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Tesoros de la Biblia - Explicación de los textos bíblicos asignados

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Explicación de los textos bíblicos asignados


Explicación de los textos bíblicos asignados



››› mwb19 febrero pág. 4 Dios nos demuestra su amor ›››

TESOROS DE LA BIBLIA | ROMANOS 4-6
Dios nos demuestra su amor
5:8, 18, 21
El rescate es un regalo de Jehová y está muy relacionado con cuestiones de importancia universal, como la vindicación de su nombre y su soberanía. Además, el rescate hace posible que Jehová nos considere justos ahora y que, en el futuro, todos los que le obedezcan vivan para siempre.
¿Qué podemos hacer para agradecer el regalo del rescate?
Dedicarnos y bautizarnos. Así demostramos que tenemos fe en el rescate y que deseamos pertenecerle a Jehová.
Predicar las buenas noticias del Reino. Así demostramos que amamos a todo tipo de personas, como hace Jehová (Mt 22:39; Jn 3:16).
¿Qué más puedo hacer para agradecerle a Jehová el regalo del rescate?

(Romanos 5:8) Pero Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
(Romanos 5:12) Por eso, así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado...

››› w11 15/6 pág. 12 párr. 5 Dios nos recomienda su amor ›››
5 Pablo lo explica comenzando por una realidad histórica: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Rom. 5:12). En otros pasajes de la Biblia, Dios nos brinda la clave para entender estas palabras. Como sabemos, Jehová dio comienzo a la humanidad al crear a Adán y Eva, quienes, al igual que él, eran perfectos. Luego les puso una prohibición muy razonable, advirtiéndoles que si la desobedecían serían castigados con la muerte (Gén. 2:17). Desgraciadamente, nuestros primeros padres tomaron la desastrosa decisión de no hacer caso a Jehová, con lo que demostraron que no lo aceptaban como Legislador y Soberano (Deu. 32:4, 5).

(Romanos 5:13, 14) Porque hasta la Ley había pecado en el mundo, pero a nadie se imputa pecado cuando no hay ley. 14 No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado a la semejanza de la transgresión de Adán, el cual tiene un parecido con el que había de venir.

››› w11 15/6 pág. 12 párr. 6 Dios nos recomienda su amor ›››
6 Los hijos de Adán fueron engendrados después de la rebelión de Edén. Por eso, todos recibieron de su padre el pecado y sus consecuencias. Ahora bien, Jehová no los culpó por el pecado de Adán, pues no eran ellos los que habían violado su mandamiento; además, para ese tiempo aún no se había dado ningún código legal (Gén. 2:17). Con todo, heredaron el pecado. Desde entonces, el pecado y la muerte reinaron sobre la humanidad hasta el tiempo en que Dios entregó la Ley a los israelitas, la cual dejó claro que eran pecadores (léase Romanos 5:13, 14). El pecado transmitido por Adán pudiera compararse a ciertos males y defectos hereditarios, como la talasemia, o anemia mediterránea, y la hemofilia, la cual suele manifestarse en graves hemorragias. Un personaje célebre que padeció esta última enfermedad fue el príncipe Alejo de Rusia, hijo del zar Nicolás II y de la zarina Alejandra. En familias como la anterior, no todos los hijos padecen el mal, aunque quizás sean portadores. Pero con el pecado heredado de Adán es diferente. Nadie está libre. Todos lo recibimos de nuestros padres, lo pasamos a nuestros hijos y sufrimos sus mortales consecuencias. ¿Tendrá remedio esta situación?

(Romanos 5:18) Así, pues, como mediante una sola ofensa el resultado a toda clase de hombres fue la condenación, así mismo también mediante un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es el declararlos justos para vida.
(Romanos 5:21) ¿Con qué fin? Para que, así como el pecado reinó con la muerte, así mismo también la bondad inmerecida reinara mediante la justicia con vida eterna en mira mediante Jesucristo nuestro Señor.

››› w11 15/6 pág. 13 párrs. 9-10 Dios nos recomienda su amor ›››
9 ¿Qué implican las palabras griegas que se traducen “declaración de justicia” y “declararlos justos”? El traductor de la Biblia antes citado escribió: “Es una imagen de origen legal en la que se establece un punto casi jurídico. No se refiere a un cambio en el interior de la persona, sino en su situación ante Dios [...]. En la metáfora, Dios es el juez que toma una decisión a favor del acusado, el cual —por así decirlo— comparece ante el tribunal divino por el cargo de ser injusto, pero termina absuelto por el propio Dios”.
10 ¿Cómo podía “el Juez de toda la tierra” actuar con justicia al absolver, o declarar libre de culpa, a una persona injusta? (Gén. 18:25.) Podía hacerlo porque bondadosamente envió a la Tierra a su Hijo unigénito y así puso la base necesaria. Jesús cumplió a la perfección la voluntad de su Padre, a pesar de que se enfrentó a tentaciones, burlas despiadadas y malos tratos. Fue fiel hasta el límite, llegando a morir en un madero de tormento (Heb. 2:10). De este modo, sacrificó su vida humana perfecta como rescate para redimir a los descendientes de Adán, es decir, liberarlos del pecado y la muerte (Mat. 20:28; Rom. 5:6-8).

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Explicación de los textos bíblicos asignados


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(Romanos 6:3-5) ¿O ignoran que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? 4 Por lo tanto, fuimos sepultados con él mediante nuestro bautismo en su muerte, para que, así como Cristo fue levantado de entre los muertos mediante la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. 5 Porque si hemos sido unidos con él en la semejanza de su muerte, ciertamente también seremos [unidos con él en la semejanza] de su resurrección;

››› w08 15/6 pág. 29 párr. 7 Puntos sobresalientes de la carta a los Romanos ›››
6:3-5. ¿Qué significan el bautismo en Cristo Jesús y el bautismo en su muerte? Cuando Jehová unge a los cristianos con espíritu santo, estos llegan a estar unidos a Jesús y a formar parte de la congregación que es el cuerpo de Cristo y de la cual él es Cabeza (1 Cor. 12:12, 13, 27; Col. 1:18). Este es su bautismo en Cristo Jesús. Los cristianos ungidos también son “bautizados en [la] muerte” de Cristo en el sentido de que viven una vida de sacrificio y renuncian a toda esperanza de vivir eternamente en la Tierra. Por ello, su muerte es un sacrificio como lo fue la muerte de Jesús, aunque la de ellos no tiene valor redentor. Este bautismo en la muerte de Cristo se completa cuando mueren y son resucitados para vivir en el cielo.

(Romanos 6:7) Porque el que ha muerto ha sido absuelto de [su] pecado.

››› w14 1/6 pág. 11 ¿Qué esperanza hay para
mis antepasados? ›››
Una vez que sean resucitados los injustos, ¿serán juzgados por lo que hicieron en su vida anterior? No. Romanos 6:7 dice: “El que ha muerto ha sido absuelto de su pecado”. Como vemos, los injustos han pagado con su vida por los pecados cometidos, así que se les juzgará por lo que hagan después de resucitar, no por lo que hicieron antes de morir. ¿Por qué es eso lo mejor?

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(Romanos 4:3) Porque, ¿qué dice la escritura? “Abrahán ejerció fe en Jehová, y le fue contado por justicia.”

››› si pág. 18 Libro bíblico número 1: Génesis ›››
15:6 La fe de Abrahán Rom. 4:3;
Sant. 2:23

(Romanos 4:11) Y recibió una señal, a saber, la circuncisión, como sello de la justicia por la fe que tuvo mientras se halló en su estado de incircuncisión, para que fuera el padre de todos los que tienen fe mientras están en incircuncisión, a fin de que se les impute la justicia;

››› w01 15/8 pág. 14 Abrahán, un ejemplo de fe ›››
“[Abrahán fue] el padre de todos los que tienen fe.” (ROMANOS 4:11.)
FUE el antepasado de una nación poderosa, un profeta, un hombre de negocios y un caudillo; pero lo que más recuerdan de él los cristianos de nuestros días es una cualidad que motivó a Jehová Dios a considerarlo su amigo: la fe inquebrantable (Isaías 41:8; Santiago 2:23). Su nombre fue Abrahán, y la Biblia lo llama “el padre de todos los que tienen fe” (Romanos 4:11).
2 Ahora bien, ¿acaso no tuvieron fe algunos hombres que vivieron antes que él, como Abel, Enoc y Noé? Sí, pero fue con Abrahán con quien se hizo el pacto para bendecir a todas las naciones de la Tierra (Génesis 22:18). Así se convirtió en el padre simbólico de todos los que tienen fe en la Descendencia Prometida (Gálatas 3:8, 9). Puede decirse que, en cierto sentido, es nuestro padre, pues su fe constituye un ejemplo que debemos imitar. Toda su vida puede considerarse una expresión de fe, ya que a lo largo de ella sufrió numerosas penalidades. De hecho, mucho antes de que se enfrentara a la que cabría denominar la prueba suprema de su fe —el mandato de ofrecer en sacrificio a su hijo Isaac—, Abrahán había demostrado esta cualidad durante múltiples pruebas de menor envergadura (Génesis 22:1, 2). Examinemos algunas de ellas y veamos qué lecciones nos enseñan.

(Romanos 4:18) Aunque más allá de toda esperanza, basado todavía en esperanza tuvo fe, para llegar a ser padre de muchas naciones conforme a lo que se había dicho: “Así será tu descendencia”.

