Generalidades sobre el Afijo

Gramática Española de María Moliner

Gramática Española de María Moliner

Hay afijos, como «able» o «mente», que pueden emplearse en cualquier caso, improvisando con ellos palabras de las que se siente una necesidad momentánea y que son legítimas, aunque no figuren en el diccionario oficial. Esta posibilidad está limitada por la existencia de una palabra específica que exprese la misma idea; por ejemplo, sería legítimo decir «indesrizable», pero no lo sería «meneable», porque ya existe «movible» como palabra consagrada. Se consideran aquí «formas afijas», al objeto de incluirlas en el catálogo que sigue, de voces usadas sólo en compuestos o en derivados, las raíces tomadas de un idioma culto, griego o latín, de las cuales no ha pasado al español el verbo o nombre correspondiente y se usan solamente en derivados, generalmente cultos o científicos; como «hidr-» en «hidráulico» o «toc-» en «atocia»; así como también las variantes cultas de las raíces genuinas, con la forma de la raíz originaria, existentes sólo en voces derivadas; como «porqu-», de «puerco», en «porquería»; «sol¬», de «suelo», en «solar» o «asolar»; «aud-», de «oír», en «audible»; o «vit-», de «vid», en «vitícola». Y, por fin, se incluyen también ciertos grupos de sonidos, imitativos o expresivos, que se repiten con el mismo valor en palabras distintas; como «b...c, rr, sc» o «t...c».
No se incluye como raíz la de palabras que, aunque de uso raro o con significado en que hay alguna variación con respecto al original, existen en español; como «silva, soma» o «agir». La formación de palabras cultas mediante la acomodación al español de raíces griegas y latinas es un recurso inagotable del lenguaje; cada vez que en la técnica o en la ciencia se hace necesario designar una cosa nueva se acude a la raíz de la palabra clásica que expresa la idea más próxima a la de la cosa que se quiere designar y se españoliza mediante la adición de prefijos, sufijos o terminaciones usuales en español, o se une con otra u otras raíces cultas o romances. Así nacen palabras como «a-diabático, des-odorante; atrop¬ina, pícr-ico; piro-grabado; cromo-litografía; rodo-dendro». El caso más frecuente, tanto en palabras de abolengo como en las de nuevo cuño, es el de adición de afijos usuales en español, sin ninguna alteración, a la raíz culta despojada de la terminación o afijos que la acompañan en el idioma original: «antrac-osis, acét-ico, digit-al, dul-ía, popul-oso». Si el afijo español es de los que toman distintas vocales temáticas, la forma utilizada es la formada con «a»: «depauper-ar, digit-ación, episcop-ado».
Sigue en frecuencia la formación de palabras con la unión de dos raíces nominales griegas o latinas (rara vez, aunque no faltan algunas, con una de uno y otra de otro de esos idiomas, 'luminotecnia, matriarcado, solenoide') unidas ideológicamente mediante régimen (es igualmente raro el caso de adición ideológica como en 'cefalotórax'). La vocal de unión es «i», final del genitivo latino, para raíces latinas, 'falc-i-rrostro, ign-í-fugo, puer-i-cultura'; y la vocal de la última sílaba del primer elemento, en la mayoría de los casos -«o», para raíces griegas, 'art-o-carpáceo, eg-o-latría, cist-i-cerco, col¬e-cistitis'; pero, si el segundo elemento empieza por vocal, ésta suele asimilarse la final del primero, 'loran- t-áceo, nemat-eiminto'. Si el primer elemento es adjetivo, adverbio o preposición, la vocal intermedia es «i»: 'arch-i-diácono, atr-í-pede, brad-i-cardia, braqu- i-céfalo, cuadr-i-enal, dec-í-metro, per-i-feria.'; a menos que ese primer elemento tenga una vocal propia distinta, pues, en este caso, la conserva: 'ant-e-lucano, ant-e-poner, is-o-bárico, ort-ó-ptero'. En cuanto a la acentuación prosódica de esta clase de palabras compuestas, he aquí algunas notas:
a) Los sufijos formados por partículas suelen ser acentuados («reidor, escritura, enfermedad»); hay algunas excepciones, que se consignan en los afijos correspondientes («epiléptico, cáscara»).
b) Los prefijos formados por partículas son átonos en general («antinatural, preocupación»). Pero hay excepciones justificadas por la etimología: por ejemplo, «bímano, centímano, cuadrúmano, cuadrúpedo», que han pasado ya formados del latín, o «centímetro, milímetro», etc., justificados por ser breve en latín la «e» de «metrum» (en cambio, «decilitro», etc., «decigramo», etc.).
c) En la unión de dos raíces se conserva el acento de la ideológicamente básica («halógeno, gamosépala»). Y, si esta circunstancia no es determinable, la del segundo elemento («saprofito, glucosuria»). Pero esta regla dista mucho, en ambos aspectos, de ser claramente aplicable, principalmente porque, lo mismo que en el caso de los prefijos constituidos por partículas, razones etimológicas, no asequibles al lector profano, la alteran constantemente; por tanto, no hay más remedio que, en caso de duda, consultar el diccionario.