Biografía de George Washington | Militar y polítco lideró la independencia de los Estados Unidos
El gran militar y polítco lideró la independencia de los Estados Unidos, que se convirtieron en el primer estado constitucional de la historia.
George Washington nació el 22 de febrero de 1732 a
orillas del río Potomac, en la finca de Bridge's Creek, en el antiguo
condado de Westmoreland, en el actual estado de Virginia. Pertenecía a
una distinguida familia inglesa, oriunda de Northamptonshire, que había
llegado a América a mediados del siglo XVII y había logrado amasar una
considerable fortuna. Su padre, Augustine, dueño de inmensas
propiedades, era un hombre ambicioso que había estudiado en Inglaterra y
que al enviudar de su primera mujer, Jane Butler, quien le había dado
cuatro hijos, contrajo segundas nupcias con Mary Ball, de una respetable
familia de Virginia, que le dio otros seis vástagos, entre ellos
George.
Poco se sabe de la infancia del futuro
presidente, salvo que sus padres lo destinaban a una existencia de
colono y por ello no fue más allá de las escuelas rurales de aquel
tiempo: entre los siete y los quince años estudió de modo irregular,
primero con el sacristán de la iglesia local y luego con un maestro
llamado Williams. Alejado de toda preocupación literaria o filosófica,
el muchacho recibió una educación rudimentaria en lo libresco, pero
sólida en el orden práctico, al que lo inclinaba su activo temperamento.
George Washington
Ya
en la temprana adolescencia estaba suficientemente familiarizado con
las tareas de los colonos como para cultivar tabaco y almacenar las
uvas. En esa época, cuando tenía once años, murió su padre y pasó a la
tutela de su hermanastro mayor, Lawrence, un hombre de buen carácter
que, en cierta forma, fue su tutor. En su casa, George conoció un mundo
más amplio y refinado, pues Lawrence estaba casado con Anne Fairfax, una
de las grandes herederas de la región y acostumbraba codearse con la
alta sociedad de Virginia.
Un colono con vocación militar
Escuchando
los relatos de su hermanastro, se despertó en él una temprana vocación
militar y a los catorce años quiso hacerse soldado, aunque tuvo que
desechar la idea ante la férrea oposición de su madre, quien se negó a
que siguiera la carrera de las armas. Dos años más tarde comenzó a
trabajar de agrimensor, como asistente de una expedición para medir las
tierras de lord Fairfax en el valle de Shenandoah.
A
partir de allí, las agotadoras jornadas en campo abierto, sin
comodidades y expuesto a los peligros de la vida salvaje, le enseñaron
no sólo a conocer las costumbres de los indios y las posibilidades de
colonización del Oeste, sino a dominar su cuerpo y su mente, templándolo
para la tarea que el futuro le reservaba. Pero de momento, aunque las
preocupaciones políticas no le perturbaban (el joven Washington era un
fiel súbdito de la corona inglesa), se sentía molesto por las
limitaciones impuestas por la metrópoli a la colonización, ya que con su
hermanastro proyectaban llevar sus negocios a las tierras del Oeste.
A
los veinte años ocurrió un cambio decisivo en su vida, que lo convirtió
en cabeza de familia. Una tuberculosis acabó con la vida de Lawrence en
1752 y George heredó la plantación de Mount Vernon, una enorme finca
con 8.000 acres y 18 esclavos. Así, pues, pasó a ser uno de los hombres
más ricos de Virginia, y como tal actuaba: pronto se distinguió en los
asuntos de la comunidad, fue un activo miembro de la Iglesia episcopal y
se postuló como candidato, en 1755, a la Cámara de los Burgueses del
distrito. También sobresalía en las diversiones; era un magnífico
jinete, alto y de ojos azules, un gran cazador y mejor pescador; amaba
el baile, el billar y los naipes y asistía a las carreras de caballos
(tenía sus propias cuadras) y a cuantas representaciones teatrales se
daban en la región. Pero su vocación de soldado no había muerto, y entre
sus planes figuraba ser también un brillante militar.
Su casa en Mount Vernon, Virginia
Por
entonces, ingleses y franceses se disputaban el dominio de América del
Norte, y la controversia sobre las rutas de la cabecera del Ohio había
conducido a una extrema tensión entre los colonos. Washington se alistó
en el ejército, y poco después de la muerte de su hermanastro fue
nombrado por el gobernador Robert Dinwiddie comandante del distrito, con
un sueldo de 100 dólares anuales. Ante las invasiones de los franceses
por la frontera, en 1753 el gobernador le encargó la misión de practicar
un reconocimiento en la zona limítrofe. A mediados de noviembre,
Washington se puso en marcha al frente de seis hombres por el valle del
Ohio, un país inhóspito, poblado de tribus salvajes y múltiples
peligros. A pesar del frío y las nieves, pudo llevar a cabo la dura
travesía hasta alcanzar Fort-Le Boeuf en Pennsylvania, una hazaña que
comenzó a cimentar su fama.