››› w08 15/6 pág. 30 párr. 7 Puntos sobresalientes de la carta a los Romanos ›››
4:18. La esperanza es un elemento esencial de la fe. En realidad, es el fundamento de nuestra fe (Heb. 11:1).

(Romanos 4:19) Y, aunque no se debilitó en fe, consideró su propio cuerpo, ahora ya amortiguado, pues tenía como cien años, además del amortiguamiento de la matriz de Sara.

››› w01 1/7 pág. 21 No permitamos que las dudas nos arruinen la fe ›››
No ‘titubeemos con falta de fe’
Algunos tal vez piensen que Abrahán tenía motivos legítimos para dudar, tomando como base sus circunstancias. Quizá parece bastante razonable concluir que estaba ‘más allá de toda esperanza de llegar a ser padre de muchas naciones’ pese a la promesa divina. ¿Por qué? Bueno, desde un punto de vista estrictamente humano, las perspectivas no eran muy halagüeñas. ‘Consideró su propio cuerpo, ahora ya amortiguado, y también el amortiguamiento de la matriz de Sara’, revela la Biblia. Con todo, se negó con firmeza a permitir que las dudas sobre Dios y sus promesas arraigaran en su mente y corazón. El apóstol Pablo señala que “no se debilitó en fe” ni “titubeó con falta de fe”. Abrahán permaneció “plenamente convencido de que lo que [Dios] había prometido también lo podía hacer” (Romanos 4:18-21). Con el paso de los años había cultivado una firme relación personal con Jehová basada en la confianza. Despidió cualquier duda que amenazara debilitar tal relación.

(Romanos 4:20) Pero, a causa de la promesa de Dios, no titubeó con falta de fe, sino que se hizo poderoso por su fe, dando gloria a Dios

››› w01 1/7 pág. 21 No permitamos que las dudas nos arruinen la fe ›››
No ‘titubeemos con falta de fe’
Algunos tal vez piensen que Abrahán tenía motivos legítimos para dudar, tomando como base sus circunstancias. Quizá parece bastante razonable concluir que estaba ‘más allá de toda esperanza de llegar a ser padre de muchas naciones’ pese a la promesa divina. ¿Por qué? Bueno, desde un punto de vista estrictamente humano, las perspectivas no eran muy halagüeñas. ‘Consideró su propio cuerpo, ahora ya amortiguado, y también el amortiguamiento de la matriz de Sara’, revela la Biblia. Con todo, se negó con firmeza a permitir que las dudas sobre Dios y sus promesas arraigaran en su mente y corazón. El apóstol Pablo señala que “no se debilitó en fe” ni “titubeó con falta de fe”. Abrahán permaneció “plenamente convencido de que lo que [Dios] había prometido también lo podía hacer” (Romanos 4:18-21). Con el paso de los años había cultivado una firme relación personal con Jehová basada en la confianza. Despidió cualquier duda que amenazara debilitar tal relación.

(Romanos 4:25) Él fue entregado a causa de nuestras ofensas y fue levantado a fin de declararnos justos.

››› w08 1/10 págs. 5-6 Predicciones sobre el Mesías ›››
Su muerte. La muerte de Jesús y otros sucesos posteriores también cumplieron profecías de Isaías. Por ejemplo, el profeta había predicho: “Él hará su sepultura hasta con los inicuos, y con la clase rica en su muerte” (Isaías 53:9). ¿Cómo podría cumplirse esta profecía aparentemente contradictoria? Para empezar, Jesús murió clavado en un madero entre dos ladrones (Mateo 27:38). Pero después, José de Arimatea lo enterró en una tumba, propia de la clase alta, que se había mandado construir hacía poco (Mateo 27:57-60). La muerte de Jesús cumplió, a su vez, uno de los aspectos más importantes de las profecías de Isaías. Aludiendo al Mesías, el profeta había dicho: “El justo, mi siervo, traerá una posición de justos a muchas personas; y él mismo cargará los errores de ellas”. Y así fue: con su muerte, Jesús pagó el rescate que libra de la carga del pecado a todos los siervos fieles de Dios (Isaías 53:8, 11; Romanos 4:25).

(Romanos 5:3) Y no solo eso, sino que alborocémonos estando en tribulaciones, puesto que sabemos que la tribulación produce aguante;

››› cf cap. 7 pág. 68 párr. 6 “Consideren con sumo cuidado [...] al que ha aguantado” ›››
6 El aguante es indispensable para alcanzar la salvación (Mateo 24:13). Sin embargo, no nacemos con esta cualidad tan necesaria; tenemos que cultivarla. ¿Cómo? “La tribulación produce aguante”, afirma Romanos 5:3. Efectivamente, si de veras queremos desarrollar aguante, no podemos huir temerosos ante las pruebas de fe; al contrario, tenemos que hacerles frente. El aguante es el resultado de afrontar y vencer las pruebas grandes y pequeñas que se nos presentan a diario. Cada prueba que superamos nos fortalece para resistir la siguiente. Desde luego, no adquirimos aguante por nuestra propia cuenta, sino que “depend[emos] de la fuerza que Dios suministra” (1 Pedro 4:11). A fin de ayudarnos a permanecer firmes, Jehová nos ha dado la mejor ayuda disponible: el ejemplo de su Hijo. Analicemos el intachable historial de aguante de Jesús.

››› w00 15/12 págs. 22-23 párrs. 15-17 Estemos de pie completos y con firme convicción ›››

15 Al decir “esperanza”, no nos referimos a un deseo vago, una ilusión. Nos permite comprender esta idea la sucesión de puntos que Pablo había incluido al escribir a los romanos. En ella, cada elemento está enlazado de algún modo con el siguiente. Fijémonos en el lugar que asigna el apóstol a la “esperanza” en su razonamiento: “Alborocémonos estando en tribulaciones, puesto que sabemos que la tribulación produce aguante; el aguante, a su vez, una condición aprobada; la condición aprobada, a su vez, esperanza, y la esperanza no conduce a la desilusión; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el espíritu santo” (Romanos 5:3-5).
16 La primera vez que los testigos de Jehová nos hablaron del mensaje bíblico, quizás nos llamó la atención una determinada verdad, como por ejemplo, el estado de los muertos o la resurrección. En el caso de muchos de nosotros, lo primero que comprendimos fue la posibilidad basada en la Biblia de vivir en un paraíso terrestre. Recordemos la primera ocasión en que escuchamos esa enseñanza. Se trataba de una esperanza sumamente maravillosa: no existirán más la enfermedad ni la vejez, disfrutaremos del fruto de nuestro trabajo y viviremos en paz con los animales (Eclesiastés 9:5, 10; Isaías 65:17-25; Juan 5:28, 29; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4). Llegamos a abrigar una grandiosa esperanza.
17 Es probable que con el tiempo hayamos afrontado oposición o persecución (Mateo 10:34-39; 24:9). Incluso en los últimos años, los Testigos de diversos países han sufrido el saqueo de sus hogares o se han visto obligados a buscar refugio en otras tierras. En algunos casos han sido objeto de agresiones físicas o el tema de reportajes mentirosos en los medios de comunicación; en otros, se han confiscado sus publicaciones bíblicas. Independientemente de qué clase de persecución hayamos tenido que afrontar, nos alborozamos en la tribulación, como dice Romanos 5:3, y los resultados fueron buenos. Tal como escribió Pablo, la tribulación produjo en nosotros aguante, lo que resultó en una condición aprobada. Sabíamos que estábamos haciendo lo correcto, la voluntad de Dios, por lo que estábamos seguros de que contábamos con su aprobación. En palabras de Pablo, nos dábamos cuenta de que estábamos en “una condición aprobada”. A continuación, el apóstol escribió que “la condición aprobada, a su vez, [produce] esperanza”. Esa afirmación puede parecer un tanto extraña. ¿Por qué cita en este momento Pablo la “esperanza”? ¿Acaso no teníamos esperanza mucho antes, la primera vez que escuchamos las buenas nuevas?

(Romanos 5:4) el aguante, a su vez, una condición aprobada; la condición aprobada, a su vez, esperanza,

››› w01 15/4 pág. 29 ¿Recuerda usted? ›››
¿Por qué asignó el apóstol Pablo el último lugar a la esperanza en la enumeración de Romanos 5:3-5?
Pablo expuso una sucesión de facetas que experimenta la vida de un cristiano: la tribulación, el aguante, una condición aprobada y la esperanza. Esta “esperanza” no es la que se adquiere inicialmente en la Biblia, sino la que se ha fortalecido y profundizado con el paso del tiempo.—15/12, páginas 22, 23.

