El maestro y el perro - Parabolas e Historias para Educar en Valores

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Para honrar al sabio sufí, los discípulos idearon colocar una placa de su maestro en la fachada del nuevo monasterio. "Su extraordinaria sabiduría -se decían- sólo puede provenir de una inteligencia superior. Detrás de cada sabio, hay siempre un gran maestro. Debemos conocer su nombre y grabarlo en la fachada para que no lo mate el olvido y permanezca por los años". Entonces, se acercaron y le preguntaron el nombre de su maestro.
El sabio les miró desconcertado.
-¿Mi maestro? -y después de pensar un rato, dijo: -mi maestro fue un perro.
-¿Cómo? -le preguntaron desconcertados sus alumnos.
-Sí, fue un perro. Un día, vi un perro que, muerto de la sed, se acercó a un pozo a beber agua. Cuando vio reflejada su propia imagen en el agua transparente y limpia, escapó asustado temiendo que fuera otro perro. Como tenía tanta sed, volvió a acercarse varias veces al pozo, pero siempre le hacía huir su imagen reflejada en el agua. Por fin, se decidió con valentía, hundió su cabeza en el agua, desapareció la imagen y así pudo saciar su sed. Aquel día comprendí que, si yo quería hundirme en Dios y calmar mi sed de él, tenía que borrar mi
propio ego que se interponía entre nosotros.

* * *

La versión judía de este mismo cuento, nos dice que un tendero se quejó al rabí porque un hombre había abierto una tienda cerca de la suya y temía que le quitaría todos sus clientes.
Después de oír su queja, el rabí le dijo:
-¿No has visto que cuando un caballo bebe agua en un charco, primero golpea el charco varias veces con una de sus patas?
-Sí lo he visto -contestó el tendero.
Eso sucede porque, al bajar la cabeza para beber, el caballo ve su imagen reflejada en el agua y piensa que hay otro caballo bebiendo. Entonces, trata de espantarlo porque teme que no haya suficiente agua para los dos. Sin embargo, hay agua para todos los caballos y como tú, él tiene miedo de un enemigo imaginario.
En la primera versión, nuestro propio ego se interpone entre nosotros y Dios, entre nosotros y los demás, entre nosotros y nuestros alumnos. Tenemos miedo de nosotros mismos, de mostrarnos como somos, nos desconocemos, y por ello tratamos de amontonar cosas, títulos, fama, para así presentarnos ante los
demás. Mientras no quebremos nuestra propia imagen seremos incapaces de conocernos en profundidad, y no podremos ver a los demás como son en realidad. Si no nos bajamos de nuestro título, no podremos ver a los alumnos. Desde arriba se ve todo pequeño, la mirada aplasta. Si quieres encontrarte con tu alumno, bájate del título, ponte en su terreno, míralo con los ojos del corazón.
En la segunda versión, el caballo cree que está espantando a otro caballo que va a beber su agua, cuando en realidad es su propia imagen la que origina sus miedos, y le hace ver un enemigo inexistente. Nuestro egoísmo, la incapacidad de compartir, nos llevan a acaparar y consumir cada vez más cosas, sin importarnos las necesidades ni el hambre y sed de los demás. El tener y el consumir son como la droga: cuanto más se tiene, más se necesita tener. Vemos a los otros como amenazas, ávidos de arrebatarnos lo que nos pertenece, y ya no somos capaces de mirarlos a los ojos para verlos como hermanos. No caemos en la cuenta que el problema no está fuera de nosotros, sino en nuestra propia imagen, en nuestros fantasmas y miedos que crean enemigos inexistentes. Si hoy día, dados los niveles del desarrollo científico y tecnológico, el hambre y la miseria serían fácilmente derrotables, el egoísmo y el individualismo están configurando un mundo absurdo, en el que unos pocos acaparan riquezas inimaginables, mientras que miles de millones de personas se hunden en la más atroz de las miserias o incluso no tienen más salida que morirse de hambre. Los 225 personajes más ricos acumulan una riqueza equivalente a la que tienen los 2.500 millones de habitantes más pobres. Los tres personajes más ricos del mundo tienen activos que superan el Producto Interno Bruto (PIB) combinado de los 48 países menos adelantados. Se calcula que el hambre mata al año más personas en el mundo que todas las que murieron en la Segunda Guerra Mundial (unos 48 millones de víctimas).
Según datos del Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, harían falta unos 13.000 millones de dólares al año para proporcionar servicios de salud básica y nutrición a los 4.400 millones de pobres en el mundo, de modo que nadie muriera de hambre o de enfermedades propias de la miseria. Actualmente, se gastan 17.000 millones de dólares cada año en comida para perros en Europa y Estados Unidos. Sólo Europa gasta 50.000 millones de dólares en cigarrillos y 115 mil millones de dólares anuales en bebidas alcohólicas cada año. Se calcula que el narcotráfico mueve 400.000 millones de dólares al año; y en armamentos se gasta unos 800.000 millones de dólares. En definitiva, con la tercera parte de lo que gastan los europeos fumando, o con menos del 2% de lo que se gasta en armas en el mundo, podría erradicarse la miseria.
Atrevámonos a proponer la globalización de la generosidad, el servicio, la justicia, la hermandad. Pongamos de moda la solidaridad y el amor. Propongámosles a nuestros alumnos una educación orientada al cultivo de su corazón, de modo que puedan vivir derramándose en servicio y ser un don para los demás.

Recuperado para fines educativos del libro:
Para Educar Valores. Nuevas Parábolas
Autor: Antonio Pérez Esclarin