Guzmán Blanco, Antonio, gobiernos de | Historia de Venezuela

Diccionario de Historia
de Venezuela

Diccionario de Historia de Venezuela


Aunque el general Antonio Guzmán Blanco no estuvo en todo momento a la cabeza del Estado durante los años 1870-1888, se considera como su gobierno el lapso prolongado en el cual ejerce un influjo, apenas distorsionado por disidencias pasajeras y existe un solo foco de poder y un intento peculiar de centralización, que puede considerarse fundamental en el proceso de organización del Estado nacional. Aunque a la postre se diluye en beneficio de los factores dispersos de autoridad, entonces esenciales, que no logra liquidar, como los caudillos mayores y menores, su régimen conforma un ensayo de estabilidad cuya orientación hacia la modernización permite reordenar la economía y confinar en un molde relativamente homogéneo el desarrollo de la vida civil, después de un devastador ciclo de guerras intestinas. Durante casi 2 décadas, de 1870 a 1888, Antonio Guzmán Blanco dominó la escena política venezolana. Bien como presidente, o en los interregnos desde Europa, su influencia marcó a la Venezuela del siglo XIX. Guzmán Blanco fue el primer jefe de Estado venezolano, a partir de 1830, que combinó en sí los talentos de un gran político y un eficiente administrador. Su habilidad política y su capacidad administrativa no explican por sí solos el hecho de que él se destacase como un importante estadista durante aquellos años; un elemento adicional es que se propuso integrar a Venezuela en la corriente de modernización que se estaba dando, particularmente en Europa, durante las últimas décadas del siglo XIX. Con este objetivo atrajo inversiones extranjeras, utilizándolas en la modernización del sistema de transporte venezolano y la explotación de los recursos mineros del país. Semejante empresa requería primero organizar la República y dotarla de estabilidad. Por ello, Guzmán Blanco tuvo que llegar a un acuerdo con los grupos políticos y económicos que ejercían una influencia decisiva en la vida nacional. Durante todo el período republicano, los comerciantes, los caudillos regionales y los hacendados habían tenido diferencias importantes que llevaron a una situación de continuos enfrentamientos, los cuales desangraron económica y políticamente al país, impidiendo el buen funcionamiento del gobierno. Así, los comerciantes clamaban por el establecimiento de un vigoroso Gobierno central, capaz de ejercer el control económico y fiscal en todo el país. Por su parte, los caudillos regionales (que eran en general grandes hacendados) rechazaban tal concentración en Caracas. En una postura intermedia se hallaban la mayoría de los demás hacendados y otros agricultores, quienes parecían proclives a brindarle su apoyo a cualquier gobierno que respaldara su proyecto de establecer un banco agrícola que les proporcionase crédito barato y a plazos largos. Tal era la situación con la que Guzmán Blanco se enfrentaba. Su política de conciliación logró establecer un equilibrio con 2 de esos grupos de intereses: los caudillos regionales y los comerciantes. De esta manera pudo alcanzar el éxito en una empresa en la cual sus predecesores habían fracasado, e instaurar un régimen que gozó de gran estabilidad política y prosperidad económica como no los había tenido el país desde hacía mucho tiempo. Cronológicamente, los 18 años del Guzmanato se dividen entre: el Septenio (1870-1877), seguido por el período presidencial de Francisco Linares Alcántara; el Quinquenio (1879-1884) seguido por la presidencia de Joaquín Crespo; y el Bienio, (1886-1888) a la mitad del cual quedó encargado del mando Hermógenes López por haberse marchado Guzmán Blanco a Europa en un viaje que iba a resultar sin retorno.

El Septenio (1870-1877)

El comienzo de la hegemonía de Antonio Guzmán Blanco puede situarse en 1870, cuando se convierte en jefe de la Revolución de Abril que habría de conducirlo al poder. Derrocado en 1868 el gobierno de Juan Crisóstomo Falcón, los «azules» victoriosos persiguieron a Guzmán Blanco, quien se refugió en 1869 en Curazao. El verse convertido en blanco de los ataques del gobierno «azul» hizo que los liberales lo estimaran como un futuro dirigente. Pensando en su figura de personaje vejado por los ´Godos», desde el último trimestre de 1869, calificados caudillos de la Federación, como José Ignacio Pulido, Matías Salazar, Francisco Linares Alcántara, León Colina y Joaquín Crespo, entre otros, habían iniciado la guerra contra José Ruperto Monagas, cuyo gobierno juzgaban autoritario e ilegítimo; pero carecían de la coordinación precisa para liquidar a los «azules». La adquieren cuando Guzmán Blanco desembarca en Curamichate, el 14 de febrero de 1870, precedido de un importante envío de armas y municiones. Reunido con las fuerzas de Colina y de otros jefes, como Enrique Díaz, marcha hacia San Felipe, donde dominaba Hermenegildo Zavarce. El 22 dirige desde San Felipe, un Manifiesto a los pueblos donde invoca la Constitución de 1864, que consagraba el derecho de insurrección y hace un recuento de las libertades violadas por José Ruperto Monagas. Mientras en Caracas agonizaba el régimen «azul», Guzmán Blanco organizaba el 24 de marzo la marcha sobre Caracas de los distintos