››› w00 15/12 págs. 22-24 párrs. 15-18 Estemos de pie completos y con firme convicción ›››

15 Al decir “esperanza”, no nos referimos a un deseo vago, una ilusión. Nos permite comprender esta idea la sucesión de puntos que Pablo había incluido al escribir a los romanos. En ella, cada elemento está enlazado de algún modo con el siguiente. Fijémonos en el lugar que asigna el apóstol a la “esperanza” en su razonamiento: “Alborocémonos estando en tribulaciones, puesto que sabemos que la tribulación produce aguante; el aguante, a su vez, una condición aprobada; la condición aprobada, a su vez, esperanza, y la esperanza no conduce a la desilusión; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el espíritu santo” (Romanos 5:3-5).
16 La primera vez que los testigos de Jehová nos hablaron del mensaje bíblico, quizás nos llamó la atención una determinada verdad, como por ejemplo, el estado de los muertos o la resurrección. En el caso de muchos de nosotros, lo primero que comprendimos fue la posibilidad basada en la Biblia de vivir en un paraíso terrestre. Recordemos la primera ocasión en que escuchamos esa enseñanza. Se trataba de una esperanza sumamente maravillosa: no existirán más la enfermedad ni la vejez, disfrutaremos del fruto de nuestro trabajo y viviremos en paz con los animales (Eclesiastés 9:5, 10; Isaías 65:17-25; Juan 5:28, 29; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4). Llegamos a abrigar una grandiosa esperanza.
17 Es probable que con el tiempo hayamos afrontado oposición o persecución (Mateo 10:34-39; 24:9). Incluso en los últimos años, los Testigos de diversos países han sufrido el saqueo de sus hogares o se han visto obligados a buscar refugio en otras tierras. En algunos casos han sido objeto de agresiones físicas o el tema de reportajes mentirosos en los medios de comunicación; en otros, se han confiscado sus publicaciones bíblicas. Independientemente de qué clase de persecución hayamos tenido que afrontar, nos alborozamos en la tribulación, como dice Romanos 5:3, y los resultados fueron buenos. Tal como escribió Pablo, la tribulación produjo en nosotros aguante, lo que resultó en una condición aprobada. Sabíamos que estábamos haciendo lo correcto, la voluntad de Dios, por lo que estábamos seguros de que contábamos con su aprobación. En palabras de Pablo, nos dábamos cuenta de que estábamos en “una condición aprobada”. A continuación, el apóstol escribió que “la condición aprobada, a su vez, [produce] esperanza”. Esa afirmación puede parecer un tanto extraña. ¿Por qué cita en este momento Pablo la “esperanza”? ¿Acaso no teníamos esperanza mucho antes, la primera vez que escuchamos las buenas nuevas?
18 Es evidente que Pablo no se refería a nuestro anhelo inicial de vida perfecta. Hablaba de algo que va más allá, de algo más profundo, más motivador. El que aguantemos fielmente y, como consecuencia, nos demos cuenta de que contamos con la aprobación de Dios, tiene un efecto profundo en nuestra esperanza inicial, pues la acrecienta y fortalece. La esperanza que teníamos se hace mucho más real, más sólida, más personal. Es más profunda y resplandece con mayor intensidad que nunca. Impregna todo nuestro ser. “Y la esperanza no conduce a la desilusión; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el espíritu santo.”

(Romanos 5:7) Porque apenas muere alguien por un [hombre] justo; en realidad, por el [hombre] bueno, quizás, alguien hasta se atreva a morir.

››› cl cap. 27 pág. 271 párr. 4 ‘¡Oh cuán
grande es su bondad!’ ›››
4 La bondad es una cualidad activa, que se traduce en obras. El apóstol Pablo señaló que, en el caso del ser humano, es aún más atrayente que la justicia (Romanos 5:7). Aunque se da por descontado que el justo cumplirá con minuciosidad las leyes, el bueno hará algo más: tomará la iniciativa y buscará formas de ayudar al prójimo. Como veremos, es innegable que Jehová demuestra dicha bondad, que obviamente brota de su infinito amor.

(Romanos 5:8) Pero Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.

