Biografía de Alfred Hitchcock | Figura indiscutible del cine de misterio y de intriga.

El maestro del suspense enriqueció el lenguaje cinematográfico con sus geniales aportaciones y legó una extraordinaria e influyente filmografía.
Figura indiscutible del cine de misterio y de intriga, la capacidad del cineasta Alfred Hitchcock para aplicar recursos narrativos innovadores al servicio del suspense tuvo una importancia fundamental para el desarrollo del lenguaje cinematográfico moderno. Con un dominio excepcional de las técnicas cinematográficas, produjo películas que mantienen al espectador en un constante estado de tensión hasta el final de la proyección y que lo llevan a vivir apasionadamente lo relatado en la pantalla. El Mago del suspense supo unir tramas de gran solidez con imágenes de excepcional fuerza expresiva, concilió la calidad con el éxito comercial y legó una de las filmografías más brillantes e influyentes de la historia: su huella habría de percibirse en numerosas imitaciones y en la obra de realizadores tan distintos como el francés François Truffaut o los estadounidenses Brian de Palma y David Lynch.
Alfred Hitchcock nació el 13 de agosto de 1899 en Leytonstone, una población entonces cercana al neblinoso Londres de Sherlock Holmes, Jack el Destripador y Scotland Yard, y que hoy es un distrito del East End de la capital británica. Sus padres, William Hitchcock y Emma Jane Wehlan, dueños de un negocio de comestibles, ya tenían dos hijos, William (1890) y Ellen Kathleen (1892), y gozaban de una cierta estabilidad económica, pero tampoco vivían de un modo excesivamente holgado.

Alfred Hitchcock
La figura de su padre intervino de una forma muy especial en la formación del carácter y la personalidad del muchacho. Cuando tenía cuatro o cinco años, su padre lo mandó a la comisaría de policía con una carta. El comisario la leyó y lo encerró en una celda durante algunos minutos diciéndole: "Esto es lo que se hace con los niños malos." Nunca comprendió la razón de esta broma siniestra, porque su padre lo llamó su "ovejita sin mancha", y vivió una infancia disciplinada, aunque algo excéntrica y solitaria, escudriñando siempre desde su rincón, con los ojos muy abiertos, todo lo que pasaba a su alrededor.
Para Hitchcock, su padre era el típico comerciante del East End, que tenía el orden, la disciplina y la austeridad en la cima de su escala de valores para afrontar la vida. Así, el autoritarismo y la rigidez moral presidieron la educación del joven Alfred. De aquí arranca el interés del director por el tema de la culpa, omnipresente en todos sus filmes y esquema común de la trama profunda de sus historias, normalmente como una alegoría sobre el pecado y la redención. Hitchcock hablaría muy pocas veces de su madre, y, sin embargo, de mayor intentó siempre mantenerla a su lado.
Las repercusiones del catolicismo en su personalidad se acrecentaron durante sus años escolares, puesto que su primera escuela fue la Casa Conventual Howrah, en Poplar. La familia se había trasladado en 1906 a esta otra población desde Leytonstone para abrir un nuevo establecimiento. Al cabo de dos años, Alfred abandonó la Casa Conventual porque volvieron a trasladarse, esta vez a Stepney. Allí el muchacho ingresó en el Colegio de San Ignacio, fundado por los jesuitas en 1894 y especialmente reconocido por su disciplina, su rigor y su estricto sentido católico.
Este centro jesuítico dejó una profunda huella en Hitchcock por el modo como eran tratados allí la culpa y el perdón. El mismo Hitchcock lo explicaría años más tarde: «El método de castigo, por supuesto, era altamente dramático. El pupilo debía decidir cuándo acudir al castigo que se le había impuesto. Debía dirigirse a la habitación especial donde se hallaba el cura o el hermano lego encargado de administrarlo. Algo parecido a dirigirte a tu ejecución. Creo que era algo malo. No usaban el mismo tipo de correa con que azotaban a los chicos en otras escuelas. Era una correa de caucho». Esta práctica acentuó el miedo del pequeño Alfred a todo lo prohibido y acaso le descubrió los condimentos más emocionantes del suspense, esa turbia confusión sadomasoquista que florece ante lo inminente y fatal.
Hasta los catorce años permaneció en el colegio. En su primer curso sobresalió por su aplicación y obtuvo una de las seis menciones honoríficas que la dirección del centro concedía. Había conseguido la calificación de excelente en latín, francés, inglés y formación religiosa: las asignaturas que, según el criterio de sus maestros, eran de mayor importancia.
Sin embargo, el último año en San Ignacio se destapó el lado travieso, bromista y trasgresor del joven Alfred, o mejor, del joven Cocky, de acuerdo con el apodo con que lo conocían sus compañeros. Se dedicó a robar huevos del gallinero de los jesuitas para arrojarlos contra las ventanas de las habitaciones de los sacerdotes; o, ayudado por compinches, maniataba a algunos de sus compañeros y encendía petardos colocados en sus traseros. También esta vertiente, por un lado irónica y por otro traviesa, infractora de la ley y hasta gamberra, aparecería luego como uno de los rasgos típicos de su filmografía. Se trataba de un manera lúdica e indirecta de superar el complejo de culpa, siempre al acecho inconscientemente.

