La Producción Agrícola: El café


Es una planta originaria de Abisinia (actual Etiopía). Adelantado ya su cultivo en otras partes, es apenas en 1740 cuando comienza a sembrarse en Guayana, o orillas del río Orinoco, por iniciativa del misionero jesuita José Gumilla. Precisamente es él quien lo refiere en su libro El Orinoco Ilustrado y Defendido: "El café, fruto tan apreciable, yo mismo hice la prueba: lo sembré y creció de modo que se vio ser aquella tierra muy a propósito para dar copiosas cosechas de este fruto". Sus mismos compañeros jesuitas fueron los que llevaron la aromática planta a los Andes.

A partir de entonces, aunque en pequeña escala, se cultivó café en Nirgua, en Guayana y en los Andes. Se habla de una primera exportación hacia España, en 1760, de 1.384 sacos de café. Sin embargo, Luis Alberto Sucre menciona un envío hacia Trinidad, en 1789, diciendo que es la primera exportación documentada, que constaba de 196 arrobas y 23 libras de café, por un valor de 531 pesos.

En cuanto a Caracas, los pioneros del cultivo del café fueron Bartolomé Blandín, y los sacerdotes Pedro Sojo y José Antonio Mohedano, propietarios, respectivamente, de las haciendas Blandín, San Felipe y La Floresta, en Chacao.

El padre Mohedano sembró, hacia 1784, unos seis mil árboles de café, que murieron sin dar el fruto apetecido. Pero la insistencia de los tres pioneros logró finalmente que un buen día, entre los acordes de la música que el mismo padre Sojo auspiciaba, se tomara la primera taza de café en el valle de Caracas.

El cultivo del café se extendió a numerosos puntos de nuestra geografía, sustituyendo, a su paso, el cacao y el añil. Entre 1789 y 1800 salieron del puerto de La Guaira hacia Europa y diversos puertos de América 26.187 quintales de café. Uno de los alicientes para la producción de este grano fue la exoneración de impuestos que se le concedió; además, el 4 de marzo de 1792 se declaró libre de derechos de importancia la maquinaria para beneficiar el café.

A manera de lectura reproduzco aquí parcialmente el artículo La primera taza de café en el valle de Caracas, de Arístides Rojas:

"Planteado el cultivo del café, como empresa industrial, los dueños de las haciendas mencionadas (Blandín, Sojo y Mohedano) acordaron celebrar aquel triunfo de la civilización, es decir, el beneficio del arbusto sabeo en el valle de Caracas; y para llevar a término el pensamiento, señalaron en la huerta de Blandín los arbustos que debían proporcionar los granos necesarios para saborear la primera taza de café, en unión de algunas familias y caballeros de la capital, aficionados al arte musical...

...De antemano se había convenido, en que la primera taza de café sería tomada a la sombra de las arboledas frutales de Blandín, en día festivo, con asistencia de aficionados a la música y de familias y personajes de Caracas. Esto pasaba a fines de 1786. Cuando llegó el día fijado, desde muy temprano, la familia Blandín y sus entroncamientos de Echenique, Argain y Báez, aguardaban a la selecta concurrencia, la cual fue llegando por grupos, unos en cabalgaduras, otros en carretas de bueyes...

...La fiesta da comienzo con un paseo por los cafetales, que estaban cargados de frutos rojos. Al regreso de la concurrencia, rompe la música de baile, y el entusiasmo se apodera de la juventud...

... A las doce del día comienza el almuerzo, y concluido éste, toma el recinto otro aspecto. Todas las mesas desaparecieron menos una, la central, que tenía los arbustos de café, de que hemos hablado, y platos de Japón y de China, llenos de confituras, y de salvillas de plata con preciosas tacitas de China...

... Cuando llega el momento de servir el café, cuya fragancia se derrama por el poético recinto, vese un grupo de tres sacerdotes, que precedidos del anfitrión de la fiesta, don Bartolomé Blandín, se acercan a la mesa: eran éstos, Mohedano, el padre Sojo y el padre doctor Domingo Blandín, que, desde 1775, habían comenzado a figurar en el clero de Caracas. Llegan a la mesa en el momento en que la primera cafetera vacía su contenido en la transparente taza de porcelana, al cual sucede momento de silencio. Allí no había nada preparado, en materia de discurso, porque todo era espontáneo, como era generoso el corazón de la concurrencia. Nadie había soñado con la oratoria ni con frases estudiadas; pero al fijarse todas las miradas sobre el padre Mohedano, que tenía en sus manos la taza de café que se le había presentado, algo esperaba la concurrencia. Mohedano, conmovido, lo comprende así, y dirigiendo su mirada al grupo más numerosos, dice:

"Bendiga Dios al hombre de los campos sostenido por la constancia y por la fr. Bendiga Dios el fruto fecundo, don de la sabia Naturaleza a los hombres de buena voluntad. Dice San Agustín que cuando el agricultor, al conducir el arado, confía la semilla al campo, no teme ni la lluvia que cae, ni el cierzo que sopla, porque los rigores de la estación desaparecen ante las esperanzas de la cosecha. Así nosotros, a pesar del invierno de esta vida mortal, debemos sembrar, acompañada de lágrimas, la semilla que Dios ama: la de nuestra voluntad y de nuestras obras, y pensar en las dichas que nos proporcionará abundante cosecha".

Aplausos prolongados sucedieron a estas bellas frases del cura de Chacao, las cuales fueron continuadas por las siguientes del padre Sojo:

"Bendiga Dios el arte, rico don de la Provincia, siempre generosa y propicia al amor de los seres, cuando está sostenido por la fe, embellecido por la esperanza y fortalecido por la caridad".

El padre don Domingo Blandín quiso igualmente hablar, y comenzando la primera frase de sus predecesores, dijo:

"Bendiga Dios la familia que sabe conducir a sus hijos por la vía del deber y del amor a lo grande y a lo justo. Es así como el noble ejemplo se transmite de padres a hijos y continúa como legado inagotable. Bendiga Dios esta concurrencia que ha venido a festejar con las armonías del arte musical y las gracias y virtudes del hogar, esta fiesta campestre, comienzo de una época que se inaugura bajo los auspicios de la fraternidad social."

Arístides Rojas, Leyendas Históricas de Venezuela, Tomo I, págs. 9 y siguientes. Oficina Central de Información/OCI. Caracas. 1972.