Declarada en 1756 la
guerra de los Siete Años, que para los colonos ingleses en América
suponía la lucha por su expansión frente al predominio francés,
Washington fue designado teniente coronel del regimiento de Virginia, a
las órdenes del general Fry. Al morir éste en combate, le sucedió como
jefe supremo de las fuerzas armadas del condado, pasando poco después a
formar parte del estado mayor del general Braddock, que dirigía las
tropas regulares enviadas por Inglaterra. El 9 de julio de 1755 se
distinguió en la batalla de Monongahela por su coraje y capacidad de
decisión, si bien ésta acabó en un desastre para los ingleses.
La
derrota repercutió de tal forma en su ánimo que el joven militar se
retiró a Mount Vernon con el firme propósito de no volver a tomar las
armas. Pero no pudo llevarlo a cabo, pues los notables de Virginia le
pidieron que se hiciera cargo de las tropas, a pesar de que sólo contaba
con veintitrés años de edad. Washington conservó el mando entre 1755 y
1758, época en que también fue elegido como representante del condado de
Frederic para la Cámara de los Burgueses de Virginia. Su nombre ya era
popular, se le admiraba por su experiencia y tacto, y comenzaba a
labrarse un sólido prestigio político interviniendo activamente en las
deliberaciones de la asamblea.
Tras algunos
sinsabores, desilusionado ante el curso de la guerra con Francia y la
conducta de los comandantes británicos, Washington renunció a su cargo
militar para regresar a Mount Vernon y al poco tiempo, el 6 de enero de
1759, se casó con Martha Dandridge, una mujer tan rica como bella, viuda
del coronel Parke Custis y dueña de una de las mayores fortunas de
Virginia. Poseía un gran número de esclavos, 15.000 valiosos acres y dos
hijos de seis y cuatro años, que se convirtieron en la verdadera
familia de Washington.
En Mount Vernon la pareja,
unida más que por un amor apasionado por una armoniosa felicidad,
llevaba la vida de los ricos propietarios, atentos a la prosperidad de
sus tierras y al papel prominente que desempeñaban en la vida social de
la región. Todo se hacía a lo grande, la ropa se compraba en Londres,
las fiestas eran espléndidas y los huéspedes se contaban por cientos.
Pero esta vida rumbosa se vería interrumpida por el vendaval político
que pronto se abatió en la América del Norte.
La lucha por la independencia
El
final de la guerra de los Siete Años, signado el 10 de febrero de 1762
por el Tratado de París, significó la renuncia de Francia a sus
pretensiones sobre Acadia y Nueva Escocia y la posesión, por parte de
Inglaterra, de Canadá y toda la región de Luisiana, salvo Nueva Orleans.
Pero la discrepancia mercantil entre Londres y sus colonias aumentó a
raíz de esta conclusión, pues el gobierno inglés consideró que todas sus
posesiones habían de cooperar en la amortización de los gastos
ocasionados por la guerra, ya que todas ellas se habían beneficiado de
sus resultados.
De hecho, el déficit originado por
la contienda era enorme, y en marzo de 1765 el parlamento inglés votó un
impuesto que hirió los derechos tradicionales de las colonias,
imponiendo el uso de papel timbrado para toda clase de contratos. Con
verdadera ceguera política, al año siguiente impuso una serie de
derechos aduaneros sobre el papel, el vidrio, el plomo y el té, que
provocaron la indignación del mundo comercial norteamericano y la
formación de ligas patrióticas contra el consumo de mercancías inglesas.
A la vanguardia de las luchas que precedieron al estallido
revolucionario habían de colocarse los aristócratas de Virginia y los
demócratas de Massachusetts. Washington se sintió irritado por tales
medidas, pero continuó considerándose un súbdito leal a Inglaterra y un
hombre de opiniones moderadas.
Washington en traje de cazador
En
1773 la población de Boston protestó contra los impuestos arrojando los
cargamentos de té al mar. El hecho, conocido como el Boston Tea Party,
acabó de abrirle los ojos a Washington y de volcarle hacia la defensa de
las libertades americanas. Cuando los legisladores de Virginia se
reunieron al año siguiente en Raleigh, él estuvo presente y firmó las
resoluciones. En la primera legislatura revolucionaria de ese año
pronunció un elocuente discurso declarando: «Organizaré un ejército de
mil hombres, los mantendré con mi dinero y me pondré al frente de ellos
para defender a Boston». Ya había dejado de ser un moderado cuando,
vestido de uniforme, representó a Virginia en el Primer Congreso
Continental que se celebró en Filadelfia en 1774. Sus cartas muestran
que aún se oponía a la idea de la independencia, pero que estaba
decidido a no renunciar a «la pérdida de los derechos y privilegios que
son esenciales a la felicidad de todo Estado libre y sin los cuales la
vida, la libertad y la propiedad se tornan totalmente inseguras».
