La Estación Espacial Internacional: laboratorio en órbita

La Estación Espacial Internacional: 

DENTRO de dos años, al mirar al cielo en una noche despejada quizás veamos, además de las estrellas y la Luna, un “astro” artificial tan brillante como los planetas. Dicen que este coloso, que ya está en construcción y es comparable por sus dimensiones a dos campos de fútbol, es ‘la mayor obra de ingeniería desde las pirámides’. ¿De qué se trata?
File:STS-134 International Space Station after undocking.jpg
De la que será, una vez terminada, la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), un laboratorio de investigación espacial permanente en cuya creación intervienen más de cien mil trabajadores, la mayoría de los cuales desempeñan su cometido en Canadá, Estados Unidos y Rusia, y otros muchos en Alemania, Bélgica, Brasil, Dinamarca, España, Francia, Italia, Japón, Noruega, los Países Bajos, el Reino Unido, Suecia y Suiza. La estación orbital medirá 88 metros de longitud y 109 de anchura, y dedicará a zonas de trabajo y vivienda un área equivalente a las cabinas de dos reactores Boeing 747. Pesará 520 toneladas y costará 50.000 millones de dólares como mínimo.
Algunos críticos, preocupados por el hecho de que se justifique el enorme presupuesto al amparo de la investigación, dicen que la ISS es “un elefante blanco interestelar”: una empresa nada rentable. Pero sus defensores esperan que sea un banco de pruebas para ensayar lo más nuevo y avanzado en materiales de uso industrial, tecnología de las comunicaciones y estudios médicos. Sin embargo, antes de que los astronautas fijen los instrumentos de laboratorio en las paredes de la ISS, hay que montarla pieza a pieza, y esto en pleno espacio.

Construirla en el espacio

La magnitud de la ISS es tal que no puede ensamblarse en la Tierra, pues se desplomaría por su propio peso. A fin de eludir este obstáculo, los científicos construyen en la Tierra los módulos que se unirán en el espacio para formar la estación. Se precisarán 45 lanzamientos de cohetes rusos y transbordadores estadounidenses para poner en órbita estos componentes.
El montaje de la estación es una tarea sin precedentes, pues convierte el espacio en un cambiante “solar” de construcción donde se ensamblarán más de cien módulos, todo ello con los trabajadores y los materiales en órbita. El equipo internacional de astronautas deberá realizar a mano buena parte de sus labores, en paseos espaciales que consumirán centenares de horas.
El 20 de noviembre de 1998 se lanzó desde el cosmódromo de Baikonur (Kazajstán) el primer módulo: el Zariá (Amanecer), de fabricación rusa. Para mantener en órbita sus 20 toneladas, así como los demás módulos que se agregasen, requería una cantidad considerable de combustible. El módulo de conexión Unity —elaborado en Estados Unidos— se envió dos semanas después en el transbordador Endeavour.
En diciembre de 1998, apenas iniciada la construcción en órbita, la tripulación del Endeavour pudo hacerse una idea de las dificultades que afrontaba. A 400 kilómetros de la Tierra se encontraron con el Zariá. La astronauta Nancy Currie accionó un brazo robótico de 15 metros para agarrar y acoplar al Unity este módulo de 20 toneladas. Sus colegas Jerry Ross y James Newman conectaron luego, en el exterior de ambos módulos, los cables eléctricos e informáticos y los conductos de fluidos, los cuales permiten enviar de un módulo a otro electricidad, así como agua para la refrigeración y el consumo. Tales labores requirieron tres paseos espaciales que en total sumaron más de veintiuna horas.
A medida que los cohetes y transbordadores lleven los nuevos módulos cada pocas semanas, la ISS crecerá en torno al Zariá hasta convertirse en una estación de 520 toneladas. No será fácil mantenerla en órbita, pues deberá resistir la atracción de la gravedad terrestre, con el peligro constante de caer de vuelta a la Tierra. Los transbordadores tendrán que visitarla y proporcionarle la propulsión que le permitirá mantener la debida altitud.
La ausencia casi total de gravedad desempeñará un papel clave en las investigaciones de la ISS, donde la fuerza gravitatoria equivaldrá a una millonésima de la existente en la Tierra. En nuestro planeta, un lápiz soltado a dos metros de altura tardaría medio segundo en llegar al suelo; en la estación espacial tomaría diez minutos. Así pues, ¿qué experimentos se realizarán en la ISS y qué repercusiones pueden tener en nuestra vida cotidiana?

