Biografía de John Kennedy | El más famoso presidente norteamericano asesinado.

El asesinato nunca esclarecido del joven presidente norteamericano truncó el inicio de un periodo de renovación y esperanza.
Personaje fascinante y contradictorio, John F. Kennedy es uno de los políticos estadounidenses más recordados de la segunda mitad del siglo XX. Tras convertirse en el primer católico que accedía a la presidencia de Estados Unidos, impulsó una política de reformas destinadas a recuperar para su país la primacía mundial, puesta en duda por los éxitos espaciales soviéticos. Sus proyectos políticos quedaron truncados por su asesinato en 1963, un magnicidio cuyos móviles nunca han quedado del todo esclarecidos y que ha dado lugar a múltiples conjeturas. La prematura muerte del presidente (cuya familia ha estado rodeada de un aura de fatalidad, pues diversos de sus miembros fallecieron en circunstancias trágicas) contribuyó a otorgar a su figura un carácter mítico.

John Kennedy
La historia norteamericana del clan Kennedy se remonta a 1848, cuando un irlandés llamado Patrick Kennedy llegó a la prometedora tierra de los Estados Unidos y se estableció como tonelero. Uno de sus nietos, Joseph Patrick Kennedy, se hizo cargo más de medio siglo después del discreto patrimonio reunido por su abuelo y por su padre y construyó con él una de las mayores fortunas de Norteamérica.

Un clan poderoso

Joseph Patrick Kennedy, llamado familiarmente Joe, mostró desde la infancia una gran aptitud para los negocios y un decidido deseo de medrar. Casado con Rose, una emprendedora joven hija de John Fitzgerald, ex alcalde de Boston, comenzó a amasar su patrimonio en esta ciudad, cimentándolo en la administración de viviendas, la especulación en bolsa y la industria cinematográfica. Joe era astuto, frío y en extremo inteligente para los asuntos de dinero; como había ayudado a Roosevelt durante su campaña presidencial, consiguió durante el período de Ley Seca un permiso especial de importación de licores para "fines terapéuticos"; cuando sus bodegas estaban repletas, la ley fue derogada y Joe pudo despachar todo el licor comprado a bajo precio como si fuera oro. Al desatarse la crisis económica de 1929, fue de los pocos que salió a flote, e incluso pudo conseguir algunas ganancias.
Uno de sus hijos, llamado John Fitzgerald como su abuelo materno, había nacido el 29 de mayo de 1917 en Brookline (Massachusetts). John era el segundo hermano de una larga prole compuesta por Joe, Rosemary, Kathleen, Eunice, Pat, Jean, Bobby y Teddy. Con el fin de prepararlos desde la más tierna infancia para convertirse en verdaderos Kennedy, el padre se encargó de fomentar en todos ellos una firme disciplina y un sano espíritu de competencia: "No me importa lo que hagáis en la vida, pero hagáis lo que hagáis, sed los mejores del mundo. Si habéis de picar piedra, sed los mejores picapedreros del mundo."
Para John, pronto estuvo claro que no tenía nada que hacer frente a su hermano Joe, un muchachote musculoso, inteligente, de brillante verbo y gran magnetismo personal. Por el contrario, él era más bien debilucho, tímido e introvertido. Mientras estudiaba en la Canterbury School de Connecticut y luego en la Universidad de Harvard, la sombra de Joe, "el preferido", planeó continuamente sobre la conciencia de John Fitzgerald Kennedy. Al mismo tiempo que su hermano cosechaba triunfos académicos en Gran Bretaña, él contrajo la hepatitis y se vio obligado a interrumpir sus estudios durante largas temporadas. Acabó por reponerse, pero a pesar de sus esfuerzos por destacar, nunca consiguió demasiados éxitos en las aulas. En Harvard sólo obtuvo calificaciones destacables en la etapa final de su carrera y únicamente en economía y ciencias políticas. El deporte conseguía interesarle más que estas disciplinas intelectuales y en ningún momento se sintió atraído por la carrera política, para la cual parecía estar destinado su hermano mayor.
En 1932, cuando Franklin D. Roosevelt se presentó a las elecciones presidenciales, su padre solventó su campaña decidido a probar fortuna en la carrera política. Consiguió ser presidente de la comisión federal de la marina mercante, y más tarde, en 1937, fue nombrado embajador en Gran Bretaña. Aquel descendiente de inmigrantes, ferviente católico y siempre ambicioso, había hecho una enorme fortuna y ahora triunfaba también en el ámbito de la política. Sus dos hijos mayores lo acompañaron a Europa en calidad de ayudantes y John pudo viajar a la URSS, Turquía, Polonia, América del Sur y otras regiones, de cuya situación informó puntualmente al patriarca de la familia.
Fue a raíz de esta gira cuando John empezó a interesarse seriamente por la política. De regreso a los Estados Unidos se volcó en sus estudios y logró que sus calificaciones académicas mejoraran considerablemente. Se interesó por los distintos conflictos que desembocarían en la Segunda Guerra Mundial, y especialmente por la actitud de Gran Bretaña respecto a Europa. De todos esos apuntes surgió el tema de su tesis, Why England slept (Por qué dormía Inglaterra), título tomado de los discursos de Churchill y que le valió una graduación magna cum laude en junio de 1940. Más adelante publicó el libro que resumía esta investigación, y llegó a vender ochenta mil ejemplares.

