El sistema Tierra-Luna y sus consecuencias

El sistema Tierra-Luna y sus consecuencias

La Tierra, el tercer planeta del Sistema Solar, tiene un sólo satélite: la Luna. Según la relación entre el tamaño de los planetas y sus satélites, la Luna es relativamente grande dentro del Sistema Solar, ya que su diámetro es de 3.470 kilómetros, un poco más de un cuarto del diámetro ecuatorial de la Tierra, que mide 12.756 kilómetros.

El sistema Tierra-Luna y sus consecuencias


Los dos cuerpos interaccionan mediante los movimientos de rotación y traslación, de manera que se puede hablar de un sistema Tierra-Luna. El origen de la Luna no se conoce con exactitud, pero dada su densidad, similar a la de la corteza terrestre, es posible que, tras formarse nuestro planeta, un gran meteorito chocara contra él y una masa importante se desprendiera. Esta masa habría quedado gravitando alrededor del planeta madre. La densidad media de la Tierra es de 5,5 g/cm3, pero en su corteza es de 3,36 g/cm3, muy parecida a la densidad media de la Luna: 3,34 g/cm3.

La Luna gira sobre sí misma y también alrededor de la Tierra, en una órbita que es ligeramente elíptica. Este satélite tarda 27 días, 7 horas, 43 minutos y 12 segundos en completar una órbita en torno a nuestro planeta, tiempo que coincide con su periodo de rotación. Como resultado de esta coincidencia, la Luna presenta siempre la misma cara cuando es observada desde la Tierra.

El sistema Tierra-Luna y sus consecuencias

El plano orbital de la Luna forma un ángulo de 5,1º con la eclíptica, nombre que recibe el plano de la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Los puntos en que la órbita de la Luna corta la eclíptica se llaman nodos. Hay un nodo ascendente y un nodo descendente, y este hecho tiene una estrecha relación con los eclipses, tanto de Sol como de Luna. Para que se produzca un eclipse de Luna, es decir, que la sombra de la Tierra caiga sobre la Luna y la tape, ésta debe encontrarse situada sobre un nodo, alineada con el Sol.

El sistema Tierra-Luna y sus consecuencias

Como hemos visto, al coincidir sus períodos de rotación y de traslación, la Luna nos muestra siempre la misma cara. Esta circunstancia no es exclusiva de la Tierra y la Luna. Todos los satélites del Sistema Solar muestran siempre la misma cara a sus respectivos planetas. La causa de ello se encuentra en el denominado gradiente gravitatorio, un efecto gravitacional que hace que los satélites frenen su movimiento de rotación hasta sincronizarlo con su movimiento de traslación alrededor del planeta.

La fuerza de marea debida a la Luna es poco importante sobre la parte sólida del planeta, aunque provoca las mareas en los océanos. Sin embargo, la fuerza de marea ejercida por la Tierra consiguió retener a la Luna tras la formación de este astro.

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