipe Leopold de Köthen y el compositor
nació una fructífera amistad y Bach pudo entregarse, en un clima
acogedor y sosegado, a la creación de numerosas obras instrumentales y
orquestales, entre las que destacan sus Conciertos de Brandemburgo,
partitura cimera de la música barroca. Afortunadamente para la
posteridad, disponía allí de un excelente conjunto instrumental
completo, y a este período corresponden además las Sonatas y partitas, las cuatro Oberturas, las Invenciones para dos y tres voces y las Suites francesas. Acaso como compensación a sus obligaciones de compositor profano, compuso su primera pieza sacra de largo aliento: La pasión según San Juan.
El príncipe Leopold de Köthen
De todas estas composiciones magistrales cabría destacar la primera parte de El clave bien temperado
(una colección de preludios y fugas en todas las claves) por su
sistemática exploración de la nueva sintaxis musical, que la crítica
histórica ha calificado de «tonalidad funcional», y que habría de
prevalecer los siguientes doscientos años. Pero la colección de El clave bien temperado
también es memorable en tanto que compendio de formas y estilos
populares que, pese a su variedad, aparecen homologados por la lógica
rigurosa de la técnica compositiva de la fuga.
Fueron en total seis años de paz absoluta y
fecundidad creativa lamentablemente interrumpidos por la tragedia. En
julio de 1720, al regresar de uno de los frecuentes viajes realizados a
instancias del príncipe, encontró su casa vacía y silenciosa: María
Bárbara había muerto, fulminada por una desconocida dolencia, y, por
temor a la peste, había sido rápidamente enterrada. Bach se sumió en un
profundo abatimiento. Las fuerzas parecían haberlo abandonado y las
musas sólo lo visitaban para inspirarle melancólicas notas que no osaba
transcribir. Sólo una mujer podía sacarlo de su estupor y esa mujer fue
Anna Magdalena Wilcken, hija menor del trompetista de la corte, Caspar
Wilcken.
Cabe observar que, para la mentalidad y
necesidades de un viudo de aquel tiempo, con cuatro hijos menores a su
cargo, nada había de extraño en un rápido segundo matrimonio, que
efectivamente recibió la aprobación general. Además, Anna Magdalena era
una intérprete aventajada, bien dotada para el canto, que profesó toda
su vida una ejemplar devoción por Johann Sebastian, convirtiéndose con
el tiempo en la cronista de la familia Bach; están en deuda con ella
todos los biógrafos posteriores. Supo comprender y compartir el complejo
mundo espiritual de su marido y lo ayudó como eficiente copista de sus
partituras. La boda se celebró en 1721. Fue otro matrimonio feliz del
que nacerían trece hijos; el benjamín fue Johann Christian, el músico
cuyas composiciones tanto influirían en el primer Mozart. Por segunda
vez en su vida Bach tuvo la fortuna de encontrar una compañera ideal.
Kantor de Leipzig
Poco después, la unión del príncipe de
Köthen con una mujer completamente desinteresada por la música provocó
el distanciamiento entre el maestro y su protector. La muerte del Kantor
de Leipzig en 1722 le brindó al compositor la esperada oportunidad para
dedicarse a la composición sacra. La obtención de la plaza no le
resultó fácil: fue primero concedida a Telemann, luego a Graupner y sólo
en tercer lugar a Johann Sebastian. Para conseguirla, Bach tuvo que
aceptar gravosas condiciones, no tanto económicas cuanto laborales,
pues, además de sus funciones religioso-musicales en las iglesias de
Santo Tomás y de San Nicolás, debía hacerse cargo de tareas pedagógicas
en la escuela de Santo Tomás (entre ellas la enseñanza del latín), que
le produjeron notables sinsabores. Sabemos que, entre sus compromisos,
estaba el de que la música interpretada los domingos incitara «a los
oyentes a la devoción» y no fuera «de carácter teatral».
El puesto de Kantor no
significaba, pues, un efectivo progreso en su carrera. Estaba obligado a
proporcionar la música necesaria para los oficios de varias iglesias de
la ciudad valiéndose de un coro formado por alumnos de la escuela, lo
cual significaba que cada domingo estaba obligado a presentar una nueva
cantata compuesta por él: el resultado fueron un total de doscientas
noventa y cinco piezas religiosas, de las que sólo han llegado hasta
nosotros ciento noventa a causa de la negligencia de sus herederos.