Hitchcock en una imagen promocional de Los pájaros
Hitchcock recordaba estos años con amargura y, al mismo tiempo, como una influencia importante en su obra: «Si han sido educados en los jesuitas como yo lo fui, estos elementos tienen importancia. Yo me sentía aterrorizado por la policía, por los padres jesuitas, por el castigo físico, por un montón de cosas. Éstas son las raíces de mi trabajo.» Es fácil relacionar estos años vividos en el Colegio de San Ignacio con el interés de Hitchcock por lo macabro y lo criminal. De aquellos años datan también las visitas del joven al Museo Negro de Scotland Yard para contemplar su colección de reliquias criminales, y al Tribunal de lo Criminal de Londres, donde asistía a los juicios por asesinato y tomaba notas al modo de Dickens, uno de sus escritores preferidos en aquella época, junto con Walter Scott y Shakespeare.
En 1913 dejó el colegio y trató de orientar su futuro profesional. Comenzó los estudios de ingeniero en la School of Engineering and Navigation y siguió cursos de dibujo en la sección de Bellas Artes de la Universidad de Londres; al mismo tiempo ayudaba a sus padres en la tienda. Fue entonces cuando descubrió una nueva afición para sus ratos de ocio: el cine, que estaba empezando a imponerse como una de las actividades lúdicas más importantes de Londres. En la capital había más de cuatrocientos aparatos de proyección, instalados a menudo en pistas de patinaje.

De cinéfilo a director

Hitchcock, que desde los dieciséis años leía con avidez revistas de cine, no se perdía las películas de Chaplin, Buster Keaton, Douglas Fairbanks y Mary Pickford. Pudo admirar, cuando las películas mudas constituían una auténtica revelación de las ilimitadas posibilidades del cine, El nacimiento de una nación (1915) e Intolerancia (1916), apabullante éxito y estrepitoso fracaso, respectivamente, del gran Griffith. Años después le impresionó vivamente un film de Fritz Lang, Der müde Tod (Las tres luces, 1921), historia fantástica que desarrolla el tema romántico de la lucha entre el amor y la muerte mediante tres episodios que suceden en China, Bagdad y Venecia, y que decidió también la vocación cinematográfica del español Luis Buñuel. Al mismo tiempo mantenía su afición por la lectura. «Es muy probable que fuera por la impresión que me causaron las historias de Poe por lo que me dediqué a rodar películas de suspense. No quiero parecer inmodesto, pero no puedo evitar comparar lo que he intentado poner en mis filmes con lo que Poe puso en sus narraciones», diría años más tarde.

En pleno rodaje
En diciembre de 1914 murió su padre. Alfred quedó profundamente afectado y hubo de rehacer su vida junto a su madre. Los hermanos mayores ya no vivían en la casa y, además, había estallado la Primera Guerra Mundial. Tuvieron que abandonar el negocio y volver a Leytonstone, porque allí tenían más amigos. El muchacho encontró trabajo al cabo de poco tiempo en las oficinas de la Henley Telegraph and Cable Company. Por quince chelines a la semana revisaba o calculaba los tamaños y los voltajes de los cables eléctricos. Sin embargo, como esta ocupación no le gustaba, al cabo de unos meses logró que le trasladaran al departamento de publicidad. Con ese trabajo creativo se labró cierto prestigio, a pesar de su juventud. Se libró del reclutamiento gracias a su trabajo en una compañía que colaboraba con la guerra y a su obesidad.
En 1920, a los veintiún años, aquel joven cuya afición al cine había ido creciendo leyó en una revista que una compañía cinematográfica estadounidense, la Famous Players-Lasky, iba a instalar unos estudios en Londres. No se lo pensó dos veces y se presentó en las oficinas de la Famous con unos bocetos de decoración para películas mudas que había diseñado con la ayuda de su jefe en el departamento de publicidad de la Henley. De inmediato, la compañía lo contrató como diseñador de rótulos y decorados y, en cuanto el sueldo de la Famous se lo permitió, abandonó la Henley. El primer año trabajó de rotulista en varias películas, y al año siguiente consiguió que le fueran encargados los escenarios y los diálogos menores de nuevos filmes. Los escribió bajo la dirección de Georges Fitzmaurice, quien también le inició en las técnicas de filmación.
En 1923 el actor, guionista y productor Seymour Hicks le ofreció que codirigiera un filme menor, Always tell your wife, y poco después colaboró en el rodaje de una película inacabada por falta de presupuesto, Mrs. Peabody. Eran sus primeras experiencias cinematográficas de verdad. En los estudios, Hitchcock había conocido a una tal Alma Reville, un muchacha de su misma edad, natural de Nottingham, extremadamente menuda y delgada (todo lo contrario que él) y gran aficionada al cine, que había trabajado en los estudios de una compañía londinense desde los dieciséis años, la Film Company, y que luego pasó a la Famous. Alma y Hitchcock colaboraron en varias películas dirigidas por Graham y Cutts, y en 1923 viajaron a Alemania para localizar los exteriores de un filme cuyo guión había escrito Hitchcock, The prude's fall. En el barco de regreso a Inglaterra, Hitchcock se declaró e iniciaron un largo noviazgo.
Los primeros años trabajaron juntos en películas de la productora de Michel Balcon, la Gainsbouroug Pictures Ltd., como por ejemplo The blackguard, un filme para el cual el equipo tuvo que trasladarse varios meses a Alemania, circunstancia que Hitchcock aprovechó para conocer la obra de los grandes directores alemanes de la época, como Fritz Lang o Erich von Stroheim. En 1925, Balcon le propuso dirigir una coproducción anglo-alemana titulada El jardín de la alegría (The pleasure garden). Era su primera oportunidad como director. El resultado, al parecer, agradó a los directivos, porque aquel mismo año dirigió otros dos filmes, El águila de la montaña (The mountain eagle) y El enemigo de las rubias (The lodger). Las tres se estrenarían en 1927.