Comenzadas
las hostilidades entre ingleses y americanos en la batalla de
Lexington, el 19 de abril de 1775, los autonomistas declararon sus
anhelos de independencia frente a la corona inglesa. Todas las colonias
se consideraron en guerra contra la metrópoli y, en el Segundo Congreso
reunido en Filadelfia ese año, confiaron el mando de las tropas al
plantador virginiano George Washington. Su elección fue en parte el
resultante de un compromiso político entre Virginia y Massachusetts,
pero también la consecuencia de la fama ganada en la campaña de Braddock
y del talento con que impresionó a los delegados del Congreso.
El
flamante jefe de las fuerzas coloniales se vio entonces frente a la
arriesgada tarea de crear un ejército casi desde la nada y en presencia
del enemigo. Al llegar a Boston se encontró con más de quince mil
hombres, pero se trataba sólo de una masa confusa de insurrectos
indisciplinados, divididos en bandas hostiles entre sí, a menudo en
harapos y mal armados. Faltaban víveres y vituallas, y además, cada
asamblea provincial dictaba órdenes a su capricho. Aquí demostró
Washington sus brillantes dotes de organización y su incansable energía,
disciplinando y adiestrando a los voluntarios inexpertos, reuniendo
provisiones y llamando a las colonias en su apoyo. De esa forma organizó
al ejército de Massachusetts, con el que pudo ocupar Boston y expulsar
de Nueva Inglaterra a los ingleses del general Howe en 1776. Ese año,
ante la llegada de nuevas tropas enviadas por la metrópoli, los
americanos habían proclamado solemnemente la independencia de los
Estados Unidos.
Washington había ganado el primer
round contra las tropas de la corona, pero aún faltaban varios años de
guerra en que los soldados americanos serían puestos al borde de la
aniquilación. Entre los factores decisivos para alcanzar la victoria, en
primer término figuraron su capacidad para infundir confianza a los
soldados, su energía incansable y su gran sentido común. Nunca fue un
genial estratega, ya que, como dijo Jefferson, «a menudo fracasó a campo
abierto», pero supo mantener viva entre sus hombres la llama del
patriotismo y escuchó siempre las opiniones de los generales a su mando,
sin importarle dejar de lado su propio parecer.
Así,
en un segundo momento, retiró sus tropas al sur y esperó la
contraofensiva británica en Long Island, pero decidió retirarse debido a
su inferioridad numérica respecto a Howe. Desde entonces, en
Pennsylvania empleó una táctica de desgaste que le valió las victorias
de Trenton y Princeton de 1776, aunque también las derrotas de Brandwine
y Germantown del año siguiente. En retirada, contuvo a las fuerzas de
Howe que avanzaban sobre Filadelfia. La ciudad no pudo resistir y cayó
en manos del jefe británico, pero pronto los ingleses sufrieron un
desastre considerable y el general Burgoyne fue obligado a capitular en
Saratoga, el 17 de octubre, ante el asedio del jefe americano Gates.
Este
éxito de la Revolución americana conmovió en Europa a los adeptos del
enciclopedismo y a los partidarios del «hombre natural» de Rousseau.
Voluntarios franceses como La Fayette, Rochaubeau y De Grasse, polacos
como Kosciuszko y sudamericanos como Miranda, acudieron en auxilio de
las huestes de Washington, que vio así facilitada su tarea. Después del
terrible invierno de Valley Forge, donde se dedicó a adiestrar a sus
tropas, pudo reanudar victoriosamente la lucha gracias a los refuerzos
recibidos. El gobierno francés vio en el conflicto la oportunidad de
vengar la derrota de la guerra de los Siete Años y, en 1778, firmó una
alianza con los Estados Unidos, a la que se sumó al año siguiente Carlos
III de España.
El auxilio de las tropas francesas
fue tan eficaz que Washington pudo recuperar Filadelfia, sitiar Nueva
York y dirigirse al sur para cortar el avance de lord Cornwallis, que
iba al frente de once mil hombres, el grueso de las tropas inglesas. El
19 de octubre de 1781 éste se vio obligado a capitular, luego de caer
prisionero con su ejército. Esta rendición provocó la definitiva
victoria de los colonos y el reconocimiento de la independencia por
parte de Inglaterra, antes de firmarse la paz en Versalles, el 20 de
enero de 1783.