Además, debía dirigir el coro de los alumnos y dar lecciones a los
jóvenes estudiantes como un profesor más.
Esta situación no podía satisfacer a un
hombre como él. Resultaba ultrajante que las autoridades ignorasen sus
facultades y lo despreciasen como innovador. Durante veinte años, Bach
no cesó de luchar contra semejante injusticia. Colérico como era, se
enfrentó sistemáticamente a sus aburguesados superiores, quienes
pretendieron hacer de él un dócil asalariado e incluso se permitieron
castigar su obstinación y su arrolladora originalidad recortando en más
de una ocasión sus retribuciones. Los esfuerzos del compositor por
cambiar este estado de cosas resultaron baldíos; decepcionado, se
convirtió en un ser amargado y pendenciero, cada vez más alejado de sus
semejantes y refugiado en sí mismo y en su música.
Sólo su vida familiar era una fuente sólida
de mínimas alegrías y de la necesaria estabilidad. Siempre respaldado
por su mujer y por una íntima certidumbre en la validez de su genio,
pudo hacer frente a las adversidades sin perder ni un ápice de su poder
creativo ni caer víctima de la apatía. Infatigable ante sus obligaciones
como padre y como músico, Bach nunca desatendió a ninguno de sus hijos,
ni interrumpió la ardua tarea de ampliar sus conocimientos copiando y
profundizando en las partituras de sus antepasados.
A pesar de todo, el de Leipzig (de 1723
hasta su muerte) fue el más glorioso y fructífero período de la vida del
compositor, con una producción de, al menos, tres ciclos de cantatas;
en ellas, sin abandonar el contrapunto, se despojó de toda retórica,
esforzándose en representar musicalmente la palabra. En 1724 y 1727
estrenó respectivamente La pasión según San Juan (escrita en Köthen) y La pasión según San Mateo. Fue también el esplendoroso período del Magnificat en re bemol mayor (1723), el Oratorio de Pascua (1725), el de Navidad (1734), y el de la Ascensión (1735). En 1733 inició la composición de la magistral Misa en si menor
para acompañar la solicitud en la que aspiraba a obtener del elector
Augusto III el título de compositor de la corte de Sajonia. Tres años
después lograba su propósito, lo que le recompensó por los sinsabores
anteriores y sirvió para mortificar a cuantos lo habían hecho objeto de
sus desdenes. Comenzaba la última etapa de su vida, que sería también la
más plácida.
Bach era miope desde su nacimiento. Con el
transcurrir de los años, el estado de sus ojos se había ido deteriorando
poco a poco a causa de miles de interminables noches de trabajo pasadas
bajo la insuficiente luz de unos pobres candiles. Dos operaciones no
consiguieron mejorar su visión: después de la segunda, realizada por un
médico inglés en Leipzig, perdió la vista casi por completo. Las fuertes
medicaciones a las que se habituó contribuyeron a quebrantar la
resistencia y la salud de un cuerpo que había sido robusto y vigoroso.
Pero continuó creando y alcanzó nuevas cimas en su arte, como las Variaciones Goldberg o la segunda parte de El clave bien temperado, terminada en 1744.
Bach en un retrato realizado probablemente
el mismo año de su fallecimiento
Un año antes de su muerte le iba a alcanzar
el mismo destino que estaba reservado a otro genio como él, el famoso
Haendel: la ceguera total. Pero una vez más, antes de que la noche
eterna le encadene para siempre a su cama, Bach vivirá un momento
estelar cuando al fin alguien reconozca su poderoso talento y su
maestría: el joven rey de Prusia Federico II. En diversas ocasiones este
soberano había expresado su deseo de encontrarse con el conocido
compositor. La ocasión llegó en la primavera de 1747. Un lluvioso día de
abril Bach emprendió titubeando el camino hacia Potsdam en compañía de
uno de sus hijos y se hizo anunciar en el palacio de Federico en el
momento en que se interpretaba un concierto de flautas compuesto por el
propio soberano.
