Miguel de Cervantes : Su vida y logros.
Miguel de Cervantes
A diferencia de la de su contemporáneo Lope
de Vega, quien conoció desde joven el éxito como comediógrafo, poeta y
seductor, la vida de Cervantes fue una ininterrumpida serie de pequeños
fracasos domésticos y profesionales, en la que no faltó ni el
cautiverio, ni la injusta cárcel, ni la afrenta pública. No sólo no
contaba con renta, sino que le costaba atraerse los favores de mecenas o
protectores; a ello se sumó una particular mala fortuna que lo
persiguió durante toda su vida. Sólo al final, tras el éxito de las dos
partes del Quijote, conoció cierta tranquilidad y pudo gozar del
reconocimiento hacia su obra, pero siempre agobiado por las penurias
económicas.
Sexto de los siete hijos del matrimonio de
Rodrigo de Cervantes Saavedra y Leonor de Cortinas, Miguel de Cervantes
Saavedra nació en Alcalá (dinámica sede de la segunda universidad
española, fundada en 1508 por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros)
entre el 29 de septiembre (día de San Miguel) y el 9 de octubre de
1547, fecha en que fue bautizado en la parroquia de Santa María la
Mayor. La familia de su padre conocía la prosperidad, pero su abuelo
Juan, graduado en leyes por Salamanca y juez de la Santa Inquisición,
abandonó el hogar y comenzó una errática y disipada vida, dejando a su
mujer y al resto de sus hijos en la indigencia, por lo que el padre de
Cervantes se vio obligado a ejercer su oficio de cirujano barbero, lo
cual convirtió la infancia del niño en una incansable peregrinación por
las más populosas ciudades castellanas. Por parte materna, Cervantes
tenía un abuelo magistrado que llegó a ser efímero propietario de
tierras en Castilla. Estos pocos datos acerca de las profesiones de los
ascendientes de Cervantes fueron la base de la teoría de Américo Castro
sobre el origen converso (judíos obligados a convertirse en cristianos
tras 1495) de ambos progenitores del escritor.
El destino de Miguel parecía prefigurarse
en parte en el de su padre quien, acosado por las deudas, abandonó
Alcalá para buscar nuevos horizontes en el próspero Valladolid, pero
sufrió siete meses de cárcel por impagos en 1552, y se asentó en Córdoba
en 1553; dos años más tarde, en esa ciudad, Miguel ingresó en el
flamante colegio de los jesuitas. Aunque no fuera persona de gran
cultura, Rodrigo se preocupaba por la educación de sus hijos; el
escritor fue un lector precocísimo y sus dos hermanas sabían leer, cosa
muy poco usual en la época, aun en las clases altas. Por lo demás, la
situación de la familia era precaria. En 1556 Leonor vendió el único
sirviente que le quedaba y partieron hacia Sevilla, con el fin de
mejorar económicamente, pues esta ciudad era la puerta de España a las
riquezas de las Indias y la tercera ciudad de Europa, tras París y
Nápoles, en la segunda mitad del siglo XVI.
Supuesto retrato de Miguel de Cervantes
A los diecisiete años Miguel era
un adolescente tímido y tartamudo, que asistía a clase al colegio de los
jesuitas y se distraía como asiduo espectador de las representaciones
del popular Lope de Rueda, como recordaría luego, en 1615, en el prólogo
a la edición de sus propias comedias: «Me acordaba de haber visto
representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación y
del entendimiento».
En 1551 la hasta entonces pequeña y
tranquila villa de Madrid había sido convertida en capital por Felipe
II, por lo que en los años siguientes la ciudad quintuplicaría su tamaño
y población y llevados, nuevamente, por el afán de prosperar, los
Cervantes se trasladaron en 1566 a la nueva capital. No se sabe con
certeza que Cervantes hubiera asistido a la universidad, a pesar de que
en sus obras mostró familiaridad con los usos y costumbres
estudiantiles; en cambio, su nombre aparece en 1568, firmando cuatro
composiciones en una antología de poemas en loa de Isabel de Valois,
tercera esposa de Felipe II, fallecida ese mismo año. El editor del
libro, Juan López de Hoyos, humanista, probable introductor de Cervantes
a la lectura de Virgilio, Horacio, Séneca y Catulo y, sobre todo, a la
del humanista Erasmo de Rotterdam, se refiere a aquél como «nuestro caro
y amado alumno». Otros aventuran, sin embargo, que en el círculo o
escuela de Hoyos, Cervantes había sido profesor y no discípulo.