ejércitos que reconocían su jefatura. El 22 de abril, luego de haber incorporado las fuerzas de Linares Alcántara, estaba en Los Teques. Allí recibió el 23 una comisión del Congreso, en busca de avenimiento, a la cual hizo una serie de proposiciones ventajosas para los «azules», que éstos rechazaron. Guzmán Blanco, entonces, al mando de 8.000 hombres, inicia el 26 de abril el ataque a la capital. Los «azules» apenas alcanzaban a 1.600 hombres. El 27 estaba tomada la ciudad con la derrota completa de sus defensores. El mismo día Guzmán Blanco lanza un manifiesto convocando a un Congreso de Plenipotenciarios, declara en vigencia la Constitución de 1864 y nombra su gabinete en la siguiente forma: Interior y Justicia, Diego Bautista Urbaneja; Hacienda, Jacinto Gutiérrez; Crédito Público, Francisco Pimentel y Roth; Guerra y Marina, José Ignacio Pulido; Relaciones Exteriores, Antonio Leocadio Guzmán; Fomento, Martín J. Sanabria. Aun cuando la guerra se prolongará hasta comienzos de 1872, Guzmán Blanco inaugura un lapso estable de administración que modifica los rasgos del proceso precedente, a través de una férrea orientación hacia el centralismo político y la modernización del país. El 7 de mayo dicta varios decretos importantes. En ellos se declaraba que el Estado asumía las deudas de los trabajadores que habían abrazado la causa de la revolución; se redimían los censos; se reorganizaba la Universidad Central de Venezuela; se creaba un Conservatorio de Bellas Artes y se procedía a reestructurar la Alta Corte Federal. El 27 de junio de 1870, Guzmán Blanco dicta el decreto de Instrucción Primaria Pública y Obligatoria; se estableció, para cumplir este cometido, la Dirección Nacional de Instrucción Primaria. El 11 de julio se reúne en Valencia un Congreso de Plenipotenciarios, presidido por Antonio Leocadio Guzmán, al cual asisten sólo 15 plenipotenciarios porque no acudieron los de Coro, Maracaibo, y los Andes. Designa presidente provisional a Guzmán Blanco y primer y segundo designados a los generales José Ignacio Pulido y Matías Salazar. Además, autoriza al presidente para convocar a elecciones. El occidente, donde los «azules» habían logrado hacerse fuertes, fue objeto de atención especial por parte de Guzmán Blanco. Destacó allí como comandante en jefe al general Matías Salazar, quien logró derrotarlos el 21 de septiembre de 1870 en la batalla de Guama, mientras otro jefe guzmancista, el general Rafael María Daboín, los vencía en Trujillo. Puerto Cabello se había pronunciado por Guzmán Blanco con la hazaña de Venancio Pulgar, quien logró insurreccionar el castillo Libertador donde estaba prisionero. El golpe permite a Guzmán Blanco una dirección más cómoda de la campaña, que orienta a la aniquilación de los ejércitos de occidente. Nuevas victorias en Carabobo, Cojedes y Yaracuy, abren la ruta para una marcha afortunada hacia Trujillo, cuya resistencia es definitivamente superada. Pronto ocurre lo mismo en Los Puertos de Altagracia y en la ciudad de Maracaibo. Para entonces comienzan los caudillos a quejarse de la actitud de Matías Salazar, guerrero valiente y popular que ejecuta la campaña a su manera. Mueve a sus contingentes con exagerada autonomía, faltando a las instrucciones que le da Guzmán Blanco desde Puerto Cabello. La conducta de Salazar, junto con la evidente participación del clero a favor de los «azules», son los elementos que mayores problemas causan. Sin embargo, la campaña continúa hacia el oriente: bien dotados de hombres y pertrechos, José Eusebio Acosta y José Ignacio Pulido logran contrarrestar el dominio que allá mantenían los generales «azules» Adolfo Antonio Olivo y Pedro Ducharne. Desde Puerto Cabello, Guzmán Blanco, quien se hallaba en campaña, anunció al encargado de la presidencia la victoria de Guama y le ordenó que pidiese al arzobispo Silvestre Guevara y Lira que oficiase un tedéum al que asistiría el Gobierno a dar gracias, en representación de todos los liberales de Venezuela, a la «…infinita bondad del Eterno…», por ese triunfo. El ministro del Interior, Diego Bautista Urbaneja, se dirigió al arzobispo el 26 de septiembre de 1870 informándole que el jueves 29 se debía cantar el tedéum instándole a tomar las medidas conducentes. El arzobispo respondió que difería la celebración del acto religioso hasta tanto el Gobierno procediera a dictar un decreto de amnistía que restableciese la unidad y la paz entre venezolanos. Tal conducta significaba a los ojos del presidente una intromisión en los asuntos políticos, por lo cual Guevara y Lira fue expulsado del territorio nacional, medida seguida por otras adoptadas por el Ejecutivo con el objeto de delimitar las potestades civil y eclesiástica. El conflicto se agudiza cuando Guzmán Blanco restituye a la Universidad la Facultad de Ciencias Eclesiásticas que venía funcionando en el Seminario Diocesano, expropia la parte sur del convento de las monjas Concepciones y el templo de la Trinidad (11.9. 