Comandante en la Segunda Guerra Mundial

La vida optimista de los Kennedy sufrió, a partir de la Segunda Guerra Mundial, un fuerte viraje. La postura aislacionista de Joseph Patrick Kennedy y su falta de colaboración con el gobierno británico le obligaron a abandonar la embajada. Eran bien conocidas sus simpatías por el general Franco, y de regreso a Boston se ganó una merecida fama de antisemita por su animadversión hacia los numerosos judíos europeos refugiados en su tierra.
Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, su hermano Joe se alistó en la aviación y él quiso ingresar en la marina, para lo que hubo de vencer los obstáculos médicos derivados de una lesión en la espalda que había sufrido de niño. Tenía veinticinco años cuando recibió el nombramiento de comandante de una lancha torpedera que actuaba en el Pacífico.

Un joven Kennedy en uniforme de marina
Los dos oficiales y diez soldados a sus órdenes compartieron con él numerosos éxitos combatiendo contra los japoneses. Pero el día 2 de agosto de 1943, mientras cumplía una misión para la que se había ofrecido voluntario, un destructor japonés los abordó en medio de la noche y partió la patrullera por la mitad. Varios tripulantes murieron en el choque. Los supervivientes permanecieron a la deriva durante quince horas y John se comportó encomiablemente al arrastrar hasta la costa a uno de sus soldados herido en las piernas. Aunque hay quien ha atribuido el percance a una imprudencia de John, lo cierto es que el joven comandante Kennedy fue considerado un héroe de guerra.
La convalecencia fue larga. Su lesión dorsal se había agravado y John pensó que su maltrecho físico no estaba para demasiados sueños de gloria política. Sin embargo, el destino salió a su encuentro: su hermano Joe murió el 12 de agosto de 1944 en un accidente aéreo, cuando intentaba destruir las bases alemanas de las bombas volantes V-1 y V-2. El patriarca volvió sus ojos hacia él y decidió que ocupase la vacante de Joe en la lucha por conquistar la presidencia de los Estados Unidos.
En 1945, cuando John trabajaba como corresponsal en el «imperio» Hearst y había cubierto ya varias conferencias internacionales, Joseph Patrick Kennedy le expresó su deseo de que ocupase el puesto que Joe y se dedicase a la política. John tuvo que aprender a dominar su timidez y su retraimiento para convertirse en un político profesional. Estrechar las manos de desconocidos, sonreír ante los periodistas y tener siempre en los labios una frase más o menos ingeniosa para ellos comenzó a ser su pan de cada día. Su amplia sonrisa, su aspecto de niño y sus ojos melancólicos pronto encontraron adeptos en el seno del Partido Demócrata y entre los electores, fascinados por su juventud y por su imagen de brillante y honrado universitario. Después de una exhaustiva campaña en la que estuvo siempre apoyado económica y doctrinalmente por su familia, John Kennedy logró convertirse en 1946 en diputado del Partido Demócrata por Boston en la Cámara de Representantes y mantuvo su escaño en las elecciones de 1948 y 1950.

Una fulgurante carrera política

John ocupó rápidamente un lugar descollante en la escena política estadounidense. Su acción legislativa, sin embargo, fue discreta. Se caracterizó, primero, por una retroactiva desaprobación al gobierno Roosevelt y por la presentación de varios proyectos de contenido social, rechazados en la mayoría de los casos. Lo más destacable de esta primera etapa de su vida política fue su franco apoyo a todas las ayudas internacionales: el préstamo otorgado a Gran Bretaña, la ayuda a Grecia y Turquía, el Plan Marshall y otras medidas afines. En 1949 sorprendió con un discurso hostil a la política estadounidense llevada a cabo en China, a causa de la cual, afirmó, los Estados Unidos habían perdido la posibilidad de conseguir una China no comunista. El tono crítico a la política oficial y el encarnizamiento anticomunista que mostró se asemejaban al que, a partir de un año más tarde, emplearía el senador por Wisconsin Joseph McCarthy.

