Vikingos: sus Antecedentes

Historia de los Vikingos


La palabra vikingo, que apareció tanto en las lenguas escandinavas, como en frisón y en inglés antiguo, parece derivar de la raíz vik, “bahía”. El término vino a significar "pirata", y es posible que se relacionara a los hombres que habitaban las bahías con aquéllos que se dedicaban a la piratería. Pero la palabra tenía un matiz despectivo, y no es apropiada para las empresas colonizadoras o estatales. Para el proceso de las expediciones orientales, más continentales o fluviales que marítimas, es más apropiado en término "vareo", que designaba a los comerciantes, y que después extendió su significado a los soldados aventureros. En los reinos cristianos medievales se les conoció también como normandos, esto es, los hombres del norte.

Los pueblos escandinavos antes de la migración


Antes de que comenzara la gran emigración, los vikingos eran un pueblo campesino, dominado por un estamento aristocrático rural y militar, sin que existiera la noción de Estado, si bien había una serie de dinastías reales en ciertas regiones. El regionalismo era muy poderoso. Se tenía la idea de que existían tres grandes nacionalidades escandinavas. Dinamarca nació en el siglo VI, de la unión de los jutos de la península y los daneses de las islas y de la región de Escania. En Suecia se produjo la fusión, alrededor del centro económico y religioso del Mälar, de los pueblos de los Svear, al norte, y los Götar, al sur. Finalmente, el llamado “camino del norte” (Nordhrvegr) dio origen a Noruega, donde el poblamiento era muy disperso.
La clase aristocrática dirigente estaba compuesta por grandes propietarios rurales, jefes de su linaje y de su cantón, que presidían tanto la asamblea como la guerra. Estos jefes no reconocían a los reyes más que una preeminencia solemne, sin autoridad práctica alguna. Eran además sacerdotes del santuario local. Su residencia, según muestran las tradiciones de las sagas y los vestigios arqueológicos, contaba con una gran sala rectangular de madera con hogar central. El jefe se sentaba en un trono y recibía allí a sus huéspedes en los grandes banquetes. Al mismo tiempo, dirigía la explotación de sus tierras, en las que trabajaba mano de obra servil. En caso de guerra naval, el jefe y sus hombres fieles se reunían para construir y equipar uno o más navíos. En algunas regiones, cuando el jefe moría se le enterraba en uno de estos barcos, en tierra y cubierto por un gran túmulo, a veces rodeado por gran número de esclavos. Las asambleas regionales de los jefes y sus vasallos, que se celebraban al aire libre, eran la única autoridad política y normalmente iban acompañadas de festividades religiosas. De las asambleas emanaba la ley, que conservaban de forma oral algunos notables. La independencia de los grupos locales y de sus jefes era casi total, especialmente en Noruega.
El rey vikingo era nombrado, como en la tradición de todos los pueblos germánicos, por una combinación entre elección y herencia dentro del seno de un linaje. Era responsable, de forma más sobrenatural que efectiva, del bien público en general, y para ello desempeñaba diversos ritos. Era árbitro y pacificador, pero nunca legislador; convocaba al ejército y a la flota y recibía a los embajadores de otros soberanos. Por lo demás, se comportaba igual que el resto de los jefes locales y era también enterrado en un túmulo.

Entre los svear de Uplandia y los noruegos meridionales hubo dos dinastías homónimas, los Ynglingar, que gozaron de una gran prestigio y estabilidad. En Dinamarca la realeza fue más inestable y estuvo menos ligada a un linaje y a un lugar. No se conocen, fuera de las tradiciones literarias tardías, ni la capital ni el cementerio real daneses, hasta que a principios del siglo X apareció la dinastía de los Jelling, en el interior de Jutlandia.