El constructor del Estado
En
plena guerra, en 1778, el Congreso había promulgado la Ley de
Confederación, primera tentativa para constituir un bloque homogéneo con
los trece estados de la Unión. Pero esta fórmula política dio escasos
resultados, pues la guerra y la posguerra exigían más un poder central
fuerte que un gobierno sin atribuciones. En la cumbre del prestigio y la
fama, después de los triunfos militares, Washington tuvo que hacer
frente a los problemas de la reconstrucción nacional. Por un lado se
negó a aceptar la corona que algunos notables le ofrecían, dedicándose a
combatir la reacción monárquica de algunos sectores del país, y por
otro proclamó la necesidad de establecer una constitución.
Su
postura federalista, defensora de la implantación de un poder central
eficiente que defendiera los intereses americanos en el exterior y
equilibrara las tendencias partidistas de los territorios, supo
conciliarse con la de los republicanos, partidarios de conservar la
independencia política y económica de los estados. El acuerdo entre
ambos grupos fue expresado por la Constitución del 17 de septiembre de
1787, la primera carta constitucional escrita que reguló la forma de
gobierno de un país. Una vez más, las dotes de organización y dirigente
de Washington hicieron que las esperanzas fueran puestas en él, y el
Congreso lo eligió como primer presidente de los Estados Unidos en 1789.
La
prudencia, la sensatez y sobre todo un respeto casi religioso a la ley,
fueron las notas dominantes de sus ocho años de gobierno. Al elegir a
los cuatro miembros de su gabinete, Thomas Jefferson en la Secretaría de
Estado, el general Henry Knox en la de Guerra, Alexander Hamilton en la
del Tesoro y Edmund Randolph en la de Justicia, Washington estableció
un cuidadoso equilibrio entre republicanos y federales, el cual
posibilitó la puesta en marcha del aparato que habría de coordinar y
dirigir la administración del país. Para hacer frente a los graves
problemas económicos por los que éste atravesaba, aplicó una férrea
política fiscal y se esforzó por asociar los grandes capitales con el
Estado, a fin de comprometerlos en la estabilidad de la nación. Con
idéntico objetivo creó el Banco de los Estados Unidos y, a fin de
promover el desarrollo industrial, dictó una serie de medidas
proteccionistas que le valieron el apoyo de la burguesía.
Elegido
para un segundo mandato en 1793, ante sus dudas fue Jefferson quien le
convenció de que aceptara el cargo nuevamente. En esta segunda etapa de
gobierno tuvo que abocarse a serios problemas, como el suscitado en el
Oeste por la oposición a los impuestos sobre el aguardiente, que originó
en 1794 una sublevación, conocida como Whiskey Rebellion, la cual fue reprimida por las tropas enviadas por orden del presidente.
Otro
elemento de desgaste fue el choque entre Jefferson y Hamilton, motivado
por la radicalización de la Revolución francesa y el conflicto armado
que asolaba Europa. Mientras que el secretario de Estado se inclinaba
por el apoyo de Estados Unidos a la Francia revolucionaria, el
secretario del Tesoro defendía la neutralidad ante la contienda.
Washington, que al principio había tratado de mantener la armonía entre
ambos, apoyó, una vez declarada la guerra europea, las posiciones de
Hamilton y se decidió por la neutralidad. No tardó mucho tiempo en
declarar sus simpatías pro británicas, a pesar de la enorme deuda que su
país tenía con Francia, y ello trajo como consecuencia el
debilitamiento de las relaciones con esta nación. Thomas Jefferson, por
su parte, manifestó su disconformidad abandonando el gobierno y, ya
desde la oposición, se opuso al centralismo del presidente.
Así
fue cómo la estrella política de Washington comenzó a declinar hasta
ensombrecerse totalmente cuando se conocieron los términos de un acuerdo
comercial firmado por Gran Bretaña, el Tratado Jay del 25 de junio de
1794, que provocó fuertes discusiones en el parlamento y una real merma
de la popularidad presidencial. Aun así, fue elegido por tercera vez
para ocupar el poder, pero en esta oportunidad se negó tajantemente,
aduciendo que quería volver con su familia y a la paz de la vida
privada. En realidad, le frenaba el miedo a la tentación dictatorial que
desvirtuaría el origen democrático de su lucha por la independencia, y
no dudó en regresar a su plantación de Virginia.
Los
dos últimos años de su vida, ya en la declinación de sus facultades
físicas, los dedicó a cuidar de su familia y sus propiedades, salvo una
breve interrupción en 1798, cuando se le nombró comandante en jefe del
ejército ante el peligro de una guerra con Francia. En el invierno
siguiente, Washington regresó a su casa agotado por una cabalgata de
varias horas, por el frío y la nieve. Una aguda laringitis lo llevó a la
muerte el 14 de diciembre de 1799. El prohombre de la independencia, el
que fue «el primero en la guerra, el primero en la paz y el primero en
el corazón de sus compatriotas», enfrentó el final con su serenidad
característica, la misma que le había permitido afrontar el peligro de
los campos de batalla con absoluta tranquilidad. Como escribió
Jefferson, era un hombre inaccesible al temor.