En el año de 1569 un tal Miguel de
Cervantes fue condenado en Madrid a arresto y amputación de la mano
derecha por herir a un tal Antonio de Segura. La pena, corriente, se
aplicaba a quien se atreviera a hacer uso de armas en las proximidades
de la residencia real. No se sabe si Cervantes salió de España ese mismo
año huyendo de esta sanción, pero lo cierto es que en diciembre de 1569
se encontraba en los dominios españoles en Italia, provisto de un
certificado de cristiano viejo (sin ascendientes judíos o moros) y meses
después era soldado en la compañía de Diego de Urbina.
Pero la gran expectativa bélica estaba
puesta en la campaña contra el turco, en que el Imperio español cifraba
su continuidad en el dominio y hegemonía en el Mediterráneo. Diez años
antes, España había perdido en Trípoli cuarenta y dos barcos y ocho mil
hombres. En 1571 Venecia y Roma formaban, con España, la Santa Alianza, y
el 7 de octubre, comandados por el hermanastro bastardo del rey de
España, Juan de Austria, vencieron a los turcos en la batalla de
Lepanto. Fue la gloria inmediata, una gloria que marcó a Cervantes quien
relataría luego, en la primera parte del Quijote, las circunstancias de
la lucha. En su transcurso recibió el escritor tres heridas, una de las
cuales, si se acepta esta hipótesis, inutilizó para siempre su mano
izquierda y le valió el apelativo de «el manco de Lepanto» como timbre
de gloria.
Junto a su hermano menor, Rodrigo,
Cervantes entró en batalla nuevamente en Corfú, también al mando de Juan
de Austria. En 1573 y 1574 se encontraba en Sicilia y en Nápoles, donde
mantuvo relaciones amorosas con una joven a quien llamó «Silena» en sus
poemas y de la que tuvo un hijo, Promontorio. Es posible que pasara por
Génova a las órdenes de Lope de Figueroa, puesto que la ciudad ligur
aparece descrita en El licenciado Vidriera, y finalmente se dirigiera a Roma, donde frecuentó la casa del cardenal Aquaviva (a quien dedicaría La Galatea),
conocido suyo, tal vez desde Madrid, y por cuya cuenta habría cumplido
algunas misiones y encargos. Fue la época en que Cervantes se propuso
conseguir una situación social y económica más elevada dentro de la
milicia, con el cargo de alférez o capitán, para lo cual obtuvo dos
cartas de recomendación ante Felipe II, firmadas por Juan de Austria y
por el virrey de Nápoles, en las que se certificaba su valiente
actuación en la batalla de Lepanto.
Con esta intención, los Cervantes se
embarcaron en la goleta Sol, que partió de Nápoles el 20 de septiembre
de 1575, y lo que debía ser un expeditivo regreso a la patria se
convirtió en el principio de una infortunada y larga peripecia. A poco
de zarpar, la goleta se extravió tras una tormenta que la separó del
resto de la flotilla y fue abordada, a la altura de Marsella, por tres
corsarios berberiscos al mando de un albanés renegado de nombre Arnaute
Mamí. Tras encarnizado combate y consiguiente muerte del capitán
cristiano, los hermanos cayeron prisioneros. Las cartas de recomendación
salvaron la vida a Cervantes pero serían, a la vez, la causa de lo
prolongado de su cautiverio: Mamí, convencido de hallarse ante una
persona principal y de recursos, lo convirtió en su esclavo y lo mantuvo
apartado del habitual canje de prisioneros y del tráfico de esclavos
corriente entre turcos y cristianos. Esta circunstancia y su mano
lisiada lo eximieron de ir a las galeras.
