Las luces vienen del Oriente


Sin pretender decir que Cumaná es la ciudad primogénita del Continente, porque no lo es, debo sí señalar que como el sol, que asoma por Oriente, las luces de nuestra instrucción nacen también por esa región oriental.

En efecto, al comenzar la actividad misionera en Cumaná, los frailes franciscanos construyeron el primer convento, cerca de la desembocadura del río Cumaná, por 1516 aproximadamente. Al mismo tiempo los dominicos levantaban el monasterio de Santa Fe, en el sitio que llamaban Chiribichí (hoy Chiripital). Al amparo de éstas muy modestas construcciones, los misioneros impartieron a niños y adultos indígenas las primeras letras y les enseñaron a escribir. Señala el educador Manuel Peñalver Gómez: "Podría decirse: dio sus primeros vagidos nuestra Escuela Primaria".

Debió haber sido así, porque es constante en América este sistema de enseñanza al lado mismo de los Conventos. Leonard sostiene que "documentos irrebatibles del siglo XVI prueban que los españoles se embarcaron en la idealista empresa de educar a los indios, enseñándoles tanto el español como latín".

"El alto propósito de la Corona -continúa Leonard- se traduce en los magníficos esfuerzos que la Iglesia hizo durante los primeros tiempos de la denominación para mitigar la crueldad de los conquistadores y civilizar a los aborígenes de las Indias...Un historiador de aquel tiempo, Juan de Torquemada, informa que cada monasterios tenía junto a la iglesia una escuela donde se enseñaba a los hijos de los jefes indios a escribir, a leer, a conocer a fondo la doctrina cristiana y a perfeccionarse en música..."

Si bien es cierto que no hubo una sola escuela costeada por el estado español ni por el Cabildo en Cumaná, en todos estos primeros años, en cambio la iniciativa privada cubrió esa falla, y correspondió a una insigne mujer cumanesa, doña María de Alcalá, ascendiente del Mariscal Antonio José de Sucre, fundar la primera escuela popular gratuita de todo el Oriente, en 1778.

En efecto, como lo recuerda Baldomero Benítez, "esta benefactora mujer hizo construir a sus expensas en 1788 una casa capaz de contener cien alumnos, y en su interior la familia del Preceptor, asegurando así de una manera durable la ilustración del pueblo en que nació. Hasta su muerte, acaecida en 1788, pagaba ella misma la subvención del preceptor, pero queriendo dejar rentas con que se sostuviese la escuela después de sus días, solicitó y obtuvo de la Corte de España el permiso para imponer a censo en las Cajas Reales la suma de tres mil quinientos pesos, para con sus réditos, al 5 por ciento, pagar el sueldo del maestro y atender algunas urgencias de la misma escuela..."