Entre los propietarios rurales y el rey había un nivel intermedio, el de los jefes regionales (jarl), cuyos cargos eran hereditarios, y que contaban con un poder equivalente al de los reyes. Según parece, el movimiento vikingo partió de este estamento de propietarios rurales y de los jefes regionales. En Noruega y Suecia, antes del siglo XI, la realeza no tuvo un interés más que indirecto en el movimento expansivo. La emigración fue un medio eficaz para librarse de los aristócratas y propietarios más levantiscos, y un medio de garantizar la paz desviando hacia el exterior las ambiciones aristocráticas. La tradición literaria islandesa, por ejemplo, enlaza la partida de los principales jefes del oeste de Noruega con el esfuerzo unificador del rey Harold el de los hermosos cabellos. Es posible que los pobladores que viajaron a Islandia pertenecieran a los linajes que se oponían a esta política de unificación. En cambio, la realeza danesa se interesó desde el principio por la expansión marítima y a menudo sus miembros dirigieron personalmente expediciones. Sin embargo, este interés decreció precisamente en el momento de mayor auge de las conquistas, desde mediados del siglo IX a mediados del siglo X.

La economía de los pueblos vikingos antes de la emigración era eminentemente agrícola. En Dinamarca el cereal ocupaba el primer lugar de la producción, mientras que en Noruega era la cría de ganado lechero semitrashumante la principal actividad económica. Hasta el siglo IX no hubo ciudades, aunque algunas poblaciones estaban en cierta medida especializadas en el comercio. La aparición de los primeros núcleos urbanos fundados por comerciantes extranjeros, sobre todo frisones, coincide en el tiempo con las primeras incursiones vikingas.

La actividad comercial de los pueblos escandinavos en esta época era muy limitada. Se practicaba el trueque y a la producción artesana y no se conocía la moneda. Los primeros centros de comercio en Suecia (Birka) y Noruega (Skiringssal) estaban bajo vigilancia de los reyes. En Dinamarca, el principal centro de trata, Hedeby, situado en la frontera, fue disputado por los soberanos daneses y alemanes, y finalmente fue sometido por un jefe sueco. En estos centros se comerciaba con las primeras riquezas obtenidas en las expediciones ultramarinas, pero el impulso inicial del comercio escandinavo no se conoce.

Respecto a la vida cultural de los pueblos escandinavos, se conoce muy poco de ella antes de la era de los vikingos. La tradición rúnica data al menos del siglo III, pero las principales inscripciones son de los siglos X y XI. Los poemas más antiguos son de la segunda mitad del siglo IX, época del padre de la tradición literaria escáldica, Bragi el Viejo. Parece sin embargo que estos pueblos contaban con una tradición literaria prolongada y de gran refinamiento, pero su mayor florecimento se produjo tras la emigración vikinga, al entrar la cultura escandinava en relación con otras culturas que la enriquecieron. La literatura escáldica, sin embargo, es de una extrema originalidad y complejidad. Los Edda son un conjunto de poemas mitológicos y épicos transcritos en Islandia hacia 1270, conservados en un solo manuscrito, el Codex Regius de Copenhague. Su estudio ha demostrado que muchos de ellos se compusieron en épocas más antiguas y que se transmitieron oralmente desde Noruega hasta Islandia. Fueron influidos por las tradiciones poéticas celtas y por el cristianismo. No constituyen sin embargo una fuente fiable para el conocimiento de la historia escandinava.
La religión de los pueblos escandinavos estaba fragmentada en diversos cultos nacionales, que tenían lugar en algunos grandes templos, como el de Uppsala, con ritos en los que participaban los soberanos y en cuyo transcurso parece que se practicaban sacrificios humanos.

Existían innumerables cultos regionales y locales, dirigidos por la aristocracia rural, y cultos familiares, probablemente los más extendidos, que se practicaban en banquetes campestres, con sacrificios animales y libaciones en común. El panteón constaba de un pequeño número de grandes divinidades: Odín, el dios de la guerra y la sabiduría; Tor, el dios de la tormenta, que ocupó un lugar preeminente desde el siglo IX; Freyr, dios de la fecundidad, y su compañera Freyja, que eran las figuras más populares y las únicas de las que se han encontrado representaciones figuradas. Otros, como Baldur, dios de la juventud; Loki, una divinidad maléfica, o Heimdall, el vigilante de las puertas del cielo, eran más personajes míticos que dioses a los que se dedicara una auténtica devoción. Había además un gran sustrato de personajes semidivinos: trolls, valquirias, elfos, etc.

