Puntos Sobresalientes de Números 4, 5, 6

Puntos sobresalientes de la Biblia: Números 4, 5, 6

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4 de ag. Lectura de la Biblia: Números 4 a 6

Respuestas a preguntas bíblicas:

5:27. ¿Qué significa el hecho de que ‘decayera el muslo’ de una esposa culpable de adulterio? Aquí el término “muslo” alude a los órganos reproductores (Génesis 46:26). Que estos órganos ‘decayeran’ indica que degenerarían hasta el punto de imposibilitarse la concepción.

Lecciones para nosotros:

6:1-7. Ser nazareo exigía abnegación, pues había que abstenerse del fruto de la vid y de toda bebida embriagante. Al igual que las mujeres se dejaban el pelo largo en muestra de sujeción a sus esposos o padres, los nazareos lo hacían como señal de sumisión a Jehová. Dado que debían mantenerse limpios, no podían acercarse a ningún cadáver, ni siquiera al de un pariente próximo. En la actualidad, los siervos de tiempo completo manifiestan tal espíritu de sacrificio al ser abnegados y sumisos a Jehová y su organización. Algunas asignaciones tal vez requieran mudarse a un país distante, lo que pudiera dificultarles o impedirles su regreso a casa para asistir al funeral de un familiar cercano.

*** w01 15/10 pág. 31 Preguntas de los lectores ***
Como los varales no debían quitarse de los anillos ni siquiera cuando el Arca estuviera en el tabernáculo, no se podían usar con ningún otro propósito. Además, el Arca no debía tocarse; en caso de que los varales se hubieran sacado, los portadores habrían tenido que tocar el sagrado cofre a fin de insertarlos en los anillos cada vez que lo transportaran. Lo que dice Números 4:6 acerca de ‘meter los varales’ pudiera referirse a que se ajustaban en preparación para trasladar el pesado cofre a un nuevo campamento.

*** w05 1/2 pág. 26 Jehová siempre hace lo que es justo ***
Por qué dio muerte Jehová a Uzah
18 Otro relato que pudiera extrañar a algunos es el que narra la ocasión en la que David quiso llevar el arca del pacto a Jerusalén. Para ello, esta se colocó en un carruaje conducido por Uzah y su hermano. La Biblia dice: “Gradualmente llegaron hasta la era de Nacón, y Uzah ahora alargó la mano al arca del Dios verdadero y la agarró, porque las reses vacunas casi causaron un vuelco. Ante aquello, la cólera de Jehová se encendió contra Uzah, y el Dios verdadero lo derribó allí por el acto irreverente, de modo que murió allí cerca del arca del Dios verdadero”. Unos meses después se transportó el Arca sin incidentes siguiendo las instrucciones que Dios había dado, es decir, cargándola sobre los hombros de levitas qohatitas (2 Samuel 6:6, 7; Números 4:15; 7:9; 1 Crónicas 15:1-14). Puede que alguien piense: “¿Por qué actuó Jehová con tanta contundencia? Uzah solo trataba de proteger el Arca”. Hay ciertos detalles que conviene tener en cuenta a fin de no llegar a una conclusión equivocada.

*** w06 1/8 págs. 23-24 Seamos sabios: temamos a Dios ***
Cuando el temor de Dios no guía nuestros pasos
13 David recibió la ayuda divina en momentos de angustia, y eso hizo que se profundizaran su temor a Jehová y su confianza en él (Salmo 31:22-24). Sin embargo, hubo tres ocasiones en particular en las que su temor de Dios se debilitó, lo que acarreó graves consecuencias. La primera fue cuando se trasladó el arca del pacto a Jerusalén. En lugar de llevarla sobre los hombros de los levitas —como la Ley de Dios estipulaba—, se utilizó un carruaje. Cuando Uzah, quien iba conduciéndolo, agarró el Arca para estabilizarla, murió en ese mismo instante por su “acto irreverente”. Es verdad que Uzah cometió un grave pecado, pero al fin y al cabo, el trágico suceso se produjo porque David no mostró el debido respeto a la Ley de Dios. Como vemos, temer a Dios significa hacer las cosas como él manda (2 Samuel 6:2-9; Números 4:15; 7:9).