Kennedy en la convención demócrata de 1958
En abril de 1952, a sus treinta y cinco años, su padre lo instó a presentarse a senador por el estado de Massachusetts. De nuevo el clan se lanzó a una frenética actividad: se trataba de disputar el puesto a Henry Cabot Lodge, quien lo mantenía desde 1935. Corrieron ríos de tinta y dólares. Sus imágenes forraron el estado. La televisión emitía cada noche «El café en la casa de los Kennedy», donde se mostraba la unión y la fuerza del clan, la paz y la elegancia del hogar. Se celebraron banquetes en Palm Beach y Hyannis Port, sus dos fortalezas de Florida; millones de tarjetas navideñas personalizadas saturaban los correos; y sus obras de beneficencia (en especial, ayudas a centros de deficientes mentales, en uno de los cuales estaba internada su hermana Rosemary) no dejaban de destacar en los periódicos.
A uno de esos banquetes invitó a la reportera de un diario de Washington que había conocido un año antes: Jacqueline Lee Bouvier. Jacqueline no tardó en enamorar al aspirante a senador y a su familia, pues combinaba a la perfección su belleza con sus conocimientos idiomáticos (hablaba varias lenguas), y el encanto de su origen francés con la dote de su padre, célebre financiero neoyorquino. La boda se celebró en Boston el 12 de septiembre de 1953; asistieron mil doscientos invitados, que formaron en cola para saludar a Jack y Jackie. Jacqueline Kennedy se convirtió desde ese día en una de las mejores bazas del futuro presidente.

La boda de John Kennedy y Jacqueline Bouvier
En octubre de 1954, John Kennedy se vio obligado a alejarse de la vida política. La antigua dolencia de espalda, por la que ya había sido intervenido, se agravó, y el uso de muletas (ocultas en el coche durante sus campañas) se hizo cada vez más necesario. Tuvo que ser operado para unir sus vértebras descolocadas. Tras la operación, se recluyó en Hyannis Port con cuantiosa documentación histórica de los archivos del Senado y dedicó su tiempo a escribir un nuevo libro, Perfiles de coraje. La obra contenía ocho retratos de personajes políticos estadounidenses del siglo XIX y fue publicada un año después con éxito de crítica y público. En 1957 obtendría por esta obra el Premio Pulitzer. Pero su enfermedad no remitía y, en febrero de 1955, debió someterse a una nueva intervención, tras la cual logró recuperarse. Volvió a la vida pública dispuesto a presentar su candidatura para la vicepresidencia del Partido Demócrata. Sin embargo, fue vencido por Estes Kefauver.
La abrumadora victoria de Eisenhower no amedrentó a los demócratas, que veían en Kennedy el candidato idóneo para las elecciones presidenciales de 1960. Su ausencia de Washington lo benefició en cierto sentido, ya que en diciembre de 1954, cuando el Senado condenó a McCarthy, no se vio obligado a manifestarse ante los censores. Según su posterior colaborador Robert Sorensen, Kennedy no aprobaba la mentalidad maccarthista, pero tampoco se adhería a los liberales. Su hermano Bob había formado parte de la comisión presidida por McCarthy como consejero jurídico, y él mismo la había integrado. A pesar de ello, nadie pareció oír a Eleanor Roosevelt cuando se preguntó de viva voz si los liberales podrían dar su voto a un hombre que ni siquiera había condenado a McCarthy.

Kennedy en campaña electoral
Pero los liberales, e incluso los no liberales, se lo dieron. En 1960 el clan intensificó su actividad, pero el triunfo final fue una conquista personal de Kennedy. En los últimos años había hecho nuevas e influyentes amistades y estaba rodeado de eficaces colaboradores, recuperados en su mayoría de Harvard. Acababa de publicar su tercer libro, La estrategia de la paz, y había tenido tiempo de profundizar en todos los temas de preocupante actualidad de su país susceptibles de reforma. El núcleo de su campaña electoral cristalizó en torno a la idea de una nueva época que había de iniciar América, la denominada "Nueva Frontera", que evocaba el espíritu pionero de la conquista del Oeste. Con su sola presencia, Kennedy empezó a infundir esperanzas de renovación a un país cansado de una administración anquilosada desde el New Deal de Roosevelt. Pulcro, levemente despeinado, paseó su joven imagen por el mundo, junto a una Jackie en estado y con su hija de tres años, Caroline. Con su lema «Kennedy está en el cambio», arrasó en las elecciones primarias y, aunque por escasísimo margen, el 8 de noviembre logró la victoria sobre Nixon.