››› w11 15/6 págs. 12-15 Dios nos recomienda su amor ›››
El amor de Dios frente al pecado del hombre
4 En su gran amor, Jehová envió a su Hijo unigénito a ayudarnos. Bien lo dijo Pablo: “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8). Notemos que aquí se destaca en qué condición nos hallábamos los seres humanos cuando Jesús dio su vida: “todavía éramos pecadores”. Por eso, hacemos bien en ver cómo llegamos a ese estado.
5 Pablo lo explica comenzando por una realidad histórica: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Rom. 5:12). En otros pasajes de la Biblia, Dios nos brinda la clave para entender estas palabras. Como sabemos, Jehová dio comienzo a la humanidad al crear a Adán y Eva, quienes, al igual que él, eran perfectos. Luego les puso una prohibición muy razonable, advirtiéndoles que si la desobedecían serían castigados con la muerte (Gén. 2:17). Desgraciadamente, nuestros primeros padres tomaron la desastrosa decisión de no hacer caso a Jehová, con lo que demostraron que no lo aceptaban como Legislador y Soberano (Deu. 32:4, 5).
6 Los hijos de Adán fueron engendrados después de la rebelión de Edén. Por eso, todos recibieron de su padre el pecado y sus consecuencias. Ahora bien, Jehová no los culpó por el pecado de Adán, pues no eran ellos los que habían violado su mandamiento; además, para ese tiempo aún no se había dado ningún código legal (Gén. 2:17). Con todo, heredaron el pecado. Desde entonces, el pecado y la muerte reinaron sobre la humanidad hasta el tiempo en que Dios entregó la Ley a los israelitas, la cual dejó claro que eran pecadores (léase Romanos 5:13, 14). El pecado transmitido por Adán pudiera compararse a ciertos males y defectos hereditarios, como la talasemia, o anemia mediterránea, y la hemofilia, la cual suele manifestarse en graves hemorragias. Un personaje célebre que padeció esta última enfermedad fue el príncipe Alejo de Rusia, hijo del zar Nicolás II y de la zarina Alejandra. En familias como la anterior, no todos los hijos padecen el mal, aunque quizás sean portadores. Pero con el pecado heredado de Adán es diferente. Nadie está libre. Todos lo recibimos de nuestros padres, lo pasamos a nuestros hijos y sufrimos sus mortales consecuencias. ¿Tendrá remedio esta situación?
¿Qué nos ha brindado Dios mediante Jesucristo?
7 El Dios de amor ha dispuesto lo necesario para que nos curemos del pecado heredado. Pablo explicó que esto es posible gracias al “último Adán”, es decir, un hombre que, al igual que el primero, era perfecto (1 Cor. 15:45). Sin embargo, como veremos a continuación, los dos actuaron de forma diferente y consiguieron resultados completamente distintos (léase Romanos 5:15, 16).
8 Pablo señala que no sucede “con el don como [...] con la ofensa”. ¿Qué ocurrió en el caso de “la ofensa”, es decir, el pecado de Adán? Él mismo fue el culpable, y recibió con toda justicia la sentencia de muerte. Pero, como añade el apóstol, no fue el único que perdió la vida: “Por la ofensa de un solo hombre muchos murieron”. La justicia de Dios exigía que los descendientes imperfectos de Adán —entre ellos nosotros— recibieran la misma condena que el primer hombre. No obstante, nos consuela saber que el otro hombre perfecto, Jesús, fue capaz de conseguir un resultado totalmente contrario. ¿Cuál? Pablo da la respuesta al mencionar que hombres de toda clase son “declara[dos] justos para vida” (Rom. 5:18).
9 ¿Qué implican las palabras griegas que se traducen “declaración de justicia” y “declararlos justos”? El traductor de la Biblia antes citado escribió: “Es una imagen de origen legal en la que se establece un punto casi jurídico. No se refiere a un cambio en el interior de la persona, sino en su situación ante Dios [...]. En la metáfora, Dios es el juez que toma una decisión a favor del acusado, el cual —por así decirlo— comparece ante el tribunal divino por el cargo de ser injusto, pero termina absuelto por el propio Dios”.
10 ¿Cómo podía “el Juez de toda la tierra” actuar con justicia al absolver, o declarar libre de culpa, a una persona injusta? (Gén. 18:25.) Podía hacerlo porque bondadosamente envió a la Tierra a su Hijo unigénito y así puso la base necesaria. Jesús cumplió a la perfección la voluntad de su Padre, a pesar de que se enfrentó a tentaciones, burlas despiadadas y malos tratos. Fue fiel hasta el límite, llegando a morir en un madero de tormento (Heb. 2:10). De este modo, sacrificó su vida humana perfecta como rescate para redimir a los descendientes de Adán, es decir, liberarlos del pecado y la muerte (Mat. 20:28; Rom. 5:6-8).
11 En otro pasaje, Pablo lo llama un “rescate correspondiente” (1 Tim. 2:6). La cuestión es: ¿a qué corresponde? Al pecar, Adán trajo la imperfección y la muerte a sus descendientes, o sea, a miles de millones de personas. Es cierto que, como Jesús era perfecto, pudiera haber procreado miles de millones de seres humanos perfectos. Y basándonos en ello, en el pasado afirmamos que la combinación de la vida de Jesús y la de sus potenciales descendientes perfectos constituía un sacrificio que correspondía, o equivalía, a la vida de Adán y la de sus descendientes imperfectos. Pero ¿habla la Biblia en algún lugar de descendientes potenciales de Cristo que formen parte del rescate? No. Romanos 5:15-19 señala que fue la muerte de “un solo hombre” la que trajo la liberación. Como vemos, es la vida perfecta de Jesús la que corresponde a la de Adán. La atención debe centrarse exclusivamente en Jesucristo. Lo único que permitió que hombres de toda clase recibieran la dádiva gratuita de ser declarados justos y obtener la vida fue el “solo acto de justificación” de Jesús, es decir, su total obediencia y fidelidad a Jehová hasta la muerte (2 Cor. 5:14, 15; 1 Ped. 3:18). Ahora bien, ¿cómo nos absuelve Dios gracias al rescate?
Absueltos gracias al rescate
12 Jehová aceptó el sacrificio redentor que ofreció su Hijo (Heb. 9:24; 10:10, 12). Sin embargo, ¿en qué situación se encontraban los discípulos de Cristo mientras vivían en la Tierra? Todos ellos —incluidos sus apóstoles fieles— seguían siendo imperfectos. Aunque se esforzaban por actuar bien, no siempre lo conseguían. ¿Por qué? Por culpa del pecado heredado (Rom. 7:18-20). Pero ahora Dios podía corregir la situación. Al haber aceptado el “rescate correspondiente”, podía aplicarlo a favor de sus siervos, y así decidió hacerlo.
13 No es que Jehová estuviera obligado a aplicar el rescate a los apóstoles y otras personas porque se lo hubieran ganado con sus buenas obras. Más bien, lo hizo por su gran amor y misericordia. Por su libre decisión, los absolvió de la condena que pesaba contra ellos y pasó a verlos como libres de la culpa heredada de Adán. Pablo dejó muy claro este punto al decir: “Por esta bondad inmerecida, en verdad, ustedes han sido salvados mediante fe; y esto no debido a ustedes: es dádiva de Dios” (Efe. 2:8).
14 ¡Qué extraordinario regalo hace el Todopoderoso cuando le perdona a alguien el pecado heredado y las faltas en que ha caído! De hecho, si sumáramos los errores cometidos por la totalidad de los cristianos antes de abrazar la verdad, la cifra sería enorme. Pero gracias al rescate, Dios puede perdonar todos estos pecados. Es tal como escribió Pablo: “El don resultó de muchas ofensas en una declaración de justicia” (Rom. 5:16). Claro, tanto los apóstoles como las demás personas que recibieron la generosa dádiva de ser declarados justos tuvieron que seguir adorando a Jehová con fe. ¿Cuál sería su recompensa en el futuro? “Los que reciben la abundancia de la bondad inmerecida y de la dádiva gratuita de la justicia reinarán en vida mediante la sola persona, Jesucristo.” El legado que dejó Adán es contrario al que deja Jehová al hacer la dádiva de justicia. Mientras que el primero lleva a la muerte, el segundo lleva a la vida (Rom. 5:17; léase Lucas 22:28-30).
15 Quienes reciben la dádiva de ser declarados justos se convierten en hijos espirituales de Dios. Pasan a ser coherederos con Cristo, lo que les brinda la esperanza de resucitar como espíritus para reinar con él en el cielo (léase Romanos 8:15-17, 23).
Dios manifiesta su amor a otros
16 Pero no todos los que sirven a Dios con fe reinarán con Cristo en el cielo. Al igual que los fieles de tiempos precristianos, muchos siervos de Jehová tienen hoy la esperanza bíblica de vivir para siempre en una Tierra paradisíaca. ¿Les ha hecho ya Jehová la amorosa dádiva de considerarlos justos con la vida terrestre en perspectiva? Según explica Pablo a los romanos, podemos contestar con un rotundo sí.
17 Pablo menciona un ejemplo destacado. Habla de Abrahán, un hombre de fe que vivió siglos antes de que Jehová entregara la Ley a Israel y mucho antes de que Cristo abriera el camino a la vida en los cielos (Heb. 10:19, 20). El apóstol dice: “No fue mediante ley que Abrahán o su descendencia tuvieron la promesa de que él hubiera de ser heredero de un mundo, sino que fue mediante la justicia por fe” (Rom. 4:13; Sant. 2:23, 24). Como vemos, Dios consideró justo al fiel Abrahán (léase Romanos 4:20-22).
18 Eso no quiere decir que este siervo de Dios nunca cometiera un pecado. No, él no era justo en ese sentido (Rom. 3:10, 23). Sin embargo, Jehová, en su sabiduría infinita, tomó en cuenta tanto su fe excepcional como sus obras de fe. En particular, Abrahán tuvo fe en la “descendencia” prometida que vendría de su familia. Esa Descendencia fue el Mesías, o Cristo (Gén. 15:6; 22:15-18). Tomando como base “el rescate pagado por Cristo Jesús”, el Juez Supremo puede perdonar los pecados de Abrahán y de muchos otros fieles de tiempos precristianos, lo cual permitirá que resuciten en el futuro (léase Romanos 3:24, 25; Sal. 32:1, 2).
Dios nos considera justos hoy
19 El hecho de que el Dios de amor considerara justo a Abrahán debe animar a todos los cristianos verdaderos de la actualidad. Jehová no lo declaró justo en el mismo sentido que a quienes unge con espíritu para ser “coherederos con Cristo”. Los cristianos de ese reducido grupo son “llamados a ser santos” y son aceptados como “hijos de Dios” (Rom. 1:7; 8:14, 17, 33). Abrahán, sin embargo, llegó a ser “amigo de Jehová”, y esto cuando Cristo aún no había dado su vida en rescate (Sant. 2:23; Isa. 41:8). ¿Qué puede decirse, entonces, de los cristianos que esperan vivir cuando se restaure el Paraíso?
20 Estos cristianos no han recibido “la dádiva gratuita de la justicia” con vida celestial en mira “mediante la liberación por el rescate pagado por Cristo Jesús” (Rom. 3:24; 5:15, 17). No obstante, tienen fe firme en Dios y en el medio que él ha establecido para nuestra salvación. Y lo evidencian con sus buenas obras, entre ellas la de ir “predicándoles [a las personas] el reino de Dios y enseñando las cosas respecto al Señor Jesucristo” (Hech. 28:31). Por estas razones, Jehová los considera justos en el mismo sentido que a Abrahán. Aunque no disfrutan de “la dádiva gratuita” que reciben los ungidos, aceptan muy agradecidos el mismo regalo que obtuvo el fiel patriarca: la amistad con Dios.
21 La esperanza de vivir eternamente en la Tierra no es una de tantas promesas que se quedarán sin cumplir, como las que suelen hacer los políticos. Por el contrario, forma parte del propósito que el Soberano Universal se ha trazado en su infinita sabiduría. En efecto, Jehová ha ido dando los pasos necesarios para hacer realidad su propósito. Y todas estas medidas las ha adoptado en plena conformidad con la justicia. Lo que es más, son una demostración palpable de su inmenso amor. Sin duda, Pablo tenía toda la razón del mundo para escribir: “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).

(Romanos 5:12) Por eso, así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado...

››› g17 núm. 3 pág. 6 La Biblia. Exacta en todo ›››
3. “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado” (Romanos 5:12).
Cuando Dios creó a la primera pareja humana, no existían ni la imperfección ni la muerte. “El pecado entró en el mundo” cuando ellos deliberadamente desobedecieron a su Creador.

››› g 5/06 págs. 7-8 ¿Cuánto tiempo podemos vivir? ›››

Si el hombre tenía en sus inicios la capacidad de vivir para siempre, ¿quién pudo haber dañado el legado que se transmitiría a todo individuo? Únicamente nuestro primer antepasado, aquel de quien todos provenimos. Cualquier otra persona tan solo podría haber dañado los genes de una parte de la humanidad, es decir, los de sus propios descendientes. La Palabra de Dios, la Biblia, concuerda con la anterior conclusión lógica al declarar: “Por medio de un solo hombre [Adán, el primer ser humano] el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres” (Romanos 5:12). Por lo tanto, las Escrituras indican que fue Adán quien echó a perder nuestro legado. Ahora bien, ¿cómo era la vida humana al comienzo?
La vida humana tal como fue creada
Al decir que la muerte “entró en el mundo”, la Biblia da a entender que en un principio los seres humanos no tenían que morir. En su caso, la vejez y la muerte son consecuencia de la rebelión del primer hombre contra Dios. Los animales, en cambio, no fueron hechos para vivir eternamente (Génesis 3:21; 4:4; 9:3, 4).

››› w16 diciembre págs. 8-9 párrs. 1-3 Libres gracias a la bondad inmerecida de Dios ›››

IMAGINEMOS que hacemos una lista de los textos bíblicos que los testigos de Jehová conocemos bien y usamos con frecuencia. ¿Sería Romanos 5:12 uno de los primeros? Pensemos en las veces que hemos citado estas palabras: “Así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”.
2 Este versículo se cita varias veces en el libro ¿Qué enseña realmente la Biblia? Cuando estudiamos esta publicación con nuestros hijos o con otras personas, seguramente leemos Romanos 5:12 al hablar sobre el propósito de Dios para la Tierra, el rescate y la condición de los muertos (capítulos 3, 5 y 6). Pero ¿cuántas veces hemos relacionado este texto con nuestra amistad con Jehová, nuestra conducta y nuestro futuro?
3 Hay una realidad que no podemos negar: todos somos pecadores y cometemos errores a diario. Pero la Biblia nos asegura que Jehová “se acuerda de que somos polvo” y está dispuesto a perdonarnos (Sal. 103:13, 14). Jesús incluyó esta petición a Dios en la oración modelo: “Perdónanos nuestros pecados” (Luc. 11:2-4). Por lo tanto, no debemos seguir dándole vueltas a errores que Jehová ya nos perdonó. Sin embargo, vale la pena examinar por qué pudo perdonarnos Jehová.