1872) y extingue los seminarios (21.9.1872). Al poco tiempo de su consolidación inicial en el poder, Antonio Guzmán Blanco tuvo que hacerle frente a la disidencia de algunos de sus generales. La más seria fue la de Matías Salazar, uno de los más valerosos guerrilleros federales, quien era segundo designado y se le había confiado la segunda jefatura del ejército y la presidencia de un importante estado. Sin embargo, aduciendo que Guzmán Blanco había traicionado la Revolución Liberal, empezó a conspirar en su contra. Debelado su movimiento, Guzmán Blanco le sugirió un viaje al exterior, previa renuncia de la segunda jefatura del Ejército y de la presidencia del estado Carabobo. Salazar recibió 20.000 pesos y salió acompañado de Felipe Larrazábal, quien, a su vez, recibió 10.000 pesos para acompañarlo y aconsejarlo prudentemente. Para mediados de 1871, la situación militar aún no estaba consolidada. En occidente el jefe «azul» Manuel Herrera todavía daba que hacer y en el oriente, el general Adolfo Olivo, el Chingo, a pesar de la derrota, todavía se mantenía en armas. A esto se sumaba la actitud de Matías Salazar, quien, desde Curazao, publicó un violento manifiesto contra Guzmán Blanco prometiendo restituir al país las libertades que le habían sido conculcadas. A fines de agosto, los «azules», mandados por Olivo, se apoderaron de Ciudad Bolívar, lo cual les proporcionó recursos de todo género, les aseguró la comunicación con Trinidad y les permitió la coordinación con las tropas «azules» de los llanos y occidente. Guzmán Blanco decretó entonces el bloqueo de las costas orientales y las bocas del Orinoco y, al enterarse de la ocupación de San Fernando por Olivo, empezó a organizar una gran expedición para batirlo. El 15 de noviembre de 1871, sale hacia el Apure. El 2 de diciembre pasa revista a sus tropas que suman 4.500 soldados. El 27 de diciembre, se le añaden los corianos de Colina, llegando a reunir 6.000 hombres. El 31 le pone sitio a San Fernando. Se combate desde el 1 al 5 de enero de 1872, cuando Guzmán Blanco cruza el río por Caño Amarillo y se apodera de la ciudad. Olivo, a quien se había unido Herrera, es perseguido por la caballería de Joaquín Crespo y batido por éste en el Paso Real del Arauca. Con esta batalla quedaba vencida «la oligarquía», como decía Guzmán Blanco. Guayana no tardó en pronunciarse por el guzmancismo. El general Matías Salazar, mientras tanto, persistía en sus propósitos revolucionarios a pesar de haber fracasado en su primera expedición de prueba a las costas corianas. Con intenciones de unirse a los «azules» de Trujillo, se acerca a Cúcuta, tiene noticias de la destrucción de sus posibles aliados y sin embargo, penetra en Venezuela logrando reunir apenas 1.000 hombres. Guzmán Blanco toma personalmente la dirección de la campaña y desata contra Salazar una encarnizada cacería humana con los más capaces de sus generales. En Tinaquillo, el 29 de abril de 1872, se estrella Salazar con las fuerzas de Colina y desde entonces se convierte en fugitivo. El 10 de mayo es hecho prisionero y conducido a Tinaquillo. Guzmán Blanco forma un Consejo de Guerra presidido por Pulido y Colina, en el cual toman parte los generales Julián Castro (el ex presidente), Juan Bautista García, Venancio Pulgar, Francisco Linares Alcántara, Miguel Gil, Rafael Petit, Jesús María Lugo, Pedro Bermúdez Cousin, entre otros. El 15 se abre el juicio. En una sola sesión de nueve horas y media se concluye: Salazar es condenado a la pena de muerte con degradación. El 16 es ratificada la sentencia por Guzmán y el 17 de mayo de 1872 el general Matías Salazar es fusilado. Tocó al general Julián Castro comandar el pelotón de fusilamiento. Podría decirse que la intención que movió a Guzmán Blanco a promover el sacrificio de Salazar fue el ahogar el caudillismo venezolano e impedir que se repitiera la anarquía que tuvo su edad de oro con Falcón. A pesar de todos esos conflictos, Guzmán Blanco no descuidó las labores administrativas. Abolió los peajes, que constituían tradición secular, e inició los trabajos de las carreteras del este y del sur de Caracas. Simultáneamente, ordenaba el remozamiento de la plaza Bolívar de la capital. El 3 de noviembre de 1870, dicta un decreto de especial significación: el de la fundación de una Junta de Crédito Público, con el objeto de buscar fórmulas para la amortización de la deuda y la movilización de capitales. Gracias a los oficios de esta junta, logra el ministro de Hacienda, Jacinto Gutiérrez, crear una Compañía de Crédito destinada a proporcionar anticipos al Gobierno sobre las rentas públicas y ocupada de hacer más expeditas las demás operaciones fiscales. Participan en la compañía importantes comerciantes de Caracas: Eraso Hermanos, H.L. Boulton y Cía., Juan Röhl y Cía., Santana Hermanos, Calixto León y Cía. De este modo, el régimen se alía con los comerciantes-financistas para la ejecución de un proyecto común de saneamiento fiscal. Se involucra así al sector privado en los planes oficiales, como punto de partida de un nexo necesario para desarrollar una gestión a largo plazo. En enero de 1871, Guzmán dicta otro decreto de entidad para la fundación de una burocracia coherente al servicio del Estado y proporcionarle a éste los datos necesarios para dirigir su acción: en el Ministerio de Fomento crea la Dirección General de Estadística y obliga a los empleados públicos a remitir a la misma los datos que pida con el objeto de contabilizar los recursos disponibles en el país. El decreto preveía la realización de un censo nacional bajo la