Cronología de George Washington
1732 | Nace en Westmoreland County, Virginia (Estados Unidos). |
1752 | Se alista en el ejército. |
1755 | Es elegido representante para la Cámara de los Burgueses de Virginia por el condado de Frederic. |
1756 | Guerra de los Siete Años. |
1759 | Se casa con Martha Danbrigge, viuda del coronel Parke Custis. |
1775 | Es designado comandante en jefe del ejército. |
1776 | Proclamación de la independencia de Estados Unidos. |
1777 | Los ingleses capitulan en Saratoga. |
1781 | Lord Cornwallis se rinde en Yorktown. |
1787 | Se promulga la Constitución. |
1789 | Es elegido primer presidente de la nación. |
1790 | Crea el Banco de Estados Unidos. |
1793 | Es elegido para un segundo mandato. |
1794 | Firma del acuerdo comercial con Gran Bretaña, conocido como Tratado Jay. |
1799 | Muere en Mount Vernon, Virginia (Estados Unidos). |
George Washington y la Independencia de EE.UU.
La independencia de los Estados Unidos
La
independencia de las colonias inglesas en Norteamérica y el nacimiento
de los Estados Unidos es uno de los acontecimientos históricos mas
relevantes del siglo XVIII. La Constitución estadounidense, promulgada
el 17 de septiembre de 1787, se convirtió en la primera Carta
Constitucional escrita que regulaba la forma de gobierno de un país. Al
poner énfasis en los derechos del individuo y al otorgar la soberanía al
conjunto de los ciudadanos y no a un monarca, sentó las bases de la
legalidad moderna.
Éste fue uno de los motivos que
propició que la independencia de Estados Unidos se convirtiese en un
símbolo de la lucha por la libertad de los pueblos y pasase a ser un
punto de referencia para movimientos insurgentes posteriores, entre los
que se contó la Revolución francesa. De la misma manera, la
independencia de Estados Unidos demostró que era posible que los
territorios colonizados se liberasen del yugo europeo. La nación
norteamericana fue un punto de referencia para muchos líderes de América
Latina. Tras alcanzar su independencia, muchas de las antiguas colonias
españolas se inspiraron en la organización política de Estados Unidos
para construir sus Estados: un ejemplo claro es el de México, nación
que, cuando menos nominalmente, adoptó una estructura federal semejante a
la de su vecino del norte.
Antecedentes y causas
La
revolución americana supuso la independencia de una de las más
prósperas posesiones coloniales del siglo XVIII. Ubicadas a lo largo de
la franja atlántica de América del Norte, las trece colonias que se
vieron involucradas en las luchas independentistas fueron por el norte,
Massachusetts (Nueva Inglaterra), Connecticut, Nueva Hampshire, Rhode
Island, en el centro, Nueva Jersey, Nueva York, Delaware, Pensilvania y
hacia el sur, Virginia, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur y
Georgia.
La forma de gobierno que Inglaterra
auspició en sus posesiones introdujo una embrionaria participación
directa de la población en sus asuntos internos cuya autoridad recaía en
las asambleas de ciudadanos. A mediados del siglo XVIII, la estructura
social dentro de las colonias indicaba la ubicación en la cúspide del
poder de una oligarquía territorial que a través de varias generaciones
había controlado las asambleas ciudadanas, cuya ideología era
profundamente conservadora. Pero a su lado comenzó a surgir una amplia y
próspera clase media dispuesta a defender la tolerancia, el libre
desarrollo de sus propiedades y el comercio ante las exigencias de la
Corona. Este último sector, afincado especialmente en Boston, Nueva
York, Filadelfia, Newport o Charleston, se convertiría en guía de la
revolución promoviendo organizaciones secretas en las que adoptaron el
nombre de "Hijos de la Libertad".
George Washington
Las
causas de la independencia hay que ubicarlas en diversos niveles. La
más profunda de éstas apunta al cambio de mentalidad que experimentaron
estos territorios con la oleada migratoria que llega de Europa entre
1700 y 1760. Este fenómeno iba a condicionar una sociedad con una
marcada estructura religiosa pluralista, tolerante y desacralizadora del
poder que facilitó la introducción del debate moral y ético en la
actuación política.
Existe también una causa
ideológica que se constata en la rápida recepción que se hace de los
derechos naturales y las ideas ilustradas que más adelante nutrirían el
movimiento independentista. El cultivo de una retórica basada en el
mito, la leyenda y la historia completaron la interiorización de un
espíritu localista. La última causa apunta a las transformaciones
políticas y económicas que Inglaterra intentó introducir en sus colonias
al concluir la guerra de los Siete Años con Francia en 1763.