*** w02 1/8 pág. 12 párr. 13 Sumisión leal a la autoridad divina ***
13 Según la Ley de Dios, los sacerdotes eran los únicos que podían ofrecer incienso. La sola idea de que un levita no perteneciente al sacerdocio ofreciera incienso delante de Jehová debería haber hecho que aquellos rebeldes se dieran cuenta de la locura que estaban por cometer (Éxodo 30:7; Números 4:16). Pero Coré y sus adeptos no recapacitaron. Al día siguiente, él “tenía a toda la asamblea reunida contra [Moisés y Aarón] a la entrada de la tienda de reunión”. El relato prosigue así: “Jehová ahora habló a Moisés y Aarón, y dijo: ‘Sepárense de en medio de esta asamblea, para que extermine a estos en un instante’”. Pero Moisés y Aarón suplicaron a Jehová que perdonara la vida al pueblo, y él escuchó su ruego. En cuanto a Coré y quienes lo apoyaban, “un fuego salió de Jehová y procedió a consumir a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso” (Números 16:19-22, 35).

*** w02 1/8 págs. 10-11 Sumisión leal a la autoridad divina ***
“¿También tienen que tratar de conseguir el sacerdocio?”
8 Coré no era el cabeza de la casa paterna de Leví, como tampoco lo era de las familias de los qohatitas (Números 3:30, 32). No obstante, era un jefe respetado en Israel cuyos deberes tal vez lo pusieran en estrecho contacto con Aarón y sus hijos (Números 4:18, 19). Al ver por sí mismo las imperfecciones de estos hombres, puede que pensara: “¡Con lo imperfectos que son estos sacerdotes... y encima tengo que someterme a ellos! No hace mucho, Aarón fabricó un becerro de oro, y nuestro pueblo cayó en la idolatría por adorarlo. ¡Y ahora resulta que Aarón, el hermano de Moisés, es el sumo sacerdote! ¡Qué favoritismo! ¿Y Nadab y Abihú, los hijos de Aarón? Tanta falta de respeto mostraron por sus privilegios, que Jehová mismo les dio muerte” (Éxodo 32:1-5; Levítico 10:1, 2). Sin importar cuáles fueran los pensamientos de Coré, está claro que comenzó a ver el sacerdocio desde una óptica humana, y eso lo indujo a rebelarse contra Moisés, contra Aarón y, en definitiva, contra Jehová (1 Samuel 15:23; Santiago 1:14, 15).

*** w05 1/2 pág. 27 párr. 20 Jehová siempre hace lo que es justo ***
20 Recordemos que Uzah no desconocía los mandamientos de Dios. El Arca estaba relacionada con la presencia de Jehová. La Ley estipulaba que no debían tocarla personas no autorizadas y advertía explícitamente que los infractores serían castigados con la muerte (Números 4:18-20; 7:89). Por lo tanto, el traslado de este cofre sagrado no era una tarea que se pudiera tomar a la ligera. Aunque Uzah no era sacerdote, al parecer era levita, por lo que debía conocer bien la Ley. Además, unos años atrás el Arca se había llevado a la casa de su padre para guardarla en lugar seguro (1 Samuel 6:20–7:1). Había permanecido allí unos setenta años, hasta que David decidió trasladarla. De modo que Uzah seguramente había estado al tanto de las leyes relativas al Arca desde que era pequeño.

*** w02 1/6 pág. 19 párr. 5 Un pueblo purificado para efectuar obras excelentes ***
5 La Ley mosaica contenía normas y reglas sobre prácticamente todo aspecto de la vida de los israelitas, y exponía lo que era limpio y aceptable, y lo que no lo era. Por ejemplo, en los capítulos 11 a 15 de Levítico encontramos instrucciones detalladas relativas a la limpieza y la inmundicia. Ciertos animales eran inmundos, y los israelitas no debían comerlos. El parto hacía inmunda a la mujer durante cierto tiempo. Algunas enfermedades de la piel, particularmente la lepra, y los flujos de los órganos sexuales tanto masculinos como femeninos también hacían inmunda a la persona. La Ley especificaba asimismo lo que debía hacerse en situaciones de inmundicia. Por ejemplo, en Números 5:2 leemos: “Manda a los hijos de Israel que envíen fuera del campamento a toda persona leprosa y a todo el que tenga flujo y a todo el que se haya hecho inmundo por un alma difunta”.

