El tigre y la liebre - Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas

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Había un joven que vivía decepcionado, amargado, y se la pasaba quejando de lo inhumanos que nos habíamos vuelto las personas, que se había perdido la solidaridad, que ya nadie importaba a nadie. Un día, decidió salir a dar un paseo por el monte. Estando allí, vio sorprendido que una liebre le llevaba comida a un tigre que estaba malherido y no podía valerse por sí mismo.
Le impresionó tanto ver este hecho, que decidió volver al día siguiente a comprobar si la conducta de la liebre era casual o habitual. Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre.
Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta.
Admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo: «No todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas». Y decidió hacer la experiencia:
Se tiró al suelo, simulando que estaba herido, y se puso a esperar que pasara alguien y le ayudara. Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda. El aguantaba el hambre, la sed, las acometidas de la frustración y el desespero. Estuvo así durante todo el otro día, y ya se iba a levantar con la convicción de que la humanidad no tenía remedio, cuando escuchó dentro de sí una voz que le decía: «Si quieres encontrar a tus semejantes como hermanos, deja de hacer de tigre y haz de liebre».
Tony de Mello nos cuenta otra historia bellísima con una enseñanza semejante:
Por la calle vi a una niña hambrienta, sucia y tiritando de frío dentro de sus harapos. Me encolericé y le dije a Dios: «¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para ayudar a esa pobre niña? »
Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, cuando menos lo esperaba, Dios respondió mis preguntas airadas: «Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti».
La Madre Teresa de Calcuta solía repetir: «Es mejor encender una luz que maldecir de la oscuridad». De nada va a servir que te pongas a recitar el rosario de problemas de tus alumnos. Piensa que, a pesar de todas sus carencias, tienen una gran riqueza: te tienen a ti. Vive la vida como un regalo para los demás. Proponte desde que te levantas en la mañana vivir el día de tal manera que todas las personas con las que te cruces sientan que ha sido maravilloso encontrarse contigo. El principal objetivo de todas tus planificaciones debe ser que tus alumnos vivan felices, que el aula se convierta en un espacio para el trabajo gozoso, para el encuentro fecundo, para la amistad y el disfrute de la experiencia de ser querido.
Necesitamos formar personas que no sólo se conmuevan ante los problemas de la realidad, sino que se muevan a cambiarla. Que no sólo se preocupen ante la injusticia y la miseria, sino que se ocu­pen en acabarlas.

Recuperado para fines educativos del libro:
Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas
Autor: Antonio Pérez Esclarin