La primera oleada vikinga

El inicio de la diáspora vikinga


Durante el siglo VII se produjo un largo periodo de paz en las regiones escandinavas que hizo posible el aumento de la población, especialmente en Noruega. Los contactos comerciales con otros pueblos de Occidente llevaron a estas regiones el uso de la navegación a vela. Pero además se produjo una gran efervescencia inventiva: en la construcción naval, se añadieron las bordas sobrepuestas, apareció la quilla y el uso del remo-timón, se avanzó en la astronomía naútica y en la escritura rúnica, que en esta época acusó una gran renovación. Fue una fase muy dinámica que marcó el inicio de la era de los vikingos.

La expansión de los pueblos escandinavos tuvo formas muy diversas a lo largo de los siglos VIII y IX. La mayor parte de las veces fue un movimiento agresivo y de carácter individualista, cuyo objetivo era la consecución de botín. Pero fue también un movimiento agrícola y ganadero, que buscó el cultivo de las tierras de Escandinavia y de ultramar. Al final del periodo, adquirió la forma de empresa política, de prevención, represalia o conquista, llevada a cabo por ejércitos organizados y dirigidos por príncipes. A veces fue un movimiento comercial, pero parece que esta vertiente tuvo menos importancia que la aventurera.
El mundo escandinavo manifestó, desde principios del siglo VIII, las primeras tendencias a una expansión en dos direcciones. Los suecos fundaron factorías en la costa oriental del Báltico, mientras que los campesinos noruegos iniciaron la colonización de los archipiélagos del norte de Escocia. Pero sólo a fines de ese siglo se estableció el contacto, a menudo violento, entre los escandinavos y otros pueblos que conocían la escritura. Entre 786 y 796, Inglaterra sufrió ataques escandinavos en sus costas del nordeste y sudoeste. Hacia 795 fue atacada también Irlanda y, desde 799, la Galia fue objeto de las incursiones vikingas. Parece que estas primeras expediciones procedían del ámbito noruego. Unos años después, los daneses iniciaron en el territorio de Slesvig su expansión a expensas de los francos instalados en Sajonia. Estas incursiones danesas fueron en principio terrestres, y sólo hacia 810 se convirtieron en marítimas. Hacia 839, los suecos habían ya atravesado las estepas rusas y se dirigían hacia territorio bizantino. Esta primera oleada se prolongó hasta 930.

Primera oleada y fundación de Estados vikingos


Los distintos pueblos escandinavos desarrollaron formas características de expansión, si bien nunca fueron exclusivas. Los noruegos operaban en pequeños grupos y se consagraron a dos actividades: el pillaje y la búsqueda de tierras de colonización agropecuaria. Su ruta predilecta partía de la región de Bergen, dirigiéndose al oeste, hacia las islas Shetland. Desde allí se ramificaba: una rama bordeaba la costa oriental de Escocia y de Inglaterra, mientras que la rama principal se dirigía por las Orcadas y las Hébridas hacia Irlanda y después hacia la Galia occidental, España e incluso el estrecho de Gibraltar. En el siglo IX se dio entre los noruegos un nuevo flujo hacia el noroeste desde las Shetland, que llegaba hasta las islas Feroes, y de allí hasta Islandia. En el siglo X, alcanzaron Groenlandia y las costas americanas. Los daneses, más organizados, a menudo dirigidos por un príncipe de linaje regio, buscaron también botín y tierras, pero en forma de grandes concesiones más que de establecimientos individuales. En sus conquistas occidentales se comportaron como señores más que como campesinos. Sus expediciones tuvieron a menudo un carácter político y fueron minuciosamente preparadas. Su ruta principal partía de Slesvig, recorría la costa sur del mar del Norte, y desde allí se bifurcaba, con una rama hacia el este de Inglaterra y otra hacia el canal de la Mancha y la costa atlántica de la Galia. Era ésta en buena medida la misma ruta de los comerciantes frisones. Al igual que éstos, los daneses remontaban los ríos hasta donde podían navegar con sus embarcaciones, para después penetrar en el interior y dedicarse al pillaje.

