Café en Venezuela
Patios para secar café en la hacienda Bramón, estado Táchira, propiedad del general Juan Vicente Gómez. DÍAZ BRANTES Humberto. El estado Táchira : álbum gráfico, 1930. Caracas : Tipografía Americana, 1931.
Siglo XVIII
Se le considera originario de Abisinia, desde donde se extendió a Egipto, Persia y Turquía. Los árabes lo propagaron por las costas mediterráneas del norte de África. Su consumo trascendió a Europa llevado por los monjes a sus monasterios, pero desde mediados del siglo XVII pasó los muros de los conventos y comenzaron a tomarlo con profusión los legos. Ya en 1693, Londres contaba con más de un centenar de cafés públicos; los primeros «Café» de París abrieron sus puertas hacia el año de 1670, y al entrar el siglo XVIII el uso de esta bebida era de tal manera común en Francia, que ésta decidió fomentar el cultivo del café en sus propios dominios insulares del Caribe, para eludir el consumo del grano procedente de otros países. La introducción de este cultivo en América data de 1714, en la Guayana Holandesa. Las plantaciones en Martinica se iniciaron en 1723, de donde la simiente pasó a Jamaica, Guadalupe y Cayena. Ya en 1732 Jamaica exportaba importantes cantidades de este fruto. De la Martinica francesa trascendió a los dominios insulares españoles en el Caribe: Santo Domingo, Puerto Rico y sólo más tarde a Cuba. En 1730 fue introducido en la región del Orinoco por las misiones religiosas establecidas allí, citándole José Gumilla, en 1741, entre las producciones recogidas en las proximidades del gran río: «El café, fruto tan apreciable, yo mismo hice la prueba, le sembré y creció de modo que se vio ser aquella tierra muy a propósito para dar copiosas cosechas de este fruto». Las siembras prosperaron por aquella zona y otras vecinas pertenecientes a las antiguas gobernaciones españolas que en el siglo XIX integraron la República de Venezuela. Se extendieron a la gobernación de Caracas hacia el año de 1740, según la «Relación» de Miguel de Santisteban quien vio cultivos de café en Coro en esa fecha, y en 1755, consta en los libros de la Real Hacienda la exportación por La Guaira de 156 libras de café con destino a Cádiz, la primera de que tenemos noticia, en nave de la Compañía Guipuzcoana. Esta pequeña carga pertenecía «a mercaderes de la ciudad» y sirve de evidencia de que ya había cultivos de cierta consideración. Esta vez fue evaluado el café a 4 reales (medio peso) la libra, o sea a razón de 50 pesos el quintal, una estimación extraordinariamente elevada, superior más de 3 veces al precio por entonces del cacao. Hacia 1764 las sementeras eran importantes, pues Joseph Luis Cisneros cita el café entre los productos que se recogían en la gobernación de Venezuela, aportando en su breve texto la noticia de que «En Nirgua se da muy bueno y lo estiman mucho los extranjeros...», frase con la cual da a entender que ya en esa fecha se extraía hacia otros dominios. Otra exportación por La Guaira fue registrada en 1755 según asiento en los libros de la Real Hacienda de ese año, en nave también de la Compañía Guipuzcoana: 4 quintales para España y otros 4 para Santo Domingo, en total 800 libras. Era por entonces notorio, y en vía de ascenso, el consumo del grano cosechado en las regiones de Aragua y Valencia y en las inmediaciones montañosas de Caracas, pues el volumen de las exportaciones regulares que se registraron a partir de 1785 hacia España y sus dominios y las colonias extranjeras, añadidas al consumo interior, son evidencias del desarrollo de las plantaciones. También en Cumaná y Río Caribe había cultivos en 1776. Por Maracaibo se registró en 1778, una exportación de 455 libras y en 1784, el gobernador de esa provincia solicitó providencias para el fomento del cultivo del café en esa jurisdicción, y que mucha gente se ocupase en descascararlo. España trató de estimular los cultivos cafetaleros en sus dominios americanos, a partir de mediados del siglo XVIII. En 1748 fue introducido el café en Cuba, y para incrementar las plantaciones en todas las islas del Caribe hispano con el objeto de colocarlas en condiciones de competir con la producción de las de Francia, la Corona otorgó absoluta franquicia para las exportaciones de este fruto, por el Decreto de Comercio Libre de 1765, que