El
alarmante crecimiento de la deuda británica, como consecuencia de la
guerra, condujo al rey Jorge III a decretar el aumento de las presiones
impositivas sobre sus súbditos de Ultramar. En 1764 la subida que
experimentó el impuesto sobre el azúcar, la autorización de pesquisa
general dada a los agentes de aduanas para registrar los negocios en
busca de contrabando, la creación del ejército permanente y la ley sobre
el timbre fueron algunas de las medidas que provocaron la indignación
de los colonos. Éstos convocaron asambleas con el fin de expresar su
protesta y pedir al Rey su derogatoria.
Una de las
asambleas más importantes fue la reunión de la Ley del Timbre celebrada
en Nueva York en octubre de 1765. Allí los "Hijos de la Libertad"
sentaron las bases para una acción coordinada ante la Corona y
perfilaron los primeros derechos compartidos de las trece colonias.
Aunque el Parlamento británico oyó el clamor que venía de su posesión
americana y suspendió la ley del timbre, poco tiempo después esta misma
institución votaba la "Declaratoy Act", una decisión que le reconocía el
derecho de establecer impuestos ´externos´ a las colonias en todos los
casos sin excepción. Amparado en este decreto, el Parlamento en 1767
aprobó tres leyes cuyas disposiciones gravaban el derecho de importación
del té, el vidrio, el papel, el plomo y otros artículos que las
colonias importaban.
La rebelión del té
La
"Declaratory Act" y el aumento de los impuestos volvieron a poner en
pie de lucha a los colonos. Desde la asamblea más reacia a acatar los
dispositivos reales, Massachusetts, se remitió una circular al resto de
las colonias exponiendo los derechos de los colonos y proponiéndose el
boicot al té inglés. El episodio conocido como la matanza de Boston de
marzo de 1770, fecha en que unos soldados que resguardaban el puerto
hicieron uso de sus armas y mataron a algunos colonos que protestaban
contra el impuesto, agudizó el conflicto entre americanos e ingleses.
Los
colonos se negaron a comprar el té de Inglaterra al confirmar el Rey
dicho impuesto, por lo que decidieron importarlo clandestinamente de
Holanda. Asimismo, en Charleston, Filadelfia, Boston y Nueva York
empezaron a organizarse tumultos exigiendo que las embarcaciones
inglesas retornaran a la metrópoli con sus cargamentos. El incidente del
"té de las cinco" en Boston es otro acontecimiento que forma parte del
anecdotario de la revolución. El 16 de diciembre de 1773 un grupo de
colonos disfrazados de indios mohawk escalaron los navíos cargados de
cajas de té y las arrojaron al mar con el beneplácito de la población.
Enfrentamiento con las tropas inglesas
En
represalia por este acto de sabotaje, Jorge III hizo que el Parlamento
votase la clausura del puerto de Boston y el traslado de la capital a
Salem. Además ordenó aplicar la "Regulation Act" que anulaba la carta de
Massachusetts y colocaba a la colonia bajo administración directa de
Inglaterra. La asamblea de ciudadanos de la colonia sancionada declaró
intolerables estas medidas y lanzó una llamada de auxilio al resto de
las colonias. Todas apoyaron a Massachusetts y decidieron hacer un
frente común contra Inglaterra.
Esta rebelión
colectiva se materializó propiamente el 5 de septiembre de 1774 al
constituirse en Filadelfia el primer congreso continental de los "Hijos
de la Libertad". Este congreso no se propuso la independencia ni intentó
dictar una legislación autónoma. Todavía dominado por los conservadores
partidarios de la reconciliación con la Corona, la finalidad del
Congreso fue demandar al rey Jorge III una rectificación por las
injusticias cometidas con el aumento de los impuestos y el castigo a la
colonia rebelde.
No obstante, de este congreso
surgió un sector más radical, liderado por Samuel Adams, que decidió
crear en Massachusetts asociaciones de patriotas cuyo objetivo debía ser
oponerse por la fuerza a las agresiones inglesas si éstas continuaban.
Massachusetts estableció así en la práctica un gobierno provisional
dirigido por John Hancock, paralelo al constituido por los ingleses al
mando del general Gage. Los leales a Adams y Hancock se organizaron y
armaron para hacer frente a cualquier ataque realista en "compañías de
emergencia".
El conflicto armado entre los rebeldes y
los "casacas rojas" fue inevitable. Iba a ocurrir en las regiones donde
Adams y Hancock se habían refugiado. El general Gage ordenó a un
destacamento de tropas dirigirse a Lexington donde se sospechaba estaban
ambos líderes. La famosa cabalgata del "patriota" Paul Revere hacia
esta aldea anunciando la llegada de los ingleses permitió la huida de
Adams y Hancock hacia el poblado vecino de Concord. Allí el 19 de abril
de 1775 se produjo la batalla. Las tropas inglesas abatieron una
"compañía de emergencia" que se interpuso en su camino, pero la llegada
de nuevos refuerzos les hizo finalmente retroceder. A los pocos días de
esta incruenta batalla, los patriotas iniciaron el asedio de la ciudad
de Boston.