››› w11 15/6 pág. 12 párrs. 5-6 Dios nos recomienda su amor ›››

5 Pablo lo explica comenzando por una realidad histórica: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Rom. 5:12). En otros pasajes de la Biblia, Dios nos brinda la clave para entender estas palabras. Como sabemos, Jehová dio comienzo a la humanidad al crear a Adán y Eva, quienes, al igual que él, eran perfectos. Luego les puso una prohibición muy razonable, advirtiéndoles que si la desobedecían serían castigados con la muerte (Gén. 2:17). Desgraciadamente, nuestros primeros padres tomaron la desastrosa decisión de no hacer caso a Jehová, con lo que demostraron que no lo aceptaban como Legislador y Soberano (Deu. 32:4, 5).
6 Los hijos de Adán fueron engendrados después de la rebelión de Edén. Por eso, todos recibieron de su padre el pecado y sus consecuencias. Ahora bien, Jehová no los culpó por el pecado de Adán, pues no eran ellos los que habían violado su mandamiento; además, para ese tiempo aún no se había dado ningún código legal (Gén. 2:17). Con todo, heredaron el pecado. Desde entonces, el pecado y la muerte reinaron sobre la humanidad hasta el tiempo en que Dios entregó la Ley a los israelitas, la cual dejó claro que eran pecadores (léase Romanos 5:13, 14). El pecado transmitido por Adán pudiera compararse a ciertos males y defectos hereditarios, como la talasemia, o anemia mediterránea, y la hemofilia, la cual suele manifestarse en graves hemorragias. Un personaje célebre que padeció esta última enfermedad fue el príncipe Alejo de Rusia, hijo del zar Nicolás II y de la zarina Alejandra. En familias como la anterior, no todos los hijos padecen el mal, aunque quizás sean portadores. Pero con el pecado heredado de Adán es diferente. Nadie está libre. Todos lo recibimos de nuestros padres, lo pasamos a nuestros hijos y sufrimos sus mortales consecuencias. ¿Tendrá remedio esta situación?

››› w05 15/8 pág. 5 “La muerte es tragada para siempre” ›››

La primera pareja pasó dicho defecto —el pecado— a sus descendientes, la entera raza humana, como si de una enfermedad hereditaria se tratara. Adán no solo perdió la oportunidad de vivir una vida libre del azote de la muerte, sino que también transmitió la imperfección a su prole. La familia humana llegó a ser rehén del pecado. La Biblia explica: “Por eso, así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12).
“El pecado entró en el mundo”
Tal defecto hereditario, o pecado, no es observable a través del microscopio. “Pecado” es la deficiencia moral y espiritual que hemos heredado de nuestros primeros padres, y conlleva efectos físicos. No obstante, la Biblia revela que Dios ha proporcionado un remedio. El apóstol Pablo expresa: “El salario que el pecado paga es muerte, pero el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23). Y en su primera carta a los Corintios añade una garantía que para él era muy importante: “Así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22).

(Romanos 5:13) Porque hasta la Ley había pecado en el mundo, pero a nadie se imputa pecado cuando no hay ley.

››› w11 15/6 pág. 12 párr. 6 Dios nos recomienda su amor ›››
6 Los hijos de Adán fueron engendrados después de la rebelión de Edén. Por eso, todos recibieron de su padre el pecado y sus consecuencias. Ahora bien, Jehová no los culpó por el pecado de Adán, pues no eran ellos los que habían violado su mandamiento; además, para ese tiempo aún no se había dado ningún código legal (Gén. 2:17). Con todo, heredaron el pecado. Desde entonces, el pecado y la muerte reinaron sobre la humanidad hasta el tiempo en que Dios entregó la Ley a los israelitas, la cual dejó claro que eran pecadores (léase Romanos 5:13, 14). El pecado transmitido por Adán pudiera compararse a ciertos males y defectos hereditarios, como la talasemia, o anemia mediterránea, y la hemofilia, la cual suele manifestarse en graves hemorragias. Un personaje célebre que padeció esta última enfermedad fue el príncipe Alejo de Rusia, hijo del zar Nicolás II y de la zarina Alejandra. En familias como la anterior, no todos los hijos padecen el mal, aunque quizás sean portadores. Pero con el pecado heredado de Adán es diferente. Nadie está libre. Todos lo recibimos de nuestros padres, lo pasamos a nuestros hijos y sufrimos sus mortales consecuencias. ¿Tendrá remedio esta situación?

(Romanos 5:14) No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado a la semejanza de la transgresión de Adán, el cual tiene un parecido con el que había de venir.

››› w11 15/6 pág. 12 párr. 6 Dios nos recomienda su amor ›››
6 Los hijos de Adán fueron engendrados después de la rebelión de Edén. Por eso, todos recibieron de su padre el pecado y sus consecuencias. Ahora bien, Jehová no los culpó por el pecado de Adán, pues no eran ellos los que habían violado su mandamiento; además, para ese tiempo aún no se había dado ningún código legal (Gén. 2:17). Con todo, heredaron el pecado. Desde entonces, el pecado y la muerte reinaron sobre la humanidad hasta el tiempo en que Dios entregó la Ley a los israelitas, la cual dejó claro que eran pecadores (léase Romanos 5:13, 14). El pecado transmitido por Adán pudiera compararse a ciertos males y defectos hereditarios, como la talasemia, o anemia mediterránea, y la hemofilia, la cual suele manifestarse en graves hemorragias. Un personaje célebre que padeció esta última enfermedad fue el príncipe Alejo de Rusia, hijo del zar Nicolás II y de la zarina Alejandra. En familias como la anterior, no todos los hijos padecen el mal, aunque quizás sean portadores. Pero con el pecado heredado de Adán es diferente. Nadie está libre. Todos lo recibimos de nuestros padres, lo pasamos a nuestros hijos y sufrimos sus mortales consecuencias. ¿Tendrá remedio esta situación?

(Romanos 5:15) Mas no es con el don como fue con la ofensa. Porque si por la ofensa de un solo hombre muchos murieron, mucho más abundaron para los muchos la bondad inmerecida de Dios y su dádiva gratuita con la bondad inmerecida por el solo hombre, Jesucristo.

››› w11 15/6 pág. 12 párrs. 7-8 Dios nos recomienda su amor ›››
7 El Dios de amor ha dispuesto lo necesario para que nos curemos del pecado heredado. Pablo explicó que esto es posible gracias al “último Adán”, es decir, un hombre que, al igual que el primero, era perfecto (1 Cor. 15:45). Sin embargo, como veremos a continuación, los dos actuaron de forma diferente y consiguieron resultados completamente distintos (léase Romanos 5:15, 16).
8 Pablo señala que no sucede “con el don como [...] con la ofensa”. ¿Qué ocurrió en el caso de “la ofensa”, es decir, el pecado de Adán? Él mismo fue el culpable, y recibió con toda justicia la sentencia de muerte. Pero, como añade el apóstol, no fue el único que perdió la vida: “Por la ofensa de un solo hombre muchos murieron”. La justicia de Dios exigía que los descendientes imperfectos de Adán —entre ellos nosotros— recibieran la misma condena que el primer hombre. No obstante, nos consuela saber que el otro hombre perfecto, Jesús, fue capaz de conseguir un resultado totalmente contrario. ¿Cuál? Pablo da la respuesta al mencionar que hombres de toda clase son “declara[dos] justos para vida” (Rom. 5:18).

(Romanos 5:16) También, no es con la dádiva gratuita como fue con el resultado que se produjo mediante el solo [hombre] que pecó. Porque el juicio resultó de una sola ofensa en condenación, pero el don resultó de muchas ofensas en una declaración de justicia.

››› w11 15/6 págs. 12-13 párrs. 7-9 Dios nos recomienda su amor ›››
7 El Dios de amor ha dispuesto lo necesario para que nos curemos del pecado heredado. Pablo explicó que esto es posible gracias al “último Adán”, es decir, un hombre que, al igual que el primero, era perfecto (1 Cor. 15:45). Sin embargo, como veremos a continuación, los dos actuaron de forma diferente y consiguieron resultados completamente distintos (léase Romanos 5:15, 16).
8 Pablo señala que no sucede “con el don como [...] con la ofensa”. ¿Qué ocurrió en el caso de “la ofensa”, es decir, el pecado de Adán? Él mismo fue el culpable, y recibió con toda justicia la sentencia de muerte. Pero, como añade el apóstol, no fue el único que perdió la vida: “Por la ofensa de un solo hombre muchos murieron”. La justicia de Dios exigía que los descendientes imperfectos de Adán —entre ellos nosotros— recibieran la misma condena que el primer hombre. No obstante, nos consuela saber que el otro hombre perfecto, Jesús, fue capaz de conseguir un resultado totalmente contrario. ¿Cuál? Pablo da la respuesta al mencionar que hombres de toda clase son “declara[dos] justos para vida” (Rom. 5:18).
9 ¿Qué implican las palabras griegas que se traducen “declaración de justicia” y “declararlos justos”? El traductor de la Biblia antes citado escribió: “Es una imagen de origen legal en la que se establece un punto casi jurídico. No se refiere a un cambio en el interior de la persona, sino en su situación ante Dios [...]. En la metáfora, Dios es el juez que toma una decisión a favor del acusado, el cual —por así decirlo— comparece ante el tribunal divino por el cargo de ser injusto, pero termina absuelto por el propio Dios”.