Argel era en aquel momento uno de los
centros de comercio más ricos del Mediterráneo. En él muchos cristianos
pasaban de la esclavitud a la riqueza renunciando a su fe. El tráfico de
personas era intenso pero la familia de Cervantes estaba bien lejos de
poder reunir la cantidad necesaria siquiera para el rescate de uno de
los hermanos. Cervantes protagonizó, durante su prisión, cuatro intentos
de fuga. El primero fue una tentativa frustrada de llegar por tierra a
Orán, que era el punto más cercano de la dominación española. El
segundo, al año de aquél, coincidió con los preparativos de la
liberación de su hermano. En efecto, Andrea y Magdalena, las dos
hermanas de Cervantes y de quienes se supone que ejercían la
prostitución, mantuvieron un pleito con un madrileño rico llamado Alonso
Pacheco Pastor, durante el cual demostraron que debido al matrimonio de
éste sus ingresos como barraganas se verían mermados, y, según
costumbre, obtuvieron dotes que fueron destinadas al rescate de Rodrigo,
quien saldría de Argel el 24 de agosto de 1577, fracasado otro intento
de fuga de Miguel, y los hermanos se despidieron, salvando este último
la vida de la ejecución debido a que su dueño lo consideraba un «hombre
principal».
El tercer intento fue mucho más dramático
en sus consecuencias: Cervantes contrató un mensajero que debía llevar
una carta al gobernador español de Orán. Interceptado, el mensajero fue
condenado a muerte y empalado, mientras que al escritor se le
suspendieron los dos mil azotes a los que se le había condenado y que
equivalían a la muerte. Una vez más, la presunción de riqueza le
permitió conservar la vida y alargó su cautiverio. Esto sucedía a
principios de 1578. Finalmente, un año y medio más tarde, Cervantes
planeó una fuga en compañía de un renegado de Granada, el licenciado
Girón. Delatados por un tal Blanco de Paz, Cervantes fue encadenado y
encerrado durante cinco meses en la prisión de moros convictos de Argel.
Tuvo un nuevo dueño, el rey Hassán, que pidió seiscientos ducados por
su rescate. Estaba aterrado: temía un traslado a Constantinopla.
Mientras, su madre, doña Leonor, había iniciado trámites para su
rescate. Fingiéndose viuda, reunió dinero, obtuvo préstamos y garantías,
se puso bajo la advocación de dos frailes y, en septiembre de 1579,
entregó al Consejo de las Cruzadas 475 ducados. Hasta el último momento,
Hassán retuvo a Cervantes, mientras los frailes negociaban, pedían
limosna para completar la cantidad y por último, el 19 de septiembre de
1580, fue liberado y, tras un mes en que para limpiar su nombre pleiteó
contra Blanco de Paz, se embarcó para España el 24 de octubre.
Cinco días más tarde, después de un lustro
de cautiverio, Cervantes llegó a Denia y volvió a Madrid. Tenía treinta y
tres años y había pasado los últimos diez entre la guerra y la prisión;
su familia, empobrecida y endeudada con el Consejo de las Cruzadas,
reflejaba, en parte, la profunda crisis general del imperio, que se
agravaría luego de la derrota de la Armada Invencible en 1587. Al
retornar, Cervantes renunció a la carrera militar, se entusiasmó con las
perspectivas de prosperidad de los funcionarios de Indias, trató de
obtener un puesto en América y fracasó. Mientras, fruto de sus
relaciones clandestinas con una joven casada, Ana de Villafranca (o Ana
de Rojas), nació una hija, Isabel, criada por su madre y por el que
aparecía como su padre putativo, Alonso Rodríguez.