comprendió a las islas de Margarita y Trinidad. En 1768 ordenó al gobernador de Caracas el fomento de la siembra del cafeto en la general extensión de esta gobernación, dispensando de todo derecho a los cosecheros por tiempo de 5 años. Consideró el gobierno metropolitano indispensable promover este cultivo, puesto «...que todo el café que se introduce en España es por medio del comercio forastero [...], pareciéndole de justicia preferir las cosechas propias a las ajenas que extraen el dinero del Reino». Posteriormente, en 1770, extendió los beneficios del decreto de 1765 a todos sus dominios continentales y por el reglamento de 12 de octubre de 1778, el café quedó expresamente dispensado, con otros productos americanos, de toda contribución a su ingreso en España. Aunque estas resoluciones reales no alcanzaron en todos sus efectos a la antigua gobernación de Caracas en razón del contrato suscrito por la Corona con la Compañía Guipuzcoana, estas limitaciones desaparecieron mediante el decreto de 24 de enero de 1780, que otorgó a esta gobernación todas las franquicias dispensadas a los demás dominios americanos. Este conjunto de medidas emanadas del Consejo de Indias tuvo una inmediata repercusión en la economía agrícola de la región, pues muchas tierras que no tenían aplicación por ser laderas de pronunciada inclinación y de espesa sombra, eran en cambio apropiadas para este nuevo cultivo, de tal manera que en 1785 se iniciaron las exportaciones regulares de café, no obstante que existía un consumo local de alguna importancia que se evidencia por algunas eventuales introducciones del grano recogido en otras zonas vecinas, españolas y aun francesas, que se agregaban al consumo de las cosechas propias. Esas exportaciones de la provincia de Venezuela fueron dirigidas a España, Islas Canarias y a las colonias españolas y extranjeras continentales, a un ritmo de crecimiento extraordinariamente acelerado:
España | Colonias españolas y extranjeras | Total | |
1785 | 1.200 lb. | 1.683 lb. | 2.883 lb. |
1786 | 1.990 lb. | 3.148 lb. | 5.138 lb. |
1787 | 1.525 lb. | 4.892 lb. | 6.417 lb. |
1788 | 1.067 lb | 5.749 lb. | 6.816 lb. |
1789 | 23.371 lb. | 1.684 lb. | 25.055 lb. |
1790 | 65.443 lb | 65.443 lb. |
En las 23.371 libras exportadas en 1789 por La Guaira, están incluidas 11.600 libras que entraron de Cumaná para remitirse a España. No hubo exportaciones de café por Puerto Cabello ni Coro. Como se advierte por esas cifras, la producción de café en la gobernación de Venezuela creció en 1789 casi 4 veces sobre el año inmediatamente anterior, extendiéndose en breve tiempo las siembras por todo el valle y montañas de Caracas. El precio era entonces muy atractivo: 18 pesos el quintal (100 libras), superior en un tercio al del cacao (13,5 pesos la fanega de 110 libras) y fue éste un factor que estimuló a los agricultores, unido a la creciente demanda impuesta por la moda venida de las grandes capitales europeas. Según el Informe compuesto en 1790 por el justicia mayor de Chacao, Manuel de Herreros, a instancias del gobernador, en la zona comprendida entre el río Anauco y el río Tócome, o sea, en lo que es hoy desde San Bernardino hasta la entrada de Petare, había 19 importantes plantaciones con un total de 148.000 árboles, más 345.000 en almácigos listos para ser trasplantados, o sea, 493.000, lo que supone una producción de 300.000 libras ese año y 950.000 a 1.000.000 de libras 2 años más tarde, si todo corría con fortuna. Los plantadores citados en ese Informe son los siguientes: el presbítero José Antonio García Mohedano, con 60.000 matas, de ellas 45.000 ya frutales; seguíale el también presbítero José Antonio Hurtado, con 60.000 «en almácigos ya logrados»; en tercer lugar, Miguel José Sanz con 50.000 para sembrar; Bartolomé Blandain aparece ahí con 30.000 frutales y 10.000 en almácigos. Les siguen, Domingo Velásquez, Juan Amaro, Antonio Origüela, Francisco Domínguez, el presbítero Pedro Palacios y Sojo, con 48.000 de los cuales 23.000 ya frutales, Ana Muñoz, Antonio Sojo, Concepción Sojo, Esteban Sojo, Miguel Carmona, Juan Félix Palacios y Sojo, Pedro Gallegos, Nicolás Rabelo, José Julián Naranjo y sus hermanas y Nicolás Suárez. Por real cédula de 24 de noviembre de 1791, las exportaciones de café, algodón, añil y azúcar, fueron