Tierra que dije de gracia

Capítulo II. Surgimiento de un Nuevo Mundo 1498 / 1780

Unidad 3. Tiempo de exploraciones 1498 / 1528

 
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3.8. “Tierra que dije de gracia”

Con la llegada de Colón a Venezuela en 1498, se inicia un período de exploración, conquista y colonización del territorio, que durará tres siglos bajo el dominio de España.
En 1498 la situación de Colón en la Corte Española no es la misma de 1493, cuando es recibido con honores al regresar de su primer viaje.
La esclavitud de los indígenas, la insuficiencia de los recursos de oro y especias obtenidos, así como las quejas de los colonos de La Española contra su gobierno, minan su prestigio.
Prueba de ello es que Colón inicia el tercer viaje con sólo seis naves.
En el segundo había zarpado de Cádiz con 17. De las seis naves con las cuales parte de San Lúcar de Barrameda el 30 de mayo de 1498, tres son enviadas de La Gomera (Islas Canarias) a La Española. Las otras tres continúan su rumbo hacia las islas portuguesas de Cabo Verde y de allí al sudoeste. Colón y sus hombres divisan la isla de Trinidad el 31 de julio. El 1 de agosto vislumbran desde lejos las tierras orientales de los actuales estados Sucre y Monagas y una punta del Delta del Orinoco. Sorprende a Colón, quien entra al golfo de Paria por la Boca de Sierpe y llega a “la boca del Drago peligrosa” el 3 de agosto, el ímpetu de las aguas “con tanta furia como hace [el] Guadaquivir en tiempo de avenida”. Navega por el golfo de Paria, observando “unas tierras las más hermosas del mundo”, territorios de la “tierra que dije de Gracia” donde debía estar el Paraíso terrenal. El primer desembarco se efectúa el 5 de agosto en paisajes del actual estado Sucre, probablemente en Macuro, lugar de “tierras labradas” y abundantes monos. Recorre la costa norte hasta la punta de Araya, reconociendo después las islas de Margarita, Coche y Cubagua. El 15 de agosto parte hacia La Española.
La Tierra de Gracia de Cristóbal Colón, muestra la “verdura y hermosura” de los paisajes deltaicos y parianos; también la belleza de los indígenas. Esta gente, sentencia el Almirante, “son todos de muy linda estatura, altos de cuerpos, e de muy lindos gestos”, los cabellos eran “muy largos e llanos” y cubrían su cabeza con “pañuelos labrados” de algodón “tejido a labores y colores”. Colón pone especial atención en el oro que los indígenas llevaban “colgado al pescuezo” y en “algunas perlas” atadas a los brazos. Él mismo indica que “procuré mucho de saber dónde cogían aquel oro” y las perlas, pero la respuesta aborigen fue disuasiva: el oro y las perlas se encontraban al noroeste en tierras peligrosas, pues “allí comían [a] los hombres”.
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De La Española parten expediciones que amplían la dominación española en América