Biografía de Simón Bolívar : Su vida y logros.
Conocido como El Libertador, el general y estadista venezolano lideró
la emancipación de Hispanoamérica frente al colonialismo español.
Simón Bolívar
Bolívar en un retrato realizado hacia 1805 en París
En la batalla de Araure (5 de diciembre de 1813)
La batalla de Carabobo
Bolívar en un retrato de José Gil de Castro
Detalle de un retrato de Bolívar
realizado por Eustoquia Carrasquilla
Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander
Cuando la Independencia de América
comenzaba a pensarse con otros nombres y a iniciar su recorrido
autónomo, nació en Caracas, el 24 de julio de 1783, Simón José Antonio
de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Venezuela era entonces una
Capitanía General del Reino de España, en cuya población se respiraban
resquemores por las diferencias de derechos existentes entre la
oligarquía española dueña del poder, la clase mantuana o criolla,
terratenientes en su mayoría, y los estratos bajos de pardos y esclavos.
Los mantuanos, a pesar de los privilegios
que tenían, habían desarrollado un sentimiento particular del "ser
americano", que los invitaba a la rebeldía: "Estábamos (explicaría
Bolívar más tarde) abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en
cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del
Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por causas muy
extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca;
militares sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios
reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun
comerciantes; todo en contravención directa de nuestras instituciones".
Ésta era, por lo demás, la clase a la cual
pertenecían Juan Vicente Bolívar y Ponte, y María de la Concepción
Palacios y Blanco, padres del niño Simón. Era el menor de cuatro
hermanos y muy pronto se convertiría, junto a ellos, en heredero de una
gran fortuna. Bolívar quedó huérfano, definitivamente, a los nueve años
de edad, pasando al cuidado de su abuelo materno y posteriormente de sus
tío Carlos Palacios; ellos velarían por la educación del muchacho,
mientras la negra Hipólita, su esclava y nodriza, continuaría ejerciendo
sus funciones de cuidado.
Simón Bolívar
Entre los valles de Aragua y la ciudad de
Caracas discurrió la infancia y parte de la adolescencia del joven
Simón. Combinaba sus estudios en la escuela de primeras letras de la
ciudad con visitas a la hacienda de la familia. Más tarde, a los quince
años de edad, los territorios aragüeños cobrarían un nuevo significado
en su vida cuando, por la mediación que realizara su tío Esteban,
"ministro del Tribunal de la Contaduría Mayor del Reino" ante el rey
Carlos IV, fuera nombrado "subteniente de Milicias de Infantería de
Blancos de los Valles de Aragua".
Mientras esto sucedía, tuvo la suerte de
formarse con los mejores maestros y pensadores de la ciudad; figuraban
entre ellos Andrés Bello, Guillermo Pelgrón y Simón Rodríguez. Fue este
último, sin embargo, quien logró calmar por instantes el ímpetu nervioso
y rebelde del niño, alojándolo como interno en su casa por orden de la
Real Audiencia; lo cual sería la génesis de una gran amistad. Pero ni
esto ni aquello de la milicia fueron suficientes para aquietar al
muchacho, y sus tíos decidieron enviarlo a España a continuar su
formación.
La estancia en Europa
Corría el año 1799 cuando Bolívar
desembarcó en tierras peninsulares. En Madrid, a pesar de seguir sus
estudios, el ambiente de la ciudad le seducía: frecuentaba los salones
de lectura, baile y tertulia, y observaba maravillado la corte del reino
desde los jardines de Aranjuez, lugar éste que evocaría en sueños
delirantes en su lecho de muerte. Vestía de soldado en esos tiempos en
los cuales España comenzaba a hablar de Napoleón, y así visitaba al
marqués de Ustáriz, hombre culto con quien compartía largas tardes de
conversación.
En una de ellas conoció a María Teresa
Rodríguez del Toro, con quien se casaría el 26 de mayo de 1802 en la
capilla de San José, en el palacio del duque de Frías. Mientras Bernardo
Rodríguez, padre de la muchacha, decidía dar largas al compromiso,
Bolívar los sigue hasta Bilbao y aprovecha para viajar a Francia:
Bayona, Burdeos y París. Inmediatamente después de la boda se trasladan a
Caracas y, a pesar de los resquemores que canalizaban los criollos a
través de sus conspiraciones, Bolívar permanece junto a su esposa
llevando una vida tranquila. Esto apenas duraría, sin embargo, pues
María Teresa murió pocos días después de haberse contagiado de fiebre
amarilla, en enero de 1803. Bolívar, desilusionado, decide alejarse y
marcha nuevamente a Europa.
Los acontecimientos en Venezuela comenzaban
a tomar aires de revuelta mientras el caraqueño Francisco de Miranda,
desde Estados Unidos y las Antillas, preparaba una invasión que dibujaba
la noción de Independencia. Ajeno a todo aquello, Bolívar se reúne con
su suegro en Madrid, para trasladarse a París en 1804. Napoleón no
tardaría en declararse emperador de Francia. Este último había
organizado una clase aristócrata, hallada entre la burguesía, que se
reunía en los grandes salones a los cuales asistía Bolívar en compañía
de Fernando Toro y Fanny du Villars.
El todavía joven Bolívar, especie de dandy
americano, se contagia poco a poco de las ideas liberales y la
literatura que inspiraron la Revolución Francesa. Era un gran lector y
un interlocutor bastante interesado en la política de la actualidad. En
esos tiempos conoció a Alexander von Humboldt, expedicionario y gran
conocedor del territorio americano, quien le habla de la madurez de las
colonias para la independencia; "lo que no veo (diría Humboldt) es el
hombre que pueda realizarla".