dispensadas no sólo de los derechos de exportación de estas provincias y de entrada en los puertos españoles, americanos y peninsulares, sino también de los de alcabala y diezmos, y además concedió libertad para conducir estos frutos a cualquier parte de Europa desde cualquiera de las gobernaciones comprendidas bajo la Intendencia, en iguales condiciones que estaban concedidas a Cuba. Este nuevo incentivo debió acentuar el interés por este cultivo, que debía ser entonces de mucha extensión, pues la sola exportación por La Guaira para España, Mallorca y Canarias y colonias españolas y extranjeras en América, subió en 1791 a 141.241 libras, debiendo añadirse las exportaciones de los otros puertos, más el consumo interior. En 1793 por La Guaira salieron 139.099 libras (incluidas 2.000 de Cumaná); por Maracaibo, 2.241 y por Trinidad, 262.649 libras, o sea un total de 403.989 libras. En resumen, por los puertos de la Intendencia y capitanía general salieron:
1791 | 154.950 | Caracas, Trinidad, Maracaibo |
1792 | 145.060 | La Guaira |
1793 | 403.989 | Caracas y otras gobernaciones |
1794 | 637.842 | " |
1795 | 746.243 | " |
1796 | 892.974 | " |
1797 | 535.950 | La pérdida de Trinidad influyó en esta baja |
Al entrar el siglo XIX la producción de café se encontraba en pleno y acelerado ascenso, de tal manera que en 1805 salieron por La Guaira 2.774.316 libras, incluidas las exportaciones por Puerto Cabello, cifra 5 veces mayor a la de 1797. De todos los años de esa primera década, el más significativo fue el de 1809, no sólo por la complejidad del cuadro del comercio foráneo de este fruto, que pasó de 7.000.000 de libras, sino porque alcanzó a equipararse con el del cacao, que posteriormente fue desplazado a un segundo lugar cada vez más distante.
Como comparación, podemos señalar que el cacao exportado ese mismo año a España, a las colonias españolas de América y a colonias extranjeras alcanzó a 74.301 fanegas. Según el testimonio de Alejandro de Humboldt, a comienzos del siglo XIX «...Las más hermosas plantaciones de cafeto...», se hallaban «...en la Sabana de Ocumare y en El Rincón, así como en la región montañosa de Los Mariches, San Antonio, Hatillo y los Budares...», y entre las más importantes, cita la de Los Aguacates, cerca de Valencia. Este sabio naturalista afirma que la exportación total de la provincia de Caracas en el tiempo de su mayor prosperidad, antes de las guerras revolucionarias de 1810-1823 producía ya de 50.000 a 60.000 quintales. Y con respecto a la producción y facultades del valle de Caracas, sobre el que tantas opiniones erradas se han emitido hasta la de considerarlo asiento de este cultivo en Venezuela, dice «...que en general es [...] menos productivo de lo que al principio se había creído, cuando se hicieron las primeras plantaciones cerca de Chacao». Las hermosas páginas de Arístides Rojas, recogidas bajo el título de La primera taza de café en el valle de Caracas, han quedado como una leyenda, pues la investigación histórica ha desbordado el estrecho espacio comprendido entre los pequeños ríos del Anauco y el Tócome, y ha extendido los orígenes del café a toda la gobernación y más aún, a todo el territorio de las otras entidades que hoy integran el de Venezuela; el padre José Antonio García Mohedano ha dejado de ser considerado como el precursor de este cultivo en toda la vastedad de la nación. Arístides Rojas no pretendió tanto; apenas se refirió a las tierras inmediatas a la ciudad, pues ni siquiera aludió a la fila de Los Mariches ni el distrito de Petare, y menos aún más allá de esos términos, pues él mismo nos dice que el terreno donde primero prosperó al café, fue a orillas del Orinoco, en fecha tan antigua como es la de 1730 a 1732 y remonta a los años de 1783 a 1784 la introducción del cultivo en el valle de Caracas. La celebración que él nos relata debió referirse apenas a la primera cosecha recogida en las «estancias de Chacao», llamadas «Blandín», «San Felipe» y «La Floresta», pues en el mismo año de 1786, cuando se reunieron en la casa de Bartolomé Blandain como rezan los documentos (y no «Blandín» a que ha venido el apellido vasco), se exportaron por La Guaira más de 5.000 libras y casi 3.000 el año anterior de 1785, producto de arboledas plantadas muchos años atrás. E.Ar.F.