*** cl cap. 29 págs. 293-295 párrs. 11-12 “Conocer el amor del Cristo” ***
11 La compasión lo movió a aliviar el sufrimiento. Quienes estaban aquejados de diversas dolencias se sentían atraídos a Jesús porque percibían que era compasivo. Este hecho fue evidente cuando un hombre “lleno de lepra” se le acercó en un momento en el que las multitudes lo seguían (Lucas 5:12). En tiempos bíblicos se ponía en cuarentena a los leprosos para que no contaminaran a la gente (Números 5:1-4). Pero los guías rabínicos terminaron adoptando un criterio implacable ante la lepra e impusieron reglas opresivas. Ahora bien, observemos cómo reaccionó Jesús ante aquel enfermo: “También vino a él un leproso, y le suplicó hasta de rodillas, diciéndole: ‘Si tan solo quieres, puedes limpiarme’. Con esto, él se enterneció, y extendió la mano y lo tocó, y le dijo: ‘Quiero. Sé limpio’. E inmediatamente la lepra desapareció de él” (Marcos 1:40-42). Cristo sabía muy bien que era ilícito hasta que el leproso estuviera allí. Sin embargo, en vez de echarlo, se conmovió tanto que hizo lo impensable: lo tocó.
12 ¿Podemos hacernos una idea de lo que significó para aquel enfermo de lepra que Cristo lo tocara? Ilustrémoslo con una experiencia. Paul Brand, especialista en esta afección, nos cuenta el caso de un joven leproso al que trató en la India. Cuando lo examinó, le puso la mano en el hombro y le explicó mediante una intérprete qué tratamiento seguiría. El paciente rompió a llorar, de modo que el médico inquirió: “¿He dicho algo malo?”. La intérprete le preguntó al hombre en su idioma y luego respondió: “No, doctor. Dice que llora porque le ha puesto la mano en el hombro. Antes de venir aquí, llevaba años sin que nadie lo tocara”. Para el leproso que se acercó a Jesús, ese gesto fue aún más importante, pues tras ello desapareció el mal que lo había marginado.

*** w12 15/10 págs. 27-28 párr. 2 Que su sí signifique sí ***
2 ¿Quiso decir Jesús que jurar es siempre malo? Obviamente no. Como aprendimos en el artículo anterior, Jehová y su justo siervo Abrahán juraron en ocasiones importantes. Además, la propia Ley de Dios exigía que se hicieran juramentos para zanjar ciertas disputas (Éx. 22:10, 11; Núm. 5:21, 22). Por consiguiente, tal vez un cristiano deba jurar que dirá la verdad en un tribunal. O, en raras ocasiones, deba hacerlo para confirmar sus intenciones o resolver algún asunto. Por ejemplo, cuando el sumo sacerdote puso bajo juramento a Jesús, él no se opuso y le dijo la verdad al Sanedrín judío (Mat. 26:63, 64). Y eso que él no necesitaba jurar por nada ni nadie. Con todo, a menudo recalcó la veracidad de su mensaje con esta singular introducción: “Muy verdaderamente les digo”, o, según la nota, “verdaderamente, verdaderamente les digo” (Juan 1:51; 13:16, 20, 21, 38). Veamos qué más podemos aprender del ejemplo de Jesús, así como del de Pablo y otras personas cuyo sí significó sí.

*** g 11/07 págs. 16-17 ¿Apoya la arqueología a la Biblia? ***
¿Conocían la escritura?
La Biblia indica que los israelitas eran un pueblo alfabetizado (Números 5:23; Josué 24:26; Isaías 10:19). Sin embargo, los críticos disentían y afirmaban que la historia bíblica se había transmitido por tradición oral, un método poco confiable. Su teoría sufrió un gran revés en 2005 cuando los arqueólogos descubrieron en Tel Zayit, a medio camino entre Jerusalén y el Mediterráneo, un alfabeto arcaico inscrito en piedra caliza, quizás el alfabeto hebreo [6] más antiguo jamás hallado.
Fechado en el siglo X a.e.c., este hallazgo indica la existencia de instrucción formal para escribas, un alto nivel cultural y una burocracia israelita de rápido crecimiento en Jerusalén. Así pues, contrario a las opiniones de los críticos, parece que al menos para ese siglo ya los israelitas conocían la escritura y, por tanto, estaban en condiciones de consignar su propia historia.

*** w04 15/11 pág. 23 párrs. 14-15 Busquemos a Jehová, Aquel que examina los corazones ***
14 No todos los israelitas estaban practicando lo que era malo a los ojos de Jehová. Por ejemplo, Oseas y Amós ‘amaban lo que era bueno’ y fueron fieles profetas. Otros hicieron el voto de ser nazareos. Durante el período de su nazareato se abstenían de los productos de la vid, en particular del vino (Números 6:1-4). ¿Cómo veían los demás israelitas la trayectoria de sacrificio de estas personas de fe? La sorprendente respuesta a esta pregunta revela hasta qué punto se había degradado la nación. Amós 2:12 contesta: “Ustedes siguieron dando de beber vino a los nazareos, y sobre los profetas pusieron un mandato, diciendo: ‘No deben profetizar’”.
15 El fiel ejemplo de los nazareos y los profetas debería haber avergonzado a aquellos israelitas ávidos de placeres y haberlos impulsado a cambiar. Pero en vez de eso, mostrando falta de amor, procuraban desanimar a los que eran leales para que no glorificaran a Dios. No instemos nunca a nuestros hermanos precursores, misioneros, superintendentes viajantes o miembros de la familia Betel a que abandonen su servicio de tiempo completo simplemente para volver a una supuesta vida normal. Más bien, animémoslos a proseguir con su buena labor.

