Por qué es tan difícil obedecer

Por qué es tan difícil obedecer

Por qué es tan difícil obedecer
A muchas personas les irrita la idea de tener que obedecer; y esto es verdad tanto en el caso de niños como en el de adultos. La historia sería diferente si las personas que tienen autoridad mostraran que piensan en las demás personas y les manifestaran consideración; así la obediencia podría hacerse placentera en situaciones en que, de otro modo, pudiera ser un deber molestoso.
Podríamos comparar el pensar en los demás y mostrar consideración con aceites que ayudan a lubricar la maquinaria de las relaciones humanas. Esto es especialmente cierto cuando los que manifiestan estas cualidades son personas que tienen el deber de obtener la obediencia de otras. Y allí radica la razón principal del problema de la obediencia, ese "aceite" no se utiliza donde más se necesita, para lubricar las relaciones humanas.
Un ejemplo palpable lo observamos en los padres, quienes tienen sobre los hijos autoridad natural como progenitores. Pero ¿cómo la ejercen? Algunos padres quizás insistan en que sus hijos les obedezcan, como un derecho adquirido por ser sus progenitores, pero no toman en consideración si los hijos les obedecen de buena gana o a regañadientes.
Indudablemente esta falta de consideración por parte de los adultos es una de las razones por las cuales se ha incrementado tanto la “desobediencia a los padres”. ¿Cómo pueden los padres corregir esta tendencia para hacer que la obediencia sea un placer para sus hijos? Aquí resultará muy útil el que sepan mostrar empatía, porque la empatía conduce a la actitud de pensar en los demás y mostrarles consideración.
El desplegar empatía significa que los padres saben ponerse en el lugar de sus hijos, por decirlo así. ¿Qué significa esto? Que los mandatos que se dan a los niños deben darse en términos que un niño pueda entender con facilidad, y desde el punto de vista de un niño. También es importante el dar el mandato o indicar lo que se solicita con tono de voz bondadoso, amoroso, y sin embargo con firmeza, si es necesario. Sobre todo, nunca se debe dar un mandato en medio de un arrebato descontrolado de cólera.
Con solo aplicar estas sugerencias se podrá observar un cambio radical en la actitud de los hijos sobre la autoridad que ejercen los padres.
He aquí otra sugerencia: Es muy útil, cuando lo permiten el tiempo y las circunstancias, explicar por qué debe hacerse cierta cosa. Y, por supuesto, siempre hay razones. Es ideal el que padre e hijo, o madre e hija, puedan trabajar juntos. La relación entre ambos será más fluida si, junto con la solicitud de que se haga algo pudiera indicarse que ‘mientras tú estés haciendo eso, yo estaré haciendo esto.’
Para que la obediencia sea placentera, también tiene que haber consistencia. Los padres deben practicar lo que predican. Si desean que sus hijos los respeten, ellos deben mostrar respeto a la autoridad. ¿Podría dar esto buenos resultados en la relación entre adultos? Por supuesto, pudiera decirse que todos esos factores aplican con aún más vigor cuando se está tratando con adultos. Por una razón obvia; Obedecer significa someterse a la autoridad que alguien ejerce legítimamente sobre otro, y esto pudiera ir contra el ego u orgullo personal de algunos. Un principio bíblico dice al cristiano que no haga ‘nada movido por egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ti.’—Filipenses. 2:3.
¿Pueden contribuir estas sugerencias a mejorar las relaciones entre esposos, una de las relaciones más íntimas y donde más escasea la consideración? A las esposas se les dice que ‘estén en sujeción a sus esposos en todo.’ Pero si el esposo también sigue el consejo bíblico y ‘ama a su esposa como ama a su propio cuerpo,’ si muestra empatía y consideración, entonces a su esposa ciertamente le será un placer mostrar obediencia a él. (Efesios 5:22-28)
