Amor Verdadero - Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas

Parabolas e Ilustraciones para Educar en Valores

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Una pareja de jóvenes muy apuestos estaban muy enamorados y se iban a casar. Unos meses antes de la boda, la novia tuvo un accidente y quedó con el rostro quemado y desfigurado.
- No puedo casarme contigo -le comunicó en una carta a su novio- quedé marcada y fea. Búscate otra joven hermosa como tú te mereces. Yo no soy digna de ti.
A los pocos días, la muchacha recibió la siguiente carta de su novio: «El verdaderamente indigno soy yo. Siento mucho tener que comunicarte que he enfermado de los ojos, estoy perdiendo aceleradamente la visión e irremisiblemente voy a quedar ciego. Si aun así estás dispuesta a aceptarme, yo sigo ardientemente de­seando casarme contigo...»
Cuando se casaron, el novio estaba ya completamente ciego.
Vivieron 20 años de comprensión, felicidad y amor. Ella fue su lazarillo, se convirtió en sus ojos, en su luz. El amor le fue guiando por ese túnel de tinieblas.
Cuando ella agonizaba, sólo sentía dejarlo solo en su interminable noche de tinieblas. Murió y entonces él abrió sus ojos.
-No estaba ciego -dijo ante el desconcierto de todos- . Fingí serlo para que mi mujer no se afligiera al pensar que podía verla con el rostro desfigurado.

Barry Vissell nos cuenta la historia de Moisés Mendelssohn, el abuelo del famoso compositor alemán, que era un hombre chiquito y jorobado.
En cierta ocasión, tuvo que visitar a un comerciante en Hamburgo que tenía una hija encantadora llamada Frumtje. Moisés se enamoró perdidamente de ella, pero Frumtje lo rechazaba por su aspecto tan deforme y poco agraciado. Por mucho que Moisés insistía y le daba muestras de su apasionado amor, ella evitaba incluso mirarlo pues su grotesca figura le desagradaba enormemente.
Un día, Moisés se armó de valor, fue a la habitación de Frumtje y le dijo:
-¿Crees que los casamientos se hacen en el cielo?
-Sí -le respondió ella, sin apartar los ojos del piso- ¿Y tú?
-También -respondió él- Sé bien que en el cielo, cuando nace un varón, el Señor anuncia con qué muchacha se va a casar. Cuando nací yo, me indicaron quién iba a ser mi futura esposa. Y el Señor me dijo: «Pero tu mujer será jorobada». En ese mismo instante yo empecé a rogarle a Dios: «Una mujer jorobada sería una tragedia. Señor, te lo ruego, ponme a mí la joroba y a ella hazla lo más hermosa que puedas».
Entonces, Frumtje lo miró a los ojos y fue sacudida por un recuerdo profundo. Cayó en los brazos de
Mendelssohn, se casaron a los pocos meses y vivieron felices pues cada uno trataba de agradar en todo al otro.

Recordemos también aquel matrimonio realmente pobre. Ella hilaba en la puerta de su choza esperando a su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo y sedoso. El iba cada día al mercado a vender algunas verduras que cosechaba con esfuerzo y que apenas alcanzaban para seguir viviendo. Se sentaba debajo de un árbol y se ponía a esperar a los posibles clientes con una pipa vacía en su boca, pues no le alcanzaba el dinero para comprar tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de su boda y ella no sabía qué podría regalarle a su marido dado que no tenía dinero. Un día, se le ocurrió una idea que le sembró en el cuerpo un largo escalofrío: vendería su cabello para comprarle tabaco. Llena de gozo, imaginaba a su esposo en la plaza echando largas bocanadas de humo de su pipa, con la solemnidad y el aplomo de un verdadero comerciante. No obtuvo mucho dinero por su cabello, pero bastó para comprar una caja de fino tabaco. El perfume de sus hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su cabello.
Al llegar la tarde regresó el marido. Venía cantando por el camino, especialmente feliz. Traía en su mano un pequeño paquete: era una bellísima peineta para su mujer que acababa de comprar con el dinero que obtuvo al vender su pipa.

Resulta también apropiado recordar aquí la historia de aquel periodista que visitaba un hospital y al ver la solicitud y cariño con los que una hermana religiosa limpiaba las heridas purulentas de un pobre vagabundo, dijo con un pañuelo en la nariz para soportar el hedor:
-Hermana, yo no haría eso ni por un millón de bolívares.
La hermana levantó sus ojos dulces y tranquilos al periodista y le dijo:
-Yo tampoco lo haría por un millón de bolívares. Lo hago por amor a Dios y por amor a este mi hermano enfermo.
Cuando uno ama de verdad, es capaz de hacer las cosas más difíciles con total normalidad, incluso con alegría, pues el amor siempre busca el bien del otro. Los ojos del amor nos descubren bellezas especiales donde todos los demás sólo ven deformidad o fealdad. Por amor las personas somos capaces de los mayores sacrificios y desvelos, pues amamos realmente si somos capaces de desprendernos de las cosas que apreciamos mucho. El amor nos cambia, nos humaniza, nos embellece.
Sólo podrás ayudar verdaderamente a tus alumnos si los co­noces profundamente. Y sólo conoce bien el que ama. Ama a cada uno de tus alumnos, sobre todo a los que se presentan como menos agraciados o dotados de cualidades, y descubrirás su belleza. Piensa que cada uno es especial, único e irrepetible, extraordinario, fruto del amor infinito de Dios. Ámalos y ponte a su servicio. Considera tu ideal el lograr que ellos te superen.

Recuperado para fines educativos del libro:
Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas
Autor: Antonio Pérez Esclarin