El pretexto para el estallido de la
rebelión conjunta de las trece colonias se activó con los sucesos de
Concord. Uno a uno todos los gobiernos leales al rey se derrumbaron y en
su lugar los colonos constituyeron comités de emergencia. Pero aún el
sentimiento de independizarse no era mayoritario. Esto lo confirma la
actitud conciliadora que asumió el Segundo Congreso Continental, reunido
en Filadelfia el 10 de mayo de 1775. A pesar de reconocerse el estado
de guerra todavía se rechazaba el desconocimiento de la autoridad de
Jorge III. Los congresistas decidieron remitirle una última petición, el
"ramo de olivo", en señal de reconciliación siempre que rectificara las
injusticias.
Al mismo tiempo proclamaron a George
Washington jefe del ejército continental. Cuando Washington asumió el
mando en Cambridge (Massachusetts) se encontró con un contingente que
todavía no se recuperaba de la batalla de Bunker Hill del 17 de junio de
1775, la más sangrienta de la guerra revolucionaria, que pese a suponer
la pérdida para los colonos de Boston infligió a las fuerzas inglesas
grandes bajas.
La respuesta del rey al "ramo de
olivo" fue negativa y dispuso el envío de refuerzos para acallar a los
rebeldes. Esta actitud represora colocó al Congreso en la disyuntiva que
el folleto publicado en enero de 1776 por Thomas Payne con el nombre de
Common Sense resumió perfectamente: sólo quedaba la vuelta a la
sumisión o la búsqueda de la independencia. Muchos congresistas
comenzaron a tomar en serio esta última posibilidad. La tendencia a
emanciparse totalmente del Rey iba a ser más pronunciada en Nueva
Inglaterra y en los Estados del sur que en las colonias centrales.
La guerra
El
desarrollo bélico de la revolución tuvo una duración de cerca de siete
años y atravesó por dos fases nítidas. La primera fase comprende las
acciones realizadas por el ejército continental y las milicias patriotas
entre el otoño de 1775 y el invierno de 1778, mientras que la segunda
fase comienza con la constitución del ejército francoamericano que surge
de la alianza defensiva que Estados Unidos celebra con Francia el 6 de
febrero de 1778.
George Washington en campaña
En
lo que se refiere a la primera etapa, la estrategia de Washington poco
puede hacer para sacar adelante a un ejército mal armado, peor entrenado
y mucho menor en número que las tropas inglesas. Ello explica que la
expedición organizada por Washington al Canadá resultara un fracaso,
aunque en compensación se lograra la pérdida de los ingleses del puerto
Boston en marzo de 1776.
Mientras el ejército de
Washington trataba de enmendar el rumbo de la guerra, los representantes
de Virginia daban el paso decisivo al cambio político al declarar su
independencia el 1 de junio de 1776. Su ejemplo fue proseguido por el
resto de las colonias. El 4 de julio de 1776, el Congreso general de
Filadelfia proclamó la unión de las trece colonias y votó la famosa
Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, redactada
por Thomas Jefferson con el apoyo de Benjamin Franklin y John Adams.
A
pesar de que los "Hijos de la Libertad" lograron un triunfo resonante a
nivel internacional con su emancipación, los reveses en las contiendas
bélicas internas durante 1776 y 1777 amenazaron con interrumpir dicha
experiencia. Las operaciones militares inglesas lograron su objetivo de
recuperar Nueva York al derrotar en Long Island al ejército continental
el 27 de agosto de 1776. Las tropas inglesas al mando de los hermanos
Howe iban a proseguir su ofensiva por el norte capturando Nueva Jersey.
En julio de 1777 el avance de las tropas realistas sobre Filadelfia de
nuevo provocaba la huida del ejército de Washington.
Pero
la suerte comenzó a ser adversa para los ingleses cuando emprendieron
la conquista del valle del Hudson, control que hubiera supuesto la
división de las colonias separando a Nueva Inglaterra del sur. En los
dos encuentros bélicos de Saratoga de septiembre y octubre de 1777 la
derrota de las tropas inglesas ante las milicias americanas, comandadas
por el general Horacio Gates, provocó la rendición del general Burgoyne.
Esta batalla inició el repliegue del ejército leal al Rey por el norte e
hizo retornar el optimismo a los americanos.
