Comercio interamericano y Comercio Interno

También se estableció un intenso comercio con otras provincias americanas, especialmente con México, cuando el puerto de Veracruz se abrió para recibir nuestras abultadas cargas de cacao, suficiente para cubrir la demanda de Nueva España, calculada en unas 20.000 fanegas anuales.

La relación comercial con Veracruz (México) se hizo interesante, al punto que casi se convierte en monopolio venezolano, cuando los "grandes cacaos" de aquí plantearon al rey repetidas veces la necesidad de mantenerse como proveedores exclusivos del producto, para lo cual era imprescindible, según nuestros comerciantes criollos, que se prohibiera la venta a México del cacao de Guayaquil, porque éste, de baja calidad, competía en precios. Es de decirse que el rey favoreció siempre a los productores nuestros, lo cual permitió que con el tiempo se fuera formando una importante flota venezolana, que a mediados del siglo XVIII ya contaba con 18 navíos. Al mismo tiempo se fortalecía la aristocracia de los grandes cacaos venezolanos.

Este tráfico, cada vez más creciente, sólo se vio interrumpido entre 1737 y 1742, por causa de la guerra entre España e Inglaterra. Las naves venezolanas dejaban en Veracruz fundamentalmente cacao, y traían de regreso platos mexicanos, lienzos, pero sobre todo oro y plata amonedados. Prácticamente el dinero efectivo que circulaba en Venezuela provenía de México, en un promedio de medio millón de pesos anuales, producto de una parte de las ventas hechas allá.

Cuando en 1777, gracias a la apertura reformista de Carlos III, se permitió a los comerciantes venezolanos abrir operaciones con otras posesiones españolas en América, se hicieron insuficientes los buques de nuestra flota. Al comercio con México se añadió el de Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo. También con Nueva Granada tuvimos intercambio comercial.

Con respecto al trato con las colonias extranjeras, la misma licencia de 1777 permitía a nuestros comerciantes adquirir negros en dichas colonias, a cambio de cualquier fruto que no fuera el cacao. Las antillas francesas, por ejemplo, pudieron en virtud de esta gracia proveerse de carne cumanesa.

Nuestros comerciantes habían hecho ya suficiente dinero como para darse ciertos gustos, de modo que se hizo cada vez más frecuente la importación de géneros de todo tipo. Así, en 1796, según registra Arcila Farías, llegaron a La Guaira 43 barcos que introdujeron mercancías por valor de más de tres millones de pesos.

El historiador Arcila Farías, basándose en Depons, dice que el tráfico entre Maracaibo y Veracruz se hizo particularmente intenso, y que "era Maracaibo, de toda Tierra Firme, el puerto de donde salían más expediciones para México, las cuales se componían de cacao, bálsamo de copaiba, etc. y de vuelta se traía cierta fayenza (cerámica) vidriosa que se fabricaba en aquel país, fanales para los rosarios, sacos de embalaje, telas de la China que llegaban a la Nueva España por Acapulco, y lo restante en oro y plata... De Barcelona se llevaba a La Habana carne salada y se traía en retorno azúcar, cera y plata. Maracaibo enviaba cacao, etc.; Coro, quesos del país y cueros, Puerto Cabello, mulas siempre que no pudiera venderlas mejor en Jamaica; La Guaira, cacao, zarzaparrilla, etc.; Cumaná, Margarita y Guayana no sostenían relaciones con Cuba..."

Comercio interno


También hubo, desde luego, comercio entre nuestros propios pueblos, pero fue una actividad de poca monta, tanto por lo inaccesible que se hacía el país interior, cruzado por malos caminos, como por el hecho de que la producción estaba muy generalizada y era inoperante el intercambio de productos.

La utilización de los ríos como vía de comunicación favoreció en ciertos casos el acercamiento de algunas ciudades como San Fernando de Apure, Ciudad Bolívar, etc. De todos modos, los pueblos se las ingeniaban para intercambiar con otras regiones sus productos por aquellos de que carecían; así, por ejemplo, pudo verse a orillas del Orinoco un cargamento de algodón de los Andes, a cambios de la rica miel guayanesa.