En la presidencia

Cuando el 21 de enero de 1961 tomó posesión de su cargo, ya nadie dudaba que Kennedy haría realidad su lema. Una de sus primeras medidas fue recomendar la puesta en libertad del líder negro Martin Luther King, que cumplía una condena a trabajos forzados en Georgia. Más tarde, su actuación en favor de la integración racial fue tildada de vacilante, pero pese al rechazo de que fue objeto su proyecto de ley de derechos civiles en el Congreso (en general todo proyecto suyo encontró en el Congreso una fuerte oposición), dejó su huella entre los negros, que llegaron a compararlo con el mítico presidente Abraham Lincoln.

Kennedy en una alocución sobre los
derechos civiles (11 de junio de 1963)
En los mil treinta y siete días que gobernó, Kennedy dejó la impronta del cambio. Apenas instalado en el despacho oval, escoltado por Dean Rusk como secretario de Estado y de su hermano Bob como fiscal general, sus medidas renovadoras se sucedieron. La ayuda federal al sistema educativo, el impulso que dio a la cultura y a las artes y, sobre todo, el relanzamiento de la economía, que condujo a un marcado crecimiento del consumo y de las inversiones privadas (lo que, a su vez, permitió recuperar el retraso aerospacial del país respecto a la Unión Soviética) fueron sólo algunas de sus más célebres innovaciones.
Su programa, de corte liberal, se basó fundamentalmente en la recuperación económica, la mejora de la Administración, la diversificación de los medios de defensa y el establecimiento de una alianza para el desarrollo integral del continente americano. Este último objetivo se plasmó en la formación de un frente común con los países de Centro y Sudamérica, la llamada Alianza para el Progreso, cimentada en los siguientes puntos: 1) apoyo a las democracias contra las dictaduras; 2) concesiones de créditos a largo plazo; 3) estabilización de precios en la exportación; 4) programas de reforma agraria; 5) estímulos a la inversión privada; 6) ayuda técnica e intercambio de información y estudiantes; 7) control de armas, y 8) fortalecimiento de la Organización de Estados Americanos. Para llevar adelante esta política, Kennedy convocó a los dirigentes del hemisferio invitándoles a unirse formalmente a la Alianza. Todos quedaron deslumbrados por aquel joven cargado de ilusiones y de ideas de regeneración y reforma. Pero uno no acudió a la cita: Fidel Castro, que desde 1959 era jefe del gobierno cubano.
Con Eisenhower como presidente, la CIA ya había preparado un plan de invasión de la isla de Cuba, al tiempo que se adiestraban en Guatemala guerrillas anticomunistas. La ineptitud de los gobernantes norteamericanos había cerrado las puertas al dirigente cubano, empujándolo a radicalizar su revolución. Los Estados Unidos no habían hecho nada para ayudar a Cuba en su necesidad de progreso económico, y cuando Kennedy llegó al poder era ya demasiado tarde.
El presidente se resistió a aceptar el plan de ataque de la CIA en varias ocasiones, pero acabó cediendo ante las presiones de los militares. En abril de 1961 comenzó la operación, pero la resistencia de las tropas castristas y del pueblo cubano convirtieron el desembarco en la Bahía de Cochinos en un estrepitoso fracaso. Kennedy y su administración sufrieron un duro golpe y Castro anunció que Cuba se había convertido en una república socialista; la invasión tuvo, pues, un efecto completamente opuesto al deseado.
Respecto a la URSS, Kennedy intentó un cierto acercamiento que se visualizó en junio de 1961 en la entrevista con Nikita Kruschev que tuvo lugar en Viena. Pero la invasión abortada de la Bahía de Cochinos, la erección del muro de Berlín y, sobre todo, el descubrimiento de una base de misiles con carga nuclear en Cuba instalada por los soviéticos interrumpieron las negociaciones.

Kennedy firma la orden de bloqueo naval a Cuba
El temple de Kennedy se puso de manifiesto cuando exigió al dirigente soviético el desmantelamiento de aquellas bases; durante varios meses angustiosos se temió que el conflicto desencadenara una guerra nuclear, pero Kruschev terminó por ceder y la llamada crisis de los misiles acabó constituyendo un éxito indudable para el presidente norteamericano.
A pesar de todo, posteriormente se produciría un entendimiento definitivo entre las dos superpotencias, plasmado en 1963 con la firma del Tratado de Moscú sobre el control y disminución de las pruebas nucleares en la atmósfera. En cuanto a la Alianza para el Progreso, destinada en principio a favorecer el surgimiento y consolidación de regímenes democráticos en el hemisferio americano, no impidió la extensión del militarismo ni el apoyo de los Estados Unidos a los gobiernos dictatoriales que respaldaron las posiciones de Washington. No hay que olvidar que la primera incursión de la CIA en Vietnam se llevó a cabo bajo su mandato. Si sus fines eran indudablemente democráticos, no lo eran tanto los medios de lograrlos. El principal artífice del hombre político había sido alguien tan poco digno de crédito como su padre. A este respecto Truman, dirigiéndose a un temeroso del catolicismo de Kennedy, dijo: «Yo no temo al papa, sino al papá».