Entre los varegos suecos tuvo menos importancia la colonización agrícola que entre el resto de los pueblos escandinavos. Los varegos se dedicaron principalmente al comercio y al servicio militar como mercenarios, así como al pillaje, aunque de forma menos agresiva que los daneses. Se establecieron en la orilla oriental del Báltico, desde el Vístula al golfo de Finlandia, y trataron de traficar. Penetraron en el continente por el cauce de los ríos. Sus primeros itinerarios se dirigieron al norte y al este. Desde el Duina y el Voljov, llegaron a la cuenca del Volga, que remontaron hasta el mar Caspio. A mediados del siglo IX se convirtieron en sus rutas más importantes las occidentales del Voljov, el Duina o del Vístula al Dniepper. Hacia 860 llegaron al Bósforo. Los varegos tenían una mayor organización y encuadramiento que los daneses y noruegos, gracias a los cuales impusieron su dominación en las estepas rusas y formaron colonias militares en sus principales ciudades.

La resistencia occidental a las incursiones vikingas


Fue la Europa occidental la que sufrió más violentamente la expansión vikinga. Los vikingos actuaban por sorpresa y atemorizaron a la población con su ferocidad. Su dominio del mar les permitía enfrentarse a los pueblos con una evidente superioridad táctica. La actitud de los jefes locales era comprar treguas a los vikingos, que por lo general estos no respetaban.

En Inglaterra, Alfredo el Grande (871-899) logró preservar su reino a cambio de librar la mitad nordeste de la isla al jefe danés Guthrum en 878 (territorio que se convertiría en el llamado Danelaw, “país de la ley danesa”). Éste fue el único rey que organizó una resistencia eficaz contra los vikingos. Emprendió la construcción de una flota que rivalizó con los daneses en el mar, reorganizó el reclutamiento de su ejército y construyó una red de puntos fortificados a lo largo y ancho de su reino que evitó el avance de los daneses desde el Danelaw. En el siglo X, el reino inglés emprendió la reconquista de los territorios daneses y se llegó a una monarquía binacional anglodanesa.
En el continente, sólo Germania logró con cierta eficacia rechazar los envites vikingos debido a la mayor organización de su autoridad regia. Los daneses ocasionaron grandes devastaciones en los puertos, como en el de Hamburgo en 845, pero no consiguieron penetrar profundamente en el interior.
En la Galia, en cambio, los normandos tuvieron una enorme libertad de acción. Carlomagno intentó crear una flota de defensa costera para defenderse de los ataques del norte. Su sucesor, Carlos el Calvo, trató de cerrar los ríos mediante puentes fortificados, pero la indiferencia de los grandes señores francos impidió la puesta en práctica de esta medida. El 15 de agosto de 856, una flota danesa remontó el Sena, saqueó Ruán y estableció su campamento fortificado en una isla cercana a Nantes, Jeufosse. Desde este enclave, en enero de 857, arrasaron París y pidieron rescate por la abadía de Saint-Denis. En junio de ese año llegaron a Chartres y poco después mataron al obispo de Bayeux. En julio de 858, Carlos el Calvo consiguió bloquearlos en la isla de Jeufosse, pero tuvo que retirarse tres meses después ante el ataque de su hermano Luis. En 859 los daneses arrasaron Noyon, asesinando a su obispo; más tarde hicieron lo mismo en Beauvais. En 860 Carlos el Calvo quiso contratar como mercenarios a los vikingos del Somme para luchar contra los del Sena, pero no consiguió dinero suficiente. Al año siguiente, Carlos consiguió por 5000 libras que el grupo vikingo del Somme pusiera sitio a la isla de Jeufosse y mediante un pago de 6000 libras el rey obtuvo la promesa de retirada de éstos. Pero los vikingos no se retiraron. Carlos trató entonces de tenderles una emboscada reedificando el puente de Trilbardou, pero fue incapaz de aniquilarlos. Tuvo que pactar con ellos su repliegue hacia Bretaña. Mientras tanto, numerosos grupos vikingos realizaron incursiones por el Rin, el Somme, el Loira, el Garona y hasta el Ródano.

Los resultados de la expansión noruega


El movimiento de expansión de los noruegos tuvo un carácter mucho más aventurero que sistemático. Rara vez profundizaron en la colonización y a menudo abandonaban territorios cuyo control habían obtenido recientemente. Organizaban temporalmente, mientras duraba la guerra de conquista, pequeños principados militares. Cuando se acababa con el peligro militar, estos principados se disolvían en la anarquía aristocrática.