Su Majestad interrumpió inmediatamente la
música y salió para recibir calurosamente al recién llegado. Tras
enseñarle el palacio y platicar brevemente con Bach sobre temas
musicales, el rey quiso maliciosamente someter a su invitado a una
pequeña prueba: con una flauta, que era su instrumento preferido, atacó
un tema de poco fuste y lo retó a que lo desarrollara según las reglas
del contrapunto. En breves instantes, Bach compuso una fuga de seis
voces perfecta y maravillosa, ejecutándola a continuación. El rey
escuchó admirado aquellas armonías que se diría que estaban hechas para
los oídos de los ángeles y, al término de la interpretación, únicamente
pudo exclamar una y otra vez: "Sólo hay un Bach... Sólo hay un Bach."
Feliz por este encuentro regresó Bach
a Leipzig, ciudad que ya no abandonaría hasta su muerte. Su energía y
su espíritu creativo estaban aún intactos, pero su vista se extinguía y
su salud le exigía cuidados. El genio luchó en vano contra su fin
próximo. Empleó sus últimos días en cumplir sus obligaciones familiares y
profesionales con la máxima diligencia posible, aunque no renunció por
ello a su vocación musical y desde su lecho de muerte dictó El arte de la fuga.
Un ataque de apoplejía puso fin a su vida
el día 28 de julio de 1750. Lo rodeaban sus familiares y su alma
grandiosa abandonó sin dolor alguno el cuerpo del que había sido un
simple mortal casi ignorado por sus semejantes. Dejaba a su muerte un
valioso legado a la posteridad: una ingente obra religiosa y numerosas
piezas profanas; un corpus que, en definitiva, se ha erigido en ley de
toda la producción musical posterior. Años después, en una conversación
con Mendelssohn, Goethe fue capaz de concentrar en una sola frase
admirativa cuanto hay de mágico en la música de Johann Sebastian Bach:
"Es como si la armonía universal estuviera dialogando consigo misma,
como si lo hubiera hecho en el pecho de Dios desde la creación del
mundo."
Cronología de Johann Sebastian Bach
1685 | Nace en Eisenach, Alemania, el 21 de marzo. |
1694 | Fallece su padre y queda bajo la tutela de su hermano Johann Christoph. Estudia en el Gimnasium de Ohrdruf. |
1700 | Parte a Lüneburg para ingresar en el coro de la Ritterakademie. |
1703 | Es nombrado violinista en la orquesta de cámara del duque Johann Ernst de Weimar y organista de Arnstadt. |
1707-08 | Abandona su cargo de Arnstadt y se convierte en organista de la iglesia de San Blas de Mühlhausen. Se casa con su prima Maria Barbara, con la que tendría siete hijos. Inicia la composición de cantatas, entre las que destaca Actus tragicus, y compone sus primeras obras para órgano, entre ellas la Toccata y fuga en Re menor. |
1708-17 | Se establece en la corte de Weimar, donde desempeñará diversos cargos en la capilla palatina del duque regente Wilhelm Ernst. Compone numerosas cantatas. |
1717-23 | Estancia en Köthen como maestro de capilla del príncipe Leopold de Köthen, con quien establece una fructífera amistad. Compone los seis Conciertos de Brandemburgo, una primera versión de La pasión según San Juan, la primera parte de El clave bien temperado y otras piezas destacadas. |
1720 | Muere su esposa Maria Barbara. |
1721 | Se casa en segundas nupcias con la cantante Anna Magdalena Wilcken, con la que tendría trece hijos. |
1723 | Se establece definitivamente en Leipzig, ciudad en la que es nombrado Kantor de la Thomasschule, cargo que ejercerá hasta su muerte. Compone el Magnificat en re bemol mayor. |
1725 | Compone el Oratorio de Pascua. |
1727 | Compone La pasión según San Mateo. |
1729 | Es nombrado director del Collegium Musicum. |
1731 | Compone La pasión según San Marcos. |
1734 | Compone el Oratorio de Navidad. |
1735 | Compone el Concierto italiano. |
1736 | Es nombrado compositor de corte del príncipe sajón y rey de Polonia Augusto III. |
1738 | Última versión de La pasión según San Juan. |
1742 | Compone las Variaciones Goldberg. |
1744 | Finaliza la segunda parte de El clave bien temperado. |
1747 | Compone la Ofrenda musical. Visita a Federico II de Prusia en su palacio de Potsdam. |
1749 | Se agravan sus problemas de visión. |
1750 | Muere en Leipzig el 28 de julio. |
Música de Johann Sebastian Bach
La música barroca
Los límites del estilo barroco en música
se suelen situar entre los años finales del siglo XVI, momento del
inicio de los experimentos musicales que culminarán en Monteverdi, y
1750, fecha de la muerte de Johann Sebastian Bach, último gran defensor
del estilo frente a las primeras voces críticas que proponían nuevas
soluciones y que llevarían al triunfo del Clasicismo. Evidentemente, un
estilo que impera durante siglo y medio no puede dejar de sufrir
modificaciones y evoluciones. En el caso del barroco, pueden
distinguirse sin embargo varios elementos básicos que permanecen a pesar
de las diferencias: el empleo del bajo continuo y el estilo
concertante, que consiste en el enfrentamiento de varios grupos vocales o
instrumentales compuestos por diferente número de intérpretes y a veces
por diferentes instrumentos, siempre con el bajo continuo como base
armónica. Junto a ello es preciso señalar el progresivo abandono de la
armonía modal en favor de las escalas mayor y menor que se emplean hasta
la actualidad. Asimismo, la progresiva dificultad de las composiciones
hizo necesario el nacimiento del compás, que divide el tiempo en partes
iguales.