Fotograma de El enemigo de las rubias (1927)
El 2 de diciembre de 1926 se casó con Alma según el rito católico y se establecieron en Cromwell Road, en Londres. Al estrenarse, los filmes obtuvieron una buena acogida por parte del público y de la crítica. En ellos, el director aparecía marginalmente, sin estar incluido en el reparto: era su manera de firmar sus películas, que luego se haría tan popular. Aprovechando el éxito, cambió de productora, y a finales de 1927 rodó El ring (The ring), un filme basado en un guión propio con la British International Pictures. Con esta película se convirtió en uno de los directores más cotizados de Inglaterra y empezó su camino fulgurante hacia la fama internacional.

La fama

Con el éxito internacional aumentó considerablemente sus ingresos, y se compró una casa de veraneo en Shamley Green, en las afueras de Londres, cerca de la cual se instalaría su madre poco después. En 1928 nació su hija Patricia Alma; al parecer, el director nunca había pasado tantos nervios como durante el parto. Por entonces, los Hitchcock tenían una intensa vida social, y las veladas con amigos de la productora, la British, eran habituales en la casa de Cromwell Road, en las que a veces ofrecía a los amigos uno de sus números cómicos particulares: Hitchcock, que pesaba más de ciento treinta kilos, aparecía desnudo de cintura para arriba, con un marinero pintado en la inmensa barriga, que agitaba rítmicamente mientras silbaba. En una ocasión se vistió de mujer y grabó su actuación. La cinta, que conservó toda su vida, sería exhibida en 1976 en una sesión privada en los estudios de la Universal.
En 1928 rodó sus últimos filmes mudos, The farmer's wife, Champagne y The maxman, y al año siguiente estrenó su primera película sonora, La muchacha de Londres (Blackmail), basada en una obra teatral que estaba teniendo un gran éxito en la capital. Por primera vez un filme británico incorporaba una banda sonora, a partir de la tecnología de la RCA estadounidense.
Otros filmes hablados, como Juno and the Paycock (1930), Murder (1930) y The Skin game (1931), sin alcanzar un gran éxito de público y crítica, le confirmaron como uno de los directores británicos más inteligentes y creativos y que más innovaciones e ideas técnicas estaba aportando al mundo del cine. Su preocupación era encontrar un estilo narrativo propio, para lo cual descubrió nuevas posibilidades expresivas en el montaje, en los movimientos de cámara y en el empleo de la luz. Lo suyo era el arte de la cámara: su enorme dominio de la imagen, a nivel persuasivo y sentimental, hacía que el público se identificara con sus historias y con sus personajes y convertía en verosímiles la fantasía y el misterio, las situaciones extrañas y originales con que vestía la realidad. Su extraordinaria narrativa cinematográfica llevaba al público a vivir apasionadamente lo que sucedía en la pantalla.
En 1932, por imposición de la British, tuvo que filmar una comedia de enredos y persecuciones, El número 17 (Number Seventeen), y luego rodó Mejor es lo malo conocido (Rich and Strange, 1932), una película cuyo argumento se le ocurrió al matrimonio Hitchcock durante un crucero por el Atlántico y el Caribe que hicieron con su hija en 1931: una modesta pareja londinense, gracias a una herencia inesperada, realiza un crucero alrededor del mundo, durante el cual pasan de la alegría a los temores, las tristezas y las infidelidades, para recuperar, tras un naufragio, su lealtad. Después de Valses de Viena (Waltzes from Vienna, 1933), una biografía del compositor Richard Strauss hecha por encargo, Hitchcock volvió a trabajar para Michel Balcon, que había fundado la productora Gaumont-British.
Maestro del suspense
A partir de entonces empieza la gran época del cine de Hitchcock, la época de los grandes títulos de su filmografía, una etapa dorada de creación ininterrumpida que duraría prácticamente hasta el fin de sus días. La primera película que hizo con la nueva productora fue El hombre que sabía demasiado (The man who knew too much, 1934), una obra de arte del cine de suspense que fue elegida por la crítica como la película del año en Inglaterra.
Le siguieron otros títulos fundamentales de su filmografía: 39 escalones (The thirty-nine steps, 1935), Agente secreto (The secret agent, 1936) y Sabotaje (Sabotage, 1936), todos ellos filmes ya clásicos en los que la trama y la intriga lograban crear una tensión psicológica como nunca se había visto en el arte cinematográfico, y en los que la fuerza expresiva de las imágenes mezclaba con genial sabiduría la acción y los apuntes psicológicos de los personajes. Todo ello se rodeaba a menudo de un trasfondo metafísico-existencial en el que se concebía el amor de un modo romántico y redentor, y en el que la delimitación entre el bien y el mal y la conciencia de pecado no estaban exentas de cierta fascinación divertida por los malvados. Hitchcock era humanista y satírico a la vez, sádico y con un particular sentido del humor.

39 escalones (1935)
En cada nuevo filme perfeccionaba la técnica de la intriga, que a lo largo de su carrera llegó a cimas difícilmente superables. Su último filme británico fue La posada de Jamaica (Jamaica Inn, 1938), que no obtuvo mucho éxito a pesar de estar protagonizado por Charles Laugthon, ya famoso, junto a una jovencísima Maureen O'Hara. En marzo de 1939, meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Hitchcock partió junto a su mujer, su hija y su secretaria personal, Joan Harrison, a Nueva York.

En Hollywood

El viaje respondía a una oferta de David O. Selznick, el poderoso productor norteamericano, que en un viaje a Estados Unidos realizado el año anterior le había propuesto dirigir en Hollywood. La película resultante fue Rebeca (Rebecca, 1940), uno de sus filmes más célebres, que supuso un Oscar para la protagonista, Joan Fontaine. La siguiente película estuvo condicionada por la circunstancia histórica: la guerra se extendía, parecía larga y complicada, y en Enviado especial (Foreing Correspondent, 1940), una obra de contenido belicista, hizo un alegato en favor de los aliados.