coordinación de Andrés Aurelio Level, director de Estadística. Una nueva disposición de trascendencia expide Guzmán Blanco el 11 de mayo de ese mismo año: el decreto sobre moneda nacional. Venezuela, en adelante, tendría monedas de oro, plata y cobre y la unidad monetaria sería el «venezolano». Este decreto fue esencial en el proceso de ordenación económica, pues la circulación de las monedas extranjeras, hasta entonces totalmente libre y única, queda limitada y controlada. Años más tarde, en 1879, el «bolívar» se convertirá en la unidad monetaria nacional. El proyecto de organización del Estado planteado por Guzmán Blanco incluye también su propia glorificación; en todas las conmemoraciones cívicas, se hace alabar como la figura mayor de la historia venezolana, exceptuando el Libertador Simón Bolívar. El 27 de febrero de 1873, se reúne el Congreso presidido por Antonio Leocadio Guzmán y, ante él, presenta su Mensaje Guzmán Blanco. Allí pide la reforma de la Constitución en el sentido de que el voto secreto sea sustituido por uno público y firmado; que se establezca la responsabilidad de los empleados públicos y por último, que se reduzca el período constitucional y de todos los cargos elegidos a 2 años en lugar de 4. El 15 de abril, el Congreso escrutó los votos para presidente: Guzmán Blanco resultó electo. En los estados fueron elegidos la mayoría de los generales guzmancistas. El Congreso eligió designados a los generales Linares Alcántara y Crespo. En abril de 1874, empezaron a tratarse en la Cámara de Diputados las reformas constitucionales. El voto público y firmado, la responsabilidad de los empleados, la supresión de designados, sustituyendo al presidente uno de sus ministros, así como la reducción del período constitucional fueron aprobados e incorporados al texto constitucional. Meses después, a fines de 1874, se levantaron en armas 2 de sus antiguos aliados, los generales José Ignacio Pulido y León Colina, criticando la reforma constitucional. Guzmán Blanco lanzó contra ellos una poderosa maquinaria militar de unos 20.000 hombres. Pulido fue vencido y hecho prisionero por el general Víctor Rodríguez. En cuanto a Colina, que llegó a reunir un ejército de 4.000 hombres, fue rechazado en Barquisimeto por las fuerzas del general Rafael Márquez y no tardó en llegar a un acuerdo por el cual entregaba sus armas y municiones y tanto él como los demás jefes principales del movimiento saldrían del país. En febrero de 1875 la paz se hallaba restablecida. Mientras todos estos sucesos se desarrollaban, Guzmán Blanco, entre 1873 y 1876, había proseguido su enfrentamiento con la Iglesia. Pasos en este proceso, además de los ya mencionados de 1870-1872, son: la instauración del matrimonio civil; la secularización de los cementerios; la supresión de las primicias que los fieles daban a la Iglesia; el destierro del obispo de Mérida, Juan Hilario Bosset, por haber desconocido la ley de matrimonio civil; el establecimiento del registro de estado civil; la supresión de los conventos de monjas; el destierro del arzobispo Silvestre Guevara y Lira por falta de residencia, de acuerdo con el Concilio de Trento, y declara vacante el arzobispado y nulos los actos de Guevara y Lira. En 1874 logra que el obispo de Guayana, José Manuel Arroyo, acepte la investidura episcopal, pero el Vaticano censura la conducta de éste, quien se retracta. El papa Pío IX, deseoso de ponerle fin al conflicto, designó entonces como vicario apostólico al delegado pontificio residente en Santo Domingo, fray Roque Cocchia, para que levantase las suspensiones y entredichos impuestos por el arzobispo Guevara y Lira. Guzmán Blanco le niega a Cocchia la entrada al país y amenaza con crear una Iglesia nacional venezolana, separada de la obediencia de Roma, lo cual no pasa de ser una mera intención. Al poco tiempo, Cocchia logra que Guevara y Lira renuncie al arzobispado y la paz religiosa se restablece en Venezuela, con la designación de un arzobispo grato al Gobierno y a Roma, el presbítero José Antonio Ponte, quien será consagrado en noviembre de 1876. En mayo de 1875, Guzmán había inaugurado el debate electoral, pidiendo que surgiesen por lo menos una docena de candidatos, pero que todos fueran servidores de la Revolución de Abril. Así, la discusión eleccionaria se ramifica dentro de la familia liberal. Diversos periódicos lanzan sus candidatos: El Voto Popular se pronuncia por el general Jacinto Regino Pachano; La Revolución de Abril y El Estudiante por el general Hermenegildo Zavarce; El Demócrata y El País, por el general Francisco Linares Alcántara; El Ciudadano por Carlos Arvelo; El Sufragio por el general José Eusebio Acosta; El Tiempo por el general Jacinto Gutiérrez. En otras partes del país, surgen las candidaturas de Juan Bautista Dalla-Costa, de Diego Bautista Urbaneja, de Lucio Pulido y del general Domingo Monagas. Todas las candidaturas se van a reducir en síntesis a las de Zavarce y Linares Alcántara, éste último candidato de Guzmán Blanco. Llevadas a cabo las elecciones, el Congreso procede a su escrutinio. Ninguno de los candidatos obtuvo la mayoría legal, por lo que la votación se concretó entre Zavarce y Linares Alcántara. El segundo fue electo presidente de la República por el voto de 14 estados.