La colonización de las islas Shetland y de las Orcadas durante el siglo VIII, tras la conquista del “país del sur” (Sutherland, el norte de Escocia), fue obra de reducidas bandas que eliminaron con facilidad a los pobladores pictos o los asimilaron. Hacia 860 los noruegos organizaron un principado que tenía las Orcadas como centro, acaudillado por un linaje de jarls de Noruega occidental. Este principado fue núcleo de un vigoroso renacimiento cultural. Desde aquí, los noruegos saltaron hacia el sudoeste, dirigiéndose a las Hébridas y a la isla de Man. En estas regiones la civilización celta era demasiado fuerte como para ser eliminada y surgió un cultura mixta, con un arte de gran originalidad. Man fue densamente colonizada y se convirtió en centro de un pequeño reino noruego que tenía bajo su dominio a las Hébridas. Aquí, la dinastía fundada por Godred Crovan en 1079 subsistió hasta 1266.

Posteriormente llegaron a Irlanda. Las primeras incursiones fueron actos de pillaje y tuvieron como objetivo los monasterios de la costa irlandesa. Hacia mediados del siglo IX parece que los noruegos comenzaron a desarrollar una ambiciosa política de conquista. Establecieron enclaves costeros de apoyo. Ocuparon Dublín en 836, ciudad que se apresuraron a fortificar, y Limerick, situada en la desembocadura del Shannon, que fue su principal vía de penetración hacia el interior. Hacia 843 un jefe noruego llamado Thorgestr prentendió dominar toda la isla e instaurar un paganismo violento. Posteriormente decayeron estos proyectos y tras la muerte de Thorgestr se estableció la convivencia pacífica entre noruegos e irlandeses. A mediados del siglo IX las crónicas irlandesas hablan por vez primera de la existencia de un grupo de mestizos bilingües, los Gall Gaidil, “irlandeses extranjeros”. Desde 872, los noruegos se contentaron con establecer ciudades-estado a lo largo de la costa, sin conexión con el territorio interior ni entre ellas. A esta red pertenecen las principales ciudades irlandesas: Dublín, Wexford, Waterford, Cork y Limerick. Los noruegos abandonaron la colonización sistemática del interior del reino, pero hubo algunos enclaves agrícolas y pastoriles noruegos en el Lancashire. Se produjeron enfrentamientos continuos entre los reyes irlandeses y los reinos noruegos de la costa, aunque en realidad no se trató de guerras de nacionalidades, pues irlandeses y noruegos estaban unidos a menudo por el forestage o adopción, y los mercenarios noruegos formaban ambos ejércitos.
De esta época datan algunos héroes de las tradiciones tanto irlandesa como noruega, como Brian Borama, cuya muerte en la batalla de Clontarf de 1014 puso fin al esplendor del reino noruego de Dublín. En los puertos fueron decayendo progresivamente los estados noruegos, que pervivieron hasta la invasión de Guillermo de Normandía en 1171.

Irlanda debe a los noruegos grandes aportaciones económicas: la mayoría de sus ciudades y las primeras monedas, acuñadas por Sihtric el de la Barba de Seda, rey de Dublín del siglo XI, además de la aportación de sus conocimientos naúticos. Sin embargo, en lo cultural, el paso de los noruegos acabó con el esplendor del monarquismo irlandés, que perdió su dinamismo evangelizador.
En el continente, las incursiones de los vikingos noruegos fueron empresas de piratería que no dejaron huellas de colonización en las regiones a las que afectaron: el Loira, el Garona y el golfo de Gascuña. En 844 los noruegos protagonizaron una gran expedición remontando el Guadalquivir hasta Sevilla, que fue saqueada. Entre 859 y 862 penetraron en la costa marroquí, en el Ródano y en Italia, y en 1013-1015 el rey Olaf dirigió expediciones en las costas de Galicia y Aquitania.
Al norte de las islas Shetland, las expediciones noruegas no tuvieron carácter militar. Las Feroes fueron colonizadas a principios del siglo IX. Una tempestad llevó a los primeros pobladores noruegos a Islandia, hacia 860, y su colonización comenzó una década después. A Islandia emigraron linajes de aristócratas noruegos amenazados por la unificación monárquica de Noruega. A lo largo del siglo X, estos linajes, con sus clientes y sus esclavos, se dedicaron a la explotación ganadera de la isla y edificaron una sociedad peculiar con un gobierno republicano. El Libro de la colonización (Landnamabok), que recogió a fines del siglo XII las tradiciones relativas a estos primeros colonizadores, permite suponer que fueron unos veinte mil los colonos llegados a Islandia desde Noruega. Islandia se convirtió en un centro cultural de primera magnitud y su literatura es quizás la más importante del occidente medieval.
La movilidad de los colonos noruegos entre todos los puntos de la esfera de expansión noruega fue enorme y los intercambios continuos. Se dieron profundas influencias entre noruegos e irlandeses, por ejemplo en el terreno de la poesía. Sin embargo, los intercambios económicos fueron menos fuertes. Las diversas colonias noruegas tendían al autoabastecimiento y sólo Islandia, deficitaria en grano y madera, sostuvo relaciones comerciales más fluidas.