Con Joan Fontaine en la presentación de Rebeca (1940)
Hitchcock había llegado a un acuerdo con Selznick por el que le produciría dos películas al año por un sueldo de 2.750 dólares semanales y una bonificación de 15.000 dólares anuales. Una cláusula especial le permitía en 1941 rodar dos películas con otra productora, la R.K.O. Se trataba de Matrimonio original (Mr. and Mrs. Smith) y Sospecha (Suspicion), otro de los títulos clásicos de su carrera. El director seguía en su línea de perfeccionamiento del cine de intriga, aportando en cada película nuevos descubrimientos técnicos, ocurrencias narrativas y trucos geniales que crearon escuela en la historia del cine.
Al poco tiempo de llegar a Hollywood, en 1941, los Hitchcock se trasladaron al apartamento de Carole Lombard en Bel Air; la actriz había decidido vivir con su pareja, Clark Gable. El mismo año, dado que la conflagración mundial se complicaba cada vez más, Alma viajó a Inglaterra y trajo consigo a su madre. Alfred también fue a Londres para recoger a la suya y llevarla a los Estados Unidos, pero su madre se negó. Hitchcock, cuya vuelta a Los Ángeles coincidió con los primeros bombardeos nazis sobre Inglaterra, tuvo que conformarse pensando que su madre vivía todo el tiempo en Shamley Green y contaba con la protección de su hermano William.
Al año siguiente, Carole Lombard murió y el matrimonio tuvo que cambiar de casa; se trasladaron a Bellagio Road, también en Bel Air. Su siguiente película fue Sabotaje (Saboteur, 1942), producida por la Universal Pictures a pesar de la oposición de Selznick, que provocó una gran tensión a lo largo del rodaje. A partir de entonces decidió no rodar más de una película por año. En 1943 hizo La sombra de una duda (Shadow of a doubt). Aquel año murió su madre en Londres, el 26 de septiembre, a causa de una polionefritis aguda. Hitchcock a duras penas pudo soportar el golpe: quedó emocionalmente destrozado y adelgazó cuarenta kilos en pocos meses.

Los decorados oníricos de Recuerda (1945)
corrieron a cargo de Dalí
La serie de filmes siguientes contenía títulos también de primer orden; algunos figuran entre sus obras más importantes: Náufragos (Lifeboat, 1943); Recuerda (Spellbound, 1945); Encadenados (Notorious, 1946), con Ingrid Bergman; El proceso Paradine (The Paradine Case, 1947), con Gregory Peck en el papel principal; y La soga (Rope, 1948), su primer filme en color, con James Stewart de protagonista, actor que se convertiría en uno de sus preferidos y con quien trabajaría en muchas otras películas célebres. En Recuerda, considerada como una de las cimas de la filmografía de Hitchcock, trabajaba por primera vez con Ingrid Bergman y con Gregory Peck, al que lanzó a la fama, y contó con la colaboración de Salvador Dalí para los decorados, de tipo onírico. Algunas de las secuencias con los dos protagonistas se cuentan, a juicio de muchos especialistas, entre las mejores escenas de amor romántico de toda la historia del cine.

Los gloriosos cincuenta

A comienzos de los años cincuenta, con su reputación cinematográfica por las nubes y una sólida posición económica, estrenó películas que confirmaron su fama en el mundo entero, como Atormentada (Under Capricorn, 1949), Pánico en la escena (Stage Frigth, 1950) y Extraños en un tren (Strangers on a train, 1951), un éxito rotundo de crítica y de público. La versión radiofónica del filme, estrenado por la CBS, batió todos los récords de audiencia.

Extraños en un tren (1951)
En 1951, el matrimonio Hitchcock realizó un viaje de placer por Italia, Alemania, Países Bajos, Suecia y Noruega. Durante el viaje, la hija de Hitchcock se prometió con Joseph O'Conell, un alto cargo de una corporación, con quien se casó en la catedral de San Patricio de Nueva York al año siguiente. El padre no vio con muy buenos ojos esta boda de su hija, puesto que hasta entonces la muchacha había colaborado con él en algunas películas (años más tarde trabajaría en Psicosis) y estudiaba teatro; hubiera querido un yerno relacionado con el mundo del cine. A cambio, intentó atraer a O'Conell a la industria cinematográfica, sin mucho éxito.
Yo confieso (I confess, 1953), el filme siguiente, se rodó en medio de una difícil relación entre el director y el protagonista, un Montgomery Clift en un estado de destrucción psicológica y alcoholismo bastante preocupante. Parece ser que una noche, durante el rodaje, Hitchcock llegó a emborrachar premeditadamente a Clift para dejar en evidencia los límites de su desequilibrio.
Apareció entonces en el firmamento cinematográfico de Hitchcock una nueva estrella que acapararía durante unos años toda su atención: Grace Kelly. Con ella, la actriz que mayor fascinación le produjo nunca en su carrera, rodó Crimen perfecto (Dial M for murder, 1953), La ventana indiscreta (Rear window, 1954), junto a James Stewart, y Atrapa a un ladrón (To catch a thief, 1955), junto a Cary Grant. Son algunas de las películas más conocidas del maestro de la intriga. Su adoración por Grace llegó a su punto máximo en la última de las tres, cuyo rodaje se alargó a causa de que el director se empeñó en que la actriz bailara con un espectacular traje dorado en la última escena.