Durante el Septenio y de un modo especial los años 1873-1877, la administración de Guzmán Blanco se distinguió por la realización de numerosas obras públicas y de ornato. Caracas, sobre todo, empezó a tomar otro aspecto. El Capitolio Federal fue concluido en su primera etapa en febrero de 1873, aun cuando la construcción total no se completó sino en 1877. El 7 de noviembre de 1874, fue inaugurada en la plaza Bolívar de Caracas la estatua ecuestre del Libertador, obra del escultor italiano Adán Tadolini, que hoy se halla en ella. En octubre de 1875 y enero de 1876, sendas estatuas de Guzmán Blanco fueron develadas en Caracas. La primera, cuya erección fue decretada por el Congreso, era ecuestre y se hallaba situada entre el Capitolio y la Universidad; la segunda, que había sido levantada por acuerdo del Concejo Municipal de Caracas, fue colocada en la colina de El Calvario que domina a la ciudad. El antiguo templo de la Santísima Trinidad fue transformado en Panteón Nacional en 1875, y a él fueron trasladados, el 28 de octubre de 1876, los restos mortales del Libertador que, desde 1842, reposaban en la cripta de la familia Bolívar en la catedral de Caracas. Todos los historiadores coinciden en que el Septenio fue la etapa más fructífera del régimen de Guzmán Blanco, aun cuando su política estuvo muy lejos de satisfacer a todos. Entre los descontentos estaban los hacendados, quienes no lograron que el Gobierno llevase a cabo una política agraria satisfactoria. El presidente se negó a promover el Instituto de Crédito el cual debía, según las intenciones de los hacendados, facilitarles préstamos a bajo interés. Este rechazo provenía, en parte, de su alianza con la élite comercial y financiera. Su actitud negativa hacia aquel instituto ilustraba también sus preferencias por una ayuda indirecta del Gobierno al sector agropecuario más bien que mediante un subsidio otorgado de los fondos públicos. El impuesto nacional de tránsito (en vez de los peajes), y la importancia conferida por el Gobierno a la mejora de las vías de comunicación, brindaban beneficios indirectos a los hacendados, puesto que mejores carreteras facilitaban el movimiento de los productos y reducían los costos de transporte. En lo referente a los caudillos, la política de Guzmán Blanco consistió en dejar en manos de ellos el mantenimiento de la paz en sus respectivos estados e intervenir tan sólo cuando todos los otros medios para asegurarla hubiesen fallado. De esta manera terminó con la anarquía que reinaba en el país. En resumen, durante el Septenio, estableció y saneó el crédito público, organizó la Hacienda; se ocupó de la administración y las mejoras infraestructurales; garantizó el éxito del Partido Liberal que comenzó a llamarse el Gran Partido Liberal Amarillo e hizo prevalecer la potestad temporal en su conflicto con la Iglesia. Datan también del Septenio las características ególatras de su personalidad que se agudizan en el Quinquenio y que van a deformar y a desviar su labor creadora de gobernante, la cual también se ve empañada por la forma como dispuso, en provecho personal y de los suyos, de las ventajas que brindaba el manejo del erario nacional.