››› w11 15/6 pág. 14 párr. 14 Dios nos recomienda su amor ›››

14 ¡Qué extraordinario regalo hace el Todopoderoso cuando le perdona a alguien el pecado heredado y las faltas en que ha caído! De hecho, si sumáramos los errores cometidos por la totalidad de los cristianos antes de abrazar la verdad, la cifra sería enorme. Pero gracias al rescate, Dios puede perdonar todos estos pecados. Es tal como escribió Pablo: “El don resultó de muchas ofensas en una declaración de justicia” (Rom. 5:16). Claro, tanto los apóstoles como las demás personas que recibieron la generosa dádiva de ser declarados justos tuvieron que seguir adorando a Jehová con fe. ¿Cuál sería su recompensa en el futuro? “Los que reciben la abundancia de la bondad inmerecida y de la dádiva gratuita de la justicia reinarán en vida mediante la sola persona, Jesucristo.” El legado que dejó Adán es contrario al que deja Jehová al hacer la dádiva de justicia. Mientras que el primero lleva a la muerte, el segundo lleva a la vida (Rom. 5:17; léase Lucas 22:28-30).

(Romanos 5:17) Porque si por la ofensa del solo [hombre] la muerte reinó mediante aquel solo, mucho más los que reciben la abundancia de la bondad inmerecida y de la dádiva gratuita de la justicia reinarán en vida mediante la sola [persona], Jesucristo.

››› w11 15/6 pág. 14 párrs. 14-15 Dios nos recomienda su amor ›››
14 ¡Qué extraordinario regalo hace el Todopoderoso cuando le perdona a alguien el pecado heredado y las faltas en que ha caído! De hecho, si sumáramos los errores cometidos por la totalidad de los cristianos antes de abrazar la verdad, la cifra sería enorme. Pero gracias al rescate, Dios puede perdonar todos estos pecados. Es tal como escribió Pablo: “El don resultó de muchas ofensas en una declaración de justicia” (Rom. 5:16). Claro, tanto los apóstoles como las demás personas que recibieron la generosa dádiva de ser declarados justos tuvieron que seguir adorando a Jehová con fe. ¿Cuál sería su recompensa en el futuro? “Los que reciben la abundancia de la bondad inmerecida y de la dádiva gratuita de la justicia reinarán en vida mediante la sola persona, Jesucristo.” El legado que dejó Adán es contrario al que deja Jehová al hacer la dádiva de justicia. Mientras que el primero lleva a la muerte, el segundo lleva a la vida (Rom. 5:17; léase Lucas 22:28-30).
15 Quienes reciben la dádiva de ser declarados justos se convierten en hijos espirituales de Dios. Pasan a ser coherederos con Cristo, lo que les brinda la esperanza de resucitar como espíritus para reinar con él en el cielo (léase Romanos 8:15-17, 23).

(Romanos 5:18) Así, pues, como mediante una sola ofensa el resultado a toda clase de hombres fue la condenación, así mismo también mediante un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es el declararlos justos para vida.

››› cl cap. 14 Jehová provee un
“rescate en cambio por muchos” ›››
A fin de contrapesar el pecado de Adán, Jesús no podía entregar su vida perfecta en la niñez, sino cuando fuera adulto. Recordemos que el primer hombre pecó voluntariamente, con plena conciencia de la gravedad del acto y sus consecuencias. Para ser “el último Adán” y cubrir dicho pecado, Cristo debía adoptar la decisión madura e informada de mantenerse íntegro a Jehová (1 Corintios 15:45, 47). Toda su vida fiel, incluida su muerte en sacrificio, constituyó “un solo acto de justificación” (Romanos 5:18, 19).

››› w12 15/11 pág. 13 párr. 11 Jesús, nuestro modelo de humildad ›››

11 La muerte de Jesús también sirvió para pagar el rescate de la humanidad (Mat. 20:28). De este modo, Jehová puede perdonar a los seres humanos pecadores sin pasar por alto las normas divinas de justicia y darles la oportunidad de vivir para siempre. Pablo escribió: “Mediante un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es el declararlos justos para vida” (Rom. 5:18). El sacrificio de Cristo les dio a los cristianos ungidos por espíritu la esperanza de ir al cielo y recibir la inmortalidad, y a las “otras ovejas”, la esperanza de disfrutar de vida eterna en la Tierra (Juan 10:16; Rom. 8:16, 17).

››› w11 15/6 págs. 12-13 párrs. 8-9 Dios nos recomienda su amor ›››

8 Pablo señala que no sucede “con el don como [...] con la ofensa”. ¿Qué ocurrió en el caso de “la ofensa”, es decir, el pecado de Adán? Él mismo fue el culpable, y recibió con toda justicia la sentencia de muerte. Pero, como añade el apóstol, no fue el único que perdió la vida: “Por la ofensa de un solo hombre muchos murieron”. La justicia de Dios exigía que los descendientes imperfectos de Adán —entre ellos nosotros— recibieran la misma condena que el primer hombre. No obstante, nos consuela saber que el otro hombre perfecto, Jesús, fue capaz de conseguir un resultado totalmente contrario. ¿Cuál? Pablo da la respuesta al mencionar que hombres de toda clase son “declara[dos] justos para vida” (Rom. 5:18).
9 ¿Qué implican las palabras griegas que se traducen “declaración de justicia” y “declararlos justos”? El traductor de la Biblia antes citado escribió: “Es una imagen de origen legal en la que se establece un punto casi jurídico. No se refiere a un cambio en el interior de la persona, sino en su situación ante Dios [...]. En la metáfora, Dios es el juez que toma una decisión a favor del acusado, el cual —por así decirlo— comparece ante el tribunal divino por el cargo de ser injusto, pero termina absuelto por el propio Dios”.

(Romanos 5:21) ¿Con qué fin? Para que, así como el pecado reinó con la muerte, así mismo también la bondad inmerecida reinara mediante la justicia con vida eterna en mira mediante Jesucristo nuestro Señor.

››› w16 julio pág. 22 párrs. 5-6 Agradecidos por la bondad inmerecida de Dios ›››
5 ¿Por qué pecamos y morimos los seres humanos? La Biblia explica que la muerte reinó por la ofensa de un solo hombre, Adán, quien se la dejó como herencia a sus hijos (Rom. 5:12, 14, 17). Pero podemos hacer que el pecado deje de reinar, o dominar, nuestra vida. Si ejercemos fe en el sacrificio de Cristo, permitimos que la bondad inmerecida de Dios reine sobre nosotros. La Biblia dice: “Donde abundó el pecado, abundó aún más la bondad inmerecida. ¿Con qué fin? Para que, así como el pecado reinó con la muerte, así mismo también la bondad inmerecida reinara mediante la justicia con vida eterna en mira mediante Jesucristo nuestro Señor” (Rom. 5:20, 21).
6 Es cierto que seguimos siendo pecadores, pero no tenemos por qué resignarnos a que el pecado domine nuestra vida. Y, si cometemos un pecado, pidámosle a Jehová que nos perdone. Pablo les advirtió a los cristianos: “El pecado no debe ser amo sobre ustedes, puesto que no están bajo ley, sino bajo bondad inmerecida” (Rom. 6:14). Es decir, llegamos a ser gobernados por la bondad inmerecida. ¿Con qué resultado? Pablo declaró: “La bondad inmerecida de Dios [...] nos instruye a repudiar la impiedad y los deseos mundanos y a vivir con buen juicio y justicia y devoción piadosa en medio de este sistema de cosas actual” (Tito 2:11, 12).

(Romanos 6:2) ¡Jamás suceda eso! Ya que hemos muerto con referencia al pecado, ¿cómo habremos de seguir viviendo todavía en él?

››› w16 diciembre pág. 10 párrs. 9-12 Libres gracias a la bondad inmerecida de Dios ›››
9 Pablo dejó claro que debemos rechazar firmemente esta idea: “Dios me comprende. Pasará por alto las cosas malas que haga”. ¿Por qué no debemos pensar así? Porque, como él mismo escribió, “hemos muerto con referencia al pecado” (lea Romanos 6:1, 2). ¿Por qué dijo que los cristianos habían “muerto con referencia al pecado” si estaban vivos?
10 Gracias al rescate, Dios perdonó los pecados de Pablo y de otros cristianos de su tiempo y los ungió con espíritu santo para que fueran sus hijos espirituales, con la esperanza de vivir en el cielo. Si permanecían fieles, vivirían y reinarían con Cristo. Pero Pablo podía decir que habían “muerto con referencia al pecado” aunque todavía estaban vivos y servían a Dios en la Tierra. Puso el ejemplo de Jesús, que murió como ser humano y fue levantado como un espíritu inmortal en el cielo. La muerte ya no tenía dominio sobre él. Algo parecido les ocurría a los ungidos: podían considerarse muertos “con referencia al pecado, pero vivos con referencia a Dios por Cristo Jesús” (Rom. 6:9, 11). No vivían igual que antes. Ya no los dominaban los deseos de hacer cosas malas. Habían muerto con respecto a su manera de vivir anterior.
11 ¿Qué podemos decir de nosotros? Antes de hacernos cristianos, pecábamos a menudo, quizás sin darnos cuenta de lo malas que eran a los ojos de Dios las cosas que hacíamos. Éramos como “esclavos a la inmundicia y al desafuero”, es decir, “esclavos del pecado” (Rom. 6:19, 20). Pero conocimos la verdad de la Biblia, hicimos cambios en la vida, nos dedicamos a Dios y nos bautizamos. Desde entonces, deseamos ser “obedientes de corazón” a las enseñanzas y normas de Dios. Fuimos libertados del pecado y llegamos a ser esclavos de la justicia, por decirlo así (Rom. 6:17, 18). Por eso, también podemos afirmar que hemos “muerto con referencia al pecado”.
12 Pablo dijo: “No dejen que el pecado continúe reinando en su cuerpo mortal de modo que obedezcan los deseos de este” (Rom. 6:12). ¿Cómo aplicamos estas palabras en nuestro caso? Si hacemos cualquier cosa que nuestro cuerpo imperfecto nos pide, estamos dejando que “el pecado continúe reinando” en nosotros. Así que tenemos dos opciones: permitir que el pecado nos domine o no. La cuestión es: ¿qué deseamos en el fondo del corazón? Preguntémonos: “¿Dejo a veces que mi mente o mi cuerpo imperfectos me lleven a hacer cosas malas? ¿O estoy ‘muerto con referencia al pecado’ y vivo ‘con referencia a Dios por Cristo’?”. La respuesta dependerá de cuánto agradezcamos la bondad inmerecida que Dios nos ha mostrado al perdonarnos.

