“El gran mal que tenemos aquí es la miseria”

Capítulo 4. De la Gran Colombia a la Federación 1821 / 1870

Unidad 10. La república de los próceres. 1830 / 1862


113-01
Los problemas económicos derivados de la guerra y los frecuentes cambios políticos producidos por las pugnas caudillistas, limitan durante décadas el crecimiento de Caracas


La guerra ha destruido la base económica de las provincias de Venezuela a medida que cada una de ellas se convierte en escenario de la contienda. No se trata de una destrucción focal; también los factores que forman parte del proceso productivo sufren el cataclismo. Propietarios y mano de obra se ven afectados directa o indirectamente por él. La población es obligada a emigrar en masa ante la toma de ciudades y pueblos, por el temor a los saqueos, violaciones y matanzas indiscriminadas, en las que no se respetan ni los templos. Los caminos de Venezuela quedan sembrados de restos de poblaciones aterrorizadas en busca de lugares seguros para protegerse de los ejércitos y las gavillas fuera de control. El sitio de Angostura destruye la ciudad después de sufrimientos paradójicos: morir de sed frente al Orinocoy de hambre donde abunda el ganado y la pesca. Un efecto colateral de la guerra es la propagación de enfermedades por el desplazamiento incesante de ejércitos e inmigrantes. Enfermedades que antes se circunscribían a las orillas de los ríos, lagos y lugares húmedos, como la fiebre palúdica, se extienden por todo el país. Epidemias de malaria contribuyen a la desaparición de las ricas misiones del Caroní, junto con los impuestos al hato y a la producción agrícola.
Al final de la guerra, el general Pedro Briceño Méndez muestra el cuadro en pocas palabras: “el gran mal que tenemos aquí es la miseria. No puede describirse el estado del país. Nadie tiene nada y poco ha faltado para que el hambre se haya convertido en peste”.
113-02