La ventana indiscreta (1954)
En 1955 estrenó Pero ¿quién mató a Harry?, que dio su primera oportunidad y lanzó a la fama a una veinteañera Shirley MacLaine. Era un brillante experimento en el que el misterio y la intriga se mezclaban genialmente con lo cómico, en una combinación de comedia y cine de suspense. A raíz de su nueva nacionalidad estadounidense, obtenida en 1955, firmó un contrato con la productora de televisión CBS para realizar una serie semanal de media hora de duración titulada Alfred Hitchcock presents, que de 1960 a 1965 se siguió realizando para la NBC.
Una segunda versión de El hombre que sabía demasiado (1956), con James Stewart y Doris Day, Falso culpable (The Wrong Man, 1957), con un estelar Henry Fonda, Vértigo (Vertigo, 1958), de nuevo con Stewart, ahora junto a una Kim Novak debutante, y Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), con Cary Grant y Eva Marie Saint, fueron la serie de filmes archifamosos de la segunda mitad de los años cincuenta. Todas las protagonistas femeninas de Hitchcock empezaban a responder a un mismo prototipo: Kelly, Novak o Saint eran rubias platino, delgadas, dulces, bellas, delicadas, angelicales, finas; toda una propuesta de arquetipo femenino.

La etapa final

En 1960 llegó Psicosis (Psycho), uno de sus éxitos más clamorosos y polémicos. Superando a sus obras anteriores, la película conmocionó la mentalidad de la época e inauguraba el género del suspense de tema psiquiátrico, el llamado thriller psicológico. Un jovencísimo Anthony Perkins (interpretando la doble personalidad de Norman Bates), Vera Miles y Janet Leigh formaron el famoso trío protagonista. El rodaje había sido carísimo, pero la recaudación fue tal que Hitchcock, con los beneficios obtenidos, pudo comprar tantas acciones de la Universal como para convertirse en el tercer accionista de la compañía.

Fotogramas de Psicosis (1960)
y Los pájaros (1963)
Las siguientes películas estuvieron marcadas por el descubrimiento de una nueva actriz y musa particular, Tippi Hedren. Con ella rodó dos películas fundamentales en la evolución de su obra, Los pájaros (The Birds, 1963) y Marnie, la ladrona (Marnie, 1964). Parece que el interés a nivel personal del director por la actriz llegó a tal extremo de insistencia, según pudo comprobar todo el equipo del rodaje, que la relación acabó cortada por completo, porque Hitchcock no pudo soportar el rechazo de Hedren y decidió no volver a trabajar con ella. En sus filmes siguientes supeditó su creatividad y su bagaje acumulado a ciertos criterios comerciales y a la colaboración de estrellas consagradas. Así, filmó Cortina rasgada (Torn Curtain, 1966) con Paul Newman y Julie Andrews, y Topaz (1969), películas ambas muy marcadas por el contexto de la guerra fría, en las que se daba un mensaje propagandístico claramente prooccidental y antisoviético.
En 1968, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas le concedió el Memorial Irving G. Thalberg, en compensación del error tremendo de no haberle concedido nunca un Oscar, a pesar de que había sido nominado en cinco ocasiones (por Rebeca, Náufragos, Recuerda, La ventana indiscreta y Psicosis). Una vez más, uno de los mejores directores de la historia del cine se había quedado sin la estatuilla. En el acto de entrega el director se limitó a dar las gracias. Mientras, en Europa, la obra de Hitchcock se había convertido en referencia y guía de toda una nueva generación de directores, entre los que destacaría Truffaut, de cuyas charlas con el maestro surgió un largo libro en el que el cineasta hablaba extensamente de su vida, del cine y de su obra.
En 1971, con motivo del rodaje de Frenesí (Frenzy, 1972), permaneció en Europa una temporada, durante la cual se le sumaron las dificultades: su salud empezó a empeorar y Alma sufrió un ataque de apoplejía que le afectó el habla. La posibilidad de perder a su esposa aumentó la predisposición de Hitchcock hacia el alcohol. Cuando en 1975 su esposa experimentó una mejoría, recuperó parte de su antiguo vigor y rodó La trama (Family Plot, 1976), su última película.

La trama (1976)
Pero, a sus setenta y seis años, Hitchcock padecía de artritis y su corazón estaba delicado. En 1976 el director sufrió un colapso, y Alma un nuevo ataque de apoplejía. Durante los años siguientes sus colaboradores trataban de mantenerle el ánimo alto y le visitaban con frecuencia, intentando alejarlo de los rumores periodísticos sobre su alcoholismo y su envejecimiento progresivo. Llovían los homenajes: en 1978 recibió el premio a la labor de una vida del American Film Institute; en 1979 fue galardonado como el Hombre del Año por la Cámara de Comercio británico-americana; el mismo año fue nombrado por real decreto caballero comendador del Imperio británico.
Pocos meses después, la mañana del 29 de abril de 1980, moría el maestro y el genio del cine de terror, de suspense y de misterio, un hombre que creó un estilo y un mundo propios como pocos directores lo lograron a lo largo de la historia del cine. Se hallaba preparando ansiosamente, con su rigor y meticulosidad habituales, un nuevo guión de hierro para su película número cincuenta y cuatro, adaptación de la novela de Ronald Kirkbride titulada The short night. Pero Hitchcock, que había dicho "mi amor por el cine es más fuerte que cualquier moral", ya no podía hacer cine.