Simón Rodríguez se hallaba en Viena;
Bolívar, al enterarse, corrió en su búsqueda. Posteriormente el maestro
se trasladó a París, y en compañía de Fernando Toro emprendieron un
viaje cuyo destino final era Roma. Cruzaron los Alpes caminando hasta
Milán, donde se detuvieron el 26 de mayo de 1805 para presenciar la
coronación de Napoleón, a quien Bolívar admiraría siempre. Después
Venecia, Ferrara, Bolonia, Florencia, Perusa y Roma. En esta última
ciudad se produjo el llamado Juramento del Monte Sacro,
en el cual, en presencia de Rodríguez y Fernando Toro, Bolívar juró
"romper con las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
Bolívar en un retrato realizado hacia 1805 en París
Evidentemente, esta circunstancia no nace
en Bolívar ni se produce de forma repentina. El fervor del momento y sus
conversaciones con importantes intelectuales de la talla, precisamente,
de su maestro, le hacen comprender la situación de América respecto a
España. Bolívar se entera de las fallidas expediciones libertadoras de
Francisco de Miranda en Ocumare y la Vela de Coro, y decide emprender
viaje de regreso.
La gestación de un ideal
Bolívar regresó a Caracas a mediados de
1807, tras una corta estancia en Estados Unidos, para retornar a su
antigua vida de hacendado. José Antonio Briceño, un vecino de tierras y
fincas, le esperaba con un cerco en sus tierras; tal asunto debía
resolverse cuanto antes. Las incursiones de Miranda habían incorporado
entre algunos caraqueños el concepto de la emancipación; sin embargo, la
gran mayoría de los criollos se conformaba con rebelarse pasivamente
violando las normas que se dictaban desde España.
Bolívar ya se había incorporado a las
actividades de la conspiración (en 1808 ya conspiraba) cuando estalló la
revuelta el 19 de abril de 1810. Las noticias del reino anunciaban la
invasión de España por parte de las tropas de Napoleón y el secuestro
del rey y su hijo Fernando. La situación era propicia para que el conde
de Tovar presentara al gobierno un proyecto para crear una junta de
gobierno adscrita a la Audiencia de Sevilla. Los criollos demandaban
participación política. En un comienzo, las autoridades se mostraron
reacias al proyecto, pero, posteriormente, ante el vacío de poder que se
había creado, decidieron pactar con los conspiradores. Bolívar,
enterado de la situación, abrió las puertas de "la cuadra de Bolívar"
para incorporarse en las reuniones. Se negó categóricamente a participar
en el proyecto de la coalición; para él, debía clamarse por la
emancipación absoluta.
En las vísperas del jueves santo de 1810,
arribaron a la ciudad los comisionados de la nueva regencia de Cádiz,
órgano que actuaría en sustitución de Fernando VII para formar nuevo
gobierno. El capitán general se les unió y al día siguiente los criollos
le sitiaron y le obligaron a dirigirse al cabildo. La mitología
venezolana recoge de esta fecha el instante en el cual Vicente de
Emparan, capitán general, se asoma en el balcón del cabildo de Caracas
para interrogar al pueblo enardecido acerca de la voluntad del mismo a
continuar aceptando su mando, con el clérigo José Cortés de Madariaga
detrás de él haciendo señas con su dedo al pueblo para que lo negasen.
Tras un rotundo "¡No!" por parte de la población, Emparan dice: "Pues yo
tampoco quiero mando". Estalló la famosa revuelta caraqueña que, sin
proponérselo, daba inicio al proceso de Independencia de Venezuela. Se
creó una Junta Suprema de Venezuela. Bolívar fue nombrado por ésta
"Coronel de Infantería". Le fue asignada la tarea de viajar a Londres,
en compañía de Andrés Bello y Luis López Méndez, en busca de apoyo para
el proyecto del nuevo gobierno.
En Londres fueron recibidos por el ministro
de Asuntos Exteriores, Lord Wellesley, quien después de varias
entrevistas terminó por mantenerse neutro frente a la situación.
Bolívar, a pesar de ver frustrado el intento, encontró en esta coyuntura
el último empujón que le faltaba para decidirse a entregar su alma y su
vida por la idea de la emancipación absoluta de toda la América. La
pieza clave de esta circunstancia la halló en la figura de Francisco de
Miranda, ideólogo y visionario de la Independencia de América, quien ya
había ideado, entre otras cosas, un proyecto para la construcción de una
gran nación llamada "Colombia". Bolívar se empapó de las ideas de este
hombre y las reformuló a lo largo de una campaña que duraría veinte
años.
Bolívar regresó a Caracas convencido de la
misión que decidió atribuirse. Miranda no tardaría en seguirlo; su
figura era algo mítica entre los criollos, tanto por el largo tiempo que
pasó en el exterior como por su participación en la Independencia de
Norteamérica y en la Revolución Francesa. Casi nadie lo conocía, pero
Bolívar, convencido de la utilidad de este hombre para la empresa que se
iniciaba, lo introdujo en la Sociedad Patriótica de Agricultura y
Economía (creada en agosto de 1810). Ganados ambos a la idea de
proclamar una Independencia absoluta para Venezuela, instaron a los
miembros de la Sociedad a pronunciarse a favor de ello ante el Congreso
Constituyente de Venezuela, reunido el 2 de marzo de 1811. Fue a
propósito de ello que Bolívar dictó su primer discurso memorable:
"Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana.
Vacilar es perdernos". El 5 de julio de 1811 el Congreso declaró la
Independencia de Venezuela y se aprobó la Constitución Federal para los
estados de Venezuela.