A los treinta y siete años Cervantes se
casó. Su novia, Catalina de Salazar y Palacios, era de una familia de
Esquivías, pueblo campesino de La Mancha. Tenía sólo dieciocho años, no
obstante, no parece haber sido una unión signada por el amor. Meses
antes, el escritor había acabado su primera obra importante, La Galatea,
una novela pastoril al estilo puesto en boga por la Arcadia de
Sannazaro cincuenta años atrás. El editor Blas de Robles le pagó 1.336
reales por el manuscrito. Esta cifra nada despreciable y la buena
acogida y el relativo éxito del libro animaron a Cervantes a dedicarse a
escribir comedias; aunque sabía que mal podía competir él, todavía
respetuoso de las normas clásicas, con el nuevo modo de Lope de Vega,
dueño absoluto de la escena española. Las dos primeras (La comedia de la confusión y Tratado de Constantinopla y muerte de Selim,
escritas hacia 1585 y desaparecidas ambas) obtuvieron relativo éxito en
sus representaciones, pero Cervantes fue vencido por el vendaval
lopesco y, a pesar de las veinte o treinta obras (de las que sólo
conocemos nueve títulos y dos textos, Los tratos de Argel y Numancia), alrededor de 1600 había dejado de escribir comedias, actividad que retomaría al fin de sus días.
Entre 1585 y 1600 Cervantes fijó su
residencia en Esquivías, pero solía visitar Madrid solo y, allí,
alternaba con los escritores de su tiempo, leía sus obras y mantenía una
permanente querella con Lope de Vega. En 1587 ingresó en la Academia
Imitatoria, primer círculo literario madrileño, y ese mismo año fue
designado comisario real de abastos (recaudador de especies) para la
Armada Invencible. También este destino le fue adverso: en Écija se
enfrentó con la Iglesia por su excesivo celo recaudatorio y fue
excomulgado; en Castro del Río fue encarcelado, en 1592, acusado de
vender parte del trigo requisado, hasta que, al morir su madre en 1594,
abandonó Andalucía y volvió a Madrid. Pero sus penurias económicas
siguieron acompañándole. Nombrado recaudador de impuestos, quebró el
banquero a quien había entregado importantes sumas y Cervantes dio con
sus huesos en la prisión, esta vez en la de Sevilla, donde permaneció
cinco meses. En esta época de extrema carencia comenzó probablemente la
redacción del Quijote. Entre 1604 y 1606, la familia de Cervantes, su
esposa, sus hermanas de tan dudosa reputación y su aguerrida hija
natural, así como sus sobrinas, siguieron a la corte a Valladolid, hasta
que el rey Felipe III ordenó el retorno a Madrid.
Pero en 1605, a principios de año, apareció en Madrid El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha.
Su autor era por entonces hombre enjuto, delgado, de cincuenta y ocho
años, tolerante con su turbulenta familia, poco hábil para ganar dinero,
pusilánime en tiempos de paz y decidido en los de guerra. La fama fue
inmediata, pero los efectos económicos apenas se hicieron notar. Cuando,
en junio de 1605, toda la familia Cervantes, con el escritor a la
cabeza, fue a la cárcel por unas horas a causa de un turbio asunto que
sólo tangencialmente les tocaba (la muerte de un caballero asistido por
las mujeres de la familia, ocurrida tras ser herido aquél a las puertas
de la casa), don Quijote y Sancho ya pertenecían al acervo popular. Su
autor, mientras tanto, seguía pasando estrecheces. No le ofreció respiro
ni siquiera la vida literaria: animado por el éxito del Quijote,
ingresó en 1609 en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento, a
la que también pertenecían Lope de Vega y Quevedo. Era ésta costumbre de
la época, que ofrecía a Cervantes la oportunidad de obtener algún
protectorado. En aquel mismo año se firmó el decreto de expulsión de los
moriscos y se acentuó el endurecimiento de la vida social española
sometida al rigor inquisitorial. Cervantes saludó la expulsión con
alegría, mientras su hermana Magdalena ingresaba en una orden religiosa.
Fueron años de redacción de testamentos y contiendas sórdidas:
Magdalena había excluido del suyo a Isabel en favor de otra sobrina,
Constanza, y Cervantes renunció a su parte de la finca de su hermano
también en favor de aquélla, dejando fuera a su propia hija, enzarzada
en un pleito interminable con el propietario de la casa en la que vivía y
en el que Cervantes se había visto obligado a declarar a favor de su
hija.