La Presidencia de Linares Alcántara (1877-1879) y el Quinquenio (1879-1884)

En febrero de 1877, asciende Francisco Linares Alcántara a la presidencia. En su primer manifiesto al país promete continuar la política del «Ilustre Americano», título que la adulación cortesana había conferido a Guzmán Blanco desde 1873. Sin embargo, el cambio de gobierno propició la reacción contra éste. Ella vino desde Valencia y Puerto Cabello. En los periódicos El Comercio y El Venezolano, diversos escritores se pronunciaban por la inauguración de una era sin presiones ni confinamientos y con libertad de prensa. En Caracas, comenzó a atacarse a Guzmán Blanco a propósito del contrato del proyectado ferrocarril Caracas-La Guaira. En el Congreso, el líder del movimiento intelectual antiguzmancista va a ser el general Nicanor Bolet Peraza. Guzmán Blanco optó entonces por retirarse del país con el cargo de ministro plenipotenciario de Venezuela en Alemania, España, Francia, Italia y la Santa Sede, cargo que no desempeñó, ya que renunció a él poco después. La salida de Guzmán Blanco precipitó el movimiento reaccionario. El 18 de mayo de 1877 se embarca y el 24 el presidente Linares Alcántara permite el regreso a los exiliados y manda sobreseer las causas por delitos políticos. Vuelven al país Guevara y Lira, Colina y los más prominentes desterrados. El rumbo de los acontecimientos cambia sorpresivamente con la muerte de Linares Alcántara el 30 de noviembre de 1878. El 11 de diciembre de 1878 se reunió la Constituyente convocada. La Asamblea ordenó demoler las estatuas de Guzmán Blanco y anuló los decretos de honores que se le habían conferido. El encargado del Ejecutivo procedió al ejecútese y el 22 de diciembre, en acto público fueron derribadas en Caracas las 2 estatuas del Ilustre Americano. La Asamblea nombró como primer designado al general José Gregorio Valera, medio hermano de Linares Alcántara, y segundo designado al general José Gregorio Cedeño. Este último no aceptó la designación, influido por el círculo guzmancista de Carabobo, del cual era alma Francisco González Guinán, y encabezó la Revolución Reivindicadora, reconociendo como jefe a Guzmán Blanco. Con la batalla de La Victoria, se decidió el triunfo por Cedeño. Los principales protagonistas de la reacción antiguzmancista, como Colina y Bolet Peraza, salieron del país. El 13 de febrero las tropas «reivindicadoras» entraron a Caracas. El 21 de febrero de 1879 Guzmán Blanco, proclamado director supremo por los revolucionarios, llega a Puerto Cabello. El 25 estaba en La Guaira, donde desembarcó en medio de gran entusiasmo. En la tarde del mismo día se encargó del mando. Empezaba así el Quinquenio. El día 26, nombró su gabinete y expidió una proclama a la Nación donde anunciaba su intención de modificar la Constitución, «…sustituyendo el derecho político de la Confederación Helvética [decía] al Derecho Público de los Estados Unidos de la América del Norte que hasta ahora nos ha servido de norma sin el buen éxito alcanzado por nuestro modelo…» El día 27 convocó un Congreso de Plenipotenciarios de los estados para darle forma legal al gabinete. Este Congreso se reunió el 27 de abril y ante él, esbozó Guzmán Blanco los puntos más sobresalientes de la reforma. El Congreso, que no tenía el carácter de constituyente, se limitó a restaurar la vigencia de la Constitución de 1864, nombró a Guzmán Blanco presidente provisional, anuló los actos de Linares Alcántara y repuso en sus pedestales las estatuas demolidas. Confirmado por el Congreso, Guzmán Blanco pidió permiso para ausentarse a Europa y dejó encargado del poder al ministro del interior Diego Bautista Urbaneja. El Gobierno convocó a elecciones. Para el 1 de diciembre de 1879, había regresado Guzmán Blanco y se había encargado del Gobierno. El 5 de mayo de 1880 se reunió el Congreso, ante el cual presentó el presidente provisional su mensaje. Los diputados de los 20 estados votaron por Guzmán Blanco, sin que hubiera oposición política alguna, para desempeñar la presidencia. El Congreso aprobó una nueva Constitución con las reformas propuestas por Guzmán Blanco. Ésta fue conocida con el nombre de la «Suiza» por la introducción del Consejo Federal. El presidente de la República duraría 2 años; los otros poderes 4. El primero era electo del seno del Consejo Federal. El Congreso, antes de disolverse, prorrogó a Guzmán Blanco las facultades extraordinarias que venía ejerciendo. En el Quinquenio desarrolló principalmente una política de construcción de ferrocarriles, firmando contratos para el de Caracas-La Guaira, así como la continuación del de Valencia-Puerto Cabello. Contratos onerosos para la nación, ya que estipulaban un período de 99 años a favor de los contratistas y una garantía fija del 7% sobre el capital invertido; en caso de que éste rindiese menos, el Estado venezolano cubriría la diferencia. En 1880 el telégrafo se había convertido en un importante servicio público controlado por el Estado. En ese año existían ya las estaciones de Caracas, La Guaira, Petare, Los Teques, La Victoria, Maracay, Valencia y Puerto Cabello. El tendido de las líneas llegaba a San Felipe, Montalbán, Nirgua y poco después, a San Carlos y Barquisimeto. El 31 de enero de 1882, la línea telegráfica llegó a la frontera con Colombia y se conectó con la línea Cúcuta-Bogotá. El telégrafo no era sólo un eficaz y rápido medio de comunicación, también era un instrumento de control político que los dirigentes del Estado venezolano, tanto Guzmán Blanco como sus sucesores utilizaron ampliamente. Ya para concluir el período 1880-1882, Guzmán Blanco manifestó no ser candidato a la presidencia para el nuevo bienio. El Congreso de 1882, acorde con la maniobra política, insistió en que aceptara la candidatura. Para darle visos de legalidad, lo incluyó entre los miembros del Consejo Federal, requisito indispensable para poder ser electo. Como estaba previsto, fue reelegido presidente y se juramentó el 17 de marzo de 1882. Hubo algunos trastornos de revolucionarios que se levantaron en armas, pero sin mayores consecuencias. Además, se le erigió también en 1883 una estatua a Antonio Leocadio Guzmán, padre del presidente. El teléfono inicia por entonces su presencia en Venezuela. A mediados de 1883, un representante de la Inter-Continental Telephone Company, de Nueva Jersey (Estados Unidos) solicita y obtiene del Ejecutivo nacional permiso para instalar en la capital de la República 3 aparatos con fines de demostración: uno estuvo en la Casa Amarilla (sede de la Presidencia), otro en la Universidad