Kennedy y Jacqueline momentos antes del asesinato
En 1963, Kennedy comenzó a preparar el terreno para las siguientes elecciones e inició una gira por diversas ciudades del país. El 22 de noviembre de 1963 John Kennedy y su esposa, seguidos del vicepresidente Lyndon Johnson, entraron en Dallas. Era parte de su campaña en la zona más reacia del país con vistas a su reelección de 1964. Cuando recorría sus calles en un coche descubierto, unos disparos sonaron por encima de los vítores y segaron su vida. Poco después moría en el hospital, desatando la consternación del mundo entero.
Según el informe Warren, el autor del magnicidio fue Lee Harvey Oswald, que desde lo alto de un edificio disparó con un fusil de repetición con mira telescópica. Sin embargo, subsistieron serias dudas sobre la exactitud de esta versión, y desde entonces han sido señalados como culpables desde la mafia hasta la sociedad racista Ku Klux Klan, pasando por los trust petrolíferos y armamentistas y la propia CIA. El enigma sigue abierto y probablemente nunca llegará a resolverse.

El funeral de Kennedy

Cronología de John Kennedy


1917Nace en Brookline, Massachusetts, el 29 de mayo.
1936Ingresa en la Universidad de Harvard para seguir la carrera de Derecho.
1937Acompaña a Gran Bretaña a su padre, que ha sido nombrado embajador, y viaja por diversos países. Empieza a interesarse por la política.
1940 Se gradúa en Ciencias Políticas con la tesis Por qué dormía Inglaterra, sobre la actitud de Gran Bretaña frente al belicismo de Hitler.
1942-43Ingresa en la marina y participa en la Segunda Guerra Mundial como comandante de lancha torpedera. Herido en un combate con los japoneses, es condecorado como héroe de guerra.
1944Muere su hermano Joe en una acción de la aviación norteamericana.
1945Trabaja como corresponsal y entra en la vida política.
1946-52 Es elegido diputado del Partido Demócrata por Boston en la Cámara de Representantes. Mantiene su escaño en las elecciones de 1948 y 1950
1952Es elegido senador por el estado de Massachusetts.
1953Contrae matrimonio con Jacqueline Lee Bouvier, más conocida como Jacqueline Kennedy, futura primera dama.
1957Obtiene el premio Pulitzer por su obra Perfiles de coraje.
1960Gana las elecciones presidenciales frente a Richard Nixon.
1961Es investido como presidente de Estados Unidos. Fracasa el intento de invasión de Cuba en la Bahía de Cochinos. Crea la Alianza para el Progreso, destinada a favorecer la democracia y el desarrollo económico de todos los países del continente americano.
1962Crisis de los misiles: Kennedy impone el bloqueo de Cuba. Los soviéticos se retiran de la isla.
1963Manifiesta en la ONU su deseo de acabar con la Guerra Fría. Se firma el Tratado de Moscú que limita las pruebas nucleares. Es asesinado en Dallas el 22 de noviembre.

Presidencia de John Kennedy

Un presidente para el cambio

La elección de Kennedy como presidente de los Estados Unidos fue el signo de la voluntad del país de afrontar la nueva fase de la competencia soviética con nuevas ideas y energías jóvenes. A comienzos de los años sesenta, al clima de encendidos debates y críticas a la sociedad se unía el malestar generalizado hacia la política de Eisenhower. Tras ocho años de Gobierno republicano y pese a las nuevas fórmulas y promesas electorales, los métodos formulados tras la Segunda Guerra Mundial se revelaban insuficientes. La sociedad exigía nuevos estímulos para afrontar el desafío soviético con imaginación. De esta exigencia nacional se benefició el candidato demócrata John Fitzgerald Kennedy.