A pesar de no conseguir siquiera (como
tampoco lo logró Góngora) ser incluido en el séquito de su mecenas el
nuevo virrey de Nápoles, el conde de Lemos, quien, sin embargo, le daba
muestras concretas de su favor, Cervantes escribió a un ritmo imparable:
las Novelas ejemplares, que aparecieron en 1613; el Viaje al Parnaso,
en verso, 1614. Ese mismo año lo sorprendió la aparición, en Tarragona,
de una segunda parte del Quijote, por un tal Avellaneda, que se proclamó
auténtica continuación de las aventuras del hidalgo. Así, enfermo y
urgido, mientras impulsaba la aparición de las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615), acabó la segunda parte del Quijote, que aparecería en el curso del mismo año.
A principios de 1616 estaba terminando su novela de aventuras en estilo bizantino, Los trabajos de Persiles y Segismunda;
el 19 de abril recibió la extremaunción y al día siguiente redactó la
dedicatoria al conde de Lemos, ofrenda que ha sido considerada como
exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica:
«Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve,
las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la
vida sobre el deseo que tengo de vivir...».
Unos meses antes de su muerte, Cervantes
tuvo una recompensa moral por sus penurias e infortunios económicos: uno
de los censores, el licenciado Marques Torres, le envió una
recomendación en la que relataba una conversación mantenida en febrero
de 1615 con notables caballeros del séquito del embajador francés ante
la corte Mariela: «Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión,
calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado,
hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: "Pues ¿a
tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario
público?". Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con
mucha agudeza: "Si necesidad le ha de obligar a escribir, plaga a Dios
que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre,
haga rico a todo el mundo"».
En efecto, ya circulaban traducciones al
inglés y al francés desde 1612, y puede decirse que Cervantes supo que
con el Quijote creaba una forma literaria nueva. Supo también que
introducía el género de la novela corta en castellano con sus Novelas ejemplares
y sin duda adivinaba los ilimitados alcances de la pareja de personajes
que había concebido. Sus contemporáneos, si bien reconocieron la viveza
de su ingenio, no vislumbraron la profundidad del descubrimiento del
Quijote, fundación misma de la novela moderna.
Así, entre el 22 y el 23 de abril de 1616
murió en su casa de Madrid, asistido por su esposa y una de sus
sobrinas; envuelto en su hábito franciscano y con el rostro sin cubrir,
fue enterrado en el convento de las trinitarias descalzas, en la
entonces llamada calle de Cantarranas. Hoy se desconoce la localización
exacta de su tumba.
Las fuentes del arte de Cervantes como
novelista son complejas: por un lado, don Quijote y Sancho son parodia
de los caballeros andantes y sus escuderos; por otro, en ellos mismos se
exalta la fidelidad al honor y a la lucha por los débiles. En el
Quijote confluyen, pues, realismo y fantasía, meditación y reflexión
sobre la literatura: los personajes discuten sobre su propia entidad de
personajes mientras las fronteras entre delirio y razón y entre ficción y
realidad se borran una y otra vez. Pero el derrotero de Cervantes, que
acompañó tanto las glorias imperiales de Lepanto como las derrotas de la
Invencible ante las costas de Inglaterra, sólo conoció los sinsabores
de la pobreza y las zozobras ante el poder. Al revés que su personaje,
él no pudo escapar nunca de su destino de hidalgo, soldado y pobre.