Por ejemplo: el esposo que es bondadoso, comprensivo y tiene profundo discernimiento mental, solicita lo que desea con llamamientos a la razón, lealtad y amor de su esposa. No olvida alabarla por la capacidad que ella despliega en apoyo de él como su ayudante, y por su industriosidad, hasta con relación a cosas pequeñas.
Otra sugerencia: también es manifestar que se piensa en los demás y que se es considerado el dar razones antes de solicitar algo. Por ejemplo, el esposo pudiera decir: ‘El mes pasado tuvimos muchísimos más gastos que ingresos, y si eso continúa así no vamos a poder irnos de vacaciones este año. Así que este mes vamos a tener que tratar de mantenernos dentro de lo que nuestros recursos nos permiten, ¿te parece, mi amor?’ Esta sería una de las maneras como el esposo demuestra que es razonable en lo que solicita, pues debe recordar los “esposos, deben continuar morando con sus esposas de igual manera de acuerdo con conocimiento, asignándoles honra como a un vaso más débil, el femenino.”—1 Pedro 3:7.
Pueden aplicarse principios similares en la relación entre un empleado y su jefe. A los que tienen autoridad sobre otros en asuntos seglares se les da la sugerencia de no tratarlos con amenazas e insultos, como tienden a hacerlo con frecuencia los jefes, un proceder que difícilmente contribuye a hacer placentera la obediencia. Cuánto mejor es que estén “haciendo lo que es justo y lo que es equitativo.” Nada hace menos placentero el trabajo que el tener que trabajar bajo condiciones injustas y opresivas.
En estos casos, también, el hacer un llamamiento a la razón, así como el hacer un llamamiento a la anuencia de la otra persona, son cosas útiles. Por eso, el individuo que fuera a solicitar algo de alguien, o dar a algún individuo alguna asignación, precedería esto con alguna expresión de aprecio por las asignaciones o servicio voluntario que la otra persona haya ejecutado de buena gana en el pasado. El capataz pudiera procurar la cooperación de sus compañeros de trabajo por medio de preguntar bondadosamente si ellos quisieran ayudar con relación al proyecto de trabajo, o compartiendo con ellos parte de la carga del trabajo.
Algo que especialmente ayuda a hacer que la obediencia sea un placer es expresar aprecio por el trabajo que se ha hecho. Esto es tan sencillo que hay quienes pudieran pasarlo por alto como cosa anticuada, pero todavía da buenos resultados hoy, como lo mostró un informe que se dio en Today’s Health de agosto de 1972.
Había un dependiente que tenía entre sus deberes el de barrer el pasillo central del almacén de la compañía. La primera vez que el jefe notó lo bien que el dependiente había limpiado el piso, exclamó: “¡Oiga, eso es lo que yo llamo limpiar el pasillo!” Comentando sobre esto, el dependiente se expresó así: “Eso fue todo, nada más, pero cada día o cada vez que yo barría el piso él expresaba aprecio por la manera en que lo hacía. . . . Palabras sencillas como éstas pueden hacer que uno sienta que ha logrado algo. Alguien se interesa en lo que uno hace y considera que lo que uno hace es importante. Por eso, cada vez que uno lo hace, lo hace mejor.”
Evalúe los resultados. Fácilmente pudiera suceder que los padres perdieran la comunicación con sus hijos, que los esposos manifestaran poca consideración al tratar con sus esposas y que los patronos en el mundo industrial o de los negocios se vieran tan absortos en sus responsabilidades que pasaran por alto el elemento humano al tratar con las personas sobre las cuales tienen autoridad.
Pero la empatía viene al rescate, pues es una cualidad que conduce a la actitud de pensar en los demás y mostrarles consideración por parte de los que solicitan algo o dan órdenes. La empatía puede lograr mucho en cuanto a hacer placentera la obediencia, en vez de ser un deber que se efectúe con renuencia.

Adaptado del artículo "Cómo hacer placentera la obediencia" publicado en La Atalaya del 01 de Enero de 1979