(Romanos 6:3) ¿O ignoran que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?

››› w08 15/6 pág. 29 párr. 7 Puntos sobresalientes de la carta a los Romanos ›››
6:3-5. ¿Qué significan el bautismo en Cristo Jesús y el bautismo en su muerte? Cuando Jehová unge a los cristianos con espíritu santo, estos llegan a estar unidos a Jesús y a formar parte de la congregación que es el cuerpo de Cristo y de la cual él es Cabeza (1 Cor. 12:12, 13, 27; Col. 1:18). Este es su bautismo en Cristo Jesús. Los cristianos ungidos también son “bautizados en [la] muerte” de Cristo en el sentido de que viven una vida de sacrificio y renuncian a toda esperanza de vivir eternamente en la Tierra. Por ello, su muerte es un sacrificio como lo fue la muerte de Jesús, aunque la de ellos no tiene valor redentor. Este bautismo en la muerte de Cristo se completa cuando mueren y son resucitados para vivir en el cielo.

››› w06 15/2 pág. 24 párr. 12 Se reúnen las cosas en los cielos y las cosas en la Tierra ›››

12 A los ungidos también se les recuerda algo más. Jesús dijo a sus fieles discípulos: “La copa que yo bebo ustedes beberán, y con el bautismo con que yo soy bautizado ustedes serán bautizados” (Marcos 10:38, 39). Posteriormente, el apóstol Pablo mencionó que los cristianos son “bautizados en [la] muerte” de Cristo (Romanos 6:3). Los ungidos viven una vida de sacrificio. Su muerte representa un sacrificio en el sentido de que renuncian a toda esperanza de vida eterna en la Tierra. El bautismo en la muerte de Cristo de estos cristianos ungidos se completa cuando, tras morir fieles, son resucitados como espíritus para ‘reinar juntos’ con Cristo en el cielo (2 Timoteo 2:10-12; Romanos 6:5; 1 Corintios 15:42-44, 50).

(Romanos 6:12) Por lo tanto, no dejen que el pecado continúe reinando en su cuerpo mortal de modo que obedezcan los deseos de este.

››› w16 diciembre pág. 10 párr. 12 Libres gracias a la bondad inmerecida de Dios ›››
12 Pablo dijo: “No dejen que el pecado continúe reinando en su cuerpo mortal de modo que obedezcan los deseos de este” (Rom. 6:12). ¿Cómo aplicamos estas palabras en nuestro caso? Si hacemos cualquier cosa que nuestro cuerpo imperfecto nos pide, estamos dejando que “el pecado continúe reinando” en nosotros. Así que tenemos dos opciones: permitir que el pecado nos domine o no. La cuestión es: ¿qué deseamos en el fondo del corazón? Preguntémonos: “¿Dejo a veces que mi mente o mi cuerpo imperfectos me lleven a hacer cosas malas? ¿O estoy ‘muerto con referencia al pecado’ y vivo ‘con referencia a Dios por Cristo’?”. La respuesta dependerá de cuánto agradezcamos la bondad inmerecida que Dios nos ha mostrado al perdonarnos.

(Romanos 6:13) Tampoco sigan presentando sus miembros al pecado como armas de la injusticia, sino preséntense a Dios como aquellos vivos de entre los muertos; también sus miembros a Dios como armas de la justicia.

››› lv cap. 6 págs. 64-65 párr. 6 Cómo elegir diversiones sanas ›››
6 Pablo exhortó a los cristianos de Roma: “No [...] sigan presentando [al pecado] sus miembros” (es decir, “ninguna parte de su cuerpo”, según lo vierte La Palabra de Dios para Todos). De igual modo, les dijo que hicieran “morir las prácticas del cuerpo” (Romanos 6:12-14; 8:13). Poco antes, ya había hablado de algunas partes del cuerpo y de cómo se empleaban para malas prácticas. Refiriéndose a las personas pecadoras, había dicho: “Su boca está llena de maldición”. “Sus pies son veloces para derramar sangre.” “No hay temor de Dios delante de sus ojos.” (Romanos 3:13-18.) ¿Qué sucedería si un cristiano empleara cualquier parte del cuerpo para cometer pecados como esos? Estaría contaminando su cuerpo entero. Por citar un caso, si viera premeditadamente imágenes sucias, sea de pornografía o de violencia brutal, estaría “presentando sus [ojos] al pecado” y, por tanto, contaminando todo su cuerpo. Ya no podría ofrecerlo como sacrificio acepto a Dios, pues no le estaría rindiendo un servicio santo o puro (Deuteronomio 15:21; 1 Pedro 1:14-16; 2 Pedro 3:11). Por culpa de las malas diversiones, pagaría un precio demasiado alto.

(Romanos 6:17) Pero gracias a Dios que ustedes eran esclavos del pecado pero se hicieron obedientes de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual fueron entregados.

››› w16 diciembre pág. 11 párrs. 15-16 Libres gracias a la bondad inmerecida de Dios ›››
15 Para conseguirlo, está claro que no debemos optar por practicar los pecados graves que algunos de Corinto habían cometido. Esto es fundamental. Si no, no podremos decir que hemos aceptado la bondad inmerecida de Dios y que el pecado ya no es nuestro amo. Ahora bien, ¿estamos resueltos a ser “obedientes de corazón” esforzándonos al máximo por evitar también pecados que algunos quizás consideren menos graves? (Rom. 6:14, 17).
16 Pensemos en el apóstol Pablo. Sabemos que no cometía los pecados graves que se mencionan en 1 Corintios 6:9-11. No obstante, admitió que seguía siendo pecador. Escribió: “Soy carnal, vendido bajo el pecado. Porque lo que obro no lo sé. Porque lo que deseo, esto no lo practico; sino que lo que odio es lo que hago” (Rom. 7:14, 15). Estas palabras indican que había otras cosas que también consideraba pecado y contra las que luchaba (lea Romanos 7:21-23). Nosotros debemos hacer lo mismo para ser “obedientes de corazón”.

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Ayudemos a otras personas a ser “obedientes de corazón”
1 La obediencia es fundamental para que Jehová acepte nuestra adoración (Deu. 12:28; 1 Ped. 1:14-16). Pronto, Dios ejecutará venganza “sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas” (2 Tes. 1:8). ¿Cómo podemos ayudar a otras personas a ser “obedientes de corazón” a las enseñanzas de la Palabra de Dios? (Rom. 6:17.)
2 Ayudándolos a cultivar fe y amor. En las Escrituras, la obediencia está estrechamente ligada a la fe. El apóstol Pablo mencionó “el mandato del Dios eterno para promover obediencia por fe” (Rom. 16:26). En el capítulo 11 de Hebreos aparece una larga lista de ejemplos de fe, de muchos de los cuales se dice que actuaron de acuerdo con la voluntad expresa de Jehová (Heb. 11:7, 8, 17). Por otro lado, la desobediencia se asocia con la falta de fe (Juan 3:36; Heb. 3:18, 19). Debemos esforzarnos por manejar hábilmente la Palabra de Dios y así ayudar al prójimo a cultivar la clase de fe que induce a la obediencia (2 Tim. 2:15; Sant. 2:14, 17).
3 También hay una conexión entre la obediencia y el amor a Dios (Deu. 5:10; 11:1, 22; 30:16). “Esto es lo que el amor de Dios significa —se dice en 1 Juan 5:3—: que observemos sus mandamientos; y, sin embargo, sus mandamientos no son gravosos.” ¿Cómo podemos ayudar a un estudiante de la Biblia a cultivar dicho amor? Busquemos oportunidades durante el estudio para incrementar su aprecio por las cualidades de Jehová. Digámosle lo que nosotros mismos sentimos por Dios. Ayudémosle a ponerse la meta de desarrollar una relación personal con Jehová. El amor a Jehová será, por encima de cualquier otra cosa, lo que impulsará a los demás —y a nosotros mismos— a obedecerle de corazón (Mat. 22:37).
4 Mediante nuestro ejemplo. Un modo eficaz de animar a otros a obedecer las buenas nuevas es dándoles el ejemplo. Para ello, tenemos que esforzarnos de continuo por cultivar “un corazón obediente” (1 Rey. 3:9; Pro. 4:23). ¿Qué implica esto? Implica alimentar con constancia nuestro corazón en sentido espiritual mediante el estudio de la Biblia y la asistencia a las reuniones (Sal. 1:1, 2; Heb. 10:24, 25). Además, requiere buscar la compañía de aquellos cuyo corazón está de parte de la adoración verdadera (Pro. 13:20). También debemos participar de forma regular en el ministerio del campo con el deseo sincero de ayudar a las personas del territorio, y pedir a Jehová en oración que nos guíe para cultivar un buen corazón (Sal. 86:11). Claro, tenemos que evitar todo lo que pueda corromper nuestro corazón, como las diversiones inmorales o violentas. Hemos de concentrarnos en las cosas que nos acerquen a Dios y fortalezcan nuestra relación con él (Sant. 4:7, 8).
5 Jehová prometió a su pueblo en la antigüedad que lo colmaría de bendiciones si escuchaban su voz (Deu. 28:1, 2). De igual modo, hoy día Jehová bendice en abundancia “a los que le obedecen como gobernante” (Hech. 5:32). Por lo tanto, ayudemos a los demás a ser obedientes de corazón mediante nuestras enseñanzas y con nuestro ejemplo.