Cronología de Miguel de Cervantes
1547 | Nace en Alcalá de Henares, hijo de una familia próspera con posibles ascendientes conversos. |
1552 | Se traslada con su familia a Valladolid. |
1566 | Se traslada a Madrid. |
1568 | Asiste a las clases del humanista J. López de Hoyos. |
1569 | Publica sus primeras poesías en la Relación verdadera de López de Hoyos. Ingresa en el tercio de don Miguel de Moncada. |
1570 | Participa en la batalla de Lepanto. |
1575 | Cae prisionero de los turcos y pasa cinco años en Argel. |
1580 | Es liberado y regresa a España. |
1584 | Estreno en Madrid de Los tratos de Argel y Numancia. Contrae matrimonio con Catalina de Salazar y Palacios. |
1585 | Publica la obra pastoril La Galatea. Escribe las dos primeras comedias La comedia de la confusión y Tratado de Constantinopla y muerte de Selim (ambas desaparecidas). |
1587 | Ingresa en la Academia Imitatoria, primer círculo literario madrileño. Designado comisario real de abastos. |
1603 | Reside en Valladolid. |
1605 | Aparece, en Madrid, la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. La segunda lo hará en 1615. |
1613 | Publicación de las Novelas ejemplares. |
1614 | Publicación de Viaje al Parmaso, obra en verso. |
1615 | Publicación de Comedias y entremeses. |
1616 | Muere en Madrid y es enterrado en el convento de la trinitarias descalzas. |
El Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes
Es posible que Cervantes empezara a
escribir el Quijote en alguno de sus periodos carcelarios a finales del
siglo XVI. Mas casi nada se sabe con certeza. En el verano de 1604
estaba terminada la primera parte, que apareció publicada a comienzos de
1605 con el título de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
El éxito fue inmediato. En 1614 aparecía en Tarragona la continuación
apócrifa escrita por alguien oculto en el seudónimo de Alonso Fernández
de Avellaneda, quien acumuló en el prólogo insultos contra Cervantes.
Por entonces éste llevaba muy avanzada la segunda parte de su inmortal
novela. La terminó muy pronto, acuciado por el robo literario y por las
injurias recibidas. Por ello, a partir del capítulo 59, no perdió
ocasión de ridiculizar al falso Quijote y de asegurar la autenticidad de
los verdaderos don Quijote y Sancho. Esta segunda parte apareció en
1615. En 1617 las dos partes se publicaron juntas en Barcelona. Y desde
entonces el Quijote se convirtió en uno de los libros más editados del
mundo y, con el tiempo, traducido a todas las lenguas con tradición
literaria.
Génesis del Quijote
Considerado en su conjunto, el Quijote
ofrece una anécdota bastante sencilla, unitaria y bien trabada: un
hidalgo manchego, enloquecido por las lecturas caballerescas, da en
creerse caballero andante y sale tres veces de su aldea en búsqueda de
aventuras, siempre auténticos disparates, hasta que regresa a su casa,
enferma y recobra el juicio. Sin embargo, el conjunto de la trama no
está diseñado de un tirón, sino que responde a un largo proceso
creativo, de unos veinte años, un tanto sinuoso y accidentado: cabe la
posibilidad de que Cervantes ni siquiera imaginara en los inicios cuál
sería el resultado final.
Últimos momentos. Cuadro de Víctor Manzano
Algunos cervantistas han defendido la
tesis de que Cervantes se propuso inicialmente escribir una novela corta
del tipo de las "ejemplares". Esta idea se basa en la unidad de los
seis primeros capítulos, en los que se lleva a cabo la primera salida de
don Quijote, su regreso a casa descalabrado y el escrutinio de su
biblioteca por el cura y el barbero. Otra razón es la estrecha relación
entre el comienzo de cada capítulo y el final del anterior. Y también
apoya esta tesis la semejanza entre los seis primeros capítulos y el
anónimo Entremés de los romances, donde el labrador
Bartolo, enloquecido por la lectura de romances, abandona su casa para
imitar a los héroes del romancero, defiende a una pastora y resulta
apaleado por el zagal que la pretendía, y cuando es hallado por su
familia imagina que lo socorre el marqués de Mantua. Pero la tesis de la
novelita ejemplar es rechazada por otros estudiosos que consideran que
Cervantes concibió desde el principio una novela extensa.