John Kennedy
En la acción presidencial de Kennedy no puede faltar el reconocimiento de una serie de circunstancias: su condición de católico, su privilegiada formación cultural y procedencia social, así como el estar arropado por un grupo de brillantes intelectuales a quienes llamó a la Casa Blanca para colaborar en su proyecto. La fuente ideológica del programa de Kennedy ha de buscarse en el libro The Affluent Society, del economista y sociólogo John Kenneth Galbraith. Esta obra, producto de la investigación del grupo Rockefeller Report y construida a partir de encuestas sobre los temas de la política y la vida estadounidense, puso sobre aviso acerca de los peligros a los que estaba sometida la pervivencia de la democracia en los Estados Unidos. El impulso ideológico de esta izquierda moderada pesaba poderosamente en las decisiones de Kennedy. Acusado de que sus simpatías izquierdistas le hacían asumir actitudes de conciliación con respecto a la Unión Soviética, Kennedy se esforzó durante su mandato por desarrollar una línea de dureza en la política exterior, expresada en algunas acciones desafortunadas, como la de Bahía Cochinos.
Kennedy llegó a la Casa Blanca después de una campaña electoral que pretendía expresar la voluntad de renovación que la sociedad demandaba y recuperar la iniciativa frente a la URSS. El país parecía hastiado de la aburrida prosperidad de la era Eisenhower y asistía impotente al espectacular ascenso de la Unión Soviética de Kruschev, que en 1958 había puesto en órbita el primer satélite artificial: su efecto propagandístico había causado un fuerte impacto en la opinión pública americana. Parecía necesario encontrar un desafío que trajera consigo una nueva respuesta, y Kennedy fue el hombre que encarnó esta respuesta; no sólo con respecto a la Unión Soviética, sino también respecto a todos los retos que la evolución tecnológica y social ponía a la democracia americana. En ese sentido, y remontándose a las tradiciones heroicas de los pioneros de Estados Unidos, Kennedy habló, en su discurso de candidatura en la convención de Los Ángeles, el 15 de julio de 1960, sobre la necesidad de crear "una nueva frontera", de no dormirse en los laureles de los éxitos obtenidos y, por el contrario, aceptar el desafío de los tiempos.

Kennedy y Jacqueline en la campaña electoral de 1960
El nuevo presidente adoptó un papel de cara al mundo en el que la popularidad se convirtió en su principal aliada. Especialmente en Europa, Kennedy representaba la figura de un líder diferente, la imagen de un tiempo nuevo; una suerte de rey con un tipo de corte contemporánea. Los programas del nuevo presidente parecían querer dar la vuelta a la política de los republicanos, que hacían recaer el peso de sus acciones en las relaciones políticas con los pueblos. La política de Kennedy apostaba por las relaciones económicas y culturales. Kennedy se apoyó en la fórmula de las responsabilidades globales para defender los intereses de Estados Unidos en el mundo.
Nada más tomar posesión de su cargo, Kennedy formó un equipo competente y de su máxima confianza, integrado por su hermano Robert Kennedy como secretario de Justicia (Fiscal General), Robert McNamara en el puesto de secretario de Defensa y Dean Rusk en la secretaría de Estado. Su programa político se basó en la recuperación económica, la mejora general de la Administración estadounidense, la diversificación de los medios de defensa y el establecimiento de una alianza para el desarrollo integral del continente americano, programa este último al que llamó Alianza para el Progreso. Además, propuso un amplio abanico de reformas sociales que encomendó a su hermano Robert, mientras él se dedicaba, casi por completo, a los múltiples asuntos exteriores en los que Estados Unidos tenía intereses muy concretos.

Política exterior

Su primera acción importante de gobierno afectó al continente americano. Kennedy, con el objeto de adelantarse ante cualquier iniciativa política del líder comunista cubano Fidel Castro, modeló una nueva política estadounidense respecto a sus vecinos continentales: la Alianza para el Progreso. Este programa, que incluía una ayuda económica de más de 46.000 millones de dólares, se cimentó en una serie de puntos: el apoyo a las democracias contra las dictaduras, la concesión de créditos a largo plazo, la estabilización de precios en la exportación, los programas de reforma agraria, el control de armamento, las ayudas a la investigación y el fortalecimiento de la OEA (Organización de Estados Americanos) como organismo decisorio y dotado de mecanismos políticos. Todos menos el líder cubano Fidel Castro, en el poder desde enero de 1959, aceptaron el programa del joven presidente estadounidense.
En el terreno internacional, las capacidades del nuevo presidente se pusieron a prueba en las relaciones con la URSS de Nikita Kruschev. En enero de 1961, los soviéticos pusieron en libertad a los tripulantes de un avión espía estadounidense derribado mientras sobrevolaba el espacio aéreo soviético; ello parecía conducir a una nueva fase de distensión. Kennedy intentó consolidar la coyuntura y mostrar sus deseos de paz creando un Cuerpo de la Paz, organismo fundado en pro de la fraternidad mundial.

