La Mano - Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas

Parabolas e Ilustraciones para Educar en Valores

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Se acercaba el día de Acción de Gracias y la maestra pidió a sus alumnos de primer grado que dibujaran algo por lo que estuvieran muy agradecidos. Pensó que esos niños, en su mayoría muy pobres, no tendrían muchas cosas que agradecer. Sabía que la mayoría de ellos pintarían pavos horneados, tortas, helados, tal vez la playa...
La maestra se quedó helada con el dibujo que le entregó Douglas: una simple mano dibujada con dificultad, sin gracia.
¿Qué querría expresar con esa mano?¿De quién sería esa mano? La clase quedó cautivada con el dibujo de Douglas.
-Maestra, esa es la mano de Dios que nos da la comida -dijo un alumno.
- Yo creo que es la mano del señor que vende los gallitos en el portón de la escuela -aventuró una niña.
-Es la mano del panadero que hace el pan y las tortas -expresó otra.
-Es la mano del médico que curó a Douglas cuando estuvo hospitalizado -gritó con entusiasmo un niño.
Douglas permanecía en silencio negando con su cabeza. La maestra se acercó a él, se inclinó cariñosamente sobre su pupitre y le preguntó de quién era esa mano.
-Es su mano, señorita -dijo ruborizado.
Entonces recordó la maestra que muchas veces, a la hora del recreo, había llevado a Douglas, un niño muy débil y desamparado, de la mano. Y comprendió que ese gesto tan simple para ella era la experiencia más placentera en la vida de Douglas.
Ser maestro es tener la mano siempre abierta, dispuesta a ayudar al que lo necesite. Frente a una cultura que sepa­ra, excluye, rechaza o convierte la mano en puño que golpea, abramos manos y corazones, enseñemos con la palabra y el ejem­plo, el valor de la aceptación que crea alegría y seguridad.
«A nuestros alumnos les hace falta pan y rosas», escribió Celestin Freinet en su obra Parábolas para una pedagogía po­pular (Los dichos de Mateo). «El pan del cuerpo, que mantiene al individuo en buena salud fisiológica. El pan del espíritu, que lla­man instrucción, conocimientos, conquistas técnicas, sin el cual co­rre el riesgo de no alcanzar la salud intelectual deseable. Pero las rosas también. No por lujo, sino por necesidad vital.
Los niños tienen necesidad de pan, del pan del cuerpo y del pan del espíritu, pero todavía tienen más necesidad de la mirada de su maestro, de su voz, de su mano, de su pensamiento y de su pro­mesa. Les hace falta sentir que han encontrado en su maestro y en su escuela la resonancia que da un sentido y una finalidad a su vida. Tienen necesidad de hablar a alguien que les escuche, de escribir a alguien que les lea o les entienda, de producir algo útil y bonito que es la expresión de todo cuanto llevan en ellos de generoso y supe­rior.
La planta tiene necesidad de sol y de cielo azul; el animal no degenerado por la doma no sabe vivir sin el aire vivo de la libertad. El niño necesita pan y rosas».
No olvidemos que LOS NIÑOS APRENDEN LO QUE VIVEN.
Si un niño vive criticado aprende a condenar.
Si un niño vive con hostilidad aprende a pelear.
Si un niño vive avergonzado aprende a sentirse culpable.
Si un niño vive con tolerancia aprende a ser tolerante.
Si un niño vive con estímulo aprende a confiar.
Si un niño vive apreciado aprende a apreciar.
Si un niño vive con equidad aprende a ser justo.
Si un niño vive con seguridad aprende a tener fe.
Si un niño vive con aprobación aprende a quererse.
Si un niño vive con aceptación y amistad aprende a hallar amor en el mundo.

Recuperado para fines educativos del libro:
Educar Valores y el Valor de Educar. Parábolas
Autor: Antonio Pérez Esclarin