Cronología de Alfred Hitchcock

1899Nace en Leytonstone, cerca de Londres, el 13 de agosto.
1908Se traslada con su familia a Stepney. Ingresa en el Colegio de San Ignacio, de férrea disciplina jesuítica.
1913Inicia estudios de ingeniería y de dibujo. Se despierta su afición al cine y a la lectura.
1914Fallece su padre. La familia regresa a Leytonstone. Trabaja en la Henley Telegraph and Cable Company, primero como técnico y luego de publicista.
1920Es contratado por la compañía cinematográfica Famous Players-Lasky como rotulista de películas mudas.
1923Primeros trabajos como ayudante de dirección. Conoce a su futura esposa, Alma Reville, compañera de trabajo en la Famous.
1925Dirige sus primera películas, todavía mudas: El jardín de la alegría, El águila de la montaña y El enemigo de las rubias, que se estrenarían en 1927 con buena acogida.
1926Se casa con Alma Reville.
1927Dirige El ring, un filme con guión propio que lo lanza a la fama.
1928Nace su hija Patricia Alma. Dirige sus últimas películas mudas.
1929Estrena su primera película sonora, La muchacha de Londres.
1934Inicia, con el filme de suspense El hombre que sabía demasiado, su producción más característica y magistral.
1939Contratado por el productor David O. Selznick, se establece en Hollywood.
1940Estrena Rebeca.
1943Dirige La sombra de una duda. Fallece su madre.
1945Dirige Recuerda, con Ingrid Bergman.
1948Rueda La soga, su primera película en color.
1951Se estrena Extraños en un tren, uno de sus mayores éxitos de público y de crítica.
1953-55Rueda con Grace Kelly Crimen perfecto, La ventana indiscreta y Atrapa a un ladrón.
1955Inicia la realización de la serie televisiva Alfred Hitchcock presenta, a la que seguirá posteriormente La hora de Alfred Hitchcock.
1956Realiza una segunda versión de El hombre que sabía demasiado (1956), con James Stewart.
1958Rueda Vértigo, una de sus más destacadas películas.
1960Dirige Psicosis, su más polémico éxito.
1963-64Rueda con Tippi Hedren Los pájaros y Marnie, la ladrona.
1968Recibe el Memorial Irving G. Thalberg.
1972Se estrena Frenesí. Empieza a deteriorarse su salud y la de su esposa.
1975Dirige La trama, su último filme.
1980Muere en Los Ángeles el 29 de abril.

Filmografía de Alfred Hitchcock

Cuando parecía imposible que se pudiera exprimir más el lenguaje cinematográfico, el cineasta Alfred Hitchcock fue capaz de revolucionar una vez más el arte con sus guiones vertiginosos y sus malabarismos de cámara. El director británico, creador de un universo propio, consiguió someter al público a las emociones menos improvisadas de la historia del cine.
En 1959, Alfred Hitchcock dirigió una de sus películas más perfectas, en cierto modo la quintaesencia de su cine: Con la muerte en los talones. En ella, Cary Grant (uno de los actores-fetiche del director) es el modelo de hombre inocente perseguido por algo que no ha hecho, sumergido en una kafkiana telaraña de intriga que arrastra al espectador hasta el centro mismo de su misterio. Nadie como Hitchcock dominó el arte de manipular al espectador, gracias no sólo a un sentido cinematográfico sin igual, sino también a un perfecto diseño de la estructura, siempre bajo un único concepto, que llevó a límites de inimaginable eficacia: el suspense.

Con la muerte en los talones (1959)
Probablemente el mejor libro de cine jamás escrito lo compusieron conjuntamente François Truffaut y Alfred Hitchcock, el primero preguntando sagazmente al maestro del suspense por los pormenores de su larga carrera y el segundo legando a la posteridad con sus respuestas no sólo las claves de su propio trabajo, sino también una impagable lección, rebosante de gracia y de sentido común, sobre cómo hacer interesante una historia, ese arte para el cual quizás nadie como él estuvo mejor dotado en la ya centenaria existencia del cine. Aunque Alfred Hitchcock no inventó el suspense, nadie supo manejarlo con mayor habilidad. Para explicarlo puso un ejemplo, muy clarificador, que aparece en el libro citado:
"Nosotros estamos hablando, acaso hay una bomba debajo de la mesa y nuestra conversación es muy anodina; no sucede nada especial y de repente: bum, explosión. El público queda sorprendido, pero antes de estarlo se le ha mostrado una escena anodina, desprovista de interés. Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo sabe, probablemente porque ha visto que un anarquista la ponía. El público sabe que la bomba estallará a la una y es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación anodina se vuelve de repente muy interesante porque el público participa de la escena. Tiene ganas de decir a los personajes que están en la pantalla: No deberías contar cosas tan banales; hay una bomba debajo de la mesa y pronto va a estallar. En el primer caso se le ha ofrecido al público quince segundos de sorpresa en el momento de la explosión. En el segundo caso le hemos ofrecido quince minutos de suspense."