Kennedy y Nikita Kruschev
Pero los propósitos del presidente se vinieron abajo tras el gran fiasco de Bahía de Cochinos. Un gran número de exiliados cubanos en Miami, entrenados a conciencia por la CIA, intentaron invadir Cuba desde Bahía de Cochinos el 14 de abril de 1961 y fueron rápidamente derrotados. Aunque era un plan diseñado por la anterior administración del presidente Eisenhower, Kennedy, tras resistirse en un primer momento al plan, acabó dando el visto bueno. Kennedy y su administración sufrieron un duro varapalo. Fidel Castro reaccionó declarando la República Socialista de Cuba y fortaleciendo todavía más su posición en la isla.
A partir del mes de abril de ese mismo año, Kennedy dirigió su atención al sudeste asiático, donde los comunistas amenazaban con hacerse con el control de Laos. Para evitarlo, Kennedy se hizo cargo, con la aquiescencia de la SEATO, de la defensa militar anticomunista en toda Indochina, y abasteció con todo tipo de material de guerra al gobierno proestadounidense laosiano, a la vez que enviaba a los primeros "asesores militares" (eufemismo para designar a los contingentes de tropas). Su firme compromiso de aplicar los acuerdos de Ginebra dio como resultado un alto el fuego efectivo en la zona y una posterior entrevista en Viena, en el mes de junio, con el líder soviético, en la que se acordó mantener una postura neutral respecto a Laos.
Kennedy y Kruschev, sin embargo, no pudieron llegar a acuerdo alguno en el problema de Berlín. Cuando fue levantado el vergonzoso muro que separó ambos sectores, uno occidental proestadounidense y uno oriental bajo la égida soviética, Kennedy no dudó en enviar contingentes bien armados para asegurar la ruta terrestre hacia el sector occidental y reafirmar los derechos de paso. Mientras tanto, volvieron a surgir problemas en el Sudeste Asiático; la zona en conflicto se extendió de Laos a Vietnam del Sur, país ocupado por el régimen proestadounidense de Diem. Kennedy trató de frenar las fuerzas comunistas del Vietcong en Vietnam del Sur con nuevas medidas de contrainsurgencia. En un claro error táctico, envió más material de guerra y "asesores militares" hasta alcanzar, a finales del noviembre de 1963, el número de 16.000 hombres, lo que a la postre daría lugar a la larga Guerra de Vietnam.

La crisis de los misiles

En el otoño de 1962, Kennedy tuvo que enfrentarse a la crisis más importante de todo su mandato presidencial, al descubrirse una serie de estaciones secretas de rampas de misiles soviéticos de medio alcance en la isla de Cuba. ¿Estaba la URSS buscando una operación de riesgo calculado mediante la cual presionar a los Estados Unidos para que retirasen sus misiles nucleares en Turquía, a cambio de hacer lo propio con los cubanos?

Kennedy con el General Curtis LeMay y los pilotos
que descubrieron las rampas lanzamisiles,
visibles en las fotos de los aviones espía U2
Si esto era así, el descubrimiento de la operación desbarató los planes iniciales de los soviéticos. El presidente Kennedy reaccionó planeando un ataque aéreo preventivo y un desembarco masivo de tropas; finalmente, optó por el bloqueo naval y aéreo de Cuba. Con ello se pretendía cortar el proceso de instalación soviética en la isla e instar al desmantelamiento.
El temple de Kennedy se puso precisamente de manifiesto cuando exigió de modo tajante al líder soviético el desmantelamiento de las bases. Tras unos meses en los que se temió seriamente por el estallido de un conflicto nuclear entre las dos máximas potencias del mundo, Nikita Kruschev cedió a la presión estadounidense y ordenó el derribo de las rampas de misiles.
El desenlace feliz de la segunda crisis cubana constituyó un éxito indudable para el presidente estadounidense y una pérdida de prestigio para Kruschev: la retirada soviética minaba la imagen del líder. Pero pese a que los Estados Unidos parecían haber ganado el pulso, Kennedy accedió a retirar los obsoletos misiles nucleares estadounidenses de Turquía y se comprometió a no intentar una nueva invasión de Cuba.
La crisis había puesto de relieve el peligro real de una política de desafíos, por muy controlada que pudiera parecer. Tras la crisis de los misiles, Moscú y Washington parecieron llegar a un entendimiento tácito que anulaba el espíritu de confrontación abierta, sustituyéndolo por una política de distensión en la que la elaboración de un lenguaje de símbolos constituía todo un reto de futuro.

Kennedy y Willy Brandt (13 de marzo de 1961)
El año 1963 significó para Kennedy la culminación de su éxito en política internacional. Kennedy se bañó en multitudes en una triunfal gira por varios países de Europa; en Berlín occidental, fue recibido como un héroe. En junio pronunció un discurso en la ONU en el que abanderó los deseos de acabar con la Guerra Fría, al tiempo que establecía con Moscú el famoso teléfono rojo de línea directa entre ambos líderes. Un mes después, los Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña firmaron el primer tratado de limitación de pruebas nucleares. El único hecho que enturbió su política exterior fue el recrudecimiento de las hostilidades en Vietnam del Sur, donde tenía ya instalado un auténtico ejército de ocupación que sostenía a un gobierno totalmente corrupto.