La expansión de los varegos suecos


Los resultados del movimiento expansivo de los suecos durante la primera oleada es poco conocido. Los puntos de partida de las expediciones fueron los establecimientos mercantiles de Curlandia. Los primeros contactos de los varegos con los bizantinos se produjeron en 839, en el mar de Azov y, hacia 864-884, contactaron con los musulmanes en la región de Tabaristán. Se desconoce en qué condiciones atravesaron los dominios de las poblaciones ugrofinesas de la región del Ladoga y los territorios eslavos de Rusia media y turcos del bajo Volga. Se desconoce asimismo cómo consiguieron ocupar las ciudades que convirtieron en núcleos de su comercio.

Es probable que los suecos se convirtieran en jefes políticos a raíz de su contacto con las instituciones de pueblos turcos como los jázaros. Puede deducirse también que se introdujeron en las ciudades eslavas como mercenarios que, posteriormente, se hicieron con el poder, fundando dinastías en cada gran ciudad. Una de ellas, Kiev, situada en la ruta principal entre el mar Negro y Bizancio, adquirió la hegemonía y unificó progresivamente a las ciudades varegas. Los suecos no formaron en ningún momento poblaciones compactas, pero influyeron enormemente en el ejército y el comercio.

Los varegos se introdujeron asimismo en Bizancio como mercenarios y formaron una “guardia varega” que sirvió al emperador griego durante los siglos X y XI y que prestó sus servicios en otros territorios, como Sicilia o Apulia. Los varegos se dirigieron también hacia Bagdad como comerciantes o como piratas, pero sus expediciones no pasaron de la ribera sur del Caspio y Uzbekistán.
Parece que los contactos culturales entre suecos y eslavos fueron muy escasos.

El dominio danés


Las incursiones danesas desarrollaron una estructura que presenta tres fases: una primera de pillaje, con el establecimento de bases en la costa, a partir de las cuales se realizaban expediciones remontando el curso de los ríos hacia el interior, y que concluía con grandes expediciones muy alejadas ya de la costa, que exigían invernar en un refugio fortificado. La segunda fase se iniciaba cuando los daneses chocaban con estados organizados. En esta fase utilizaban la violencia para amedrentar a la población y obtener sustanciosos tributos (danegelds). Pero la explotación excesiva de las poblaciones indígenas y las devastaciones vikingas llevaban a los países a un límite de agotamiento a partir del cual resultaba imposible obtener más tributos o rescates. Entonces comenzaba la tercera fase, con la explotación directa de los territorios. Los ejércitos vikingos conquistaban el país, lo encuadraban y fundaban un Estado. Intentaban obtener la legitimación del derecho público local, acordada con el soberano indígena, cuya condición solía ser el bautismo, que los daneses aceptaban sin entusiasmo. A menudo se daban también condiciones políticas: aceptación del régimen feudal o colaboración militar contra la incursión de otras bandas vikingas. Esta tercera fase se dio con cronologías diferentes en las distintas regiones. Por ejemplo, en la región del Sena las primeras incursiones danesas se produjeron hacia 810, el cobro de tributos empiezó en 845 y el tratado de Saint-Clair-sur-Epte, que concedía Normandía al vikingo Rollón, en 911. En Inglaterra, en cambio, la fase de fundación de estados normandos se inició en 876.