(Romanos 6:19) Estoy hablando en términos humanos a causa de la debilidad de su carne: porque así como presentaron sus miembros como esclavos a la inmundicia y al desafuero con el desafuero en mira, así ahora presenten sus miembros como esclavos a la justicia con la santidad en mira.

››› w05 1/12 pág. 29 párrs. 10-11 Seamos ministros ingeniosos y adaptables ›››
10 ¿Qué hacía Pablo cuando quería explicar a sus oyentes verdades bíblicas profundas? El apóstol era experto en ilustrar ideas espirituales complejas con ejemplos comunes y fáciles de entender. Para citar un caso: él sabía que los habitantes de Roma estaban familiarizados con el sistema de la esclavitud, tan común en todo el Imperio romano; de hecho, es probable que muchos de sus lectores fueran esclavos. Así que usó esta práctica como ejemplo para reforzar su poderoso argumento de que el hombre puede optar por hacerse esclavo, ya sea del pecado, o de la justicia (Romanos 6:16-20).
11 Según una obra de consulta, “entre los romanos, un amo podía dar libertad incondicional a un esclavo o este podía comprársela a su amo. La libertad también se conseguía transfiriendo a un dios el derecho de propiedad”. El esclavo liberado podía seguir trabajando para su antiguo dueño por un salario. Por lo visto, Pablo aludió a esta práctica cuando escribió que cada cual puede elegir a qué amo obedecer: al pecado o a la justicia. Los cristianos de Roma habían sido liberados del pecado y ahora pertenecían a Dios. Aunque eran libres para servir a Dios, todavía podían optar por servir al pecado —su antiguo amo— si así lo deseaban. Este ejemplo sencillo pero conocido movería a los cristianos de Roma a preguntarse: “¿A qué amo sirvo yo?”.

(Romanos 6:23) Porque el salario que el pecado paga es muerte, pero el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor.

››› w15 1/4 págs. 13-14 ¿Por qué debemos recordar año tras año la muerte de Jesús? ›››
Linda: Primero tenemos que entender lo que sucedió cuando Adán y Eva pecaron en el jardín de Edén. Para ello leamos lo que dice Romanos 6:23. ¿Quieres leerlo también?
Lucía: Bueno. Dice: “Porque el salario que el pecado paga es muerte, pero el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor”.
Linda: Gracias. Analicemos este versículo. Fíjate en que comienza diciendo que “el salario que el pecado paga es muerte”. Esta fue una ley que Dios estableció al inicio de la historia: el salario, o el castigo, por el pecado es la muerte. Por supuesto, al principio nadie había pecado. Dios hizo a Adán y Eva sin pecado, es decir, sin ninguna imperfección. Y sus hijos hubieran nacido también sin pecado. Por eso, no había ninguna razón para que nadie muriera. Tanto Adán y Eva como sus hijos hubieran podido vivir felices para siempre. Pero, como sabes, ocurrió algo que lo desbarató todo. ¿Recuerdas qué fue?
Lucía: Sí, que Adán y Eva comieron de la fruta prohibida.
Linda: Correcto. Y de esa manera pecaron; Adán y Eva desobedecieron a Dios a propósito. Se hicieron imperfectos, pecadores. Aquella elección tuvo horribles consecuencias para ellos y para todos sus descendientes.
Lucía: ¿Y por qué para sus descendientes si nosotros no tuvimos nada que ver?
Linda: Déjame ponerte un ejemplo. ¿Has horneado algo en un molde?
Lucía: Sí, tengo uno para hacer pan.
Linda: Pues imagínate que te compras uno nuevo y, antes de estrenarlo, se te cae al suelo y se deforma por una esquina. ¿Qué pasará con todos los panes que hagas en él? ¿Verdad que saldrán deformados?
Lucía: Claro que sí.
Linda: Del mismo modo, cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios quedaron “deformados” por el pecado. Puesto que pecaron antes de tener hijos, todos sus descendientes nacieron con la misma imperfección y heredaron el pecado. En la Biblia, el pecado no solo se refiere a las cosas malas que hace la gente, sino también a la tendencia a pecar que hemos heredado. Por eso, aunque nosotros no fuimos culpables por lo que hicieron Adán y Eva —ni siquiera habíamos nacido—, todos los seres humanos hemos heredado de ellos la tendencia a pecar. Y como leímos en Romanos 6:23, “el salario que el pecado paga es muerte”.
Lucía: ¿Pero por qué deberíamos nosotros sufrir ese castigo para siempre? No es justo.
Linda: Es verdad, eso no sería justo. Pero tratemos de ver el cuadro completo. La justicia de Dios exigía que Adán y Eva debían morir por lo que habían hecho. Sin embargo, Dios no dejó a sus descendientes sin esperanza. Preparó una vía de escape para esa situación angustiosa. Ahí entra en juego el sacrificio de Cristo. Leamos de nuevo Romanos 6:23. Después de decir que “el salario que el pecado paga es muerte”, el versículo dice que “el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor”. De modo que la muerte de Cristo abre la vía de escape para librarnos del pecado y la muerte.
EL RESCATE: EL MAYOR REGALO DE DIOS
Linda: Hay otro detalle de ese versículo que me gustaría analizar contigo.
Lucía: ¿Cuál?
Linda: Mira lo que dice aquí: “El don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor”. Si fue Jesús quien tuvo que sufrir y morir para dar su vida en rescate por nosotros, ¿por qué no dice aquí “el don que Jesús da”?
Lucía: Pfff... ni idea.
Linda: Al desobedecer a Dios en el jardín de Edén, Adán y Eva pecaron contra su Creador. Seguro que aquella rebelión le dolió mucho. Pero Jehová enseguida ideó una solución: una de sus criaturas espirituales vendría a la Tierra, viviría como un ser humano perfecto y daría su vida en rescate por la humanidad. Así que el rescate es un regalo de Dios. También es un regalo de Dios en otro sentido. ¿Habías pensado en cómo debió de sentirse Dios cuando mataron a Jesús?
Lucía: En realidad no.
Linda: Veo algunos juguetes. ¿Tienes hijos?
Lucía: Sí, tengo dos; un niño y una niña.
Linda: Como madre, tal vez puedas imaginar cómo se sintió Jehová allá en el cielo cuando vio morir a su hijo. ¿Cómo crees que se sintió cuando arrestaron a Jesús, se burlaron de él y lo golpearon? Piensa en el dolor que tuvo que sentir al ver sufrir a su Hijo una muerte lenta y dolorosa en un madero.
Lucía: No había pensado en eso. ¡Qué terrible!
Linda: No sabemos cómo se sintió Dios exactamente. Pero la Biblia sí dice cuál fue el sentimiento que lo llevó a permitir que su Hijo sufriera. En Juan 3:16 lo explica con hermosas palabras. ¿Quieres leerlas?
Lucía: Sí. A ver... dice: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”.
Linda: Gracias. Vuelve al principio del versículo. Ahí dice: “Tanto amó Dios al mundo”. Esa es la clave: el amor. Fue el amor lo que impulsó a Dios a enviar a su Hijo a la Tierra para que muriera por nosotros. No hay mayor muestra de amor. Y eso es lo que los testigos de Jehová recordamos todos los años en el día del aniversario de la muerte de Jesús. No sé si te ha servido lo que hemos hablado...

››› w00 15/8 pág. 13 párrs. 5-6 Sacrificios que agradaron a Dios ›››

5 Pero ¿qué puede decirse de los descendientes de Adán? Puesto que heredaron el pecado y la imperfección de él, están sujetos al alejamiento de Dios, el desamparo y la muerte al igual que la primera pareja humana (Romanos 5:14). Sin embargo, Jehová no es solo un Dios de justicia y poder, sino también —y sobre todo— de amor (1 Juan 4:8, 16). Por lo tanto, ha tomado la iniciativa para corregir la situación. Después de afirmar que “el salario que el pecado paga es muerte”, la Biblia sigue diciendo: “pero el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23).
6 Para hacer efectivo ese don, Jehová suministró con el tiempo algo que cubriría lo que se había perdido con la transgresión de Adán. En un principio, el término hebreo ka•fár probablemente significaba “cubrir”, o quizá “borrar”, y también se traduce por “expiación”. En otras palabras, Jehová facilitó un medio apropiado para cubrir el pecado heredado de Adán y borrar el daño resultante, de modo que quienes merecieran ese don pudieran liberarse de la condenación al pecado y la muerte (Romanos 8:21).

Referencias obtenidas de ›› Watchtower Library 2019