La primera República se perdió como
consecuencia de las diferencias de criterios entre los criollos, de los
resentimientos entre castas y clases sociales, y de las incursiones de
Domingo Monteverde, capitán de fragata del ejército realista, en Coro,
Siquisique, Carora, Trujillo, Barquisimeto, Valencia y, finalmente,
Caracas. Estaba claro que una guerra civil iba a desatarse de inmediato,
pues la empresa en cuestión era todo menos monolítica. Bolívar tomaría
conciencia del carácter clasista de la guerra y reflexionaría sobre ello
a lo largo de todas sus proclamas políticas. En esta oportunidad, sin
embargo, le tocó defender la República desde Puerto Cabello. A pesar de
su excelente labor política y militar en defensa del castillo, todo fue
inútil; las fuerzas del otro bando eran superiores, y a ello se le
sumaba la ruina causada por los terremotos ocurridos en marzo de 1812.
El 25 de julio se produjo la capitulación del generalísimo Francisco de
Miranda; si bien necesaria en su opinión, esta acción llenó de ira a
Bolívar, quien, al enterarse de los planes de Miranda de abandonar el
territorio, participó en su arresto en el puerto de La Guaira: "Yo no lo
arresté para servir al rey sino para castigar a un traidor".
La estrategia de Bolívar fue entonces huir
hacia Curazao, desde donde partió a Cartagena. Su intención, arropada en
el manto de un discurso deslumbrante, era encontrar apoyo en las
fuerzas neogranadinas para emprender en Venezuela la reconquista de la
República. "Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado
prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas": con
estas palabras prosiguió el Manifiesto de Cartagena,
carta de presentación de Bolívar ante el Soberano Congreso, en el cual
hace un diagnóstico de la derrota al tiempo que ofrece sus servicios al
ejército de esa región. Los vecinos lo acogieron otorgándole el rango de
Capitán de Barrancas.
Bolívar libró unas cuantas batallas,
incluso desobedeciendo órdenes, y bajo el mismo procedimiento emprendió
su arremetida hacia Venezuela. Se inició en mayo de 1813 la Campaña
Admirable, gesta que consistió en la reconquista de los territorios del
occidente del país y en forma simultánea los de Oriente a cargo de
Santiago Mariño hasta entrar triunfalmente en Caracas en agosto del
mismo año. ¡Vuelve la República! A su paso por Mérida le llamaban "el
Libertador", y con ese nombre fue ratificado por la municipalidad de
Caracas, que le nombró, además, capitán general de los ejércitos de
Venezuela.
La guerra de liberación
Estaba claro que la naturaleza de la guerra
era cambiante, lo cual no tardaría en demostrarse nuevamente. La
astucia con la cual Bolívar intentó polarizar los bandos a través del Decreto de guerra a muerte
de 1813 ("Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo
indiferentes. [...] Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis
culpables"), no fue suficiente para mitigar las diferencias existentes
entre los ejércitos de pardos y negros frente a la gesta emancipadora.
La furia de los ejércitos llaneros, al mando del asturiano José Tomás
Boves, obligó al éxodo de Caracas en julio de 1814. La República cae
nuevamente.
En la batalla de Araure (5 de diciembre de 1813)
Había que repensar la situación. Después de
un corto pero victorioso tránsito por la Nueva Granada es nombrado
general de división, y tras lograr la adhesión de Cundinamarca, capitán
general de la confederación de la Nueva Granada, marcha hacia Jamaica en
mayo de 1815. En Kingston se dedicó a divulgar, a través de una copiosa
correspondencia con personalidades de todo el mundo, la intención de la
guerra que se estaba librando en el territorio de la América
meridional. Hasta entonces, el mundo sólo conocía la versión de los
realistas.
De estos documentos divulgativos, el más famoso es la Carta de Jamaica.
En ella reproduce el panorama de todas las luchas que se llevaban
simultáneamente en América, especula acerca del futuro del territorio, y
adelanta la idea de la unión colombiana. Y es que la escritura fue un
capítulo importante en la vida de Bolívar. El poder que ejercía su
pluma, puede decirse, le garantizó gran parte de sus triunfos.
Revolucionó el estilo de la prosa haciendo de su letra el reflejo vivo
de sus pasiones, pensamientos y acciones. Sus amanuenses y secretarios
convenían en que los dictados del Libertador "tenían ganada la imprenta
sin un soplo de corrección". Desde el despacho de Jamaica preparaba la
nueva estrategia para Venezuela.
La reconquista de Venezuela tardaría seis
años en conseguirse. Las expediciones se iniciaron en Margarita,
continuaron su escalada por el oriente en dirección hacia Guayana,
habilitaron la navegación del Orinoco en marcha hacia los llanos y,
después, por el Ande hasta Boyacá y Bogotá, y desde el occidente hasta
Valencia, para sellar la independencia definitiva en Carabobo, el 24 de
junio de 1821.
La batalla de Carabobo
Fueron los tiempos de Pablo Morillo,
enviado del ya liberado Fernando VII. Vencerlo fue tarea difícil, y
Bolívar tuvo que emplear nuevas estrategias de adhesión: proclamó la
libertad de los esclavos, ofreció tierras a cambio de lealtad militar.
Obtuvo la lealtad de los ejércitos llaneros, al mando de José Antonio
Páez, vitales en la liberación de esta contienda junto a un contingente
importante de soldados y generales europeos, británicos
fundamentalmente, quienes anhelaban unirse al Libertador.