Alfred Hitchcock
No se consigue el mismo efecto al hacer estallar de repente una bomba en medio de una reunión que anunciando previamente su existencia: el espectador se pregunta qué sucederá entonces, empieza a proyectar sus deseos en la pantalla, sufre por los protagonistas y participa activamente en lo narrado. Hitchcock conocía a la perfección los mecanismos emocionales del público y sabía cómo jugar con él para metérselo en el puño y no soltarlo.
Hitchcock ilustró uno de los elementos que caracteriza su arte narrativo, el Mac Guffin, con una anécdota. En cierta ocasión, en un tren, un viajero portaba un extraño equipaje. Por curiosidad, su compañero de compartimento preguntó: "¿Qué es ese paquete que ha colocado en la red?" El otro contestó: "Oh, es un Mac Guffin". Naturalmente, aquello requería una explicación. "¿Qué es un Mac Guffin?" La respuesta fue contundente: "Pues un aparato para atrapar a los leones en las montañas de Adirondaks". El pasajero cayó en la cuenta enseguida de que no había leones en las Adirondaks, pero, entonces, ¿qué había en el paquete? Decidió por fin indagar de nuevo sobre el contenido del paquete. "¡Pero si no hay leones en Adirondaks!", exclamó. A lo que su interlocutor respondió, impasible: "En ese caso no es un Mac Guffin."
Con esta anécdota ponía de relieve el vacío, la nada del Mac Guffin; y, sin embargo, el director construía la mayoría de sus filmes alrededor de esa cláusula secreta, de ese algo: una botella conteniendo uranio, unos documentos privados, un microfilme, un espía inexistente, una fórmula matemática, un misterio cualquiera que debía poseer una enorme importancia para los personajes de la película, pero que era sólo un truco, un mero pretexto que carecía completamente de interés para el infalible narrador Alfred Hitchcock. En realidad, lo único que hay detrás de su obra es el laberíntico e irónico mundo de las pasiones humanas, lo engañoso de las apariencias, la culpabilidad, el amor, la identidad del hombre en crisis. Y, sobre todo, cine, grandes dosis de cine.
Ya desde sus primeras películas realizadas en su Inglaterra natal, Hitchcock se distinguió por su interés en extraer la máxima expresividad del lenguaje cinematográfico, tanto a nivel visual como sonoro. En 1926, una película muda como The lodger (estrenada en el ámbito hispanoparlante como El enemigo de las rubias) preanunciaba los méritos más sobresalientes de Hitchcock. Él mismo manifestó repetidamente que las películas mudas eran la forma más pura de cine y que éste fue su primer film personal. Está narrado desde el punto de vista de una mujer que alquila una habitación amueblada a un misterioso personaje, de quien sospecha que sea el sórdido "Vengador", una suerte de Jack el Destripador a quien se le imputan horrorosos crímenes perpetrados siempre contra jóvenes rubias.
En este clima amenazante, numerosos indicios falsos acusan al inquilino, y la trama, progresivamente más dramática, alcanza su clímax en un intento de linchamiento del inocente. El tema es, pues, el de otras de sus películas: el hombre acusado injustamente de un crimen que no ha cometido, lo que produce una mayor sensación de peligro en los espectadores que si éste fuera culpable y permite una emocionante identificación con el protagonista. Es el caso de Inocencia y juventud (1937), Sospecha (1941), Falso culpable (1957) o Frenesí (1972), aunque en La sombra de una duda (1953), Charlie Oakley (Joseph Cotten), el encantador tío de la candorosa Charlie Newton (Teresa Wright), es efectivamente un despiadado asesino de viudas ricas, lo que atestigua que no hay que fiarse nunca del malicioso Hitchcock.

Sospecha (1941)
La sombra de una duda (1953)
En 1929 dirigió su primera película sonora, Blackmail (La muchacha de Londres), donde incluyó una célebre persecución trucada por el Museo Británico; en Murder, película de 1930 con guión de su esposa, utilizó por primera vez, simultáneamente a L'age d'or de Buñuel, la voz en off como monólogo interior de un personaje. Una muchacha es hallada culpable de haber asesinado a una de sus amigas, pero uno de los miembros del jurado, sir John (Herbert Marhsall), cree en su inocencia. Se trata de una típica película con enigma, lo que los ingleses llaman un whodunit (¿quién lo hizo?), fríos rompecabezas a lo Agatha Christie basados siempre en quién es el asesino, que a Hitchcock nunca le interesaron porque pensaba que carecían de emoción. Al respecto el cineasta comentaba una anécdota: "Cuando empezó la televisión había dos cadenas rivales que competían entre sí. La primera cadena anunció la emisión de un whodunit. Y justo antes de esta emisión, un locutor de la cadena rival anunció: Podemos decirles ya que en el whodunit que emitirá la cadena rival el culpable es el criado."
Cuando llegó a Estados Unidos, el director era ya una garantía de diversión entre el público como podría serlo una de las grandes estrellas del firmamento de Hollywood. Su primera película estadounidense fue Rebeca (1940), una historia morbosa acaecida en la vieja mansión de Manderley, en la que la amenazada señora de Winter (Joan Fontaine), que había ocupado el lugar de la primera esposa de lord Winter (Laurence Olivier), llamada Rebeca y muerta en circunstancias oscuras, vestía una característica chaqueta de punto que desde entonces se denominó rebeca.

Fotogramas de Rebeca (1940)
y Náufragos (1943)
Tras el exitoso estreno de Rebeca ("una película inglesa", como él mismo afirmaba), realizó auténticas proezas técnicas como la de Náufragos (1943), cuya acción transcurre íntegramente en un bote salvavidas, o La soga (1948), película rodada en un solo plano-secuencia. Su actitud beligerante frente a las atrocidades de los nazis, que estaban poniendo en peligro la seguridad de su patria británica, fue notoria en Náufragos, película que constituía todo un reto, porque se desarrollaba íntegramente en un ámbito claustrofóbico y en un espacio rigurosamente acotado que recreaba una suerte de microcosmos de la guerra: un bote salvavidas donde ocho personajes, uno de ellos el capitán del submarino alemán agresor, luchan angustiosamente para sobrevivir al naufragio. Hitchcock llevó a cabo su habitual aparición fugaz en la pantalla a través de la fotografía de un periódico que, por un milagroso azar, se cuenta entre los escasos objetos salvados de la catástrofe.
Algunas innovaciones de La soga, por otra parte, tuvieron raíces técnicas y económicas. Liberado del acuerdo que lo ligaba a Selznick, Hitchcock fundó su propia productora con Sidney Bernstein, opulento distribuidor cinematográfico en Inglaterra, e inmediatamente intentó con precocidad anticipatoria lo que luego sería el estilo clásico de rodaje en televisión, y que se llamó T.M.T. (Ten Minutes Take). Consiste en agotar los trescientos metros de la bobina de una cámara (unos diez minutos de duración) en una sola toma, lo que exige un rodaje férreamente programado y un estilo caracterizado por el plano-secuencia. Esta innovación técnica había sido prevista para abaratar costes y obtener el máximo rendimiento industrial, pero con este método produjo una singularísima aunque muy discutida obra maestra, La soga, narrada en tiempo real y concebida técnicamente (porque la verdad es que hubo de recurrir a trucos para cambiar las bobinas) como un solo plano-secuencia de ochenta minutos.