Siglos XIX-XX
Desde finales del siglo XVIII y principios del XIX, la producción de café había continuado creciendo, tal como puede colegirse de las cifras de exportación. El cultivo se fue incorporando rápidamente a las haciendas cacaoteras de la región centro-norte costera, en las cuales no interfería con otros cultivos en fondos de valles y se podían utilizar terrenos con pendientes mayores sin exponerlos a la erosión. La ubicación en el norte del país era además ventajosa por la existencia de vías de comunicación y su cercanía a los puertos. La exportación promedio anual en la década 1830-1840 fue de 6.320 t y entre ese último año y el de 1870, fecha aproximada de comienzo del cultivo en los Andes venezolanos, tal promedio alcanzó a 16.500 t anuales. Aquí comienza la gran expansión del cultivo, debida en primer lugar a la mayor disponibilidad de tierras aptas, casi sin valor comercial hasta entonces, clima benigno y mayor disponibilidad de mano de obra. La exportación promedio entre 1870 y fines del siglo XIX, sobrepasa las 38.000 t anuales. Las 2 zonas productoras tienen una estructura agraria diferente: mientras que en la cordillera de la Costa se localizó en las haciendas, las cuales no se limitaban a cultivar cacao, tabaco, o más tarde caña de azúcar, sino que disponían de tierras para cultivos de «frutos menores» como maíz, caraota, raíces, tubérculos, etc., y además poseían instalaciones que hoy llamaríamos agroindustriales (fermentadores, locales de beneficio, ingenios papeloneros o «trapiches», patios de secado, etc.), además de potreros para el pastoreo de animales de tiro, vacas lecheras, ganado menor y corrales de gallinas. Con el producto de tales actividades se contribuía a la alimentación de la peonada y el excedente se comercializaba en las ciudades o pueblos vecinos. En resumen, las haciendas de la cordillera de la Costa eran verdaderos latifundios, no solamente por su extensión física, sino por las relaciones socioeconómicas entre propietarios y trabajadores. En cambio, las fincas cafetaleras de la cordillera de los Andes, de menor tamaño, prácticamente monoproductoras, constituían y aún lo son, explotaciones familiares, de economía campesina. Las exportaciones siguieron incrementándose en los primeros años del siglo xx y llegaron a su punto culminante en 1919, cuando se exportaron 82.382 t. Desde entonces la caficultura ha venido experimentando numerosos altibajos en la producción y en los precios, debido a varios factores: las 2 guerras mundiales, la aparición del petróleo, la crisis de la década de 1930 y la expansión del cultivo en el Brasil. Los volúmenes de producción del año 1919 no se han repetido y las fluctuaciones de precios han sido de tal magnitud que éstos pasaron de Bs. 2.166/t en 1928 a Bs. 550/t en 1939, el valor más bajo de toda la historia. Numerosas han sido las medidas adoptadas por el gobierno nacional para proteger la caficultura, por su doble condición de cultivo generador de divisas y de protección contra la erosión, pero las más importantes consistieron en la creación del Instituto Nacional del Café, sustituido más tarde por el Fondo Nacional del Café, la Campaña Cafetera Nacional, así como la implantación del «dollar fruto» y otros mecanismos de subsidio similares, como el ingreso mínimo garantizado por calidad de exportación. El promedio anual de producción para los años 1988-1993 fue de 71.546 t y se obtuvo en 20 entidades federales, pero concentrados principalmente en los estados Táchira (20%), Mérida (13%), Trujillo (12%), Lara (9%), Portuguesa (9%), Monagas (7%), Sucre (4%) y Barinas (3%).
H.F.
BIBLIOGRAFÍA: ARDAO, ALICIA. El café y las ciudades en los Andes venezolanos. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1984; CALATRABA, ALONSO, coord. Estudio integral de la agricultura en Venezuela: cacao, café, caña de azúcar, tabaco. Caracas: Banco central de Venezuela, [19_?]; CARVALLO, GASTÓN y JOSEFINA RÍOS DE HERNÁNDEZ. Temas de la Venezuela agroexportadora. Caracas: Fondo Editorial Tropykos, 1984; ESTABA, ROSA M. Geografía de los paisajes urbanos e industriales de Venezuela. Caracas: Seix Barral Venezolana, 1985; HENAO JARAMILLO, JAIME. El café en Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1982; __. La magia del café. Caracas: Fundación Fama de América, 1992; IZARD, MIGUEL. El café en la economía venezolana del XIX: estado de la cuestión. Valencia, España: Separata de Estudios, 1973; __. La Venezuela del café vista por los viajeros del siglo XIX. Caracas: Separata de Boletín Histórico, 1969; Memoria de los abonos, cultivos y beneficios que necesitan los diversos valles de la provincia de Caracas para la plantación de café. Caracas: Imprenta de Tomás Antero, 1833; RANGEL, DOMINGO ALBERTO. Capital y desarrollo: la Venezuela agraria. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1969. 2 v.; ROSEBERRY, WILLIAM. Coffe and Capitalism in the Venezuelan Andes. Austin, Texas: University of Texas Press, 1984.
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