Simultáneamente, Bolívar se encargó de la reconstrucción política de la
región: convocó un Congreso en Angostura en febrero de 1819, donde
pronunció un célebre discurso en el cual instó a los representantes a
proclamar una constitución centralista y la creación de la Gran
Colombia.
El sur se encontraba en la mira de
Colombia, es decir, de Bolívar. La liberación y adhesión de Quito y
Guayaquil resultaba fundamental para mantener la hegemonía de Colombia
en el continente. Ello fue logrado, desde el punto de vista militar, en
la batalla de Pichincha, y desde el punto de vista político, por las
negociaciones adelantadas por Sucre y Bolívar en la región. La jornada
de Independencia, sin embargo, terminaría en Perú con las batallas de
Junín y Ayacucho, en 1824.
El valor estratégico que tenía la
liberación y conquista de este territorio por parte del ejército
Libertador era promover la salida definitiva de los españoles del
territorio americano. Pero, además, se trataba del triunfo de la
ideología bolivariana republicana sobre la propuesta de construir una
monarquía en los territorios del sur, defendida por la oligarquía
peruana y secundada aparentemente por José de San Martín, "Libertador
del Sur" y "Protector" de aquellas tierras. Ambos libertadores se
reunieron en Guayaquil en julio de 1822 con el fin de tratar éste y
otros asuntos relativos a la guerra. Nunca se supo de qué hablaron, pero
el curso de los acontecimientos brinda la evidencia de un pacto en el
cual San Martín cede. Bolívar anhelaba para el Alto Perú su
reivindicación definitiva como tierra incaica frente a la devastadora
clase dominante limeña. En ese territorio, después de la batalla de
Ayacucho se construye una nación con el nombre de Bolívar (Bolivia).
Sucre queda al mando y Bolívar regresa a rendir cuentas al Congreso
colombiano; corría el año 1826.
Los meses que precedieron la muerte del
Libertador en Santa Marta, en 1830, le significaron a Bolívar la
evocación de la memoria de su amarga derrota política. La trayectoria
desde lo alto de la cima del Chimborazo cuando Bolívar deliraba y se
confundía con el "Dios de Colombia" hasta su renuncia a la presidencia
de Colombia en abril de 1830, significó para Bolívar la lucha por la
verdadera construcción de las naciones. Abogó en todo momento por la
edificación de un Estado centralista que lograra cohesionar aquello que
en virtud de la heterogeneidad racial, cultural y geográfica no resistía
la perfección de una federación.
Todo fue inútil. Las pugnas caudillistas y
nacionalistas vencieron y procedieron a la separación de Venezuela y
Ecuador de la Gran Colombia. Recordaba a Manuelita Sáenz, su último amor
y la "Libertadora" de su vida en el atentado del 25 de septiembre de
1828, en Bogotá; también evocaba otros amores y otros atentados. Lloraba
la muerte de Sucre, recordaba y deliraba, y así murió, solo y
defenestrado de los territorios que había libertado, por causa de una
hemoptisis, en la Quinta San Pedro Alejandrino, el 17 de diciembre de
1830. En 1842 el gobierno de Venezuela decidió trasladar los restos de
Bolívar, según su último deseo. Desde entonces, su legado ha devenido
mito y veneración como "fundador de la patria".
Cronología de Simón Bolívar
1783 | Nace el 24 de julio en Caracas, en el seno de una familia acomodada. |
1792 | Queda huérfano y pasa al cuidado de su abuelo materno y posteriormente de su tío Carlos Palacios. |
1799 | Viaja a España para completar sus estudios. |
1802 | Se casa en Madrid con María Teresa Rodríguez del Toro. |
1803 | Regreso a Caracas. María Teresa muere de fiebre amarilla. Bolívar emprende un nuevo viaje por Europa. |
1805 | Asiste a la coronación de Napoleón. Decidido a liberar las colonias hispanoamericanas del yugo español, pronuncia en Roma el Juramento de Monte Sacro. |
1807 | Regresa a Caracas. |
1811 | Se incorpora como coronel al ejército bajo las órdenes de Francisco de Miranda. |
1812 | Tras la rendición de Miranda, se traslada a Curazao. |
1813 | Reconquista Venezuela en la llamada Campaña Admirable. Es nombrado capitán general de los ejércitos de Venezuela y recibe el título de Libertador. |
1814 | Derrotado de nuevo, se retira a Jamaica. Escribe la Carta de Jamaica. |
1821 | Tras diversas expediciones y batallas, obtiene el triunfo definitivo en la batalla de Carabobo, que asegura la independencia de Venezuela. Dos años antes había proclamado en Angostura la Constitución de la República de la Gran Colombia, que había de comprender las repúblicas de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. |
1822 | Junto con Sucre, en acción coordinada, consigue la liberación del Ecuador. |
1824 | Victoria sobre el Ejército Real del Perú en Junín. Sucre, por su parte, vence a los realistas en la decisiva batalla de Ayacucho. |
1825 | Las provincias del Alto Perú se constituyen en República Bolívar, embrión de la República de Bolivia. |
1826 | Regresa a Caracas para sofocar La Cosiata, el movimiento separatista venezolano liderado por Páez. |
1827 | En el Congreso de Panamá se evidencian las ansias separatistas entre las jóvenes repúblicas libertadas. |
1830 | En medio de un avanzado proceso de disolución de la Gran Colombia, fallece el 17 de diciembre |
Idario de Simón Bolívar
La metáfora del tiempo histórico ha servido
para conjugar en una misma cronología los hechos de la Independencia de
América y la vida de un hombre: Simón Bolívar. Esta circunstancia
particular ha dado lugar al relato estéril de una odisea heroica que, en
medio de batallas y frases memorables, impide la comprensión de los
acontecimientos en su contexto de emergencia y posibilidad. En virtud de
ello, Simón Bolívar permanece en la memoria como "El Libertador de
América", sin que el resto de su vida y obra hayan sido apenas evocados y
mucho menos comprendidos.