Central y el tercero en una empresa comercial del sur de la ciudad, localizada en Puente Hierro. En pocos años, el teléfono se hizo muy popular y el 1 de enero de 1884 fue inaugurada la primera línea interurbana conectando Caracas con La Guaira. La conmemoración, en julio de 1883, del centenario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar constituye el punto culminante de esta etapa del régimen. A los edificios públicos, parques, obras de ornato y de vialidad o de utilidad pública como el ferrocarril Caracas-La Guaira, el servicio telefónico, que habían dinamizado la vida caraqueña dándole una nueva fisonomía urbana a la capital, vinieron entonces a unirse el parque Carabobo, el templo de la Santa Capilla y el llamado Palacio de la Exposición. Una pequeña planta eléctrica, movida a vapor, propiedad de Carlos Palacios, iluminó en la noche del 24 de julio, con lámparas de arco voltaico, el teatro Guzmán Blanco, la calle del Comercio y los bulevares del Capitolio. También se publicaron las Memorias del general Daniel Florencio O'Leary y otras obras de carácter histórico y nacionalista y fue abierta una Exposición Nacional en Caracas. En la instalación de la Academia Venezolana de la Lengua pronunció Guzmán Blanco ese mismo año de 1883, como su primer director, un discurso que motivó una encendida polémica de carácter lingüístico, pero con un trasfondo político. La minería conoció un auge de cierta importancia en este período, cuando a los productos de exportación agropecuarios se le agregaron el cobre y el oro. El cobre de las minas de Aroa, que comenzó a extraerse ya en el período colonial, aumentó sus niveles de producción con la construcción del ferrocarril, cuyo terminal llegaba al puerto de Tucacas, desde donde era exportado a Inglaterra por la compañía británica que lo explotaba. Las exportaciones de cobre alcanzaron a ser un componente importante del comercio venezolano con Inglaterra durante varios años. Otro importante producto de exportación fue el oro de Guayana. La compañía El Callao, creada en 1870, extrajo oro por más de 3.500.000 libras esterlinas entre 1871 y 1885. Pero, hacia el fin del Quinquenio, la producción aurífera empezó a decaer y la del cobre se estancó e inició luego también su descenso. El Quinquenio terminaba con una grave crisis económica para el país, ocasionada por la baja de los precios del café y una plaga de langosta que azotó la agricultura. Guzmán Blanco declara, esta vez seriamente, su intención de no prorrogarse en el poder. No hay conatos continuistas y los miembros del Consejo Federal al cual correspondía la elección le pidieron a Guzmán Blanco «pistas» sobre quién debía ser el nuevo presidente. Conocida su decisión por Joaquín Crespo, el Consejo Federal se apresuró a elegirlo para el bienio 1884-1886.

La Presidencia de Crespo (1884-1886) y el Bienio (1886-1888)

Hasta 1886 gobierna Crespo sin que se desarrolle una oposición frontal al guzmancismo. El nuevo presidente prefiere acomodar a su clientela política con el objeto de fabricar un parapeto de apoyo que le permita negociar con Guzmán Blanco sin desplazarlo. Surgen posturas intermitentes de rechazo a Guzmán Blanco y hasta un intento armado que fracasa, pero el presidente Crespo culmina su bienio proponiendo la candidatura de su compadre y mentor Antonio Guzmán Blanco. Se trata de un movimiento orquestado en la cúpula, que denomina La Aclamación Nacional. Los publicistas afectos al Gobierno hacen que Guzmán Blanco (ausente entonces en Europa) sea incluido en la nómina del Consejo Federal. A la postre es electo para el bienio 1886-1888 y toma posesión el 15 de septiembre de 1886. Ahora modifica el estilo que lo había distinguido anteriormente, ya que en lugar de manipular el escenario para el ejercicio de un influjo directo e inmediato, mueve las piezas con el objeto de dirigir el gobierno por interpuesta persona, mientras permanece en el extranjero. Su regreso coincide con el mejoramiento de la actividad económica y con el aumento de valor de los títulos de la deuda pública, circunstancias que aprovecha para presentarse como superdotado en la solución de los problemas surgidos durante el mandato de Crespo. En principio, continuó los programas de obras públicas con el énfasis del Quinquenio. Así, por ejemplo, adelanta los trabajos del ferrocarril Caracas-Petare y la línea férrea de la capital hacia Antímano; hace construir en Caracas el puente del Guanábano y funda la Casa de la Moneda con equipos modernos de acuñación. Durante el Bienio, la oposición se vuelve más audaz y los antiguos partidarios de Guzmán Blanco se dividen o se apartan de él. Un crítico importante a su gestión es, en 1887, el periódico El Yunque, publicado por un grupo de idealistas pertenecientes a las nuevas generaciones que habían fundado el Partido Nacional Democrático, el cual se autocalificaba de «partido de la juventud». Entre ellos estaban Tomás Ignacio Potentini, Luis Correa Flínter, José Mercedes López y Eduardo O'Brien, redactores o colaboradores de aquel periódico, cuya divisa era «Paz y Leyes», a la cual agregaban un pensamiento de Víctor Hugo: «El presente es el yunque del porvenir». Los continuos y despiadados ataques de aquellos muchachos y sobre todo, el interés con que el público esperaba cada día la aparición del periódico, acabaron por exasperar al presidente, que mandó detener a algunos de los redactores y posteriormente, al continuar la publicación, fue ésta suspendida legalmente, aunque circularon algunos números en la clandestinidad. A mediados de 1887, Guzmán Blanco no parece interesado en mantenerse mucho tiempo en el ejercicio directo del mando. Por consiguiente, no acepta una proposición de Crespo en el sentido de turnarse sucesivamente los 2 jefes en la presidencia. Guzmán Blanco rechaza la proposición de una sociedad bicéfala y exclusiva. Prefiere orientarse hacia la búsqueda de un candidato civil para el próximo período y a la selección de un lugarteniente que cubra su ausencia hasta el final del Bienio. En suma, escoge al general Hermógenes López con el objeto de que lo sustituya hasta las postrimerías del período. Entonces resuelve marcharse a Europa y así lo hace el 11 de agosto de 1887. Como en buena medida el éxito del proyecto modernizador descansa en el influjo inmediato de su persona, poco a poco comienza a descoyuntarse cuanto edificó durante 18 años. Por lo pronto deja un émulo poderoso, el general Joaquín Crespo y un grupo de políticos civiles cuya ambición es el poder, sin dependencia de los factores tradicionales del liberalismo.

