Las "pequeñeces" del Libertador


En efecto, Bolívar tenía dadas todas las órdenes. Leer su correspondencia de estos días asombra. Toda esta Campaña del Sur, incluyendo la Batalla de Ayacucho, que le dio digno remate, es obra de un arquitecto de la guerra, de un mago de la estrategia.

Después de la sublevación de El Callao, el Congreso peruano nombra a Bolívar Dictador. Confía en él, a pesar de hallarse enfermo. El Libertador por su parte, confía en Sucre y lo designa General en Jefe del Ejército Unido Libertador del Perú.

Bolívar ordena todos los movimientos; en cada punto del territorio en que haya tropas, allí están sus instrucciones; de pronto lanza una terrible reprimenda en beneficio de la disciplina, como escribe un poema (Mi delirio sobre el Chimborazo), o se acuerda de su antiguo maestro Simón Rodríguez ("...usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso..."); se enfada con Santander porque no le manda las tropas que está cansado de pedirle y corta la correspondencia con el Vicepresidente de Colombia; está pendiente de los caballos, del ganado, del forraje que deben comer; de que se recoja ajo para precaver a los soldados del frío de los páramos; de agua, o que se cocine ésta, para evitar que tomen agua pura que les perjudique la salud; escribe hasta seis cartas en un mismo día a un mismo destinatario; en unas cartas pide panaderos para el ejército, en otras habla del algodón de que se puede disponer; aquí manda a confeccionar uniformes, allá dice que no hay papa y que se debe cuidar las raciones de los soldados; en un sitio enseña a los oficiales a herrar los caballos; a otros les dice que hay que recocer los clavos porque están en pésimo estado, lo mismo que las herraduras...

El General O'Leary señala en sus Memorias (Narración, Tomo II): "Parecerám increíbles los arbitrios de que se valía para suplir la falta de materiales que se necesitaban en la construcción de algunos objetos; para hacer las cantinas, por ejemplo, hizo recoger todos los artículos de hoja de lata y las jaulas de alambre en muchas leguas a la redonda; faltaba el estaño para soldarlas; pero aconteció que un día al levantarse de su aiento se rasgó el pantalón con un clavo, examinólo al instante y resultó ser del metal de que había menester, Demás está decir que al día siguiente no quedó ninguna cada en Trujillo (en el Perú) ni en las iglesias, una sola silla con clavos de estaño. El mismo enseñaba a hacer las herraduras y los clavos y cómo mezclar las diferentes clases de hierro. Daba los moldes para el corte de las chaquetas para economizar la tela e instrucciones para teñirla".

¿Nimiedades? No; todo un jefe que sabe que al remediar males menores se están evitando los mayores. A Sucre le escribe con inusitada frecuencia; le informa de los pasos que da el enemigoL de pronto lo autoriza para que haga lo que más le convenga, como le ordena que siga al pie de la letra sus instrucciones. Así se va haciendo la guerra; así se cumplió la Campaña del Sur.

Pesca en río revuelto


Volvamos al escenario guerrero. Sucre hace de todo. Donde no hay puente, los manda a levantar con gruesos árboles; desbroza caminos; entrena la tropa, especialmente reclutas. Tras una larga travesía, que en momentos se hace bajo fuertes nevadas, a unos 5.000 metros de altura, el 29 de julio está Bolívar en Pasco, donde no encuentra víveres ni bestias.

Ahora bien: ¿por qué Bolívar ordenó estos movimientos forzados, esta preparación prodigiosa? Muy pronto iban a dar a Jauja, al otro lado de la altísima y peligrosa Cordillera Blanca, donde estaba el ejército del General Canterac. ¿Por qué, pues, con una evidente inferioridad numérica, Bolívar lo buscaba?

La razón es sencilla. El Rey Fernando VII había impuesto el régimen absolutista en España. El Virrey La Serna y su general Canterac, eran constitucionalistas; en cambio, el jefe realista Pedro Antonio Olañeta, que mandaba el ejército del Alto Perú, era ferviente absolutista.

Esto significaba que Olañeta se rebelaba contra el Virrey del Perú. Este le envía a Valdés con 4.500 hombres para dominarlo. Más 4.500 soldados que tiene el jefe rebelde, son 9.000 hombres con los que no puede contar Canterac para oponerse o atacar a Bolívar.

Naturalmente, al saber el Libertador estas noticias, planifica una acción rápida. Escribe a Sucre (mes de abril) y le dice: "A consecuencia de todo esto, yo pienso que debemos movernos en todo el mes de mayo contra Jauja, a buscar a Canterac, que no nos puede resistir..."