Es cierto que, como afirma Rufino Blanco
Fombona, Bolívar ejerció el liderazgo de la empresa política "más
grandiosa que ha conocido la humanidad", pero el empeño de este hombre
no se agotaba en la aventura de destruir colonias y fundar patrias como
quien corona territorios. La mayor empresa de Bolívar fue precisamente
aquella que nunca conquistó: la de construir repúblicas sólidas mediante
la edificación de un Estado fuerte y un sistema democrático liberal.
Es en este intento, cuya versión más
acabada fue el "proyecto de la Gran Colombia", donde el Libertador
muestra los distintos rostros que el olvido ha pretendido acallar, y
donde el rescate de las aspiraciones y desaciertos del hombre por encima
de las virtudes del "héroe de la patria" es necesario no sólo para
visualizar la Independencia de América como un proceso llevado a término
por una multiplicidad de causas, sino fundamentalmente para comprender
las circunstancias que llevaron a Bolívar a convertirse en "el fundador
de la Patria" cuando menos lo esperaba, y en el "Dictador de Colombia"
cuando menos lo deseaba. Quizá todo ello pueda servir también para
explicar por qué, hoy en día, a casi doscientos años de su desaparición,
Simón Bolívar sigue siendo el presente de América.
El ideario de Simón Bolívar
En su vertiente social y política, el
estallido de la crisis de la sociedad colonial venezolana permitió en su
momento la maduración de un conjunto de situaciones que merecen
destacarse. En primer término, la guerra facilitó la decantación de las
llamadas "ideas francesas" hasta convertirlas en ideas bolivarianas, es
decir, en ideas nacionales. Dicho de otro modo, las consignas de
libertad, igualdad, fraternidad y propiedad que alimentaban el ideario
claramente burgués de la Revolución Francesa fueron reelaboradas por la
elite política que acompañaba a Simón Bolívar, quien, al analizar las
consecuencias sociales que produjera la difusión de dichos postulados
entre los esclavos, los pardos y los indígenas, encontró en el cuerpo de
los militares republicanos al sector social que le permitió cumplir con
el doble propósito de crear una república independiente y, al mismo
tiempo, satisfacer las aspiraciones de los individuos integrantes de la
sociedad de ese momento, con respecto a la libertad, la igualdad y la
propiedad.
La reflexión de Bolívar partía del análisis
de distintos hechos traumáticos, tales como el hundimiento de la
República en el año 1812, en Venezuela, el fracaso del restablecimiento
republicano al año siguiente, en 1813, y la caída del gobierno
republicano en la Nueva Granada, ocurrido en 1815. Desde el Manifiesto de Cartagena,
escrito en 1812, Simón Bolívar había estado insistiendo en las
carencias políticas de la elite ilustrada que propugnaba la
Independencia. La guerra civil, la ausencia de unidad, la excesiva
valoración del régimen federal, el apego a las ideas religiosas y la
simple intriga política, son los puntos que sobresalen en el inventario
que sirve de base a un balance contundente hecho por el prócer: "nuestra
división -dice- y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud".
Bolívar en un retrato de José Gil de Castro
Sin embargo, no fue hasta el Manifiesto de Carúpano (1814), y posteriormente en la Carta de Jamaica
(1815), cuando Simón Bolívar expuso en forma detallada sus criterios
políticos respecto a la situación social que impedía el desarrollo de
los gobiernos republicanos en Venezuela. El testimonio es importante
porque representa la primera lectura social del problema que venían
enfrentando las sociedades americanas desde el estallido de la crisis
política en España y la Revolución en Haití: "el establecimiento en fin
de la libertad en un país de esclavos -comenta con lúcida prosa el
Libertador en el Manifiesto de Carúpano (1814)- es una
obra tan imposible de ejecutar súbitamente, que está fuera del alcance
de todo poder humano; por manera que nuestra excusa de no haber obtenido
lo que hemos deseado es inherente a la causa que seguimos; porque así
como la justicia justifica la audacia de haberla emprendido, la
imposibilidad de la adquisición califica la insuficiencia de los
medios".
Los esclavos a los que se refiere Bolívar en el Manifiesto de Carúpano no son ya la entidad genérica que identificara en su anterior Manifiesto de Cartagena.
Son hombres de carne y hueso; es más, son hombres de carne, hueso y
armas. Son nada menos que la expresión concreta de la angustia que
surgiera en la sociedad caraqueña desde finales del siglo XVIII y que
representaba una amenaza tangible para la aspiración de los criollos
americanos con respecto a una transferencia pacífica del ejercicio del
poder. Son, para ser precisos, los pardos y los esclavos que acompañaban
normalmente a los generales realistas como Domingo de Monteverde, José
Tomás Boves y Francisco Tomás Morales. Son, para decirlo en las propias
palabras de Bolívar, el "vicio armado".
Una república centralista
Para Simón Bolívar -y esto es importante
subrayarlo porque allí radica la razón de su liderazgo político-, la
sociedad venezolana de los años comprendidos entre 1811 y 1821 es
testigo y protagonista del enfrentamiento entre la "simple filosofía
política" y el "vicio armado con el desenfreno de la licencia". Para él,
los americanos han preferido la "vil codicia", amparada en el saqueo, y
por tanto advierte a sus contemporáneos de que la suerte del
experimento republicano dependerá de la solución de este conflicto.