El conflicto se internacionaliza
La
alianza francoamericana de febrero de 1778 fue un triunfo de la
diplomacia americana que Franklin lideraba en Europa. Si para los
ex-colonos el acuerdo supuso el reconocimiento de su independencia en
Europa, para los ingleses significó una vuelta a la pugna bélica con su
tradicional competidora. Pero no sólo Francia iba a declarar la guerra a
Inglaterra, España haría lo propio en 1779 y un año después Holanda.
Aunque España no envió a Norteamérica hombres de armas como Lafayette,
contribuyó económicamente al sostenimiento del ejercito continental a
través de la casa "Gardoqui e hijos" de Bilbao. También El Visitador de
Nueva España, José de Gálvez, ofreció al ejército de Washington la
posibilidad de reabastecerse en la frontera, y el entonces gobernador de
la Luisiana, Bernardo de Gálvez, recuperó para España las dos Floridas
en 1781.
George Washington y Lafayette
No
obstante entrar en guerra con las principales potencias europeas, los
ingleses obtuvieron entre 1780 y 1781 algunas victorias más sobre el
ejército aliado en sus intentos de reconquistar las colonias del norte,
ya sea lanzando ataques desde la base militar conquistada en Nueva York o
atacando por las semidesérticas regiones fronterizas. En este último
lugar los Rangers tories, es decir los miembros de la oligarquía
territorial leales al Rey, auxiliados por varias tribus indias, libraron
su batalla particular contra los colonos de Nueva York y Pensilvania.
Otro
escenario de lucha importante sería el mar, que hasta entonces había
sido dominado exclusivamente por los navíos ingleses. Aquí los mayores
éxitos de los patriotas los posibilitaron los corsarios cuyo número
llegó hasta cerca de los dos mil. De lo anterior se desprende que la
guerra había llegado a un punto en que ninguno de los bandos en
conflicto podía avanzar más allá de lo que habían obtenido si no era a
costa de hacer un cambio radical en su estrategia de combate. Tal fue el
riesgo que decidieron correr los generales ingleses al trasladar a
fines de 1778 el escenario de la lucha al sur del país.
La
primera población en caer en manos inglesas fue Georgia en diciembre de
1778; su reconquista corrió a cargo de las tropas del coronel Campbell.
Al año siguiente una avanzada del ejército ingles acantonado en Nueva
York partía al sur con el propósito de tomar Charleston, el estratégico
puerto de Carolina del Sur. Como en Georgia, tampoco aquí las milicias
americanas lograron evitar que el general Clinton se posesionara
finalmente del puerto el 12 de mayo de 1780. A continuación las tropas
leales al mando del general Cornwallis lanzaron una ofensiva para
recuperar Carolina del Norte. Aquí comenzaría la debacle inglesa al
impedir el ejército aliado en la batalla del Monte del Rey de octubre de
1780 y, dos meses después, en la batalla de Cowpens la consumación de
este objetivo.
Ante este obstáculo, Cornwallis
decidió atacar Virginia, pero las tropas aliadas al mando del general
Lafayette le acorralaron en Yorktown, una ciudad a las orillas del río
York. El asedio aliado sobre el ejército regular duró cerca de dos
meses, y finalmente capituló Cornwallis el 19 de octubre de 1781. Con la
caída de Yorktown las hostilidades entre los dos ejércitos regulares
cesaron. Inglaterra comprendió que su aislamiento internacional hacía
inútil la continuación de la guerra, ya que sólo las tropas del general
Clinton seguían ocupando Nueva York. Dos años más iban a tardar Estados
Unidos e Inglaterra en llegar al acuerdo por el cual ésta reconocía la
independencia de sus antiguas posesiones de Ultramar. Dicho tratado de
paz se firmó el 3 de septiembre de 1783.
Finalmente, la independencia
Diecinueve
años habían transcurrido desde el inicio de las protestas contra el
plan inglés de convertir estos ricos territorios en simples colonias que
sólo debían existir para servir a los intereses económicos de
Inglaterra, proporcionarle materias primas y absorber sus manufacturas.
La consecuencia que trajo este intento de introducir un despotismo
regalista a colonias que habían interiorizado desde mucho tiempo atrás
la participación directa en sus asuntos internos, derecho éste que se
asumía al mismo tiempo como moral e inalienable, fue la aceleración de
la desvinculación total de los Estados Unidos de Inglaterra.
Todavía
iba a requerir Estados Unidos algunos años más para lograr la
consolidación de su independencia. Los "Artículos de la Confederación"
redactados en 1777 dieron unos poderes bastante limitados al Congreso
continental. Cuando se selló el fin de la guerra con Inglaterra, ningún
Estado de la Unión quiso someterse a su mandato. Este conflicto interno
sólo se iba a resolver en la Convención de Annapolis de 1787 cuando
todos los Estados aprobaron la constitución que establecía un gobierno
nacional, republicano y federal. Este proceso culminó con la elección de
George Washington como primer presidente de los Estados Unidos el 4 de
marzo de 1789.