La política exterior del guzmancismo

En cuanto a las relaciones exteriores, durante todo el período de su hegemonía Guzmán Blanco siguió una política que buscó la denuncia o renegociación de los tratados que Venezuela había firmado en épocas anteriores con varias potencias europeas y con Estados Unidos. En este sentido, su política era plenamente nacionalista aun cuando no buscase romper los lazos de dependencia, lo cual hubiera sido utópico, sino integrar a Venezuela al circuito económico mundial con las mayores ventajas posibles, al menos para su clase dirigente. El principal obstáculo para ello fue el tratado con Inglaterra, que no era posible denunciar tanto por el poderío de aquel imperio como por el hecho de que no contenía ninguna cláusula donde se especificase su caducidad. En 1877, Guzmán Blanco viajó a Europa, investido con el cargo de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Venezuela ante los gobiernos de Inglaterra, España, Bélgica, Italia y la Santa Sede, al mismo tiempo que era designado agente fiscal en Francia. Sus principales preocupaciones eran entonces el arreglo de la situación de la deuda externa y lograr que la diplomacia británica se aviniese a un arreglo negociado, mediante arbitraje, del litigio que oponía a Venezuela e Inglaterra a propósito de la Guayana Esequiba. Atraídos por el oro, los diamantes, el asfalto, las maderas preciosas y el balatá, entre otros productos, los colonos de la Guayana Británica, apoyados por su metrópoli que tenía interés en controlar las bocas del Orinoco, habían ido penetrando cada vez más profundamente, a partir del Esequibo, en territorio venezolano. Para tratar de detener esta penetración Guzmán Blanco (antes de abandonar la Presidencia de la República en 1884) había creado el nuevo territorio Delta, en la región de las bocas del Orinoco. En 1887, durante el Bienio, rompió las relaciones de Venezuela con Inglaterra y en 1888-1889 (cuando por última vez ejerció funciones diplomáticas en Europa), realizó gestiones de carácter confidencial para lograr el retiro de los británicos a la orilla derecha del río Esequibo.

Conclusiones

Además del impulso dado durante su mandato a las diferentes obras públicas y los medios de transporte y comunicación, Guzmán Blanco adoptó medidas legales que ayudaron en forma notable a la modernización del Estado y la sociedad venezolana. Entre ellas están: el decreto de instrucción pública, la creación de la Dirección General de Estadística, el levantamiento de censos nacionales, la redacción de los códigos Civil, de Comercio, Militar y Penal y la unificación de pesas y medidas, aparte de la ya mencionada creación de la unidad monetaria, el «bolívar de plata». Durante todo su gobierno, el periódico La Opinión Nacional fue el gran vocero del régimen utilizado por Guzmán Blanco para promover su proyecto político, para defender y divulgar las actuaciones del Gobierno y minimizar sus errores o problemas; pero al mismo tiempo, fue igualmente un órgano de difusión del pensamiento más moderno que llegaba a Venezuela. Antonio Guzmán Blanco constituye la personalidad política de mayor relieve en la segunda mitad del siglo XIX. Su retiro puso fin al más extenso y dinámico período de desarrollo y de cambio en la historia de Venezuela durante ese siglo. En apenas 2 décadas había reorientado la evolución política y económica del país, para lo cual utilizó como un instrumento su alianza con los comerciantes y los caudillos. Sus dos ideas-fuerza fundamentales: el «centralismo» (aun conservando las apariencias del federalismo) y el «nacionalismo», que fueron los temas más críticos del siglo XIX, pasarían a ser hechos aceptados y a constituir elementos importantes de la filosofía política del siglo XX en Venezuela.
E.P.I.
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Recuperado para fines educativos
Fuente: Diccionario de Historia de Venezuela
Publicado por: Fundación Polar