¿Cómo resolverá Simón Bolívar semejante disyuntiva?
En primer lugar, sugirió y realizó una
ruptura con los postulados políticos federales que, desde su punto de
vista, habían llevado al fracaso a los gobiernos republicanos en
Venezuela y en la Nueva Granada. La república que propondrá e intentará
construir será férreamente centralista, amparada en el único medio que
le garantizaba el triunfo: el gobierno dictatorial. En segundo lugar,
ante la ausencia de un sector de propietarios e intelectuales
ilustrados, cuyo mayor número de integrantes había sido asesinado en las
primeras escaramuzas de la guerra o había tenido que escapar del país
dejando tras de sí propiedades y enseñanzas, Simón Bolívar elaboró un
programa político orientado a favorecer las aspiraciones sociales de la
elite militar que lo acompañaba.
La república que proponía construir en sus
escritos era ni más ni menos que la de los libertadores y para ellos
habría en su espacio garantías políticas sustantivas, tales como la
presidencia vitalicia, el senado hereditario, el poder moral y la Ley de
Haberes Militares. Sin embargo, la fuerza de las circunstancias
determinó que estas aspiraciones se concretaran más por la vía de los
hechos que por otra senda más racional y elaborada: la galería de
dictadores militares que hasta hace pocos años exhibió el escenario
latinoamericano es buena prueba de ello. Hay que reconocer que las
tendencias autoritarias que han estado vigentes en la política
venezolana del siglo XX han tenido en una lectura -acaso demasiado a la
letra- de este apartado de los postulados bolivarianos su aprovechada
fuente de inspiración.
Habría que añadir aún que, consciente del
problema social que suponía la existencia de la esclavitud, Simón
Bolívar incorporó a su discurso el cuestionamiento institucional de la
misma, mediante una respuesta del programa de acción militar
desarrollado para construir los cimientos de la República. Convencido de
la idea de que la permanencia de la esclavitud conducía fatalmente a
las salidas extremas de la rebelión y el exterminio, la República que se
proponía construir debería arbitrar en forma prioritaria los medios que
facilitaran una progresiva desaparición en el futuro de la institución
esclavista.
La solidez de este cuerpo de
planteamientos políticos permitió a Simón Bolívar convocar, en 1819, el
Congreso de Angostura. Con su instalación puede hablarse de la puesta en
práctica de la república bolivariana, que producirá la existencia real
de la República de Colombia. El control militar de la región guayanesa
generó asimismo una actitud favorable hacia la causa independentista en
el exterior. En Estados Unidos, el presidente Monroe reconoció el
conflicto como una guerra entre iguales. En el Reino Unido, Luis López
Méndez obtuvo mayores facilidades para el envío de tropas, contratación
de empréstitos y remisión de equipos militares. Y si bien para 1820 no
se habían resuelto del todo las disidencias en el ejército republicano y
la mayor parte del territorio venezolano se mantenía bajo el control
del general realista Pablo Morillo, la instalación del Congreso de
Angostura, la alianza con José Antonio Páez, la transformación del
cuartel de Angostura en capital de la República y la edición de El
Correo del Orinoco con el concurso de numerosos civiles de prestigio,
configuraron un cuadro político que permitiría intentar la conversión
del régimen dictatorial, que venía imperando desde 1811, en un gobierno
constitucional.
El modelo de gobierno
Las propuestas de Simón Bolívar,
de 1820, no constituyeron un programa de acción política de carácter
provisional, sino que eran ya un programa de gobierno sólido y con
porvenir, destinado a dar estabilidad a la República, hacerla perdurable
y, al mismo tiempo, borrar en el ánimo de los ciudadanos los efectos
perjudiciales de la dominación colonial.
En el Discurso de Angostura
-la primera pieza orgánica de la conciencia americana y sin duda el
primer análisis sociológico moderno de la realidad hispanoamericana-,
después de sugerir un concepto de práctica política identificado con los
principios aristotélicos de sabiduría, rectitud y prudencia, Simón
Bolívar consideró y dio por hecho que la República tenía ya ciudadanos
aptos para gobernarla.
En tal sentido, propuso tres caminos que
trajeran a la República la deseada estabilidad y resolvieran la ausencia
de virtud que padecía. El primero era el establecimiento de un poder
ejecutivo fuerte y vitalicio. El segundo era la creación del senado
hereditario. El tercero, en fin, era la educación del resto de los
ciudadanos, y estaba basado en los lineamientos del culto cívico de la
república jacobina.
Este proyecto republicano, que mezcla los
principios y la naturaleza de una república aristocrática con las leyes y
funcionamiento de una monarquía, constituye la más acabada expresión de
la reelaboración de las ideas ilustradas para convertirlas en
respuestas factibles y practicables en el gobierno de las colonias
españolas de América. Se trata de la república bolivariana que madurará
con el establecimiento de la República de Colombia a partir de 1821.
El senado hereditario
En la realización de este ensayo, Simón
Bolívar tomó como modelo la legislación británica en lo concerniente a
libertades, soberanía, división de poderes y otros criterios
parecidamente tradicionales del liberalismo inglés. Mención especial
requieren los puntos relacionados con la específica organización de la
República y la particular revisión del régimen de la propiedad
esclavista.
Convencido de la viabilidad de su modelo,
Simón Bolívar propuso un cuerpo legislativo semejante al parlamento
inglés. La Cámara de Representantes quedaba constituida a semejanza de
la establecida por la Constitución venezolana de 1811, es decir,
mediante el ejercicio del sufragio por parte de los ciudadanos
calificados para ello por la ley. Sin embargo, la Cámara del Senado
sufrió una transformación radical en su naturaleza electiva y en su
conformación. Era un senado particular y de nuevo diseño, y que no se
correspondía por tanto con el modelo de la teoría política clásica de
las repúblicas democráticas y aristocráticas.