*** w07 15/3 pág. 16 Cómo halló Ana paz interior ***
El voto de Ana
Los sacrificios de comunión se comen en el santuario. En un momento dado, Ana sale del comedor y se pone a orar a Dios (1 Samuel 1:9, 10). “Oh Jehová de los ejércitos —suplica—, si miras sin falta la aflicción de tu esclava y realmente te acuerdas de mí, y no te olvidas de tu esclava y realmente das a tu esclava prole varón, yo ciertamente lo daré a Jehová todos los días de su vida, y no vendrá navaja sobre su cabeza.” (1 Samuel 1:11.)
La oración de Ana es precisa: pide un hijo varón y promete dedicarlo de por vida a Jehová como nazareo (Números 6:1-5). Para que un voto así sea válido tiene que estar autorizado por el marido, y, por su modo de actuar, Elqaná aprueba la promesa de su amada esposa (Números 30:6-8).
Ana ora de tal manera que Elí, el sumo sacerdote, cree que está borracha. Sus labios tiemblan, pero no emiten sonidos, pues habla desde el corazón. Se trata de un ruego muy fervoroso (1 Samuel 1:12-14). Imaginemos ahora cómo tuvo que sentirse Ana cuando Elí la acusa de estar borracha. Aun así, le responde con mucho respeto. Cuando Elí percibe que Ana ha estado orando movida “por la abundancia de [su] preocupación y [su] irritación”, le dice: “Que el Dios de Israel conceda tu petición” (1 Samuel 1:15-17). Entonces, Ana se va y come, y “su rostro no [vuelve] a mostrar preocupación” (1 Samuel 1:18).
¿Qué lecciones aprendemos de este relato? Cuando le contamos a Jehová nuestros problemas, podemos hablarle con total sinceridad y hacerle peticiones concretas. Si no hay nada más que podamos hacer para solucionarlos, debemos dejarlo todo en sus manos; es lo mejor (Proverbios 3:5, 6).
Es muy probable que al orar fervientemente los siervos de Jehová se llenen de paz, como Ana. Tocante a la oración, el apóstol Pablo escribió: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7). Si arrojamos nuestra carga sobre Jehová, hemos de permitirle que se encargue de ella. Como Ana, no debemos preocuparnos más (Salmo 55:22).

*** w13 15/3 págs. 26-27 Honremos el gran nombre de Jehová ***
SU GRAN NOMBRE
9 Poco después del éxodo de Israel, Jehová llegó a ser algo nuevo para su pueblo. Mediante el pacto de la Ley, se convirtió en “su dueño marital” y asumió con gusto todas las obligaciones que ello suponía (Jer. 3:14). Los israelitas, por su parte, llegaron a ser su “esposa”, el pueblo que él eligió para que llevara su nombre (Is. 54:5, 6). Cuando ellos se sometían a Dios de buena gana y guardaban sus mandamientos, él resultaba ser el “Esposo” perfecto. Los bendecía, los protegía y les daba paz (Núm. 6:22-27). Como consecuencia, su gran nombre era glorificado entre las naciones (lea Deuteronomio 4:5-8 y Salmo 86:7-10). De hecho, durante toda la historia de Israel hubo muchos extranjeros que abrazaron la adoración verdadera. Su decisión fue la misma que Rut la moabita le expresó a Noemí: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rut 1:16).
10 Durante unos mil quinientos años, la relación de Jehová con Israel reveló muchas facetas de la personalidad divina. A pesar de la rebeldía de la nación, vez tras vez él fue “un Dios misericordioso” y “tardo para la cólera”, de extraordinaria paciencia (Éx. 34:5-7). Sin embargo, su paciencia tenía un límite, y la nación judía lo sobrepasó cuando rechazó y mató a Jesús (Mat. 23:37, 38). Los descendientes naturales de Israel dejaron de ser el pueblo del nombre de Dios. En su mayoría murieron espiritualmente, como un árbol marchito (Luc. 23:31). ¿Qué efecto tuvo esto en su actitud para con el nombre divino?

Referencias consultadas en: Watchtower Library 2013 CD‒ROM

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