Johann Sebastian Bach
Por otra parte, la música del Barroco se
caracterizará por la búsqueda de la expresividad, plasmada en una
sistematización de los diferentes afectos humanos, que se relacionarán
tanto con las diferentes escalas como con los instrumentos, y que será
conocida como Teoría de los Afectos. Esta teoría surgió
de la música vocal, aunque después pasó a aplicarse también a la música
instrumental como forma de hacer llegar al público unos sentimientos
concretos.
El Barroco marca la primera etapa de la
independencia de la música instrumental respecto de la vocal. Si hasta
este momento la música podía ser cantada o tocada indistintamente, a
partir del Barroco comienza a componerse música expresamente para
instrumentos, y a especificarse la familia e incluso el número concreto
de ejecutantes, de modo que el contraste entre grupos grandes y grupos
pequeños quede claro. Es también el período en el que comienzan su
andadura la mayor parte de los géneros que han llegado hasta nosotros.
Además de los géneros instrumentales (de entre los que destacan la
sonata, el concierto y la suite), la ópera y el oratorio se convierten
en espectáculos habituales a lo largo del siglo XVII debido, por un
lado, al gusto de la realeza, la aristocracia y el estamento
eclesiástico por el espectáculo y, por otro, a la creciente importancia
del público ciudadano que asiste a las representaciones de ambos
géneros.
Por lo general, se admiten tres etapas en
el desarrollo del barroco musical: barroco temprano, barroco medio o
pleno y barroco tardío, que sólo se pueden fechar de forma aproximada.
El barroco temprano (1580-1630) se originó en Italia en los últimos años
del siglo XVI como consecuencia de una evolución dentro de la música
del Renacimiento. El nuevo estilo cuajó hacia 1600 gracias a la obra de
compositores como Claudio Monteverdi o Giulio Caccini, cuya obra Le Nuove Musiche (La Nueva Música)
tiene un título revelador del deseo de basarse en planteamientos
nuevos. En la implantación de este nuevo estilo fue fundamental el
desarrollo de la imprenta, que permitió una mayor y mejor difusión de la
obra de estos autores. El triunfo del nuevo estilo no supuso la
desaparición del estilo previo: el stile antico o stile alla palestrina del Renacimiento convivió con el nuovo stile al que Monteverdi, refiriéndose a su propia obra, llamó seconda pratica (segunda manera) para distinguirlo de la prima pratica o primera manera que había aprendido de sus maestros y en la que había iniciado su obra.