El establecimiento de los estados daneses tuvo consecuencias positivas para la Europa occidental, si se excluyen las devastaciones que causaron durante la primera fase de rapiña; así, los vikingos recogieron la herencia política inglesa y carolingia y la perfeccionaron hasta crear las formás más acabadas del Estado medieval. Por otra parte, revivificaron el comercio y expandieron sus límites, lo que produjo la puesta en circulación de los metales preciosos atesorados durante la temprana Edad Media.

Este proceso fue, sin embargo, lento. Los ejércitos vikingos sólo estaban ligados a su jefe temporalmente por la llamada “ley del ejército”, que los sometía un jefe electivo, el “rey del mar”. Las bases jurídicas para la fundación de un Estado estable se tomaron de las tradiciones de los pueblos conquistados. La mayor parte de los estados creados por los daneses no superaron esta evolución. Sólo el ducado de Normandía lo conseguiría, gracias a la adaptación de las instituciones francas.

La segunda oleada vikinga y el final del movimiento de expansión


Hacia 930, la primera expansión vikinga pareció agotarse tanto en Occidente como en Oriente. Hubo aún algunas incursiones de rapiña aisladas, pero cesó la fundación de colonias, desaparecieron numerosos establecimientos y la mayor parte de los que quedaron perdieron su autonomía. Fue esta la época de mayor avance de la cristianización entre los vikingos de los distintos ámbitos y, con ello, de asimilación a las poblaciones locales.

Pero hacia 980-990 se produjo una nueva irrupción vikinga que inició la segunda gran oleada migratoria. Fue un proceso mucho más breve que el anterior, que se agotó hacia 1030 y con un ámbito también más reducido: sólo afectó al noroeste y al sudeste de Europa. Las causas de este movimiento son inciertas. Sólo la expansión de los daneses tiene su origen claro en el establecimiento durante la primera mitad del siglo X de una realeza hereditaria que creó un poderoso ejército de organización muy estricta y que reportó a los daneses una gran superioridad bélica. Pero no se produjeron cambios demográficos o naúticos relevantes.

El imperio danés


Los daneses se lanzaron contra Inglaterra en 980, cuando los piratas vikingos reaparecieron en las costas inglesas. Londres fue tomada en 994. En principio, los reyes ingleses se avinieron a pagar tributos, pero en 1002 una gran matanza de daneses ordenada por el rey Etelred II supuso el inicio de una cruenta guerra. El rey danés Sven emprendió una conquista sistemática de Inglaterra, que continuó su hijo Canuto el Grande desde 1016. Así se fundó un gran imperio danés, que dominó todo el mar del Norte, incluidas Noruega y el sur de Suecia. Canuto el Grande tomó de la Iglesia anglosajona el ideal político necesario para el encuadramiento de su imperio. A pesar de que la conquista de Inglaterra fue precedida por diez años de guerra sangrienta, Canuto fue aceptado por la mayoría de los ingleses como rey. La nueva monarquía respetó personas y bienes; no desarrolló colonización rural y sólo acudieron a Inglaterra unos pocos daneses que formaron la guardia real y la curia regia. La mayor parte de las tropas que habían tomado parte en la conquista fueron devueltas a Dinamarca. El rey residía en Londres o en Winchester, y el antiguo territorio del Danelaw no gozó de privilegios especiales.

Sin embargo, Canuto murió joven (1035) y sus hijos no consiguieron mantener su reino inglés. En 1042, Eduardo, hijo del rey Etelredo, subió al trono restaurando así la dinastía anglosajona.
En Normandía, a partir de 950, se produjo una importante reconstrucción interna. El país se benefició de la conquista danesa de Inglaterra, ya que el botín solía ir a parar al puerto de Ruán para su liquidación comercial.
Sin embargo, los duques normandos contemplaron con recelo la expansión de la dinastía danesa y apoyaron activamente a la resistencia anglosajona. Los normandos dirigieron la campaña que permitió la restauración en el trono de Eduardo el Confesor en 1066.
Sin embargo, el nuevo rey murió poco después. Para el ocupar el trono había tres candidatos, todos ellos descendientes de la aristocracia danesa. Harold, descendiente de un linaje cercano a la dinastía de Canuto, ocupó el trono, pero su hermano Tosti, gobernador de Northumbria, se alió con el príncipe Harold el Severo, antiguo jefe de la guardia varega en Constantinopla, quien desembarcó en 1066 en Inglaterra. Fue vencido en Stamfordbridge. Finalmente, el tercer pretendiente era Guillermo de Normandía, descendiente del duque Rollón y primo de Eduardo el Confesor.
El 14 de octubre de 1066 derrotó al rey Harold en la batalla de Hastings, instaurando la dinastía normanda en Inglaterra. En 1070 Guillermo emprendió la conquista del territorio del Danelaw, que había alentado una expedición del rey danés Sven Strindsen contra Inglaterra. Guillermo asoló ferozmente el antiguo territorio danés, incorporándolo a la unidad inglesa.