La soga (1948)
Pero estos alardes técnicos no tendrían ningún valor si no fuera por la capacidad de Hitchcock para dramatizarlos, para convertirlos en formas únicas de expresión del sentimiento. El momento, por ejemplo, en que Cary Grant e Ingrid Bergman se besan largamente atravesando una suite de hotel en Encadenados (1946), se visualiza en un único plano-secuencia de los rostros de los dos mientras caminan abrazados por el decorado: la técnica es virtuosa, pero lo que más importa es la extraordinaria sensación de intimidad que la escena suscita en el espectador, quien verdaderamente "participa" de lo que está viendo.
Durante los años cincuenta Hitchcock realizó algunas de sus películas más célebres: Extraños en un tren (1951), sobre una novela de Patricia Highsmith y con guión de Raymond Chandler, donde se lleva a cabo un pacto siniestro para intercambiar dos asesinatos y que los crímenes resulten impunes; Yo confieso (1952), que describe el drama de conciencia del padre Michel Logan, espléndidamente interpretado por Montgomery Clift; La ventana indiscreta (1954), impagable reflexión sobre el lugar del espectador cinematográfico; Atrapa a un ladrón (1955), último filme con su actriz preferida, Grace Kelly, que después de interpretar a Frances Stevens conduciendo endiabladamente por unas sinuosas carreteras de la Costa Azul, lo abandonó para casarse con el príncipe de Mónaco y más tarde encontrar la muerte en un accidente de tráfico en ese mismo lugar; Pero ¿quién mató a Harry? (1956), extrañísima comedia con cadáver donde se dio a conocer Shirley MacLaine y que resulta desconcertante por absurdamente lógica; y, en fin, Falso culpable, Vértigo o Con la muerte en los talones, historias todas ellas que mantienen una inusual frescura pasados los años y que siguen avalándolo como el mago indiscutido del suspense.
Con Psicosis (1961), Hitchcock consiguió convertir lo que sobre el papel era una banal historia de terror con referencias psicológicas en una de las experiencias cinematográficas más impresionantes de la historia: la minuciosa planificación de la escena del asesinato de Janet Leigh en la ducha es, al mismo tiempo, uno de los momentos más poéticos de la carrera del director, con el sublime encadenado que culmina con la imagen del desagüe por donde se vacía el agua ensangrentada y el ojo abierto de la víctima, vacío de vida, mientras la cámara gira en espiral a su alrededor.

James Stewart en La ventana indiscreta (1954)
y en Vértigo. De entre los muertos (1958)
Pero la suma de su talante poético y estético, la celebración de su aplastante sensibilidad erótico-satánica es, sin duda, Vértigo. De entre los muertos (1958), donde sus obsesiones plásticas alcanzan una de las cotas más abstractas y líricas de su carrera: un verdadero punto y aparte en la visión que el cine ha dado del amor fou, un desolador poema surrealista sobre la vida y la muerte con James Stewart y Kim Novak fundidos en una hipnótica coreografía pasional sin parangón en la historia del cine.
A su lado, la extraordinaria La ventana indiscreta (1954), brillante adaptación de un relato de Cornel Woolrich, permanece como una de sus cimas, amén de ser una de las más personales visiones de la humanidad que nos ha dejado un creador tan personal como él. El voyeurismo del personaje de James Stewart, que, inmovilizado en su habitación con una pierna rota, se ve precipitado por simple curiosidad desde el mundo cotidiano hasta el descubrimiento de un asesinato, que intentará resolver con la ayuda de su novia, Lisa, y de su enfermera, Stella, define a la perfección el particular refinamiento, cinismo y talante poético de uno de los creadores más singulares del séptimo arte.

Filmografía

1925El jardín de la alegría
1926El águila de la montaña
El enemigo de las rubias
1927Downhill
Easy Virtue
El ring
1928The Farmer's Wife
Champagne
1929The Manxman
La muchacha de Londres
1930Elstree Calling
Juno and the Paycock
Asesinato
1931Juego sucio
1932Mejor es lo malo conocido/Ricos y extraños
El número 17
1934Valses de Viena
El hombre que sabía demasiado
193539 escalones
1936El agente secreto
Sabotaje
1937Inocencia y juventud
1938Alarma en el expreso
1939Posada Jamaica
1940Rebeca
Enviado especial
1941Matrimonio original
Sospecha
1942Sabotaje
1943La sombra de una duda
Náufragos
1945Recuerda
1946Encadenados
1947El proceso Paradine
1948La soga
1949Atormentada
1950Pánico en la escena
1951Extraños en un tren
1952Yo confieso
1954Crimen perfecto
La ventana indiscreta
1955Atrapa a un ladrón
Pero, ¿quién mató a Harry?
1956El hombre que sabía demasiado
1957Falso culpable
1958Vértigo/De entre los muertos
1959Con la muerte en los talones
1960Psicosis
1963Los pájaros
1964Marnie, la ladrona
1966Cortina rasgada
1969Topaz
1972Frenesí
1976La trama

Extraido con permiso del website: Biografías y Vidas
Biografías de personajes históricos y famosos