Aunque proceda de elementos previos, el
nuevo estilo recibió el impulso definitivo gracias a las reflexiones que
sobre la relación entre música y poesía llevaron a cabo en los años
finales del siglo XVI los miembros de la Camerata Fiorentina,
que se reunía en al palacio del conde Ángelo Bardi. El propósito de
este grupo era la reconstrucción de la tragedia clásica griega, que
suponían que había sido cantada. La necesidad de encontrar un estilo
musical que no oscureciera el sentido del texto (cosa que sucedía
constantemente en la polifonía del Renacimiento) les llevó a la creación
de un estilo nuevo al que llamaron stile recitativo (estilo recitativo o recitado)
en el que la voz se limitaba a seguir el texto sin desfigurarlo con
adornos o melodías que distrajeran del contenido literario. Como apoyo
de este recitativo, a fin de que el cantante no perdiera el tono,
decidieron colocar un bajo que acompañara la declamación. Ello dio lugar
al moderno género de la ópera (la primera de la que se tiene noticia, Dafne,
con texto de Rinuccini y música de Peri, se representó en 1598), y al
bajo continuo (en el que se basó toda la música barroca, tanto vocal
como instrumental). Aunque el alejamiento de los modos eclesiásticos en
los que se había basado la música durante la Edad Media y el
Renacimiento sea ya un hecho, la armonía del primer Barroco no es
todavía tonal, sino que se caracteriza por experimentar con los acordes
(con frecuencia a partir del texto de la música vocal) para buscar
caminos nuevos.
El barroco medio o pleno (1630-1680) se caracteriza por la creación del bel canto (en italiano bello canto),
que es aplicado primero a toda la música vocal, para pasar sus
procedimientos posteriormente a la instrumental, y que logra en esta
etapa un desarrollo notable. El estilo belcantista, como el recitativo,
surgió dentro de la ópera. El cansancio que provocaban las
representaciones basadas solamente en el estilo recitativo llevó a la
búsqueda de elementos que introdujeran variedad e impidieran que el
interés del público decayera. Para ello, comenzaron a intercalar
fragmentos melódicos en los que los cantantes, por lo general en
solitario, comentaban la acción. La generalización de estos fragmentos
(conocidos con el nombre de aria) llevan a una primera distinción entre
momentos de reflexión y momentos de acción, que será fundamental en el
desarrollo de los esquemas del resto de los géneros. Por otra parte, el
aria pasa también a la música instrumental dando lugar a pasajes
melodiosos que alternan con los escritos en estilo contrapuntístico. La
armonía de esta etapa es ya declaradamente tonal. El asentamiento de la
tonalidad limita el uso de la disonancia y el lenguaje musical va
uniformándose en toda Europa.
El barroco tardío
El barroco tardío (1680-1750) supuso el
momento de mayor perfección del estilo barroco. En esta etapa el
lenguaje tonal se asienta por completo a través de su empleo en los
fragmentos contrapuntísticos, en los que la relación entre la tónica y
la dominante se convierte en elemento básico. La fuga será el fruto
principal de la aplicación de los principios de la tonalidad al
contrapunto. Al mismo tiempo, la aparición de relaciones tonales entre
los movimientos de las obras instrumentales se generaliza, otorgándose
mayor importancia todavía al lenguaje tonal. Junto con el asentamiento
de la tonalidad, comienzan a generalizarse diferentes géneros
instrumentales, como el concierto, la suite, la sinfonía o la obertura,
aunque sus estructuras y denominaciones sean todavía algo confusas.
Estos géneros serán fundamentales en el desarrollo del Clasicismo.
A partir de 1730, el estilo barroco comenzó
a recibir críticas fundadas en su excesiva complicación, sobre todo en
lo que al empleo del contrapunto se refiere; se le achacaba sacrificar a
la simple técnica la expresión de los sentimientos. Ello dio lugar a la
aparición de dos estilos, el estilo galante y el estilo sentimental, lo
que marcó ya el tránsito hacia el Clasicismo. Las críticas se
centraron, precisamente, en la obra de Bach, al que sus propios hijos
llegaron a apodar cariñosamente el viejo peluca, por su
apego, excesivo a ojos de los jóvenes, al contrapunto. Este hecho y la
falta de nuevos cultivadores del estilo barroco en los años posteriores
han llevado a considerar el año de 1750, fecha de la muerte de Bach
padre, como el del final del período barroco.
Bach y la Reforma
Podemos decir que Bach trabajó en la
sombra, dedicado a cumplir con sus obligaciones de maestro de capilla e
inmerso en un ambiente doméstico tan denso como azaroso, con dos
matrimonios y una veintena de hijos, algunos de los cuales fueron
eminentes compositores, como Wilhelm Friedemann (1710-1784), Carl
Philipp Emmanuel (1714-1788) y Johann Christian (1735-1782). Pero Johann
Sebastian Bach fue, sin duda, el miembro más destacado de aquella
familia en la que se han contabilizado unos cincuenta músicos, entre
compositores e intérpretes, a lo largo de los siglos XVII y XVIII
alemanes.