La segunda expansión noruega


El movimiento noruego fue muy disperso. Los noruegos atacaron Irlanda desde 980 hasta 1014; en la Galia, se produjeron incursiones desde el año 1000 por el Loira y el Garona. La expansión noruega afectó en mayor medida a la Península Ibérica, donde se registraron numerosas incursiones de importancia: contra Santiago de Compostela en 968, contra al-Andalus en 966 y 971 y contra la costa arturiana en 1013.
Pero el movimiento noruego tuvo mayor peso en el ámbito noroccidental. En 981 descubrieron Groenlandia, que fue colonizada desde 985 por el islandés Erik el Rojo. La explotación ganadera de la zona costera habitable de esta enorme isla permitió la subsistencia de una colonia noruega hasta el siglo XIII, en que una gran ola de frío asoló sus poblaciones, que desaparecieron definitivamente en el siglo XV.
Hacia el año 1000, los noruegos-islandeses alcanzaron el continente americano por una región, probablemente en el Canadá actual, a la que llamaron Vinlandia. Sin embargo, una tentativa de poblar este territorio fracasó y se perdió el recuerdo de estas tierras occidentales.

La segunda expansión sueca


Los suecos volvieron a dirigirse hacia Oriente en las primeras décadas del siglo XI. Hacia 1040 una gran expedición del rey Ingvar penetró en las estepas rusas hacia el Asia musulmana. Esta expedición fue fallida y, aunque hubo otras hacia Kiev o Bizancio, las incursiones suecas del siglo XI fueron mucho más tímidas que las del periodo anterior, cesando en el último tercio del siglo XI.
Los últimos estertores de la segunda oleada vikinga no acabaron hasta comienzos del siglo XII. Daneses y noruegos perdieron en este proceso su dinamismo bélico, su prestigio y sus apoyos en Occidente. Los vikingos cambiaron su hábito de feroces piratas por el de enfervorecidos peregrinos, participando activamente en la Cruzada. Bajo el signo de la fe cristiana, daneses y suecos se lanzaron también a la conquista de los pueblos del Báltico, hacia Pomerania, Estonia y Finlandia. Pero lo más importante de esta etapa fue la edificación de Estados monárquicos normandos firmemente apoyada por la Iglesia, tanto en Escandinavia como en los países colonizados por la diáspora normanda, como Sicilia, culminando así el proceso de incorporación de los antiguos piratas vikingos a la civilización cristiano-occidental.

Arte Vikingo.


Los vikingos de Escandinavia y Dinamarca desarrollaron, desde el siglo V, una cultura, que en sus manifestaciones artísticas, se extendió por Europa alcanzando su máximo apogeo en el siglo VII.

Las mejores manifestaciones que se conservan son de arquitectura, en la que utilizan un sistema adintelado, utilizando de forma sistemática la madera como material constructivo. Los edificios se caracterizan por presentar grandes salas, tejados muy apuntados y formato de pirámide. Entre los restos conservados, destaca la iglesia de Borgund del siglo XI o XII.

En escultura utilizaron curiosos elementos decorativos con entrelazados y estilizaciones zoomórficas. Esta decoración se utiliza preferentemente para decorar los navíos que, según las costumbres, sirvieron de tumbas. El mejor ejemplo es el Navío de la reina Asa, en Oseberg, conservado en el Museo de Oslo. Como orfebrería destacan las espadas con botón terminal y anillos en el centro de la empuñadura.

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Última actualización de esta pagina el 21 de octubre de 2020


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