Ingleses y franceses en el mar de los corsarios

Capítulo II. Surgimiento de un Nuevo Mundo 1498 / 1780

Unidad 4. La huella española 1529 / 1700


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Henry Morgan

El proceso cobra nueva significación al mediar el siglo, cuando las incursiones dejan de ser aisladas para transformarse en designios de potencias como Inglaterra y Francia.
Tras organizar poderosas armadas, los osados marinos, con licencias de corso, actúan a nombre de una nación para defender las propuestas de sus reyes. Se proponen superar así la exclusión que Castilla le había impuesto al resto de Europa y participar en el comercio con las Indias. También se trata de combatirlos en el campo religioso, hasta hacer el mayor daño posible al catolicismo. Las arremetidas se acentúan cuando tales enemigos toman medidas en materia comercial, fundamentándose en la teoría del Mare Liberum.
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Arriba: Sir Francis Drake
Abajo: SIr Walter Raleigh
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Mejor “por las buenas”

Paralelamente a la lucha en los mares, se desarrolla un forzado comercio ilegal. Los “acuerdos” de este tráfico presentan dos modalidades: la primera consiste en atacar hasta destruir las defensas, tomar la ciudad y amenazar con incendiarla si se les prohíbe el trato con los vecinos; la segunda, en sitiar el puerto y secuestrar a alguna autoridad o vecino principal. Si no logran resultados, proceden a intercambiarlos por algunas licencias para comerciar en el puerto y la ciudad.
Con la autorización en mano, los atacantes desembarcan y venden sus mercancías y esclavos que, además de sus bajos precios, son escasos en la región. Al final de las operaciones y antes de marcharse, se apropian de las naves en los puertos, se roban la artillería de los fuertes, campanas y otros objetos del culto hasta destruir las iglesias, al tiempo que exigen altos rescates por la conservación de las ciudades, a las que les prenden fuego así reciban el pago solicitado.
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