La familia Bach
Es difícil hacerse cargo de un
fenómeno de tan complejas características si no recordamos, por un lado,
la jerarquización y estratificación de una sociedad en la que las artes
y oficios se transmitían y se aprendían en familia, y, por otro, la
importancia social, política e incluso teológica que la música sacra
tuvo para la consolidación de la Reforma de Martín Lutero en Alemania.
Lutero, en efecto, se propuso centrar la
vida social y espiritual de la comunidad en un único servicio religioso,
a celebrar sólo los domingos, y en lengua vernácula. Pueden apreciarse,
pues, las implicaciones políticas y teológicas de su rechazo al canto
gregoriano y sacerdotal y al latín, y del paralelo reforzamiento de las
corales y de la música para órgano. La vida de Johann Sebastian Bach nos
muestra cómo, en pleno siglo XVIII, las autoridades municipales y
feudales del luteranismo se tomaban como delicados temas de gobierno
todo aquello relacionado con las manifestaciones de la música sacra y
sus músicos.
La música sacra, por otro lado, se componía
y transmitía en tres ámbitos estrechamente interrelacionados: el
palacio, la iglesia y la familia. El mismo caso de Bach es, en este
sentido, paradigmático: hombre profundamente religioso, formado en una
familia de músicos de capilla, se convertiría en uno de los más afamados
y respetados organistas de su tiempo, pero también compondría para
palacio obras sacras y profanas, y sabemos que componía y ejecutaba
cuartetos con sus propios hijos, a los que a su vez iba formando como
concertistas y compositores.
La obra de Bach
Con todo, la obra de Johann Sebastian Bach
constituye sin duda la cumbre del arte musical barroco. No es extraño
que Anton Webern dijese que toda la música se encontraba en Bach. El
mismo Arnold Schönberg subrayó que las audacias tonales del compositor
alemán abrieron el camino a la disolución de la tonalidad, acontecida
dos siglos después. A Igor Stravinski, la personalidad artística del
maestro de Eisenach le pareció un milagro, algo sobrenatural e
inexplicable. Y, sin embargo, en su época Bach fue un músico poco
conocido, en comparación con maestros como Georg Philipp Telemann o
Georg Friedrich Haendel. Sus composiciones, de profundo carácter
especulativo, en las que la técnica y la ideación de nuevos
procedimientos se combinan con las soluciones armónicas y melódicas más
bellas, resultaban a oídos de sus coetáneos demasiado "intelectuales",
por decirlo de algún modo. El público estaba acostumbrado a un arte
menos denso, influido por el melodismo y la sencillez armónica de los
compositores italianos y por el surgimiento de la ópera italiana, de la
que la música instrumental adquirió no pocos elementos.
Johann Sebastian Bach (óleo de J. J. Ihle, 1720)
Bach fue prácticamente autodidacta: aparte
de las lecciones que recibió como instrumentista, adquirió por sí mismo
su formación compositiva a base de reflexión personal y del estudio y
transcripción de partituras de compositores célebres como Vivaldi o
Buxtehude. Así, en las obras de su primera etapa intentó ampliar las
formas musicales al uso entre los instrumentistas alemanes de su época
por medio de la tensión interna de temas que se yuxtaponen unos a otros.
Es a partir de las composiciones para órgano de la época de Weimar
cuando, con la inspiración de modelos extranjeros, comienza a fijar un
estilo propio aplicando a estas influencias su talento para las
combinaciones temáticas.
Admirador de la tradición organística del
norte alemán, en especial de la representada por Dietrich Buxtehude,
aunque también de los músicos italianos, sobre todo los venecianos
Antonio Vivaldi y Tommaso Albinoni, Bach fue capaz de amalgamar en su
obra las ideas estéticas más antagónicas y de combinarlas
magistralmente, aunque sería inexacto no reconocer también las muchas
influencias de los músicos franceses, que enriquecieron, y de modo muy
sustancial, su concepción armónica. Se puede decir sin temor a errar que
Bach logró fusionar los tres principales estilos de la música barroca
europea: el italiano, el francés y el alemán. En sus cantatas, por
ejemplo, siguió los modelos italianos, incorporando melodías y
recitativos al estilo de la ópera. Muchas de estas obras están repletas
de símbolos y de ideas musicales que se refieren al texto que las
acompaña, como en el caso de los cromatismos en espiral que se utilizan
para representar a la serpiente (símbolo del pecado).