Detalle de un retrato de Bolívar
realizado por Eustoquia Carrasquilla
El senado de la república bolivariana se
constituyó siguiendo las pautas de los poderes intermediarios
establecidos para la monarquía. No era electivo sino hereditario. No
tenía funciones ejecutivas ni verdaderamente legislativas, sino que
hacía las veces de mediador. Como la nobleza en las monarquías, era base
y garante de la perdurabilidad del régimen; en este caso, de la
república.
Este senado hereditario fue la respuesta
política que permitía al Libertador otorgar a la elite militar la cuota
de poder necesaria para comprometerla con la creación de la República.
Era una respuesta que comprometía su particular poder de beligerancia:
las armas. La búsqueda del compromiso de los militares, mediante el
reconocimiento de su influencia en la conducción política del régimen
que se pensaba establecer, es lo que nutría el liderazgo de Simón
Bolívar sobre sus otros contemporáneos, fueran éstos del bando
republicano o del bando monárquico.
El compromiso militar
La propuesta de Simón Bolívar tuvo éxito y
perdurabilidad histórica porque comprometió a la elite militar en el
conjuro de dos adversarios poderosísimos en la sociedad venezolana de
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX: la desunión del sector
republicano y la anarquía. La desunión entre los republicanos se expresó
en una aguda polémica entre el centralismo y el federalismo, cuyo
origen se remontaba a la misma instrumentación de las reformas
borbónicas y la creación de la Capitanía General de Venezuela, en el año
1777. La difusión de las ideas de anarquía, por otra parte, fue
dirigida hábilmente por el adversario realista mediante el atizamiento
de las aspiraciones igualitarias entre los pardos, los indígenas y los
esclavos.
El senado hereditario, según las propias
palabras de Bolívar "será la traba de este edificio delicado y harto
susceptible de impresiones violentas". Dicho de otro modo, el senado de
la república bolivariana debía ser baluarte de la libertad y apoyo para
consolidar y eternizar la institución de la República.
No obstante, al estar advertido del
extrañamiento y la escasa habilidad de los americanos en el manejo de
los asuntos públicos, Bolívar contempló como medida supletoria la
educación de los descendientes de los primeros integrantes del senado
hereditario. Los hijos de los senadores -proponía, poco más o menos-
deberán educarse en un colegio especialmente destinado para instruir a
aquellos tutores que se convertirán en los futuros legisladores de la
patria. Tomando en cuenta que estos dirigentes no se corresponderían en
su origen con una especialmente encumbrada posición económica o saber
intelectual, requisitos previos de la teoría política clásica para el
ejercicio de la política, los dirigentes de la república bolivariana que
"no saldrían del seno de las virtudes [...] saldrán del seno de una
educación ilustrada".
La presidencia vitalicia
En relación con la particularidad del poder
legislativo, la república bolivariana proponía también un poder
ejecutivo fuerte y sólido. Simón Bolívar tomó como modelo las normas
británicas y en su discurso demostró poseer un conocimiento detallado de
los postulados de Montesquieu. El poder ejecutivo de la nueva República
que se proyectó construir debía superar las insuficiencias que dieron
al traste con los ensayos republicanos de 1811 y 1813, en Venezuela, y
de 1815, en Nueva Granada.
Para lograrlo, no obstante, Simón Bolívar
juzgó pertinente adoptar una fórmula que, al estilo de las monarquías,
centralizase las más importantes funciones del gobierno, pero que
guardara una distancia sustancial en relación al origen de su poder. El
primer magistrado de la república bolivariana no debería su ascensión a
una sucesión dinástica: sería electo por el pueblo o sus representantes.
En síntesis: no sería un monarca, sino un presidente.
Las proposiciones de Simón Bolívar al
auditorio republicano de 1819 respondían a objetivos políticos básicos y
fundamentales: dar solidez a la República por un espacio abierto de
tiempo y dotar de estabilidad al régimen político mediante el concurso
de los nuevos intereses políticos surgidos en el escenario venezolano al
amparo de la guerra social. Así, el poder político otorgado a la
presidencia vitalicia y al senado hereditario se complementaban con la
instrumentación de un nuevo poder que Bolívar convino en denominar
"poder moral".
El poder moral
Este poder moral de la república
bolivariana se encuentra estrechamente vinculado con el senado
hereditario. En el proyecto bolivariano, el senado hereditario no sólo
es el garante de la permanencia de la República; en sus manos está
también la designación de los integrantes del novísimo poder moral, es
decir, la misma regeneración de una sociedad abatida por el régimen
colonial. Así como los futuros senadores obtendrían del gobierno
republicano una educación ilustrada que los capacitaría para el
ejercicio del gobierno, el resto de los venezolanos, que "aman la patria
pero no sus leyes", tendrán que robustecer "su espíritu mucho antes de
que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad". A estos
efectos, la república bolivariana contempló la creación de un poder
moral cuyo "dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el
espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana". Con
esta nueva formulación, Simón Bolívar otorgó a la elite militar el poder
de conducir el proyecto republicano por un espacio de tiempo
considerable y con facultades extraordinarias en su ejercicio. Nunca
antes en la teoría política moderna se había dado un paso semejante:
porque, en definitiva la república bolivariana hizo viable -y hasta
necesaria- la práctica jacobina del culto cívico.