La política interior

Debido a la poca fuerza con que contaba en el Congreso, Kennedy tuvo serios problemas para llevar a cabo su programa de estímulos económicos, reformas fiscales y ayudas para la educación y el bienestar, siempre obstaculizado por la mayoría conservadora republicana. Durante los dos primeros años de su administración, Kennedy tuvo que dar prioridad a la amenaza de la inflación. Para ello, no dudó en utilizar su poder para persuadir a la industria y a los poderosos sindicatos de que mantuvieran los precios y los salarios dentro de las pautas recomendadas (como hizo en el año 1962, cuando forzó a las compañías acereras, en una aparición televisiva ante todo el país, a retirar un proyectado incremento de precios), como parte fundamental para desarrollar su política liberalizadora en los intercambios comerciales y para proteger al dólar.
Kennedy logró sacar adelante varias leyes: para aumentar el salario mínimo, para fomentar las obras públicas y los programas urbanísticos y para reducir los impuestos. También incrementó la distribución de víveres a los más necesitados y subvencionó las escuelas públicas en un país donde se rendía, y se rinde aún, un culto casi divino a la enseñanza privada. Fracasó sin embargo en la política de Derechos Civiles, no tanto por sus intenciones sino por lo que tardó en adoptar un postura consistente sobre el tema, tal y como se encargó de recordarle, en marzo de 1963, un desencantado Martin Luther King, que acusó al presidente de establecer medidas simbólicas en los asuntos raciales, pensando más en las próximas elecciones que en los problemas concretos de las minorías. Aun así, Kennedy llevó a cabo serios intentos para lograr la integración plena de los negros en el sistema educativo del país, para lo cual amenazó incluso con el envío de tropas federales si no se cumplían las leyes de integración, labor en la que destacó especialmente su hermano Robert Kennedy. La mayor parte de sus proyectos de ley no fueron promulgados hasta el año 1964, ya con Lyndon B. Johnson como presidente.

El asesinato

El 22 de noviembre de 1963, Kennedy fue asesinado en Dallas (Texas) en el transcurso de su segunda jornada de visita a la ciudad, en plena campaña de reelección. La comitiva presidencial, que se dirigía al centro de la ciudad, discurría a paso lento por una ancha avenida cuando el coche descapotable (un cabriolet Lincoln) en el que viajaban el presidente, su esposa Jacqueline y el gobernador de Texas, John Connally, tomó una curva junto a un parque.
En ese momento, las 12.30 de la mañana, tres impactos de bala (aparentemente efectuados desde el quinto piso de una casa que dominaba el recorrido de la comitiva oficial) alcanzaron a Kennedy y Connally. Ambos fueron trasladados de inmediato al Parkland Memorial Hospital; mientras Connally conseguía recuperarse, Kennedy murió 30 minutos después del atentado: una bala le había destrozado el cerebro.
Noventa y ocho minutos más tarde, en el mismo aeropuerto de Dallas, Lyndon Johnson fue nombrado trigésimo sexto presidente de Estados Unidos. Poco después del magnicidio, la policía detuvo a un sospechoso: un ex marine llamado Lee Harvey Oswald, que trabajaba en el almacén desde el cual se había abierto fuego contra el séquito presidencial.

Lyndon Johnson jura como nuevo
presidente en el Air Force One
El misterio de la muerte de Kennedy no había hecho sino empezar. El presidente Johnson creó una comisión de investigación, encabezada por el presidente de la Audiencia federal Earl Warren, para aclarar la autoría del atentado. Las hipótesis se multiplicaron. ¿Quién quería muerto al presidente? Desde los agentes del KGB hasta la mafia cubana en Miami, pasando por la tesis oficial que defiende que Oswald actuó de forma independiente, las distintas teorías dejaron al descubierto que la administración Kennedy tenía detractores.
Según el Informe Warren, el único responsable del magnicidio fue Oswald; tenía antecedentes de desequilibrio mental y era conocida su ideología prosoviética y castrista. Oswald fue arrestado pocas horas después del crimen, en un cine próximo al lugar de los hechos, y fue asesinado dos días después por el propietario de un bar nocturno, Jack Ruby, quien murió también después en extrañas circunstancias.

Lee Harvey Oswald ante la prensa
A pesar del dictamen de la Comisión Warren, los enigmas y dudas alrededor del asesinato dieron pie a todo tipo de conjeturas que señalaban incluso a la CIA y al mismo gobierno como posibles implicados. En una posterior investigación del caso encargada por el Congreso, se llegó a la conclusión de que era posible que en el magnicidio hubiera participado más de una persona, lo que reforzaría varias declaraciones de testigos presenciales del hecho, silenciadas en aquellos momentos trágicos, que oyeron varios disparos procedentes de lugares distintos.
Extraido con permiso del website: Biografías y Vidas
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