La historia no comenzó ese día


Venezuela se da a conocer al mundo, igual que América, gracias al Descubrimiento. Pero, de hecho, su historia no comienza con ese trascendental acontecimiento, ya que está demostrada la existencia del homo venezuelanensis (hombre de Venezuela) desde hace más de 15.000 años.

Asentado en el territorio venezolano, ese primer hombre, cuyo origen aún se desconoce, dejó huellas interesantes para los investigadores de hoy. Extendido a lo largo de ríos, montañas y sabanas, construyó su forma de vida, formó su hábitat, estableció sus modos de producción y con el andar de los siglos se convirtió en el creador de una cultura autóctona.

Antropólogos, arqueólogos, pacientes investigadores han logrado establecer los orígenes de la nación venezolana, como es el caso de Mario Sanoja Obediente, quien se ha remontado a tiempos pretéritos, más de 15.000 años antes de Cristo, para descubrir cómo nos formamos, de dónde venimos, quiénes somos los venezolanos.

Indudablemente que de la cultura indígena venezolana no se puede decir lo mismo que de otras americanas como la de México o Perú. La nuestra no estaba tan avanzada durante el período prehispánico, pero es de pensarse que la irrupción violenta, cruel en muchos casos, de los españoles durante la conquista, frenó un tanto el ritmo de progreso que la caracterizaba. Es más, se debió a los indígenas, a su capacidad de aceptación del nuevo estado de cosas, su tecnología agrícola, sus sistemas de riego y cultivo en terrazas, el que los españoles lograran asentarse con cierto grado de rapidez, porque los procedimientos agrícolas que encontraron les fueron familiares, como quiera que ellos venían de un régimen feudal.

Las muestras halladas en los petroglifos, la alfarería, la cestería, etc., no son de una calidad estética admirable, pero dicen a las claras de un trabajo artesanal que iba en ascenso. Mario Sanoja e Iraida Vargas, en interesante trabajo hecho al alimón, nos dejan la conclusión de su propia experiencia:

"El estudio de la evolución histórica y cultural de las poblaciones aborígenes venezolanas, pone de manifiesto la extraordinaria riqueza de materiales y experiencias que dicho proceso presenta para la comprensión de nuestra actual sociedad. Muchas de las causas del atraso cultural, social y económico, de la situación de dependencia misma, podría analizarse a la luz de las series de contradicciones que han caracterizado el proceso de integración de nuestra nacionalidad.

Si, como lo repiten frecuentemente las personas cultas y no cultas, nuestros aborígenes se caracterizaron por la ausencia de una arquitectura tal como la que maravilla el gusto de los legos y los entendidos que visitan el Perú, Méjico y los países del área Maya, presentan sin embargo notables avances en la tecnología alfarera y constituyen, sobre todo, una experiencia humana de excepcional riqueza para los investigadores que la estudien desprovistos de los prejuicios ideológicos que han tendido a minimizar el importante papel que jugaron las culturas aborígenes en el proceso de creación de la sociedad venezolana.

Si penetrásemos profundamente dentro de la estructura social, económica y tecnológica de la sociedad venezolana, veríamos claramente cuán diferentes habríamos sido de no haber mediado en nuestra evolución histórica las culturas aborígenes.

Este hecho tan obvio, aunque no muy presente en la conciencia de muchos venezolanos, se refleja en los alimentos que consumimos diariamente, en los elementos materiales que empleamos en nuestra vida cotidiana, en la tecnología agrícola y los métodos de subsistencia que aún utilizan buena parte de nuestros campesinos, en la organización socio-económica y la cultura de muchas áreas rurales, elementos todos que presentan fuertes influencias de nuestra herencia aborigen..."

Para el día de hoy, según el último censo indígena (1992) sólo existen en Venezuela 314.772 aborígenes, congregados en 27 grupos étnicos, distribuidos así: Estado Amazonas, 43.366; Anzoátegui, 6.749; Apure, 6.896; Bolívar, 34.660; Delta Amacuro, 21.256; Monagas, 3.859; Sucre, 518; Mérida, 243; Trujillo, 76; Zulia, 197.149. En esta última entidad la etnia wayuu tiene 178.999, la más numerosa del país, seguida de los warao, con más de 24.000, los pemones, con más de 20.000, y los yanomami con más de 13.000 habitantes. Esta población indígena está repartida en 1062 comunidades y treinta colectividades.