Laboratorio orbital

Se prevé terminar la ISS en el año 2004. A partir de entonces, vivirán en el inmenso complejo hasta siete astronautas, algunos por varios meses. En esta “ventana al universo”, la tripulación realizará diversos experimentos propuestos por científicos de todo el mundo.
Por ejemplo, las raíces no profundizan en la tierra y las hojas no toman altura si la gravedad es muy débil. De ahí que los científicos planeen experimentos sobre el comportamiento de las plantas en ausencia de gravedad. Así mismo, los cristales de proteínas alcanzan mayor tamaño y simetría en el espacio, de modo que se podrían obtener más puros en tales circunstancias. La información sobre estos particulares podría ayudar a los investigadores a preparar medicamentos contra ciertas proteínas patógenas. En condiciones de gravedad muy débil, tal vez puedan elaborarse materiales cuya fabricación resulta prácticamente imposible en la Tierra.
La gravedad casi nula deteriora los huesos y músculos. El ex astronauta Michael Clifford dijo: “Algunos de los estudios científicos buscan comprender mejor las secuelas fisiológicas de la exposición prolongada al espacio”. Se realizará como mínimo un experimento para determinar cómo combatir la pérdida de masa ósea.
Conocer los efectos a largo plazo de vivir en el espacio quizá contribuya a que algún día sea posible realizar una misión tripulada de larga duración a Marte. “Es un viaje bastante largo —reconoció Clifford—. Deseamos contar con la capacidad de traer de vuelta [a los exploradores del espacio] en buen estado físico.”
Además, los partidarios de la ISS predicen que la investigación que en ella se realice propiciará una mejor comprensión de los elementos constituyentes de la vida, lo que podría conducir al descubrimiento de nuevas terapias contra el cáncer, la diabetes, el enfisema y los trastornos inmunológicos. Los laboratorios de la estación albergarán un reactor biológico donde se realizarán cultivos de células semejantes a los tejidos naturales. Los científicos procurarán aprender más sobre las enfermedades del ser humano y los medios para combatirlas con eficacia. Dispondrán también de una ventana óptica de 50 centímetros para estudiar los gases atmosféricos, la decoloración de los arrecifes coralinos, los huracanes y otros fenómenos naturales de la Tierra.

¿“Laboratorio para la paz”?

Para algunos de sus fervientes promotores, la ISS es más que un laboratorio orbital. La consideran el cumplimiento de una promesa realizada en el programa Apolo, cuando se dejó en la Luna una placa que decía: “Vinimos en paz en nombre de toda la humanidad”. El septuagenario astronauta John Glenn se refirió a la estación como “laboratorio para la paz” y señaló: “Permitirá que dieciséis naciones trabajen juntas pacíficamente en el espacio en vez de maquinar maneras de hacerse daño en la Tierra”. No es el único en concebir la ISS como un marco que permitirá a las naciones aprender a cooperar en investigaciones científicas y tecnológicas que no podrían realizar por sí solas y que nos beneficiarán a todos.
Pero muchos ciudadanos no pueden menos que preguntarse si de verdad colaborarán pacíficamente las naciones en el espacio cuando no son capaces de hacerlo en la Tierra. Sea como fuere, la ISS es una muestra más del deseo del hombre de indagar en ámbitos desconocidos y de aprender lo que ocurre en las condiciones allí existentes. En efecto, esta gigantesca empresa obedece al espíritu aventurero y al afán investigador del ser humano.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 15 a 17]

FECHAS LIGADAS A LAS ESTACIONES ESPACIALES

1869: El estadounidense Edward Everett Hale edita un relato breve, The Brick Moon (La luna de ladrillo), sobre un satélite tripulado, fabricado en ladrillo, que gira en torno a la Tierra.
1923: El rumano Hermann Oberth acuña el término “estación espacial”, concebida como punto de partida de los viajes a la Luna y a Marte.
1929: En su libro Das problem der befahrung des weltrauns (El problema de los viajes espaciales), Hermann Potocnik esboza el plan de fundar una estación espacial.
Década de 1950: Wernher von Braun, ingeniero especializado en cohetes, describe una estación con forma de rueda situada en órbita de la Tierra a 1.730 kilómetros de altura.
1971: La Unión Soviética lanza la Saliut 1, la primera estación espacial de la historia, en la que permanecen tres cosmonautas durante veintitrés días.
1973: Se pone en órbita la Skylab, la primera estación espacial estadounidense, que alberga a tres equipos de astronautas. Ya no se encuentra en el espacio.
1986: Los soviéticos lanzan la estación espacial Mir, la primera diseñada para ser habitada permanentemente.
1993: Estados Unidos pide a Rusia, Japón y otras naciones que colaboren en la construcción de la ISS.
1998-1999: Se ponen en órbita los primeros módulos de la ISS con un año de retraso.

[Ilustraciones]

Arriba: Concepción artística de la estación ya terminada en 2004
Conexión de los primeros dos módulos: Zariá y Unity
El tercer paseo espacial de Ross y Newman
Uno de los muchos lanzamientos de transbordadores programados
Skylab
Mir

[Reconocimiento]

Págs. 15-17: fotos de la NASA


Publicado en: ¡Despertad! del 22 de agosto de 1999



Última actualización de esta pagina el 21 de octubre de 2020


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