Autor de una ingente producción para tecla y
de una obra vocal incomparable, con pasiones, cantatas y misas que
constituyen verdaderos modelos de perfección, a Bach se le debe además
un repertorio de cámara e instrumental prodigioso. En sus Sonatas y Partitas para violín solo y en las Suites
para violoncelo solo encontramos infinitos hallazgos, ya sean armónicos
o contrapuntísticos, terreno este último en el que Bach se erigió en
maestro indiscutido. Tanta maestría encierra su escritura que todavía
hoy su contrapunto se estudia en todos los conservatorios del mundo. Max
Reger llegó a decir que en una fuga de Bach estaba contenida toda la
filosofía de Occidente.
Los conciertos
Como era previsible, su genio alcanzó el
ámbito del concierto, en el que, junto a las obras para clave y las
partituras violinísticas, merecen lugar de honor los llamados Conciertos de Brandemburgo
(BWV 1046-BWV 1051), compuestos probablemente entre 1713 y 1721. Esta
colección de seis conciertos fue enviada por Bach como obsequio al
margrave Christian Ludwig de Brandemburgo, tío de Federico Guillermo I.
Aunque el destinatario apreció las partituras, le parecieron algo
difíciles y extravagantes, lo cual no debe sorprendernos si pensamos que
en tiempos de Bach la forma concierto era mucho más convencional,
todavía vinculada con el concerto grosso o con el
esquema básico del concierto solista al estilo vivaldiano. Bach tiene
una facilidad pasmosa para mezclar episodios del más puro e intenso
contrapunto con los aires de danza o con la escritura armónica más
brillante.
Todos estos recursos nos sitúan en la
antesala del concierto clásico, y por tanto a las puertas del concierto
desarrollado durante el siglo XIX. Es muy acertada la observación de un
estudioso tan destacado como Carl Dahlhaus, quien señaló que Bach no fue
importante para la música del siglo XVIII sino para la del siguiente.
En efecto, a raíz del redescubrimiento de La pasión según San Mateo,
que dirigió en 1829 en un concierto Félix Mendelssohn, Bach dejó de ser
un organista de talento y un autor de imponentes fugas para convertirse
en un mito de la música. La tiniebla en que había quedado envuelta su
memoria se esfumó y pasó a erigirse en un verdadero modelo, en el
artífice de un lenguaje nuevo de valor imperecedero.
La posteridad
El gusto por un arte menos complejo surgido
durante el Barroco tardío hizo que maestros de talento pero menores,
como Johann Gottlieb Graun (1702-1771), ensombrecieran la última etapa
de Bach. Tras su muerte, el compositor alemán se vio eclipsado durante
mucho tiempo por la celebridad de algunos de sus hijos, también notables
compositores. En realidad, la música de Johann Sebastian Bach fue poco
interpretada en la segunda mitad del siglo XVIII. Sin embargo, la labor
de sus propios hijos (especialmente, la de Carl Philipp Emmanuel)
impidió que la música de Bach cayese en el olvido. Otra figura
importante en la difusión de la obra del músico alemán fue el barón
Gottfried van Swieten: fue él quien mostró algunos originales de Bach a
Wolfgang Amadeus Mozart, cuya obra se vería muy influida por las fugas
del compositor barroco.
Las primeras ediciones El clave bien temperado
de Bach aparecieron, de forma simultánea, en Alemania y Gran Bretaña a
principios del siglo XIX. Esta obra ocupó muy pronto un lugar preferente
en los atriles de grandes maestros del piano, como Beethoven, Chopin,
Liszt o Mendelssohn. Sin embargo, la consagración definitiva de Bach
como genio universal llegó en 1829, cuando el propio Félix Mendelssohn
dirigió la ejecución íntegra de La pasión según San Mateo. Desde
entonces, la fama del gran músico barroco no ha dejado de acrecentarse,
hasta convertirlo en uno de los compositores clásicos más admirados.