Intención y significación de la obra
Lo que sí resulta seguro es que Cervantes
escribió un libro divertido, rebosante de comicidad y humor, con el
ideal clásico de instruir y deleitar. Cervantes afirmó varias veces que
su primera intención era mostrar a los lectores de la época los
disparates de las novelas de caballerías. En efecto, el Quijote ofrece
una parodia de las disparatadas invenciones de tales obras. Pero
significa mucho más que una invectiva contra los libros de caballerías.
Por la riqueza y complejidad de su
contenido y de su estructura y técnica narrativa, la novela admite
muchos niveles de lectura, e interpretaciones tan diversas como
considerarla una obra de humor, una burla del idealismo humano, una
destilación de amarga ironía, un canto a la libertad o muchas más.
También constituye una asombrosa lección de teoría y práctica
literarias. Porque, con frecuencia, se discute sobre libros existentes y
acerca de cómo escribir otros futuros, ya desde la primera parte:
escrutinio de la biblioteca de don Quijote, lectura de El curioso impertinente
en la venta de Juan Palomeque y disputa sobre libros de caballerías y
de historia, revisión de la novela y el teatro de la época en la
conversación entre el cura y el canónigo toledano... En la segunda parte
de la novela algunos personajes han leído ya la primera y hacen la
crítica de la misma. La primera parte será así el punto de referencia de
las discusiones sobre teoría literaria incluidas en la segunda.
Entre otras aportaciones más, el Quijote
ofrece asimismo un panorama de la sociedad española en su transición de
los siglos XVI al XVII, con personajes de todas las clases sociales,
representación de las más variadas profesiones y oficios, muestras de
costumbres y creencias populares. Sus dos personajes centrales, don
Quijote y Sancho, constituyen una síntesis poética del ser humano.
Sancho representa el apego a los valores materiales, mientras que don
Quijote ejemplifica la entrega a la defensa de un ideal libremente
asumido. Mas no son dos figuras contrarias, sino complementarias, que
muestran la complejidad de la persona, materialista e idealista a la
vez.
La locura y los ideales
La locura era un motivo frecuente en la
literatura del renacimiento, como prueban las obras de Ariosto y de
Erasmo de Rotterdam. Don Quijote actúa como un paranoico enloquecido por
los libros de caballerías. Unos lo consideran un loco rematado, otros
creen que es un "loco entreverado", con intervalos de lucidez. En
general se admite que don Quijote actúa como loco en lo concerniente a
la caballería andante y razona con sano juicio en lo demás. Don Quijote
transforma la realidad y la acomoda a su ficción caballeresca: imagina
castillos donde hay ventas, ve gigantes en molinos de viento y, cuando
se produce el descalabro, también lo explica según el código
caballeresco: los malos encantadores le han escamoteado la realidad,
envidiosos de su gloria.
Pero Don Quijote es también un modelo de
aspiración a un ideal ético y estético de vida. Se hace caballero
andante para defender la justicia en el mundo y desde el principio
aspira a ser personaje literario. En suma, quiere hacer el bien y vivir
la vida como una obra de arte. Se propone acometer "todo aquello que
pueda hacer perfecto y famoso a un andante caballero". Por eso imita los
modelos, entre los cuales el primero es Amadís de Gaula, a quien don
Quijote emula en la penitencia de Sierra Morena.
De ahí que Don Quijote provoque, como se ha
señalado a menudo, una sonrisa y una lágrima. Nos reímos de los
disparates del caballero; pero también sentimos la tristeza de ver
fracasar su intento de realizar unos ideales que deberían ser posibles.
Su influencia
Quizá Cervantes nunca llegó a imaginar la
importancia que su obra llegaría a tener para el desarrollo de la
literatura. Tan importante ha sido la influencia del Quijote, que han
sido innumerables los autores que han tomado esta obra como fuente de
inspiración. Entre ellos cabe citar a William Shakespeare, Giovanni
Meli, G. K. Chesterton, A. V. Lunacharski y Jorge Luis Borges. La obra
de Cervantes también fue el punto de partida para importantes ensayos,
entre los que se puede mencionar Vida de don Quijote y Sancho, de Miguel de Unamuno, y La ruta de don Quijote, de Azorín.