El problema de la esclavitud
El inventario de las circunstancias
políticas que llevaron al establecimiento de la República durante el
estallido de la crisis de la sociedad colonial, quedaría incompleto si
se olvidara considerar el último aspecto medular de la teoría política
bolivariana: el tratamiento del problema de la esclavitud. Este aspecto
merece una atención especial. En parte, por producirse en el marco de
una erizada realidad social, la de los años que transcurren entre 1810 y
1830 en Venezuela, pero sobre todo, y esto hay que subrayarlo, porque
son hechas desde una apreciación política de raigambre liberal, como es
la de Simón Bolívar.
El tópico de la esclavitud aparece en el
discurso bolivariano desde 1816, pero no será hasta 1819 cuando su
acción política preste atención a la permanencia o no de la institución
esclavista. Es en este último momento cuando las ideas de Simón Bolívar
hacen de la abolición de la institución esclavista un instrumento
orientado a garantizar el éxito de la campaña militar que venía
desarrollando en la dirección de establecer una república.
Al comienzo, en torno a 1816, como se ha
señalado, en el discurso de Bolívar la libertad de los esclavos está
relacionada con las gestiones que realiza en favor de la restitución
republicana y el compromiso adquirido con el gobierno de Haití. Así,
después de la expedición de Los Cayos, que desembarca en abril de 1816,
al anunciar en la isla de Margarita el restablecimiento del régimen
republicano, Simón Bolívar hizo pública la propuesta de abolición de la
esclavitud por cuanto "la naturaleza, la justicia y la política piden la
emancipación de los esclavos".
Sin embargo, estas primeras gestiones no
surten los rápidos efectos esperados y Simón Bolívar, al informar al
presidente haitiano Alejandro Petión del resultado de sus proclamas, es
categórico al señalar la presentación de apenas un centenar de hombres
entre los esclavos que habitaban en el territorio republicano. Para el
Libertador, la tiranía de los españoles ha puesto a los esclavos en "tal
estado de estupidez [...] que han perdido hasta el deseo de ser
libres".
Una situación relativamente
distinta se presenta a partir de 1819, cuando vuelve a insistir en la
necesidad de liberar a los esclavos y solicita al Congreso de Angostura
la ratificación de sus proclamas de 1816 y la promulgación del Decreto
de Libertad en febrero de 1820.
Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander
En su correspondencia mantenida durante
1821 con el general Francisco de Paula Santander se encuentran los
razonamientos precisos que explican la insistencia de Bolívar para que
la República de Colombia dé cabal cumplimiento al texto del Decreto de
1820. Después de la proclamación de la República de Colombia, Simón
Bolívar solicita reiteradamente a Santander "el levantamiento (leva) de
esclavos" para su inmediata incorporación al ejército republicano.
Frente a la contundente negativa del vicepresidente de Colombia, en el
sentido de dar curso a su exigencia, el Libertador remite desde la
ciudad de San Cristóbal un oficio pormenorizado de las razones que le
asisten para hacer esta solicitud.
En su carta del 20 de abril de 1820, por
ejemplo, señala que la opinión política de Colombia está confundida
cuando establece una relación análoga entre "libertad de esclavos" y
"levantamiento de esclavos", siendo esto último lo autorizado por el
Decreto de 1820. Indica que "sólo he mandado que se tomen los esclavos
útiles para las armas". De otro modo, liberando todos los esclavos,
éstos serían más bien "perjudiciales" para la República.
Para Simón Bolívar la actuación del
Congreso de Angostura y su solicitud de tres mil esclavos se apoya en
"obvias razones" militares. Por un lado, el ejército republicano está
necesitado de "hombres robustos y fuertes acostumbrados a la inclemencia
y a las fatigas [...] en quienes el valor de la muerte sea poco menos
que el de su vida". Por otro lado, las razones políticas son "más
poderosas". A su parecer, el Congreso de Angostura, al atender su
prédica antiesclavista, no ha obrado contra la propiedad, sino que al
seguir lo recomendado por Montesquieu, resguarda al régimen republicano
de una eventual rebelión de esclavos porque "tales gentes son enemigos
de la sociedad y su número sería peligroso".
Una idea central del discurso bolivariano
es que "todo gobierno libre que comete el absurdo de mantener la
esclavitud es castigado por la rebelión y algunas veces por el
exterminio". Por supuesto que Simón Bolívar tiene aquí presente la
experiencia coetánea de la Independencia haitiana y las consecuencias
que ésta tuvo en el ámbito venezolano. Para convencer a sus
interlocutores no toma el camino moralista que lo llevaría a debatir
acerca de la justicia o injusticia de la esclavitud. Su pensamiento
sigue un sendero más propicio y comprensible para una sociedad cargada
por la discriminación y la exclusión, apelando al miedo: "Hemos visto en
Venezuela -escribe Bolívar- morir la población libre y quedar la
cautiva; no sé si esta es política, pero sí sé que si en Cundinamarca no
empleamos a los esclavos sucederá otro tanto".
En la realización de esta tarea, las
consideraciones políticas y económicas del liberalismo cedieron su
espacio a los requerimientos militares de la República. En tal sentido,
la actitud de aquellos propietarios que se negaron a ceder sus
poblaciones de esclavos fue propia de "hombres alucinados". Hombres que
no entienden que "los españoles no matarán a los esclavos, pero sí
matarán a los amos y entonces se perderá todo". En una palabra, por el
atajo de la necesidad se llegó al cumplimiento de un principio, y el
incumplimiento de esta aspiración tendrá un peso específico particular a
la hora de la desmembración de Colombia en 1830.